Se emociona, se asombra, se ríe, se indigna cuando repasa cómo fueron esos días en el campo de batalla.
Damián conserva el odio por la derrota, analiza las consecuencias del triunfo británico y mantiene viva las ideas de la lucha contra el imperialismo.
“Mi militancia fue la mejor terapia para soportar los traumas de posguerra. En todo este tiempo tuvimos que hacernos cargo hasta el día de hoy de un montón de cosas, para sostener también a los compañeros”, subraya cuando relata los bombardeos, los compañeros muertos, el frío, la falta de comida y los malos tratos de los militares. Aún hoy pelea por las reivindicaciones de los excombatientes.
Hace algunos años atrás realizó una investigación. “Calculé la tasa de suicidios del colectivo de excombatientes y era 17 veces más que la media social. Ahora debe ser superior”.
Trae al presente los libros que leyó sobre las guerras. “El estrés post traumático por la guerra emerge en promedio 18 años después del conflicto”.
-¿Dónde estuviste durante la guerra de Malvinas? Entré al servicio militar en marzo del 81. Me tocó en el Ejército, en el Regimiento de Infantería Mecanizado 3 de La Tablada. Quedé para la última baja de abril del 82. Así que cuando fue la invasión, sabíamos que íbamos de cabeza porque éramos una unidad muy importante. Llegamos a Malvinas el 6 o 7 de abril. Fuimos destinados a defender la playa sur de Puerto Argentino, que era el lugar ideal para un desembarco directo sobre la ciudad.
En ese lugar, además de nosotros, había artillería de 110 mm, de 155 mm, antiaéreas. Toda la costa estaba minada. Las tropas inglesas intentaron desembarcar en esa playa pero por suerte nunca lo lograron -sino yo no estaría acá-, justamente porque estaba muy fortificada. De cualquier manera nos bombardearon durante 40 días a mansalva. La guerra fue violentísima.
-Cuándo te llevaron a Malvinas ¿vos qué pensabas, querías ir? Mirá, durante la colimba pasamos muchas vicisitudes, mucha instrucción, mucho encierro, mucho maltrato. Incluso, el 30 de marzo del 82 en la movilización de la CGT estábamos en Retiro, arriba de los tanques preparados para reprimir la manifestación en Plaza de Mayo. Estábamos obligados a cumplir órdenes. Eso era el servicio militar.
Así que cuando fue lo de Malvinas pensamos que era una aventura más de la colimba. Todos pensábamos eso, tanto es así que cuando atacaron los ingleses el 1° de mayo, recién ahí nos ordenaron limpiar el armamento. Así fue que tomamos conciencia que estábamos en una guerra. Hasta ese momento nos habíamos dedicado a cavar trincheras y a subsistir.
-¿Qué sabían en ese momento de cuál era la política militar de las Fuerzas Armadas argentinas para recuperar Malvinas? Nosotros no sabíamos nada, no teníamos acceso a los medios de comunicación. Solamente podíamos escuchar a medianoche Radio Carve, una emisora uruguaya, que daba alguna información de lo que ocurría en Malvinas. Después me enteré que esa radio era de capitales ingleses y que la antena había sido diseñada para llegar a Malvinas.
Los militares no nos informaban prácticamente nada, lo que sabíamos era que los ingleses no tenían que hacer cabeza de playa, y cuando lo hicieron en San Carlos nos la vimos venir, pero no imaginábamos que la derrota iba a producirse tan rápido.
Nos habíamos preparado mentalmente para estar un año. Te tenías que olvidar de tu otra vida, porque estábamos en una situación muy extrema. No había dónde escapar.
-¿Tenían el ánimo de combatir, de recuperar las Malvinas? Al principio el ánimo era muy bueno, pero a medida que fue empeorando el clima, la falta de comida y sobre todo a partir de que avanzaba la guerra, la destrucción y las muertes, ahí comenzó a bajar la moral.
-¿Cómo los trataban los militares? Había de todo. Había militares cobardes, otros que iban al frente. Unos que maltrataban a la tropa, otros que no. Militares que estaban orgullosos de lo que estaban haciendo y otros que evidentemente no lo estaban o que directamente tenían más miedo que los soldados.
-¿Por qué pensás que los militares maltrataban a su propia tropa cuando estaban combatiendo contra una tropa enemiga? El estaqueamiento está previsto en el Código Militar, es increíble pero es legal. Lo que pasó es que el Ejército que fue a Malvinas era el que venía de secuestrar y torturar al pueblo y para ellos los soldados éramos el pueblo. Y en Malvinas si un soldado robaba alimento, o había salido a matar una oveja, o se había quedado dormido en una guardia, todo esto era una causa para torturarnos.
Te estaqueaban a la intemperie, con 15 grados bajo cero y te podían hacer todo tipo de vejámenes. A mí no me tocó eso, pero un día un milico me tuvo todo un día haciendo trabajo forzado. Tenía que llevarle turba, que eran unos panes pesados de combustible para él, porque me habían visto en un lugar que no debía estar. Había ido a buscar harina. Fue el suboficial Mayor Juan Carlos Sacaba.
Incluso, durante los años previos a la dictadura, hubo soldados del propio Regimiento de la Tablada que fueron secuestrados. Además, funcionaba un grupo que se llamaba SOS que salía a hacer operativos nocturnos con dos Unimog y un jeep cargados de soldados. Así eran las guardias. En el 81 ya no había secuestros, pero años anteriores si eras soldado tenías que ir en esos operativos a secuestrar gente, a reprimir, a matar. No te podías negar.
-¿Cómo siguieron tus días durante la guerra? Mi rol de combate era radiooperador del jefe de Operaciones del Regimiento y por eso tenía pistola que sólo sirve para defensa y no un fusil. Nunca supe por qué no me convocaron para esa función y quedé junto a otros soldados como refuerzo detrás de una compañía de infantería. En mi pozo éramos tres. Pero a mediados de mayo las trincheras se inundaron y con mi grupo pudimos replegarnos a unas casillas. Pero el grueso de la tropa se quedó en esas trincheras llenas de agua y por eso tanto pie de trinchera. A nosotros nos empezaron a usar como policía militar contra los propios soldados argentinos para evitar los saqueos a la casa de los kelpers. Una cosa insólita.
Comida había. Había galpones que estaban repletos hasta el techo. Lo que fallaba era la logística y lo que no había era voluntad y capacidad para garantizar la distribución. Y además se sumaron los problemas que acarrea el clima y después los combates. Pero todo eso lo tendrían que haber previsto antes.
Con la ropa pasaba lo mismo, tenías problemas con los borceguíes y no conseguías otro par de repuestos. A mí se me quemó un guante, y no conseguí otro. Ni siquiera teníamos garantizada la provisión de municiones ni de remedios. Al hospital ni convenía acercarse.
Por otro lado había un mercado negro. Yo tenía una pistola 9 mm y pocas balas, y les cambiaba balas por cigarrillos a otros soldados que tenían unas pistolas ametralladoras PAM 9 mm de la segunda guerra que no andaban. Tener cigarrillos era como tener dólares, conseguías cualquier cosa.
-¿Qué política-militar se hubiera necesitado para ganar la guerra? No hubo voluntad política de ganar la guerra. Galtieri reconoce en un reportaje publicado en la Revista El Porteño que ellos pensaron que la guerra no iba a ocurrir. Que los ingleses no iban a venir. Un error de cálculo importante. Hay que recordar que la dictadura se venía cayendo, ya habían cambiado tres triunviratos, la crisis económica era evidente. Galtieri pensó que ocupando Malvinas iban a desviar la bronca de la gente, y que de alguna manera Estados Unidos e Inglaterra iban a hacer la vista gorda para que ellos se mantuvieran en el poder. Y el imperialismo respondió como siempre, nos bombardearon 40 días seguidos con todo lo que tenían.
Por otro lado, ya desatada la guerra, había que ganarla. Pero la Argentina nunca tomó la ofensiva ni militar ni política ni económica ni diplomática ni nada. Sólo respondíamos a los ataques ingleses. No tomamos la iniciativa. Y así es imposible ganar. Y en el campo económico durante la guerra le seguimos pagando la deuda externa al FMI. Tampoco se tocaron los bienes ingleses, ni los norteamericanos, que es lo que correspondía porque la guerra era contra la OTAN.
Los propios comandantes de las tropas inglesas reconocen que estuvieron a días de perder la guerra. La podían perder más por razones climáticas, porque se venía el invierno, y estar arriba de los barcos y aprovisionar a las tropas terrestres desde los barcos les resultaba más complicado que para nosotros. Y además les hicimos mucho daño, yo vi hundir el Sheffield a raíz de un ataque con misiles argentinos por parte de aviones de la marina el 4 de mayo. Vi bajar aviones. No la tenían tan fácil como se cree.
En el terreno militar, no había mucha diferencia tecnológica entre el armamento argentino y el británico. En algunos rubros teníamos mejores armas que ellos, por ejemplo los Exocet. La artillería de ellos era un poco mejor, pero para que te des una idea, cuando nosotros entregamos las armas, los ingleses se agarraban nuestros correajes y nuestras pistolas.
Pero ellos tenían mejor logística, si se les mojaba la ropa se las cambiaban. Tenían comida para las tropas.
Además, nosotros teníamos la ventaja de combatir en el territorio, y ellos desde el mar.
Pero no hubo voluntad de ganar la guerra, tampoco de parte de la dirigencia política, como la de los radicales ni peronistas. Tendrían que haber tomado una posición activa en pos de ganar la guerra.
Teníamos la solidaridad de los países latinoamericanos, no se utilizó. No solo ofrecían tecnología militar, sino que habían movilizaciones en favor de Argentina. En la región había una situación explosiva, que no se aprovechó en lo más mínimo.
Los partidos tradicionales de la época no querían enfrentar al imperialismo, como ocurre ahora, que le pagan al FMI porque no quieren que estos se “enojen”.
-¿Qué consecuencias tuvo la derrota en Malvinas? Se fortaleció el imperialismo. Margaret Thatcher en ese momento estaba muy débil, enfrentaba una huelga minera que no podía derrotar hacía dos años. Derrotó la huelga. En Estados Unidos Reagan también se fortaleció.
Todos los planes neoliberales que se aplican hasta hoy comenzaron cuando se fortaleció el imperialismo por la derrota en Malvinas.
-¿Qué pensás de la política de desmalvinización que surgió tras la derrota, que comenzó con los militares y continúa hasta hoy el régimen constitucional? Las primeras víctimas de esta política fueron los combatientes. Que también tuvo su correlato en la sociedad.
Nosotros teníamos veinte años, volvimos y estábamos muy desprotegidos. Comenzamos a organizarnos, al año de la guerra ya estábamos redactando leyes. La primera ley que se votó -la 23.109, que todavía está vigente aunque nunca se cumplió-, la escribimos nosotros. Planteaba una serie de beneficios por los que seguimos peleando.
Nosotros nos fuimos buscando un lugar en la sociedad, y nueve años después conseguimos la primera pensión. Tuvimos que tomar prácticamente el Congreso de la Nación. En septiembre del 91. Ese día no pudieron ni diputados ni senadores salir del Congreso hasta que votaron a favor la ley. Recibimos una pensión mínima que era de $150.
Los primeros nueve años, después que terminó la guerra, no recibimos ni apoyo económico ni atención en la salud, sea física o psicológica. Recién 30 años después se inauguró en CABA un hospital psiquiátrico para la atención de excombatientes.
¿Sabes todo lo que pasó en estos 40 años? Nosotros éramos tres en la trinchera y uno se suicidó hace poco. Una vez calculé la tasa de suicidios del colectivo de excombatientes y era 17 veces más que la media social. Ahora debe ser aún superior.
Para soportar las consecuencias de la guerra, tenés que tener una estabilidad emocional previa y después mucha contención familiar y sobre todo del Estado. Pero eso no ocurrió porque las familias, y en general la sociedad, no sabían qué hacer, y porque desde el Estado se aplicó la desmalvinización que implicó prácticamente negar a los excombatientes.
-¿Cómo fue el regreso a casa después de la derrota? Yo volví como prisionero en el buque inglés Canberra. Pensamos que nos iban a recibir a pedradas, porque habíamos perdido la guerra. Pero cuando llegamos a Puerto Madryn el 19 de junio, y para nuestra sorpresa, estaba toda la ciudad. Fueron a saludarnos. Se trepaban a los camiones que nos transportaban para tocarnos, nos daban los chicos para que los besáramos. Fue quizás el día más emocionante de mi vida.
Después nos llevaron a Buenos Aires. Llegamos el 20 de junio. Estuvimos tres días encerrados en Campo de Mayo. No quería que habláramos con la prensa, que dijéramos lo que habíamos vivido. Nos hicieron firmar cosas, nos daban pasta para tenernos dopados.
El primer día que llegué a casa me desmayé. No entendía nada. Nos largaron sin una revisión médica, que hasta el día de hoy está pendiente, está prevista por ley y nunca se implementó.
Yo tenía una ascendencia política peronista, toda mi familia era de la izquierda peronista, pero cuando salí de la guerra no vi al peronismo como una opción, y si me convenció la posición del PST que planteaba combatir contra el imperialismo. Ahí comencé a militar, y luego seguí en el MAS hasta principios de los 90. Y participé en el movimiento de excombatientes, primero en el Centro de Capital y después desde la Revista Malvinizar que era también una agrupación de excombatientes.
-A 40 años de la guerra, ¿cuál es tu balance? Es un balance triste. La guerra quedó ligada a la dictadura. Y nosotros no teníamos nada que ver con ellos. Yo estoy orgulloso de haber combatido. Malvinas para mí es soberanía, y la soberanía también implica el control del subsuelo, del espacio aéreo, del mar, de las empresas de servicios públicos, de la producción de alimentos y energía y de todos los resortes estratégicos de un país.
En las Malvinas actualmente hay armas nucleares apuntando hacia Argentina. Esas islas tienen una ubicación estratégica. No solo la riqueza de los mares, sino la ubicación ante la Antártida. Por eso tienen una fortaleza militar en la zona.
Hace 40 años teníamos todas las empresas argentinas, hasta le proveíamos la nafta a los kelpers desde YPF. Ahora casi todo es de las multinacionales y en el mejor de los casos compartimos a medias los recursos como en YPF. Si nos tuviéramos que defender, estamos en el horno.
-¿Qué están reclamando desde el colectivo de excombatientes? Bueno, para los excombatientes también son 40 años de olvido, de postergación, en un país que se acuerda del tema solo el 2 de abril.
Estamos reclamando el resarcimiento por los nueve años que no cobramos nada; que se reconozcan como crímenes de lesa humanidad los vejámenes que cometieron los militares durante la guerra contra los soldados; que nos realicen una revisación médica y que el PAMI nos cubra en todo el país. En la actualidad solo atienden en CABA.
Hace poco reprimieron a los excombatientes que fueron a reclamar a PAMI. Nosotros tenemos una cobertura especial que se llama PAMI Malvinas por el cual nos tienen que atender cualquier prestador en cualquier lugar del país y nosotros abonamos con una chequera. Pero sólo funciona en CABA, en el resto del país nadie te recibe los bonos ni te atiende. Eso es lo que fuimos a reclamar hace unos 10 días y nos reprimieron.
Y después seguimos reclamando la soberanía de Malvinas. Nosotros perdimos a nuestros compañeros y no podemos olvidarnos de esto. Lo que vemos es que fue en vano.
Mi militancia fue la mejor terapia para soportar los traumas de posguerra, en todo este tiempo tuvimos que hacernos cargo hasta el día de hoy de un montón de cosas, para sostener también a los compañeros. |