Desde 1996 se declaró el peligro de extinción de la vaquita marina. Aun así, el número de individuos ha bajado aceleradamente y la extinción total es cada vez más cercana.
Aunque hay reformas, legislaciones y leyes para la protección, la vaquita sigue en peligro y no ha habido mucha respuesta por parte de las autoridades. Como explicamos en esta nota, las medidas de protección establecidas por el gobierno son completamente insuficientes.
Ahora, el Secretariado de la Comisión para la Cooperación Ambiental, recomendó la elaboración de un expediente de hechos con el fin de determinar las causas de la casi extinción del cetáceo endémico del Golfo de California.
Aseguró que “el gobierno mexicano está incurriendo en omisiones a la aplicación efectiva de diversas leyes y reglamentos ambientales, lo cual se ha traducido en la casi extinción de la vaquita marina, cetáceo del que quedan únicamente unos diez ejemplares con vida”.
Con o sin expediente, se sabe cuáles son las causas: la pesca ilegal del pez totoaba. El uso de redes de enmalle que se utilizan para pescar a esta especie conocida por sus “propiedades milagrosas” reconocidas y buscadas a nivel internacional, en estas redes la vaquita queda atorada y no sobrevive.
La petición del Secretariado indica que México no ha cumplido con la aplicación efectiva de la Ley general de la vida silvestre, donde se prohíbe la pesca de totoaba y se protege a la vaquita. Incluso desde gobiernos anteriores se ha mantenido un discurso de una alta jerarquía por el cuidado de la vaquita, pero es evidentemente insuficiente, pues no ha habido mejora alguna.
Se han confiscado 2 mil 363 buches de totoaba, se han aplicado multas por un valor aproximado de 337 millones de pesos y recuperado 384 redes entre septiembre de 2019 y septiembre de 2021, y aun así la vaquita está en sus últimas.
Desde 1975 se prohibió la pesca de totoabas, 47 años después, el tráfico ilegal sigue en pie y, aunque se ha tenido un mayor número de sanciones y otras medidas para aplicar en forma efectiva la ley, incluida la recopilación sobre grupos organizados que participan en la pesca ilegal, el almacenamiento, la distribución, el transporte y la comercialización de la especie, no hay cambios.
Como la vaquita, muchas especies están en la misma situación: un final que cada vez es más cercano y cruel. Las razones pueden variar, puede ser por el tráfico ilegal, como el caso de las especies mencionadas, pero también por la contaminación de agua, aire y tierra que producen las grandes empresas contaminadoras.
Estas empresas han hecho caso omiso a todas las consecuencias de la tala de árboles, de la combustión de distintos materiales tóxicos, de contaminar lagos, ríos y mares en todo el mundo, pues su interés es seguir enriqueciendo sus bolsillos, no importa si las especies están en peligro de extinción, si los árboles son cada vez menos y por tanto el oxígeno es peor, si la tierra deja de ser fértil por sus productos.
La Tierra está en peligro y no hay un plan B, ni una salida al hambre insaciable del capitalismo por seguir produciendo como si no hubiera límites.
La única opción para que la vida de los animales, las plantas y los ecosistemas puedan sobrevivir, es el fin total a este sistema al que sólo le importa enriquecer a unos cuantos a costa de la vida de la clase trabajadora y de miles de especies a su paso. Ya no da más esperar a que un día los empresarios “se den cuenta” y cambien las reglas, porque son conscientes del daño que produce su asquerosa producción masiva que no responde ni siquiera a las necesidades de las grandes mayorías.
Una vida armónica entre los humanos y la naturaleza es posible. Una vida donde se cuide el ambiente, donde la contaminación no sea un problema de todos los días, donde no se extingan animales por redes ilegales de tráfico, ni por la deforestación de los bosques, ni por la falta de alimento o la sequía de sus hábitats.
Mientras la clase trabajadora sea quien decida cómo y cuánto producir lo necesario y de forma armónica con la naturaleza, los animales y las especies no se extinguirán por el hambre de ganancias de unos cuantos, los árboles volverán a crecer y los mares a ser el hogar de millones de especies.
Para que la vaquita marina no sea una de las especies que se suman a las extintas por el hambre voraz del capitalismo, es necesario que haya un verdadero control contra las redes de tráfico de especies. Generar una organización donde pescadores, biólogos, defensores ambientales y otros especialistas puedan decidir cuál puede ser una verdadera y eficiente medida para salvar a la vaquita.
La policía no será quien cuide a las especies, pues muchas veces están coludidos con los mismos traficantes por todo el dinero que se genera.
No hay planeta B como no hay capitalismo verde. Continuemos fortaleciendo las movilizaciones contra la crisis ambiental y la unidad entre la juventud ambientalista, los pueblos originarios y la clase trabajadora, tomemos las calles por la vida de todas las especies que aún están a salvo y por todas las extintas.
Si el capitalismo destruye al planeta, destruyamos al capitalismo. |