Pasadas las 7 de la tarde el nuevo presidente, Gabriel Boric Font, se asomó por el balcón del palacio de La Moneda para dirigirse al país. En un clima de altas expectativas, su programa buscó reafirmar sus compromisos de campaña, pero sin dar nuevas claridades sobre cómo logrará implementar su programa y el alcance de las reformas.
Luego de haber jurado sobre la Constitución y con la promesa de ser el último presidente en jurar sobre la carta magna pinochetista, Gabriel Boric retornó a Santiago para hacer el ingreso ceremonial como presidente en ejercicio al palacio de La Moneda. A su llegada, luego de saludar a las miles de personas que lo esperaban en la Plaza de la Constitución, recibió los honores del Ejército y de la guardia presidencial de Carabineros.
Los gestos simbólicos, fueron combinados con otros símbolos de respeto a la institucionalidad del Estado y a sus fuerzas represivas. Boric parece confiado de que podrá mantener un equilibrio entre las demandas de la población de obtener mejoras sustanciales en salud, vivienda, educación y pensiones y las exigencias de la clase capitalista de garantizar el crecimiento, la responsabilidad fiscal y la preservación de sus ganancias. El gobierno entrante ha trazado como estrategia, al menos para su primer año de gobierno, cultivar buenas relaciones con "Dios y con el diablo".
El difícil puzzle político al que debió recurrir tras los resultados de la elección parlamentaria, donde Apruebo Dignidad, pese a su significativa votación, quedó en minoría en el congreso optando por sumará su gobierno a las fuerzas derrotadas de la ex Concertación, a los cuales les entrego algunos de los principales ministerios, como Hacienda y Defensa. Aliados poco fiables y que demostraron durante estos 30 años que su rol fue profundizar la herencia de la dictadura.
Durante el período de instalación de la Convención, mientras la derecha aumentaba el tono de la confrontación con la Convención, la Concertación buscaba instalar que las ideas de Boric no eran realizables o fiscalmente responsables. El futuro ministro de Hacienda, Mario Marcel, cercano al PS ha declarado en múltiples oportunidades que medidas como la condonación del Crédito con Aval del Estado (CAE, mecanismo de financiación para estudiantes) no sería “justa si fuera para todos” o que las 40 hrs debe “estudiarse con responsabilidad”. Esta moderación del programa, también ha generado roces al interior de los partidos de Apruebo Dignidad, cuya militancia percibe la enorme expectativa que existe respecto de que este gobierno y la Nueva Constitución pudiesen significar el fin de la miseria del Chile neoliberal y del saqueo.
En este contexto, es que Boric eligió dar un gesto hacia las bases de la coalición y a la expectativa de la población, reafirmando sus discursos de campaña. Los ejes de su discurso fueron: en salud, abordar las listas de espera, continuar la estrategia de vacunación del pasado gobierno y hacerse cargo de los problemas de salud mental. En educación destacó el retorno a clases presenciales. En economía habló sobre la recuperación con crecimiento sustentable, no más zonas de sacrificio, concentrarse en el crecimiento de las Pyme y generar “empleo digno”. Respecto a seguridad: enfrentar la inseguridad, reformar a las policías. También habló de “reparar las heridas del Estallido Social”, que como ya había anunciado el gobierno, implica el retiro de querellas por ley de seguridad interior del estado, reparación de las víctimas y también a los empresarios que perdieron sus negocios, pero sin pronunciarse por la amnistía. Respecto la crisis migratoria, se centró en la coordinación con los gobiernos latinoamericanos. Respecto a los enfrentamientos en el Wallmapu, partió por el derecho a existir del pueblo mapuche, rechazando todo tipo de violencia y con apoyo a todas las víctimas, no sólo mapuche. También reafirmó la promesa vanzar hacia la reducción de la jornada a 40 hrs.
Pero más allá de los titulares, ya conocidos, poco claro quedó como piensa implementar estas propuestas programáticas, en que plazo, con qué financiamiento y de qué manera lograría conciliar en el “marco de la institucionalidad democrática “ el interés de los empresarios y banqueros, que se niegan a perder los jugosos recursos que desembolsa el estado en la banca gracias al CAE o a reducir la jornada argumentando que la crisis económica no lo permite.