Se cumplen cuatro décadas del inicio de la Guerra de Malvinas, y en cada municipio del conurbano se preparan diferentes actividades conmemorativas. Ezeiza no es la excepción. Pero queda en evidencia una importante contradicción entre los discursos que reivindican la soberanía nacional, cuando este 40° aniversario encuentra al país en las manos del Fondo Monetario Internacional y envuelto en una crisis interna del Frente de Todos, que se profundizó justamente a partir del acuerdo con el Fondo. Cobra vigencia el debate acerca de cómo se defiende verdaderamente la soberanía nacional, más allá de los discursos y los homenajes a los caídos durante la guerra y los excombatientes, que vieron décadas pasar sin recibir en gran parte de los casos la ayuda que necesitaban para vivir dignamente, mientras atravesaban secuelas que marcaron sus vidas.
Un poco de historia
Corría 1982. Con el poder dictatorial en decadencia, cruzados por un aumento de la resistencia obrera y una crisis económica, Galtieri y la Junta Militar enviaron tropas argentinas a las Islas Malvinas argumentando que las iban a recuperar de manos extranjeras, con la idea de lograr negociar con los británicos y contar con el apoyo de los Estados Unidos para su hazaña, cosa que no sucedió.
La primera ministra inglesa Margaret Thatcher utilizó este hecho para fortalecerse internacionalmente, y para ganar simpatía dentro de sus propias fronteras tras los enfrentamientos con el movimiento obrero por la implementación de políticas neoliberales en el país que gobernaba. Mientras tanto, el gobierno estadounidense del republicano Ronald Reagan se alineó con sus socios de la OTAN, e incluso aportó inteligencia, logística e impuso sanciones económicas, para combatir a un ejército argentino sin formación, sin armamento, incapaz de enfrentar a una potencia militar como la británica, y en gran parte compuesto por jóvenes sin experiencia alguna, que estaban haciendo el servicio militar, obligatorio en aquella época.
A partir de la derrota se instaló desde el imperialismo, los militares y los medios de comunicación un operativo de “desmalvinización”, donde se moldeó la idea de que es imposible enfrentar al imperialismo. Esta idea perduró y se acentuó con los gobiernos democráticos, acompañada por la entrega del país a capitales privados, la venta al mejor postor de empresas estatales y el aumento catastrófico de la deuda externa, cuyas consecuencias seguimos sufriendo hasta hoy.
Sumisión de ayer y hoy, y un discurso de resignación
Desde Malvinas a la actualidad, la sumisión al imperialismo ha sido una constante; como parte de una política de Estado se tejieron las que fueran denominadas en su momento como relaciones carnales y ha quedado demostrado que los gobiernos y las clases dominantes del país son incapaces de superar esta situación.
Con el acuerdo firmado recientemente por el Gobierno con el FMI,votado por el Congreso, se nos condena a una revisión cada tres meses de la economía y a distintas medidas que son un golpe a los bolsillos de las familias trabajadoras, con la expoliación de recursos naturales nacionales; lejos de combatir, la opción elegida por los partidos patronales es someterse al imperialismo, con un discurso victimizante e impotente que intenta mostrar que no hay otra opción.
Los intendentes de FDT del conurbano, -entre ellos Gastón Granados de Ezeiza-, se reunieron a fines de marzo para mostrar unidad y poner paños fríos a la interna desatada dentro de la coalición oficialista; el comunicado al que suscribieron apoya al gobierno nacional, culpabilizando de todos los males a Macri y sin cuestionar el camino elegido con el acuerdo con el FMI.
Con las cifras publicadas por el INDEC que dan cuenta de que el 37% de la población está en situación de pobreza, es claro que el camino elegido por el gobierno de Fernández es la sumisión a los intereses del FMI, a costa del pueblo trabajador.
De Malvinas a la actualidad los poderes de turno se encargaron de continuar y acentuar la idea de que es imposible luchar contra el imperialismo. En el aniversario de la guerra, a 40 años, se vuelve urgente repensar estas ideas, terminar con el camino se subordinación y dependencia cuyos costos son pagados por los trabajadores, ya que las clases dominantes no lo harán, no porque no puedan sino porque son sus intereses con el capital privado e internacional los que se anteponen.
Solo si los trabajadores, la juventud, y las mujeres tomamos en nuestras manos esta lucha podremos llevar adelante las medidas necesarias, -entre ellas el desconocimiento de la deuda, afectar los intereses de empresas y bancos extranjeros, que se vayan del país las multinacionales que explotan nuestros recursos naturales dejando contaminación y enfermedades a quienes habitan las zonas explotadas, la búsqueda de solidaridad de países latinoamericanos-, y combatir el atraso y la sumisión.
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