El Congreso de México votó este 17 de abril una de las más importantes iniciativas del presidente López Obrador: la Reforma Energética. El presidente en las mañaneras popularizó la idea de que la Reforma tenía como principal objetivo la defensa de la soberania energética y fortalecer la Comisión Federal de Electricidad y además impedir que el litio (el oro blanco) sea extraído por empresas extranjeras.
Una reforma moderada: “no se expropiará un tornillo”
La realidad es que México ha perdido su soberanía energética ante las empresas trasnacionales. La secretaria de Energía, Roció Nahle, en un ejercicio de honestidad brutal, explicó el verdadero objetivo de la Reforma: México ya solamente produce el 35% del total de la energía eléctrica y el resto, un 46%, la producen empresas extranjeras.
La reforma no pretendía “expropiar ni un tornillo”, sostuvo Roció Nahle en octubre del año pasado, [1] sino solamente que CFE lograra producir el 65% de la electricidad restante: se iban a respetar los contratos leoninos aprobados en el sexenio de Enrique Peña Nieto. Nada de renacionalizar, nada de expropiar.
En el caso del litio, aunque aún no exista extracción, la empresa china Gangfeng adquirió el 50% de la única empresa que tiene el derecho de explorar y extraer en Sonora el más importante yacimiento: la Bancanora Lithium. Existen ya “36 las concesiones para explorar y explotar el litio en 94,176 hectáreas”. [2]
El lobby imperialista y la oposición de derecha
Las grandes empresas norteamericanas de producción de energía presionaron al congreso de Estados Unidos para que una delegación visitara México y expresara su verdadera oposición. John Kerry visitó México en marzo: su objetivo era impedir que se votara la reforma. Ante la presión imperialista de los presidentes de Canadá (Justin Trudeau) y Estados Unidos, la Reforma Energética garantizaba los intereses de las grandes empresas privadas que privatizaron la industria eléctrica nacional. En el cinismo estaba el caos: su discurso estaba empapado de ideas del “capitalismo verde” acusando a CFE de generar electricidad de alto impacto contra el medio ambiente.
Los partidos de oposición en México votaron a favor de los intereses imperialistas: el PRI, el PAN, el PRD, MC. La votación resultó 275 votos a favor, de los legisladores de Morena, 223 en contra de los opositores y ninguna abstención. Lo que impidió su aprobación (se necesitaban 3/4 de los votos totales).
Una estrategia impotente por la soberanía energética
Vale la pena recordar lo que planteó León Trotsky en 1938 sobre la cuestión petrolera:
«Una pequeña camarilla de magnates extranjeros succiona, en todo el sentido de la palabra, la savia vital tanto de México como de otra serie de países atrasados o débiles. Los discursos solemnes acerca de la contribución del capital extranjero a la "civilización", su ayuda al desarrollo de la economía nacional, y demás, representan el más claro fariseísmo. La cuestión, en realidad, concierne al saqueo de la riqueza natural del país. Sin renunciar a su propia identidad, todas las organizaciones honestas de la clase obrera en el mundo entero, y principalmente en Gran Bretaña, tienen el deber de asumir una posición irreconciliable contra los ladrones imperialistas, su diplomacia, su prensa y sus áulicos fascistas. La causa de México… es la causa de la clase obrera internacional. La lucha por el petróleo mexicano es sólo una de las escaramuzas de vanguardia de las futuras batallas entre los opresores y los oprimidos». [3]
Aunque entendemos las aspiraciones legítimas de la población que buscaban mejorar la relación de fuerzas del país frente a las trasnacionales de la energía, es necesario explicar que la estrategia del gobierno para siquiera aumentar la participación de la CFE en la energía fue completamente impotente: su principal carta era convencer a los partidos como el PRI de votar a favor, depositó esperanzas en que por la vía de las cámaras podría lograrse la aprobación de la reforma y, además, MORENA y el presidente nunca convocaron a una movilización para lograr votar a favor su reforma. Su estrategia fue completamente impotente.
Una lucha de un país oprimido por el imperialismo en el que las empresas extranjeras controlan la industria estratégica de la energía requiere de la participación de la clase obrera. Una lucha despiadada por la renacionalización de la industria eléctrica, por la nacionalización de la minería, del petróleo implica una lucha sin cuartel contra el imperialismo con el proletariado mexicano y los campesinos al frente. |