Presentamos dos capítulos (el cuarto y el décimotercero) del libro ¿Internacionalismo o rusificación?, publicado en lengua ucraniana en 1968 por el escritor ucraniano soviético Iván Dzyuba (1931-2022), quien falleció hace pocos días. Este trabajo luego fue traducido al ruso y circuló clandestinamente en la URSS en la década de 1960. Posteriormente fue sacado del país, traducido al inglés y publicado en Occidente por esos años. Dzyuba era un disidente de izquierda dentro de la URSS, y fue perseguido y echado de sus trabajos como represalia de la burocracia gobernante por la publicación de este libro considerado “antisoviético”. Es una contribución bien fundamentada, en la que –frente a la “cuestión ucraniana” y el problema nacional en general– reivindicaba la política de Lenin, de autodeterminación de las naciones oprimidas del antiguo Imperio Zarista, vigente en los primeros años posteriores a la Revolución de Octubre. A lo largo del libro, el autor también cuenta cómo, con el ascenso al poder de Stalin y de la burocracia, esta política fue abandonada y se recayó en el viejo chovinismo gran ruso, continuando y empeorando la opresión nacional bajo una falsa bandera “socialista”. Nikita Jrushchof y los líderes de la burocracia que siguieron tras la muerte de Stalin continuaron este rumbo. Dzyuba, entonces, polemiza con esta política.
Hoy en día ya no existe la URSS y tanto Rusia como Ucrania son países capitalistas. También existen problemas de opresión nacional distintos, como el de la “nueva” situación (desde hace tres décadas) de la población rusófona o que se identifica étnicamente como “rusa” dentro de Ucrania. En la época zarista y luego en la URSS, a partir del ascenso del estalinismo al poder, esta representaba una etnia ligada a un pueblo dominante, algo que no es el caso en la Ucrania actual. Vladímir Putin ha justificado recientemente su invasión a Ucrania caracterizándola como una “ficción inventada por la Rusia bolchevique”. De esta forma, este representante de la élite que se benefició con la restauración capitalista no hace más que extender los argumentos de la antigua burocracia estalinista, enterradora de la revolución y responsable de la liquidación incluso física de la vieja guardia revolucionaria bolchevique con los Juicios de Moscú de los años ’30 y el Gulag. Del otro lado, la propaganda de quienes defienden la política de la OTAN interesadamente identifican a Putin con el comunismo soviético. Pero en la propia Rusia soviética, en los años que siguieron a la revolución, hubo una política alternativa para solucionar de manera revolucionaria este problema, esa misma política que Putin tanto odia, la de Lenin. Este texto de Dzyuba de los años ’60 ilumina todos estos problemas.
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El futuro de las naciones; las naciones bajo el comunismo
Nuestra actitud práctica hacia un determinado fenómeno social depende decisivamente de nuestra visión de su destino futuro. Si informamos a un propietario de una casa, de forma más o menos oficial, que en un futuro inmediato o cercano su casa será arrasada y su jardín convertido en un solar para otras estructuras, es poco probable que empiece a mejorar su casa y a cultivar su jardín; es aún menos probable que sus amigos e invitados reciban con entusiasmo esa noticia. Lo que probablemente se desarrollaría en tales condiciones sería algo parecido a esa psicología de los "habitantes de casas de fin de semana", no muy diferente a la que Máximo Gorki denunció en su momento.
Algo similar está ocurriendo entre nosotros con el tema de las nacionalidades. Entre la inmensa mayoría de la población prevalece la idea de que la próxima tarea de los comunistas, tal vez incluso la más inmediata, es la creación de una sociedad sin naciones, una “amalgama de naciones”, y que, por lo tanto, las lenguas y culturas nacionales son algo moribundo, atrasado, de segunda categoría e incluso reaccionario; en todo caso, algo sospechoso y lamentable.
¿Cuál es el origen de esta extraña visión y por qué se hace pasar por "marxista"? ¿Por qué está vinculada a la idea de comunismo? En cualquier caso, no tiene nada en común con el marxismo y el comunismo, es más bien exactamente lo contrario.
Marx siempre ridiculizó este tipo de maquinaciones políticas e ignorancia. Así, por ejemplo, relatándole a Engels sobre el transcurso de una sesión del Consejo de la Internacional, Marx escribió sarcásticamente:
Los representantes (no obreros) de la “Joven Francia” salieron con el anuncio de que todas las nacionalidades e incluso las naciones eran “prejuicios anticuados” (...) En cualquier caso, quien encumbra la cuestión "social" junto con las "supersticiones" del viejo mundo es un "reaccionario". Los ingleses se rieron mucho cuando comencé mi discurso diciendo que nuestro amigo Lafargue y otros, que habían suprimido las nacionalidades, nos habían hablado "en francés" (...) También planteé que la negación de las nacionalidades parecía entenderse, de forma incongruente, como su absorción por el modelo de la nación francesa [1].
Marx se burló de esta maquinación, llamándola "stirnerismo proudhonizado" y señaló su esencia imperialista. Pero hay quienes hoy predican puntos de vista similares -la absorción de muchas naciones por parte de la "nación rusa modelo"- y dicen que eso es marxismo y comunismo". ¡Qué amarga y absurda paradoja! Alguien dirá que hoy nadie predica la "absorción" de las naciones sino su "acercamiento" y "amalgama". Sí, oficialmente la prensa lo llama "acercamiento" y "amalgama" de naciones. Pero si le preguntamos al 99% de la población cómo interpreta este "acercamiento" se verá que lo consideran como esa misma "absorción". Incluso las cifras del último censo son muy elocuentes al respecto. En 1914, Lenin escribió:
En Rusia, incluso según las estadísticas oficiales, es decir, palpablemente exageradas, que se falsean para adaptarse a los "planes del gobierno", los gran rusos [2] no constituyen más del 43% de toda la población del país. Los gran rusos en Rusia constituyen menos de la mitad de la población (...) Los "pueblos súbditos" de Rusia constituyen el 57% de la población, es decir, la mayoría, casi tres quintas partes, con toda probabilidad aún más [3].
Ahora, en el cuadragésimo noveno año del poder soviético, los gran rusos, según los datos oficiales, representan bastante más de la mitad de la población, y si añadimos a los no rusos rusificados (en las cifras del censo figuran oficialmente como personas que consideran el ruso su lengua materna), su número será mucho mayor. El número relativo de ucranianos y otras "nacionalidades" ha disminuido correlativamente. ¿A qué se debe este brusco cambio de proporción? ¿Es el resultado de la coexistencia normal de las naciones? Difícilmente puede considerarse un éxito de la construcción nacional comunista; si se tratara de cualquier nación del mundo plenamente formada, sus comunistas pensarían sin duda lo contrario. Tendríamos que buscar analogías en una época y una esfera de la historia muy distintas y no comunistas. Y difícilmente se pueda relacionar esto como un resultado de la "política leninista de las nacionalidades"; se sabe que Lenin describió fenómenos similares como "imperialismo de la Gran Rusia" y "chovinismo de gran potencia rusa". Ni un solo documento del Partido Bolchevique de Lenin aprobaba la asimilación de las naciones, en particular la asimilación de las naciones más pequeñas por parte de una nación grande, y nada se decía sobre la amalgama de las naciones como tarea inmediata del movimiento proletario. Pero, ¿cuál es la fuente de esta "opinión corriente " que vincula invariable y automáticamente el concepto de movimiento revolucionario proletario y la construcción de una futura sociedad comunista con el concepto de "amalgama de naciones" y "ausencia de naciones" (es decir, en la práctica, el concepto de asimilación)? Obviamente, no es la teoría del comunismo científico.
Cuando los documentos del Partido Bolchevique hablan de la "amalgama de los trabajadores de todas las naciones", se refieren –y esto queda muy claro– a su unión organizativa en organizaciones únicas de clase con el propósito de una lucha revolucionaria común. Los intereses de la clase obrera exigen la fusión de los trabajadores de todas las nacionalidades de un Estado determinado en organizaciones proletarias únicas –políticas, sindicales, cooperativas-educativas, etc.", garantizando al mismo tiempo "la plena igualdad de todas las naciones y lenguas" [4]. En cuanto a las naciones mismas, el poder soviético ha declarado inequívocamente que su tarea es fomentar su desarrollo integral, especialmente el desarrollo de las naciones que antes estaban oprimidas y privadas de derechos. En el informe conjunto sobre la cuestión de las nacionalidades en el X Congreso del Partido se propuso: "El poder soviético, el Partido Comunista, debe convertirse en el factor primordial del desarrollo cultural nacional de las masas trabajadoras de las nacionalidades oprimidas" [5].
La idea de la asimilación de las naciones, la idea de una futura sociedad sin naciones no es una idea del comunismo científico, sino de ese tipo que Marx y Engels llamaron "comunismo de cuartel". Esta es también la idea de los revisionistas, socialdemócratas de la Segunda Internacional. Kautsky, en particular, hizo mucho uso de ella. Como reliquia del kautskismo, se filtró en el movimiento comunista a principios de siglo, pero fue rápidamente superada, siendo desmontada por Lenin y otros comunistas.
A menudo se oye citar a Lenin como si no solo no condenara sino que, por el contrario, celebrara la asimilación de las naciones. Pero esto es una distorsión brutal del espíritu leninista. En primer lugar, Lenin no defendía la asimilación, sino la unión política de los proletarios de todos los países, y en este contexto rechazaba la oposición a dicha unión que se basaba en el miedo a la asimilación. En segundo lugar, se refería a la asimilación espontánea, y no a una asimilación "programática", esencialmente diferente de la anterior y llevada a cabo a propósito y sistemáticamente por el Estado; tal asimilación artificial le pareció siempre criminal; traten solo de imaginar algo así planificado en los documentos del Partido de la época de Lenin. En tercer y último lugar, la no condena de la asimilación en el sentido y el contexto que estamos discutiendo se encuentra solo en las obras prerrevolucionarias de Lenin; después de la Revolución, habiendo asumido la tarea práctica de la construcción de la nación, Lenin cambió sustancialmente su énfasis y no dijo ni una palabra más sobre los beneficios de cualquier tipo de asimilación, sino que condujo toda la fuerza de su lucha contra la rusificación, el chovinismo gran ruso y la ideología de Rusia como gran potencia; es decir, de hecho, contra el asimilacionismo. Y esto es bastante comprensible: en la práctica, los movimientos nacionales y la construcción de las naciones han demostrado que el comunismo se beneficia del máximo desarrollo de las naciones, y no de su disminución y asimilación; cualquier tendencia a la asimilación en la política de un partido gobernante en un Estado plurinacional con un pasado imperialista traería indefectiblemente toda una serie de profundas injusticias hacia las nacionalidades de ese Estado y el renacimiento, bajo nuevas formas, de las viejas relaciones imperialistas dentro de ese Estado, y perjudicaría enormemente la causa del comunismo y la libertad en todo el mundo. A esto se opuso Lenin.
Por eso, desde 1917, Lenin no dijo ni una sola palabra a favor de ningún tipo de asimilación; por eso no dijo ni una sola palabra sobre la conveniencia de la asimilación en tierra soviética; por eso, muy al contrario, en los últimos años de su vida dirigió toda la fuerza de su lucha contra el chovinismo gran ruso y la ideología de la Gran Potencia, cuya esencia es el asimilacionismo.
No es casualidad que se contrapusiera a la posición internacionalista de Lenin la posición social-asimilacionista de Kautsky en un discurso ante el XVI Congreso del PCUS (B):
Lenin nunca dijo que las diferencias nacionales debían desaparecer y que las lenguas nacionales debían fundirse en una lengua común dentro de las fronteras de un solo Estado antes de la victoria del socialismo a escala mundial. Por el contrario, Lenin dijo algo que era todo lo contrario, a saber, que "las diferencias nacionales y estatales entre los pueblos y países (...) seguirán existiendo durante mucho, mucho tiempo, incluso después de que se haya establecido la dictadura del proletariado a escala mundial" (Vol. XVII, p. 178).
¿Cómo puede alguien referirse a Lenin y olvidarse de esta afirmación fundamental suya?
Es cierto que el Sr. Kautsky, ex marxista y ahora renegado y reformista, afirma algo que es todo lo contrario de lo que nos enseña Lenin. A pesar de Lenin, afirma que la victoria de la revolución proletaria en el Estado federal austro-alemán a mediados del siglo pasado habría conducido a la formación de una lengua alemana única y común y a la germanización de los checos, porque "simplemente la fuerza de una relación sin ataduras, la fuerza de la cultura moderna que los alemanes vehiculizaban, sin ninguna germanización forzosa, habría convertido en alemanes a los pequeñoburgueses, campesinos y proletarios checos atrasados que no tenían nada que ganar con su decadente nacionalidad (véase el prefacio de la edición alemana de Revolución y contrarrevolución [6]).
Ni que decir tiene que tal "concepción" está en plena consonancia con el socialchovinismo de Kautsky... Pero, ¿puede esta cháchara antimarxista de un arrogante socialchovinista alemán tener algún significado positivo para nosotros, los marxistas que queremos seguir siendo internacionalistas consecuentes? [7].
Así es como Stalin criticaba el chovinismo cuando se trataba del chovinismo alemán.
Sin embargo, como es bien sabido, Stalin podía hablar bien, pero hacer todo lo contrario. En su época comenzaron y en la de Jrushchov se desarrollaron prácticas políticas en la cuestión de las nacionalidades que se correspondían más a la concepción de Kautsky, aunque las disimularan bajo la fraseología "leninista". Y ahora nosotros, olvidando por completo la "declaración fundamental" de Lenin de que "las nacionalidades y las lenguas nacionales seguirán existiendo durante mucho, mucho tiempo, incluso después de que se haya establecido la dictadura del proletariado a escala mundial", nos proponemos en cambio la tarea de la amalgama de naciones. (Los hechos no cambian si a veces en lugar de "amalgama" se utiliza alguna otra fórmula, como "un acercamiento aún mayor": en la práctica, esto significa siempre la absorción de otras naciones por la nación rusa, y no al revés; que alguien diga de qué manera se acerca la nación rusa a la armenia o a la estonia, por ejemplo). En efecto, ya nos estamos planteando la tarea de amalgamar naciones dentro de un solo país ahora mismo, mucho antes de la victoria del socialismo a escala mundial, y mucho antes de la victoria del comunismo en ese mismo país aislado.
Además de todas las demás consecuencias negativas inevitables, esto no puede dejar de inducir un profundo resentimiento, desilusión y descontento entre las naciones que, de hecho, están condenadas a una lenta desaparición, a la reducción a un denominador común representado por la otra nación "dirigente".
Hay una enorme diferencia política y psicológica entre la unificación general de todos los pueblos de la humanidad en la "humanidad universal", es decir, entre una asimilación de las naciones sobre una base humana universal, y la asimilación de una nación por otra, la absorción por parte de una nación de otras, la asimilación de varias naciones sobre la base de una cultura nacional única.
La primera todavía puede contemplarse como una perspectiva fructífera y un factor positivo, como un progreso (aunque muchos pensadores destacados, entre ellos también marxistas, consideran que incluso esto sería un gran retroceso para la humanidad; este pensamiento bien argumentado Potebnya [8] en su tiempo lo expresó brevemente con estas palabras: "Incluso si fuera posible la unificación de la humanidad con respecto a la lengua y a la nacionalidad en general sería la ruina del pensamiento humano, como si sustituyéramos nuestros muchos sentidos por uno solo"). En conjunto, el postulado de la futura amalgama "inevitable" de las naciones es una noción muy problemática, científicamente no probada, y los "marxistas" deberían seguir el ejemplo de Marx, que dejó tales problemas al juicio de las generaciones futuras, cuando no había experiencia histórica en la que basarse para resolverlos.
En cuanto al segundo tipo de asimilación (sobre la base de una única cultura nacional o de alguna otra forma que no sea sobre la base de la cultura universal) es idéntico al colonialismo (ya que priva a otros pueblos de antemano de la condición esencial de igualdad –el derecho a una contribución igual a la cultura universal– y los condena a la dependencia cultural con todas sus consecuencias para la naturaleza psicológica de los individuos que pertenecen a esta nación y para su estatus resultante en la sociedad).
La "asimilación" del primer tipo no puede llamarse propiamente asimilación, sino unificación universal de la humanidad; aquí, al menos, ninguna nación será perjudicada, pues todas ganan o pierden por igual. La asimilación del segundo tipo es la asimilación propiamente dicha; es inevitablemente una grave injusticia histórica para las naciones asimiladas y deja en ellas huellas indelebles de amargura. Pero también a la nación que se asimila no le trae un bien, sino un daño: una decadencia interna gradual de su cultura y la carga de haber cometido una injusticia, aunque sea inconscientemente. En ningún momento se ha convertido ni se convertirá en una base sólida para la amistad de las naciones, ya que solo puede dividirlas y producir desconfianza y hostilidad. Por eso Máximo Gorki escribió:
Cada tribu es la fuente de innumerables posibilidades para el enriquecimiento de la vida con la energía del espíritu, y es indispensable, en aras de un crecimiento más rápido de la cultura mundial, que esta energía se desarrolle normalmente, fluya en la vida -para nuestra felicidad y alegría- en condiciones de máxima libertad. La democracia solo puede reconocer un tipo de asimilación como legítima y natural: la asimilación sobre la base de la cultura universal [9].
En cambio, ahora se está implantando vigorosamente la "teoría" antimarxista y antisocialista que pretende que en la URSS, en lugar de muchos pueblos y naciones, se está formando una única "nación soviética" (¡¿?!), un único "pueblo soviético", no en el sentido de la suma total de todos los pueblos y naciones soviéticos, no como un concepto colectivo, sino como una supuesta síntesis mononacional o a-nacional que no existía, digamos, en los años ‘20 o ‘30 y que se está formando justo ahora. Esta "teoría" impregna la política, la propaganda, la prensa y la educación. En cuanto a la cultura, toda nuestra prensa está llena de frases que describen cómo una supuesta "cultura internacional" (¡¿!?) se está desarrollando entre nosotros incluso ahora. ("En la región del Báltico, como en todo nuestro país, se está desarrollando una cultura internacional común a todas las naciones soviéticas"; "En nuestro país se está desarrollando rápidamente una cultura internacional, común a todas las naciones soviéticas” [10]). Esto, sin embargo, es un absurdo, no solo desde el punto de vista del marxismo, sino también de la terminología elemental: solo puede llamarse internacional lo que es característico de todas las naciones, o de toda la humanidad, o lo que les pertenece. Así y solo así entendía Lenin este concepto cuando hablaba de la cultura internacional de la democracia, de la cultura e intereses internacionales del proletariado, etc.
El significado que hoy se da entre nosotros a este confuso concepto, así como la "teoría" de una única "nación soviética" (no importa cómo se formule) o "pueblo soviético", no en el sentido de una mancomunidad sino de una identidad, pretenden probar y justificar "teóricamente" el amplio proceso de rusificación. El fomento y la “catálisis” intencionada de este desarrollo causarán enormes, incalculables e irremediables pérdidas a la cultura universal y a toda la vida espiritual del mundo comunista.
A esto podemos añadir el problema de nuestra práctica generalizada de calificar negativamente a las nacionalidades y a todo lo nacional. El atributo "nacional" se aplica obstinadamente solo a temas como las "supervivencias" (que hay que erradicar), las "barreras" (que hay que romper), la "unilateralidad" (que hay que superar), etc., etc., mientras que, al mismo tiempo, el significado positivo del concepto "nacional" se minimiza, se pasa por alto y se evade en todos los sentidos. Esto sí que es "unilateralidad". Obviamente, esto no favorece la comprensión del vasto contenido histórico, cultural y espiritual, de la vasta riqueza positiva del concepto "nacionalidad-nacional", comprensión que ha inspirado a los grandes promotores de la historia y la cultura humanas, que ha inspirado a los fundadores del comunismo científico y a todos los verdaderos marxistas y comunistas (por ejemplo, uno de los más destacados filósofos marxistas y comunistas, Antonio Gramsci, escribió: "El concepto de lo ’nacional’ es el resultado de una combinación ’original’, única -en cierto sentido-, que debe ser comprendida y concebida en esta originalidad y singularidad si se quiere dominarla y orientarla". También calificó de "erróneas" las "concepciones no nacionales" y "una forma moderna de un viejo mecanicismo" [11].)
Desde antes de la revolución, A. V. Lunacharsky resumió la actitud marxista hacia el problema de las nacionalidades y criticó a los "cosmopolitas consecuentes que piensan que el futuro traerá una unificación completa de la raza humana, una sola lengua común y una sola cultura común". Escribió que, desde el punto de vista del marxismo, concedía "una enorme y vital importancia cultural a las nacionalidades" y saludaba:
El amplio desarrollo del proceso de renacimiento independiente de las nacionalidades casi olvidadas y, por así decirlo, decapitadas (...) La unidad solo es entonces un principio de belleza y de alta organización cuando su marco flexible abarca una variedad tan rica como sea posible. La variedad nacional, diría yo, es un gran patrimonio de la humanidad, que, esperamos, se conservará para darnos delicias aún desconocidas del resurgimiento vital (...) Y específicamente en cuanto al movimiento ucraniano (...) debo decir que ningún renacimiento nacional, subjetivamente hablando, despierta en mí una simpatía tan ardiente (...) Podemos esperar los resultados más gratificantes del desarrollo cultural independiente del pueblo ucraniano [12], pues no hay duda de que es una de las ramas más dotadas del árbol eslavo [13].
En cuanto al comunismo, y a la futura sociedad comunista, Lunacharsky habló con toda claridad, y esta es sin duda una de las verdades elementales y fundamentales del comunismo:
Se equivocan los que hablan de un "rasero aplanador socialista" o del triunfo de un cosmopolitismo incoloro en el caso de la victoria del proletariado. No, la nueva sociedad dará cabida al infinito color y variedad de la naturaleza de cada pueblo en su corriente espontánea. Destruirá la fuerza mecanicista y mortífera del Estado, matará los instintos bestiales y caníbales que impulsan la despersonalización forzada de los individuos y de las naciones. Y así como el individuo nunca ha alcanzado una libertad y una originalidad como la que alcanzará en el futuro socialista, las naciones nunca han alzado su propia voz en el coro de la humanidad con tanta fuerza e independencia como lo harán entonces [14].
Esto es lo que los verdaderos comunistas deben procurar. Es en este espíritu, en el espíritu de una concepción comunista internacionalista del mundo, en el espíritu de la comprensión del valor único de cada vida nacional y de sus inagotables posibilidades, y no en el espíritu de un descuido desdeñoso e irreflexivo de estos valores en nombre de la "uniformidad" burocrática y de la "cultura rusa dirigente" en el que debe educarse a la juventud de nuestro país. Esto y solo esto puede garantizar una auténtica amistad entre pueblos iguales, puede garantizar la preservación y el aumento de los inmensos valores nacionales felizmente unidos en nuestra Unión, y garantizar una variedad incomparable en la futura vida espiritual del mundo comunista.
Pero quien haga el intento de escribir algo parecido hoy bajo su propio nombre será tachado por muchos redactores de proferir solo "vaguedades".
La tendencia contraria solo conduce a la grosería y al embrutecimiento abiertos o encubiertos, conscientes o inconscientes, intencionados o no, en la cuestión de las nacionalidades. Incluso cuando esto no aparece en forma descarnada, sino que se muestra como indiferencia a los problemas nacionales, es esencialmente lo mismo. La indiferencia (que es la moda actual en esta cuestión) es el principio de la grosería, su potencial, su fuente. La indiferencia, lejos de ser lo contrario de un nacionalismo obtuso, es su anverso y su aliado potencial.
No creo que uno pueda ganarse a los nacionalistas con el argumento de "¿Qué es para mí una nación? ¿Qué puedo comprar con ella?". La nación es un producto de miles de años de desarrollo. Durante siglos la lucha nacional inspiró las más ardientes pasiones. Miles de personas perecieron en esta lucha. Fue a veces fuente de vida, a veces causa de muerte de grandes revoluciones. ¿Se puede liberar a las masas de esta gran ideología mediante el "¿Qué puedo comprar con ella?" [15].?
La única alternativa al nacionalismo (tanto al nacionalismo defensivo de las naciones pequeñas como al nacionalismo agresivo de las naciones grandes) es la inculcación de un auténtico sentimiento nacional internacionalista, de dedicación a la propia nación, de amor y estima hacia todas las demás naciones, de deseo de que la propia nación contribuya lo más posible a la humanidad, haciendo todo lo posible por ella. De ahí que un auténtico internacionalista tenga un gran sentido de la responsabilidad por su propia nación, tenga el deseo, en palabras del académico O. Biletsky, de obtener para ella una "patente de nobleza" ante la humanidad.
El más alto deber del hombre es pertenecer a la humanidad. Pero solo puede pertenecer a ella a través de su propia nación, de su propio pueblo. En toda la historia de la humanidad solo se pueden encontrar excepciones ocasionales a esta regla general, confirmada tanto por los grandiosos movimientos de masas como por las biografías de los grandes hombres. Como decimos, se pueden encontrar ejemplos ocasionales cuando un hombre ha dejado su propia nación para unirse a otra, beneficiando tanto a ella como a la humanidad. Pero esto es así solo cuando su nación madre ya se ha consolidado dentro de la familia universal, ha asegurado su existencia nacional y no sufre mucho por la pérdida de unos pocos individuos. Pero si su nación se encuentra en una situación crítica, cuando su propia existencia nacional y su futuro están en juego, es vergonzoso abandonarla.
La cuestión nacional es simultáneamente una cuestión social y una cuestión histórica universal
Es un error oponer los problemas sociales a los problemas nacionales con el pretexto de que los primeros son más importantes e inmediatos. Los problemas nacionales son siempre también problemas sociales, problemas de estrategia política de clase. Esto siempre se ha aplicado a la cuestión ucraniana. Además, existe la esfera de la política exterior, respecto a la cual el Quinto Congreso de la Internacional Comunista declaró: "La cuestión ucraniana es una de las cuestiones nacionales más importantes de Europa Central, y su solución está dictada por los intereses de la revolución proletaria en Polonia, Rumania y Checoslovaquia, así como en todos los países vecinos" [16]. Naturalmente, la importancia internacional de la cuestión ucraniana se ha acrecentado, no solo en relación con la construcción socialista en los países vecinos de Europa, sino también en relación con el movimiento revolucionario y la construcción nacional en Asia y América Latina.
Pero actualmente debemos considerar también el aspecto social interno de la cuestión nacional ucraniana.
Lenin y el Partido siempre subrayaron la importancia que tiene para el proletariado y para la construcción socialista resolver el conflicto existente en Ucrania entre el campesinado de habla ucraniana y el proletariado de habla rusa, entre la aldea ucraniana y la ciudad rusificada. Este es, en particular, el significado de la política de ucranización. El proletariado, la ciudad rusificada, debían convertirse en los portadores activos de la cultura ucraniana y, sobre esta base, reforzar su alianza con el campesinado y su dirección. Así, la nación ucraniana debería haberse convertido en una nación socialista de pleno derecho y no en una especie de embrión subdesarrollado, una materia prima etnográfica que conlleva complicaciones imprevistas para el futuro. La nación ucraniana debería haber desplegado su fuerza en la creación orgullosa de un Estado socialista...
Desgraciadamente, hoy se observa una brecha, incluso más amplia, entre la aldea de habla ucraniana y la ciudad de habla rusa. Solo una total falta de responsabilidad política puede permitirnos contemplar esto con calma y no advertir esos complejos choques sociales que, lamentablemente para el socialismo, produce este conflicto lingüístico y nacional entre la aldea y la ciudad en Ucrania [17].
Estoy seguro de que, en un futuro próximo, un economista y sociólogo marxista, al analizar las razones de nuestras actuales dificultades en la agricultura, encontrará entre ellas las anormalidades mórbidas en las relaciones entre la aldea y la ciudad, el complejo de inferioridad socio-cultural de la aldea, el múltiple desprecio por la aldea y por la gente de la aldea (no formalmente, en la prensa oficial, sino realmente, en la vida real) complicado e intensificado en Ucrania por el factor nacional, la dolorosa diferencia nacional entre la aldea ucranófona y la ciudad rusificada. Un análisis reflexivo y sutil probablemente establecerá que la sensación de fatalidad que se cierne sobre la nación, la falta de perspectivas nacionales y de crecimiento nacional más allá de los límites de la aldea, la presión desnacionalizadora "desde arriba", desde la ciudad, no son los menos importantes entre los factores que contribuyen a esa caída de la vitalidad, esa desmoralización, indiferencia ante la vida y alcoholismo que a menudo se pueden observar entre la población rural y que en sí mismos son un grave problema social.
Asimismo, el sociólogo futuro observará la influencia desmoralizadora del conflicto lingüístico-nacional entre la ciudad y el campo sobre la propia ciudad. Así, la ciudad desarrolla, de forma notoria o desapercibida, ciertos fenómenos y actitudes ligados a su posición objetivamente colonizadora, asimiladora y "consumidora" entre la "materia prima" etnográfica indígena. Pierde el sentido de parentesco con su país y con el pueblo circundante.
La conciencia de su responsabilidad y sus deberes hacia ellos se extingue, y en su lugar se desarrolla un sentimiento de "libertad" de estas responsabilidades, de "liberación" de todo rastro de ascendencia; en resumen, de negación nacional. Como resultado, la ciudad está lista para ponerse cualquier disfraz "elegante": una semicultura chabacana pero que tiene pretensiones de pasar por buen gusto, "la abominación del vacío". Se desarrollan reflejos de irresponsabilidad e indiferencia y una grosería oculta o evidente (incluidos los famosos: "¡Eh, tú, koljosiano! [18]", "¿Qué pasa, eres un koljosiano?", "Perdónalo, es del campo", "Aprende primero a hablar como un ser humano", etc., etc., como sabemos muy bien).
¿Se puede hablar de desarrollar actitudes de colectivismo y fraternidad, de ser conscientes de que cada uno de nosotros es una parte de la humanidad? Ojalá nuestros honorables humanistas reflexionen por fin sobre esto: nuestros "miembros de la humanidad" de la "intelligentsia de toda Rusia” en Ucrania, a los que les gusta hablar del principio humano universal siendo que, en realidad, ellos mismos contribuyen a crear una atmósfera en la que la dignidad de la persona y todo su ser pueden ser tan burdamente pisoteados, dando así lugar a innumerables dramas humanos. “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso” [19]. Siempre que una nación se divide en dos lingüísticamente, con el estrato "inferior" hablando su lengua original, mientras que el estrato "superior" habla otra lengua adquirida, esto siempre amenaza con crear un gran problema y peligro social. Cuando Herzen estuvo en Bruselas, señaló que el sector "educado" de los belgas hablaba francés, mientras que el pueblo llano, al que los primeros despreciaban, hablaba flamenco. Herzen vio en esto una enorme injusticia y un peligro para la democracia: "Esta división de los pueblos en dos estratos –uno bañado de luz y flotando como el aceite sobre la profundidad del segundo estrato, profundo, oscuro y envuelto en la niebla– ha hecho fracasar todas las revoluciones". Y con una mirada muy incisiva Herzen pasó a la cuestión ucraniana, con una advertencia contra la aparentemente exitosa expansión lingüística, la rusificación. "En lugar de conquistar lingüísticamente a los rusos del sur [20], comencemos, señores, con la restitución de su tierra, y entonces veremos qué lengua elegirán para hablar y aprender" [21]. Usted, lector, observe hoy quién habla ucraniano y quién habla ruso en Ucrania. Si usted es una persona honesta, si puede ver e interpretar lo que ha visto, si la verdad es más valiosa para usted que su ceguera y sus prejuicios, más que "el poderoso rango y la miserable codicia", no puede dejar de admitir que la división lingüística en Ucrania coincide con las divisiones sociales y socioculturales. ¿Y no le sangrará el corazón y le dolerá el alma por "los humillados y ofendidos" [22]?
Y las cifras citadas anteriormente –sobre el retraso real y la posición desventajosa de la nación ucraniana en una serie de esferas decisivas de la actividad social– ¿no señalan graves problemas sociales que requieren una investigación especial?
Por último, los problemas nacionales influyen en los problemas de la democracia socialista e interactúan con ellos. Los derechos y la libertad del individuo están estrechamente relacionados con los derechos y la libertad nacionales, al igual que la dignidad y la autoconciencia del individuo están relacionadas con la dignidad y la autoconciencia nacionales, ya que los derechos, la libertad, la dignidad y la autoconciencia son conceptos indivisibles. Los problemas nacionales están directamente relacionados con los problemas del autogobierno y soberanía del pueblo. El desarrollo nacional y la diversidad nacional son lo mismo que la espontaneidad y la variedad de la vida, su eterno despliegue y enriquecimiento, mientras que, por el contrario, aplanar, amalgamar y engullir las naciones desde el Estado –más aún, si esto sucede según un designio despótico– es un triunfo de una uniformidad burocrática obtusa, de la regimentación y de la muerte. Solo por esta razón, los procesos de desnacionalización y de rusificación son un inmenso lastre para la causa de la democracia socialista y tienen un significado objetivamente reaccionario.
Además, tales procesos empobrecen enormemente a la sociedad comunista y provocan pérdidas irreparables. Nosotros decimos que la cuestión nacional está subordinada a la lucha de clases, que forma parte de la cuestión general de la lucha por el comunismo. El comunismo conduce a la máxima riqueza material y espiritual de la humanidad, al desarrollo de todas sus fuerzas y potencialidades, a la preservación y a la promoción de todos sus logros. Por lo tanto, debemos valorar las increíbles riquezas que nos ha dejado la multiplicidad nacional de la humanidad y la diversidad de su actividad nacional, que constituyen el gran milagro de la universalidad humana. Debemos valorarlo y desarrollarlo. La política contraria -una política de saqueo, de degradación, de "barrer" con estas riquezas, una política de estandarización burocrática y de "reducción a un denominador común", es un crimen de leso comunismo, y las generaciones futuras no nos perdonarán una herencia tan ruinosa.