Fantasmas en la Patagonia comienza con imágenes icónicas de los 90: unos jóvenes, vestidos con campera de jean y fumando en un lugar cerrado, con Tinelli de fondo, charlan sobre sus planes -más bien su incertidumbre- sobre el futuro. Como tantos otros, quieren irse de la ciudad. Ya no hay futuro ahí, como tampoco lo había en ningún lugar, teniendo en cuenta que el neoliberalismo nunca tuvo nada para ofrecer a la juventud.
Estas imágenes se intercalan con las de Sierra Grande, la ciudad de noche, con sus ruidos y el eco de los ladridos, con sus grafitis y casas abandonadas. Impresiona ese paisaje de lejano oeste, de ciudad fantasma. Así fue como quedó el pueblo tras el cierre, en 1992, de su principal actividad económica: la mina de hierro más grande de América del Sur. De ser trescientas casas, pasaron a ser 18000 habitantes con la mina, y con su cierre dos tercios de la población se fue.
El cierre de la mina fue por decreto de un gobierno peronista, el de Menem. Una decisión enteramente política, porque "la mina andaba bien" como reconoce el ingeniero de minas, otro de los personajes del largometraje.
Fantasmas en la Patagonia también muestra cómo se las arreglaron los que se quedaron tras el cierre de la mina. Surgió un turismo minero, se vendían artesanías y se hacía un tour conocido como "Viaje al centro de la Tierra", hoy prohibido por cuestiones de seguridad. Poder ver la mina por dentro es una de las razones por las que vale la pena mirar este film, un gran documento de la época.
Otra de las imágenes que impactan por lo simbólico es la visita a una casa abandonada de un plan de viviendas para empleados de la mina. Un joven cuenta que su amigo tuvo que irse de ahí a conseguir trabajo en otra provincia. Historias como esta hubo por cientos.
Tal vez el personaje más pintoresco y esperanzador del film es "el gallego". En primer lugar se lo ve en un museo charlando con los niños y niñas, haciendo un ejercicio de memoria sobre los antiguos habitantes del territorio, los pueblos originarios. Luego se lo sigue y se lo entrevista sobre un programa de radio que él conducía, y donde opinaba sobre la realidad, como un Quijote contra lod molinos de viento. Termina diciendo que hay que creer que la situación se puede revertir, que eso es un acto de valentía, de no dejarse vencer, de resistencia.
Fantasmas en la Patagonia fue realizada por el Grupo Boedo Films, conformado durante los años menemistas. Sus miembros fundadores fueron Claudio Remedi, Fernando Soldevila y Sandra Godoy. Luego se sumaron Gabi Jaime, Lucas Martelli, entre otros.
Se referenciaban en el grupo de poetas que llevaba el mismo nombre hace un siglo atrás . Al igual que ellos, buscaron comprometerse con su realidad y que su arte sirva como denuncia de las injusticias del sistema.
En pleno auge del neoliberalismo en los 90, apostaron a una estética nacida de las dificultades de producción, con la creación de materiales caseros, pero también retomando técnicas de vanguardia como el montaje y el entrecruzamiento de géneros.
El documental o, mejor dicho, docu-fic que aquí reseñamos es un ejemplo de ello. Este primer largometraje del grupo fue una verdadera escuela de experimentación. Se lo llama docu-fic por ser un cruce entre documental y ficción.
Fantasmas en la Patagonia se estrenó en 1997 y ganó el primer premio a Mejor Documental en el VII Festival de Cine Nacional de ese año. Además fue nominado y seleccionado en numerosas ocasiones.
Instrucciones para llorar: piense en Sierra Grande hoy
Fantasmas en la Patagonia es la historia de una ciudad abandonada, sin perspectivas de recuperación y ahogada en el mar del neoliberalismo. Una perla del film es la escena en la que se escucha un auto con parlante por un barrio, que dice: "luchemos por nuestro pueblo", que daba la impresión de ser un llamado a la organización y la lucha pero que resultaba ser la publicidad de una mentalista.
Más de 20 años han pasado desde que se grabó la película, pero la historia no ha cambiado tanto. Mirar este docu-fic debe ser un ejercicio de memoria para no olvidar la responsabilidad política de unos pocos en el gobierno, sobre la vida de millones. Hoy frente a una nueva entrega de recursos en la región, pintada de verde pero nada ecológica, como la de la multinacional Fortescue -una de las líderes megamineras mundiales que ahora explorará en Hidrógeno Verde, avasallando Áreas Protegidas como la Meseta Somuncura- recuperar esta historia es un aporte muy valioso para pensar en nuestro pasado reciente y en qué futuro y qué mundo queremos.