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La Izquierda Diario
1ro de diciembre de 2024 Twitter Faceboock

SUPLEMENTO
¡Trabajadores del mundo, uníos! Una antología de la Primera Internacional
Josefina L. Martínez | @josefinamar14

“¡Trabajadores del mundo, uníos!” reúne documentos y resoluciones de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT) en sus diferentes Congresos.

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El libro, compilado por Marcello Musto, fue publicado en castellano en 2022 por Bellaterra. [1]

Hasta el momento, la edición más completa de documentos y actas de los Congresos de la AIT en castellano era la antología de Jacques Freymond. [2] Una obra exhaustiva, publicada en 1973 en dos tomos que suman casi 1200 páginas. Sin embargo, estaba agotada hace tiempo, por lo que muchos de esos escritos eran de difícil acceso. De ahí que sea una muy buena noticia la publicación de esta nueva antología que recupera muchos de los debates en el seno de la Internacional. El libro reúne minutas y documentos del Consejo General de la AIT con sede en Londres dirigido por Marx, junto con registros de intervenciones de diferentes delegados en los Congresos y Conferencias de la AIT entre 1866 y 1872 (incluye también documentos posteriores). En algunos casos se trata de materiales inéditos en castellano (24 resoluciones e intervenciones sobre un total de 80 fueron traducidas por primera vez).

Después de una detallada introducción por parte de Musto, los documentos ocupan casi 300 páginas y están organizados temáticamente en varias partes: 1) El discurso inaugural, 2) El programa político, 3) El trabajo, 4) Sindicatos y huelgas, 5) El movimiento y el crédito cooperativo, 6) Sobre la herencia, 7) La propiedad colectiva y el Estado, 8) Educación, 9) La Comuna de París, 10) El internacionalismo y la oposición a la guerra, 11) La cuestión irlandesa, 12) Sobre los Estados Unidos y 13) Organización política.

Musto destaca que la compilación responde a una meta precisa: “mostrar la forma económica y política de la sociedad futura que buscaban alcanzar los miembros de la Internacional”. La selección tiene el objetivo -explica- de destacar algunos puntos clave del debate teórico-político entre las diferentes tendencias y agrupamientos al interior de la Internacional. En particular entre los mutualistas proudhonianos, los comunistas afines a Marx y los anarquistas influenciados por Bakunin.

Es un aporte, también, la hipótesis que plantea acerca de las dimensiones organizativas de la Internacional a través de los años. En base a distintas fuentes, Musto elabora una serie de datos de afiliaciones a las secciones de la internacional, señalando los que habrían sido años de mayor auge en cada país. En su pico más alto, la Internacional habría alcanzado unos 150.000 afiliados, de los cuales 50.000 se encontraban en Inglaterra, más de 30.000 entre Francia y Bélgica, 30.000 en España, 25.000 en Italia, más de 10.000 en Alemania, unos cuantos miles en el resto de los países europeos y cerca de 4.000 en Estados Unidos. Estas cifras eran considerables para aquel momento, más teniendo en cuenta que en varios países se perseguía a los miembros de la Internacional o eran organizaciones ilegales. Desde el punto de vista de su composición, la Asociación afiliaba tanto a sindicatos como a asociaciones políticas o individuos. En el caso de Inglaterra, la presencia sindical era mayoritaria, mientras que en Francia y Bélgica se combinaba la afiliación sindical con la presencia de múltiples agrupamientos socialistas y mutualistas.

No pretendemos aquí dar cuenta de todos los hitos de la historia de la Internacional ni el conjunto de los debates que aborda Musto en la introducción. Nos gustaría destacar algunos ejes que pueden tener especial interés para la actualidad: la polémica de Marx con el sindicalismo y el cooperativismo, los debates sobre el Estado y la Comuna con el anarquismo y la cuestión de la organización y el partido mundial.

Sindicalismo, mutualismo y socialismo

La historia de la Internacional no se puede separar de la del movimiento obrero de su época. Desde su fundación el 28 de septiembre de 1864 en el Saint Martin’s Hall de Londres, la organización crece en influencia, al calor del desarrollo de importantes procesos huelguísticos. Trabajadores en huelga se dirigen a la Internacional para solicitar apoyo en sus luchas o se afilian a la misma, como es el caso de los obreros y obreras ovalistas de Lyon o los mineros de Fuveau. [3] Muchos trabajadores y trabajadoras apoyan la Internacional como un espacio para la coordinación entre obreros de diferentes países, con el fin de evitar que las patronales quiebren las huelgas, como intentaban hacerlo una y otra vez, contratando mano de obra extranjera. Esa búsqueda de una solidaridad de clase elemental a través de las fronteras se encuentra en los orígenes de la Internacional.

En los primeros años, se producen debates sobre la cuestión sindical y las huelgas, ya que algunos grupos se oponían a la lucha sindical. Esto será combatido desde el inicio por Marx y Engels. Al mismo tiempo, los documentos muestran la tensión constante con los sectores sindicalistas (en especial los dirigentes sindicales ingleses) que tienden a posiciones “economicistas”. Es decir, que querían restringir la organización a actuar como una plataforma de solidaridad activa con las luchas salariales, por la reducción de la jornada o mejores condiciones laborales, sin inmiscuirse en el terreno político. Por su parte, los sectores afines a Marx y Engels defienden una perspectiva política que tiene como objetivo la emancipación completa de la clase trabajadora y todos los oprimidos.

Otro gran foco del debate se produce con los mutualistas, que durante los primeros años eran una tendencia mayoritaria en la sección francesa y tenían peso en otras. Los seguidores de Proudhon promovían la expansión de cooperativas de producción y consumo, que serían financiadas por bancos cooperativos. De este modo, pronosticaban una paulatina superación de los elementos “negativos” de la sociedad capitalista, evitando el choque entre clases. Estaban en contra de impulsar huelgas (y mucho menos revoluciones) y eran claramente un ala moderada de la Internacional. Musto explica que “Marx desempeñó indudablemente un papel clave en la lucha para reducir la influencia de Proudhon en la Internacional. Sus ideas fueron claves para el desarrollo teórico de sus dirigentes y mostró una notable capacidad para afirmarlas ganando cada conflicto importante en la organización.” [4]

El Manifiesto inaugural, redactado por Marx, señalaba en este sentido que “el trabajo asalariado, como en sus días el trabajo esclavo y el trabajo del siervo, es solamente una forma social transitoria y subordinada, destinada a desaparecer frente al trabajo asociado”. Pero la experiencia de lucha de los años previos mostraba que “para poder liberar a las masas obreras, el cooperativismo necesita desarrollarse a escala nacional y contar con medios nacionales”. Algo que será resistido por los capitalistas, ya que “los señores de la tierra y los señores del capital emplearán siempre sus privilegios políticos en defender y perpetuar sus monopolios económicos.” “De ahí que el gran deber de las clases obreras sea conquistar el poder político”, concluye. [5]

También en polémica con el mutualismo, Marx había redactado las Instrucciones sobre diversos problemas a los delegados del Consejo Central provisional de 1866:

Para convertir la producción social en un sistema amplio y armónico de libre trabajo cooperativo, son necesarios cambios generales de carácter social, cambios que afecten a las condiciones generales de la sociedad y que solo podrán llevarse a cabo mediante el traspaso del poder organizado de la sociedad, es decir, del poder del Estado, desde las manos de los capitalistas y terratenientes a las manos de los productores mismos. [6]

La derrota de los mutualistas en la Internacional se terminará plasmando en las resoluciones del Congreso de Bruselas en septiembre de 1868, con la introducción de una serie de artículos programáticos que apuntan a la socialización de los medios de producción estratégicos, como las minas, los medios de transporte, los canales, carreteras, telégrafos junto con la gran propiedad agrícola. El Congreso proponía que esas propiedades colectivas fueran concedidas a asociaciones de trabajadores para “garantizar a la sociedad el funcionamiento racional y científico de los ferrocarriles, etcétera, a un precio tan próximo como sea posible a los gastos del trabajador.” Cabe destacar que las resoluciones incluían también la cuestión del medioambiente:

Considerando que el abandono de las forestas a individuos privados causa la destrucción de los bosques necesarios para la conservación de los manantiales, y, evidentemente, de la buena calidad del suelo, así como la salud y las vidas de la población, el Congreso piensa que los bosques deben seguir siendo propiedad de la sociedad. [7]

La Comuna y la cuestión del Estado

Las definiciones sobre el Estado se concretan a partir de la experiencia de La Comuna de Paris de 1871. A partir de entonces se establece mucho más claramente una delimitación estratégica no solo con los mutualistas sino también con los anarquistas o “autonomistas” seguidores de Bakunin.

Marx escribe en La Lucha de clases en Francia que “la clase obrera no puede limitarse simplemente a tomar posesión de la máquina del Estado tal como está y a servirse de ella para sus propios fines”. La Comuna se constituye en base a representantes electos, que podían ser revocados en cualquier momento, como un órgano a la vez ejecutivo y legislativo. Suprime el ejército permanente y la policía y decreta la separación de la Iglesia del Estado. En ese sentido La Comuna “quiebra el poder estatal moderno”. Su verdadero secreto estaba en que era “esencialmente un gobierno de la clase obrera, fruto de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora, la forma política al fin descubierta que permitía realizar la emancipación del trabajo.” [8] Por primera vez en la historia, señala Marx, simples obreros se atreven a desafiar los principios del orden burgués y muestran que podían llevar adelante su propio gobierno. Por eso “el viejo mundo se retorció en convulsiones de rabia” y toda la fuerza de la represión estatal capitalista se descarga sobre la comuna roja.

En la parte de la antología dedicada a “La propiedad colectiva y el Estado” se encuentran varios documentos interesantes que ilustran esta lucha política y teórica con los anarquistas en el seno de la Internacional después de la Comuna. Entre ellos, un extracto del texto escrito por Marx, Engels y Lafargue en polémica con Bakunin. [9] Después de plantear que este se proponía derrotar a un “Estado abstracto”, los autores polemizan con su idea de que es igual una república burguesa que un Estado revolucionario. Y apuntan que la experiencia de la Comuna de Lyon muestra lo fallido de la doctrina de Bakunin. Señalan, de forma irónica, que por más que los anarquistas proclamara la “abolición del Estado por decreto”, el Estado real, materializado en dos compañías de guardias nacionales, bastó para “obligar a Bakunin a salir corriendo hacia Ginebra”.

La ruptura con Bakunin se formaliza en el Congreso de la Haya (1872) donde se resuelve su separación de la Internacional, una vez constatadas las diferencias y la formación, por parte de los seguidores de Bakunin, de una organización paralela dentro de la Internacional que buscaba restringir sus objetivos. Su idea de un comunismo “sin transición” resultaba muy radical en su retórica, pero en realidad era un ataque directo a la necesidad una política revolucionaria por parte de la clase obrera.

En las resoluciones del Congreso de Saint-Imier, convocado por los grupos afines a Bakunin después del Congreso de La Haya, se afirmará que “toda organización política no puede ser otra cosa que la organización de la dominación, para beneficio de una clase y en detrimento de las masas; y que, si el proletariado buscaba tomar el poder se convertiría en una clase dominante y explotadora.” [10] Una condena absoluta a cualquier intento de la clase obrera por tomar el poder político que, por lo tanto, la condenaba a la impotencia de aceptar el estatus quo actual. Entre Marx y Bakunin había posiciones irreconciliables en lo que hacía a los objetivos, los métodos y las fuerzas sociales de la revolución tal como puede apreciarse en la serie de documentos publicados en la antología referidos a la organización política.

Por último, aunque se trata de una selección acotada, son también de gran interés los textos reunidos en la parte dedicada al debate sobre Irlanda y Estados Unidos. Estos muestran la posición internacionalista de Marx y Engels contra la opresión nacional, contra la esclavitud y el racismo. Sobre la cuestión de la mujer, aparecen algunas resoluciones, como la que plantea la formación de secciones de mujeres obreras y el documento “Sobre la emancipación e independencia de la mujer” presentado por algunos delegados al Congreso de Ginebra. Aunque sobre este tema la compilación de Freymond es un poco más completa, ya que reproduce los debates entre los diferentes delegados sobre el tema.

Una Internacional para una nueva clase obrera

Marcello Musto cierra la introducción del libro señalando las condiciones actuales donde se combinan crisis económicas, sociales y ecológicas, una creciente brecha social entre ricos y una mayoría empobrecida, así como vientos de guerra. Desde su punto de vista, esto plantea a la clase trabajadora la “urgente necesidad de reorganizarse sobre la base de dos características fundamentales de la Internacional: la multiplicidad de su estructura y el radicalismo de sus objetivos” y señala que para hacer frente a los desafíos del presente la nueva Internacional debe ser “plural y anticapitalista”.

En este punto, si partimos del hecho de que la composición social y cultural de la clase trabajadora es mucho más heterogénea que en el pasado (una clase obrera más extendida internacionalmente, feminizada, racializada y diversa) no podemos más que coincidir en que sus organizaciones tienen que expresar esa pluralidad. Basta mirar las novedosas experiencias de la clase obrera norteamericana, donde una nueva ola de sindicalismo desde abajo es protagonizada por jóvenes trabajadores y trabajadoras negras, latinas y LGTBI. Sectores en los que han tenido gran impacto movimientos sociales como el feminista o el Black Lives Matter.

Sin embargo, es necesario señalar también que la experiencia de más de 150 años de la clase obrera desde la fundación de la Primera Internacional plantea una articulación muy diferente entre sindicatos, consejos obreros y partidos revolucionarios, que la que podía haber en época de Marx. A comienzos del siglo XX irrumpieron nuevas experiencias de autoorganización, como fueron los consejos obreros o soviets, que permitieron expresar la pluralidad social y política de la clase trabajadora, a la vez que permitían mantener una libertad de tendencias políticas en su seno. Al mismo tiempo, la delimitación estratégica que comenzó en época de Marx con el anarquismo o las tendencias autonomistas, se enriquece en el siglo XX con las experiencias de las grandes revoluciones de la clase obrera, pero también con las múltiples traiciones de la socialdemocracia y el estalinismo. De todas estas lecciones no podemos hacer borrón y cuenta nueva. Se trata de experiencias y luchas políticas, que, junto a las conclusiones de la lucha de clases más actual, forman las bases para reorganizar ese partido internacional de la revolución socialista que necesitamos con tanta urgencia.

 
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