Miércoles negro
Es el día en que el Indec publicará esta semana los datos de inflación de marzo. Todos los pronósticos son sombríos y se espera que supere el 6% mensual. Entre la dinámica especulativa de los grandes formadores de precios que ya venía operando, se le sumó el agravante de la guerra en Ucrania que disparó los precios de las materias primas. Los alimentos serán probablemente el rubro que volverá a castigar los bolsillos populares. Ya circuló un informe de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET) que adelanta un aumento general de precios de casi el 7%, con alimentos sobre el 9%. El estudio es encargado habitualmente por la CGT. Conociendo esta realidad, que promete disparar los niveles de pobreza, los dirigentes sindicales siguen privilegiando las “mesas de diálogo” con empresarios y funcionarios que no conducen a ningún lado. O solo conducen a que los trabajadores sigan acumulando pérdidas. El anunciado adelantamiento de las paritarias, tiene patas cortas. Luis Campos del Observatorio del Derecho Social de la CTA Autónoma, explicó sus efectos marginales.
Alfredo Zaiat en Página 12, cita un nuevo informe de la consultora PxQ, que ratifica esta tendencia: tomando como punto de partida el 2016 “los salarios totales de la economía acumulan una pérdida de 20,2 por ciento de su poder adquisitivo”. En el caso de los trabajadores no registrados la pérdida es mucho peor: casi 32%. Zaiat asume el problema de que los datos que el gobierno festeja (cierta recuperación de la economía, bajo desempleo) muestran que es “riqueza recuperada en pocas manos”. Traducido: aumentó más la desigualdad.
Las “pocas manos” que festejan, no están solamente en el campo y los grandes formadores de precios de alimentos. La especulación financiera tiene privilegios, como muestra Marcelo Di Bari en Tiempo Argentino: ahí sí las ganancias acompañan la inflación. Cuenta que los inversores apuestan cada vez más a los bonos CER, que ofrecen rentabilidad indexada a la inflación. Son instrumentos de deuda pública en pesos, que el gobierno está utilizando casi de manera excluyente para financiar el Tesoro. Di Bari explica que el gobierno escaló en la emisión de estos bonos luego de acordar con el FMI “limitar los aportes del Banco Central”. Cita a un analista que estimó que, la deuda ajustada por CER “es de casi siete billones y medio de pesos” y que “por cada punto adicional de inflación esta deuda aumenta en $ 74.280 millones”. Si el acuerdo con el FMI ya es inflacionario, se agregan estos “actores del mercado” que apuestan por la inflación para sacar más rentabilidad. Desde que asumió el Frente de Todos, los bonos CER triplicaron su total.
Mientras la pobreza afecta al menos a 17 millones de personas y aparece un nuevo fenómeno de trabajadores pobres, incluso entre los que están registrados y tienen derechos, el gobierno sigue eligiendo a los mismos ganadores de siempre. ¿Por qué sino se niegan a que las jubilaciones, salarios, prestaciones sociales se indexen a la inflación?
En este menú de prioridades y decisiones políticas del gobierno, se le sumó por estos días el discurso “bullrichista” del ministro de desarrollo, Juan Zabaleta. Contra la protesta social de los movimientos de desocupados que reclaman trabajo genuino, se sumó al coro de los “anti piquetes”. Myriam Bregman, diputada del Frente de Izquierda, denunció que "Zabaleta y Larreta crearon un clima espantoso de estigmatización de las protestas sociales de los sectores populares porque saben que tendrán que aplicar el acuerdo con el FMI. Gerardo Morales redobló la apuesta". El gobernador de Jujuy, volvió a la carga con nuevas detenciones y persecución contra dirigentes sociales.
Como dijo Fernando Rosso en el programa de radio de La Izquierda Diario, El Círculo Rojo, “no se piensa cómo terminar con la pobreza, sino cómo terminar con la protesta (...) le exigen a los afectados por una crisis que no generaron que encuentren la receta mágica para protestar sin protestar”. Advirtió que “Hay que cambiar la agenda porque ´la derecha es una agenda´, si todos toman la agenda de la derecha”.
Temporada otoño-invierno de la escasez
La guerra en Ucrania está impactando no solo en alimentos, también en el área de energía. Esta semana hubo dos hechos que lo graficaron. Uno, por la escasez de gasoil a nivel global. Aumentaron sus precios y hay falta de abastecimiento, que está complicando el transporte de granos. Se implementó en varios lugares la venta racionada y por cupos. Otro, que se acerca el invierno donde aumenta el consumo de gas (en hogares, industrias y centrales eléctricas) y el gobierno está a contrarreloj intentando aprovisionarse cuando hay escasez y disparada de precios. El acuerdo con Bolivia y Brasil, para hacerse de una parte del gas que falta, es un intento del gobierno de llevar tranquilidad.
Sin embargo, Mario Wainfeld en Página 12 alerta que “Es prematuro afirmar que lo conseguido bastará para cubrir todo ´lo que falta´(...) dependen de variables indeterminadas, entre ellas (nada menos) cuán crudo será el invierno”.
Algunas estimaciones indican que, durante el invierno, el gas que se produce en la Argentina aporta el 73% del total demandado, y el resto se importa. Una parte (9%) de Bolivia, y otra (18%) por los barcos de GNL (gas licuado). La cuestión es que los precios para importar gas licuado por barcos es de lo que más se disparó: lo que el año pasado costaba 8,33 dólares por millón de BTU, ahora ronda entre 40 y 60 dólares. Hay preocupación por el riesgo de no contar con suficiente energía, y hasta se venía evaluando la posibilidad de cortes programados en la industria.
En EconoJournal (especializados en Energía), identifican tres problemas que se retroalimentan: el fiscal (vinculando a la reducción de subsidios a las tarifas que pide el FMI), el de divisas (si van a alcanzar los dólares para pagar las importaciones), y de abastecimiento (de qué magnitud van a ser los cortes).
Este mes, además, se viene un round difícil. El gobierno tiene que hacer las audiencias públicas de gas y electricidad para definir los aumentos de tarifas que deberán aplicarse a partir de junio. Es otro de los puntos que exige el acuerdo con el FMI. Previo a la crisis energética con la guerra de Ucrania, el gobierno había anunciado que los aumentos rondarían entre el 20% y el 40%. Con la nueva situación mundial, habrá que ver si se mantienen esos números.
Lo que es seguro es que será materia de nuevas disputas y alertas. Los bolsillos de las mayorías ya no aguantan más ajustes. Aunque la interna del gobierno se venía expresando entre mantener subsidios o aumentar tarifas, se queda en una encerrona que no pone en cuestión que la energía sea un negocio en vez de ser un derecho. Sacar las ganancias de la ecuación, terminar con las privatizaciones que se arrastran de los ‘90, serían los primeros pasos para una planificación energética racional, que sea un derecho y que preserve el medio ambiente.
Juego de tronos
Además de la inflación y las ganancias de los sectores más concentrados del poder económico, lo que sigue a toda velocidad es la interna en el Frente de Todos. Al punto que es difícil resumir la cantidad de nuevos episodios que suceden cada semana. Esta, no fue la excepción. Todos juegan sus fichas en el tablero del 2023. También Juntos por el Cambio, que tuvo sus propios episodios.
Mientras preparan el próximo round electoral, el Frente de Todos tiene que recalibrar su propio funcionamiento para el mandato que le queda. ¿Cómo lo hará? Algunos, como Alfredo Zaiat, anuncian que habría “cambios en el gabinete nacional previstos para después de Semana Santa, según comentan en la Casa Rosada”. Alejandro Rebossio y Mauricio Caminos en El DiarioAr también preanuncian cambios por estos días, en la voz de una fuente cercana al presidente: “Yo pondría las fichas en qué pasa después de que se conozca la inflación. Sería una fecha clave para hacer cambios si los están pensando. O para salir a pedir renuncias”.
Sobre la posible dinámica más inmediata en el oficialismo, Mario Wainfeld en Página 12 señala una contradicción: “Alberto Fernández afronta un intríngulis político. Necesita imprimir cambios que posiblemente sean leídos como concesiones. Pero si no los hace, las perspectivas son opacas”.
Llama la atención este domingo que, analistas de distintos colores políticos, empiezan a descartar que el cristinismo pida la cabeza del ministro de economía Martín Guzmán. Al contrario de lo que se venía diciendo. El propio Wainfeld asegura que “El kirchnerismo agrega que sus cuitas con Guzmán no son personales sino referidas a políticas económicas y a participación en las decisiones. En criollo, aseveran que no exigen su reemplazo”. Llega también a Santiago Dapelo en La Nación: “Nadie le acercó al Presidente la supuesta pretensión de que Cristina Kirchner quiere la renuncia del gabinete económico y la renegociación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI)”. Pablo Ibáñez en El DiarioAr, especula sobre esta misma hipótesis, que puede tener que ver con que “no se conoce, porque nunca nadie lo expresó, cuál es -si es que hay alguno- el plan Cristina para esta coyuntura”.
Gimena Fuertes en Tiempo Argentino, repasa algunos de los hechos de esta semana. Máximo Kirchner en un acto en Merlo, junto a una dirigente del Movimiento Evita, advirtió “El oeste, Moreno, Merlo, son de los distritos que más conocen lo que pasa cuando los dirigentes se amontonan en un lugar y el pueblo en otro. Eso fue en 2001”. Resalta el dato de que Emilio Pérsico del Evita, pidió salir de la órbita del ministerio de Juan Zabaleta y que la secretaría que encabeza pase a depender de jefatura de gabinete.
Cristina Fernández volvió a mostrarse con Sergio Massa esta semana, que se perfila cada vez más como su aliado. Pero no es el único. Fuertes anota también a Felipe Solá, que este sábado “dio una charla en el Instituto Patria”, con elogios a la vicepresidenta y críticas al presidente. Voilà. Quienes en La Cámpora confesaron que no estuvieron de acuerdo con la fórmula encabezada por Alberto, ¿avalarán ahora este nuevo marco de alianzas? “Todos los traidores se van con Massa” decían años atrás. ¿Qué dirán del prontuario de Solá en la masacre de Avellaneda y sus cruzadas criminales contra las protestas de los desocupados en 2002?
Joaquín Morales Solá en La Nación, hace su evaluación: “Cristina está dispuesta a hacer una alianza con Sergio Massa para que este ocupe el lugar de Alberto Fernández en 2023 antes que insistir con el actual presidente. Alberto Fernández pudo haberla decepcionado, pero no la traicionó”. Pablo Ibánez cuenta que algunos ya se refieren a “el Alberto de Cristina en el 2023”, para nombrar sus posibles candidateables, que implica “prescindir de Alberto”. Incluye en la lista la postulación, ya formal, de Jorge Capitanich, gobernador de Chaco. Ibáñez analiza que “Capitanich expresa a Cristina, o al menos resulta funcional al plan de la vice de torpedear la fantasía albertista de la reelección, pero pone otro elemento sobre la mesa: la idea de que el próximo presidente debe ser un gobernador”.
Aparece una nueva división de tareas, pero al interior del cristinismo. Máximo dando discursos que suenen bien para las viejas banderas de La Cámpora, y Cristina encarando un nuevo sistema de alianzas nacional que se recueste en la estructura más conservadora del “poder real” del peronismo.
Horacio Verbitsky en El Cohete a Luna, de hecho, cuestiona el “acto albertista” que se hizo este sábado en Santa Fe (organizado por Agustín Rossi), porque había “funcionarios nacionales cuyo denominador común es la ausencia o escasez de inserción territorial”.
El acto en Rosario, según el propio Rossi, no fue el lanzamiento del albertismo, sino espacio de “reflexión”. Brenda Struminger en Infobae lo definió “al menos, como una demostración de fuerza del espacio que rodea al Presidente”. Agrega las palabras de un funcionario con diálogo con los tres socios de la coalición: “Fue un espacio para sostener a Alberto, sin romper con Cristina”. Gabriela Pepe en Letra P, hace una crónica del acto, y destaca que “el encuentro esquivó el presagio” de que sea una plataforma de lanzamiento del albertismo, y que “la dirigencia llamó a bajar la confrontación interna”.
Del lado de Juntos por el Cambio también se están preparando para el 2023. Con Patricia Bullrich y Mauricio Macri en Estados Unidos, Horacio Rodríguez Larreta tomó su perfil más duro. Después de pedir que le saquen los planes sociales a quienes corten calles, este sábado protagonizó el encuentro de “La Generación” que nuclea a dirigentes sub 40 de Juntos por el Cambio. Allí lanzó un “No jodamos más con esa boludez de los halcones y palomas, acá la diferencia es lo que cambian la vida de la gente. Vamos a ganar la elección de 2023 (...) Si no estamos juntos, no ganamos una elección en la puta vida”.
Eduardo Van Der Kooy en Clarín le quita crédito a la unidad que intentan mostrar desde Juntos por el Cambio, y dice que es una “Enorme cortina que esconde un sinfín de diferencias”. No se priva de asegurar que la coalición opositora “presume, con exagerado optimismo, que el 2023 estaría a su alcance. Más por defección del adversario que por virtudes propias”.
Un nuevo round de la versión criolla de un juego de tronos de actos, fotos, rosca y declaración de intenciones. Para pensar más allá del capítulo mil de estas internas, Fernando Rosso propone recuperar “los condicionamientos económicos que moldean las relaciones de fuerzas sociales y sus traducciones políticas”. Periodista y fundador de La Izquierda Diario, acaba de publicar su libro “La hegemonía imposible” y en esta entrevista recorre algunos de los nudos centrales. Uno de ellos, que hay una disputa política por una salida propia de las mayorías trabajadoras. Entendiendo “la política como conflicto, como un enfrentamiento de intereses, y que no va a ser tampoco como meras maniobras del palacio; la calle va a determinar mucho”. |