Iskia Siches, ministra del Interior de Chile, encendió una inesperada trifulca con ribetes internacionales al referirse a la región de Araucanía, históricamente territorio mapuche, como Wallmapu. El término refiere al conjunto del territorio mapuche históricamente reconocido, dividido en Ngullumapu, al occidente cordillerano, y Puelmapu, al oriente, es decir, el territorio que hoy es parte del Estado Argentino. Si bien no fue la única funcionaria en utilizar este término, Siches concentró todas las críticas a ambos lados de la cordillera.
El conflicto se suscita al entender que hablar de Wallmapu significaría reconocer pretensiones secesionistas por parte del pueblo-nación Mapuche a ambos lados de la cordillera apelando a un supuesto Estado Mapuche independiente. Las apelaciones a la historia que realizan, quienes ofuscados por esta “afrenta a la integridad territorial del Estado Argentino”, resultan maniqueas interpretaciones que no dan cuenta de un hecho fundamental: Nunca existió formación estatal mapuche alguna capaz de comprender este territorio.
Se trata más bien de una unidad cultural, religiosa, lingüística y filosófica fundada en la existencia misma del pueblo mapuche. A nadie, por poner un ejemplo, se le ocurriría que la apelación a la Umma, la comunidad de fieles del Islám, significaría desconocer al Estado egipcio, al que comprende.
Pero el problema está justamente en la férrea decisión de no reconocer el derecho a la libre autodeterminación del pueblo mapuche a ambos lados de la cordillera. Que propietarios extranjeros como Tompkins, Lewis, el Emir de Qatar o la realeza holandesa se queden con porciones enormes de territorio a ambos lados, incluso contraviniendo leyes de los propios Estados, parece no ser tan indignante. Que se hipoteque el futuro de generaciones con concesiones extractivas, deudas ilegítimas y eternas, procesos productivos degradantes del ambiente, las comunidades y la economía, no parecen ser tan preocupantes. Incluso la instalación de bases imperialistas en el propio territorio parece no ser motivo de preocupación para los sectores de la derecha recalcitrante del cono sur.
Durante la dictadura genocida de Pinochet, en el norte de Chile eran frecuentes carteles viales que rezaban “En Chile no hay indios, sólo chilenos”. Esta negación de los pueblos Mapuche, Kholla o Rapa Nui, no parece haber despertado mucha indignación por parte de quienes hoy vociferan en pos de la integridad territorial.
Desde personajes de la talla de Pichetto, un firme enemigo de la unidad latinoamericana y de los migrantes, hasta diputados provinciales como Martin de Rio Negro, o Cairo de Mendoza, han salido a pedir a la Cancillería argentina que eleve una protesta formal contra los dichos de Siches. Lo interesante es que sus apelaciones sean en base a una versión historiográfica más que cuestionada como la tradición de Casamiquela y otros, donde se busca negar la existencia del pueblo mapuche de este lado de la cordillera o rebajarlos a meros invasores que sometieron a los pacíficos Tehuelches. Rayando con lo ridículo, cuando no, el exministro de seguridad de Chubut, Federico Massoni, publicó un video en su cuenta de Tweeter donde directamente acusa a la ministra trasandina de negar la existencia de la provincia de Chubut, negando la existencia del Wallmapu en una operacion lógica que de elemental resulta absurda: si una existe la otra no y visceversa.
A pocos días de un nuevo aniversario de la guerra de Malvinas, y a pocos días de que un sector de la coalición de gobierno haya intentado traficar en soberanía su complicidad en el acuerdo con el FMI durante el 24 de marzo, resulta paradójico que se apele a la soberanía nacional para atacar la reivindicación histórica un pueblo que ha sufrido uno de los genocidios más cruentos de que tenga memoria este país. Justamente, el genocidio en la Patagonia, y el perpetrado contra los pueblos del por entonces denominado Chaco, a fines del siglo XIX, son los que dieron origen y dimensión territorial al actual Estado argentino. Una deuda histórica que, al contrario de la contraída por la dictadura genocida del 76, ninguno de estos personajes plantea pagar dando rienda suelta a todo el racismo que aflora cuando del verdadero rostro de este continente se habla.
Justamente a pocos días del 2 de abril, la idea de soberanía se encuentra tan devaluada por la historia y el presente que implica entregar el país al FMI, las multinacionales del saqueo y el imperialismo, que la casta política no encontró nada mejor que apelar a la mejor tradición de las burguesías telúricas, culpar a la víctima. |