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La Izquierda Diario
9 de mayo de 2022 Twitter Faceboock

Tucumán
La vida en San Cristóbal: ganancias para pocos, explotación al límite para los trabajadores
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En San Cristóbal las familias más poderosas de la provincia como los Lucci, Alperovich, Hamilton o Vargas Aignase construyen sus fortunas explotando y robándose el futuro de cientos de jóvenes que generación a generación parecen estar condenados a sobrevivir en campos de patrones millonarios que pagan miserias por jornadas esclavizantes.

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Lejos de las cámaras que siguen a Juan Manzur o a Osvaldo Jaldo, la vida en los campos tucumanos se desarrolla con muchas dificultades para acceder a servicios básicos, educación, salud y también a salidas laborales, lo cual condiciona el futuro de muchas familias. La Izquierda Diario se hizo presente en la localidad de San Cristóbal, que se encuentra en el límite entre Tucumán y Santiago del Estero, para que los vecinos cuenten su realidad.

Reinaldo vive hace 55 años en San Cristóbal, es trabajador rural y para llegar al trabajo tiene que recorrer más de 30 kilómetros de un camino de tierra. Tanto él como su padre Amadeo se han esforzado para ayudar a la comunidad, sin embargo, durante los años que lleva viviendo ahí no ha visto algún acercamiento de los gobiernos de turno para cambiar las condiciones de vida de los pobladores.

En San Cristóbal un joven no pude terminar el secundario porque en la única escuela —un aula y una pieza, apadrinada por la Fundación Lucci— solo se puede cursar hasta tercer año. Para finalizar el secundario tienen que asistir a otra localidad que queda a más de 60 kilómetros. Como el transporte público no llega, la mayoría de los jóvenes no pueden migrar hasta las localidades aledañas para continuar sus estudios, entonces, sin opción, abandonan. Los profesores y maestros llegan cómo pueden, a pie o en vehículos dependiendo del estado del camino.

En el caso de los que no cuentan con los recursos para continuar sus estudios, pasan inmediatamente a trabajar en negro, a destajo y siendo menores en los campos que producen la riqueza de grandes familias como los Lucci o los Alperovich. Es el lado oculto del “boom” en la exportación de la agroindustria, que llena de dólares a unos pocos. Un “modelo de país” bajo gobiernos peronistas que bien podrían compartir macristas y liberales.

El salario para los trabajadores es muy bajo, se paga entre $1000 y $1500 pesos el jornal. Entran los lunes al campo y vuelven a sus casas los viernes, durante la semana duermen precariamente a la intemperie campo adentro todos juntos menores, mujeres, jóvenes, mayores y en algunos casos familias completas.

El trabajo es por temporada no solo porque se trabaja con producción de granos y frutos de temporada sino también porque los dueños de las fincas evitan contratar a trabajadores durante largos períodos para no tener que “blanquearlos”. Una vez que termina la temporada comienza la migración a otras provincias del sur del país para trabajar en la cosecha de frutas de estación como la manzana, uva, aceitunas, peras, etc.

Pero los problemas para los pobladores no terminan en los salarios paupérrimos. Los vecinos solo tienen luz eléctrica solo mediante los paneles solares, no hay gas y el agua potable es poca, tienen vedado el acceso al transporte público y sufren aislamiento cada vez que llueve por la falta de mantenimiento que tiene el principal camino de acceso a la zona. Esto se torna un problema porque limita la posibilidad de obtener víveres, combustible, gas envasado o artículos de primera necesidad ya que todo esto se lo consigue del Bobadal, una localidad aledaña. Incluso en momentos en donde los pobladores tienen problemas de salud, se tienen que buscar caminos alternativos para llevarlos a los centros de atención más cercanos, además de buscar un vehículo ya que no se cuenta con ambulancia permanente en la zona. Cada obra que se construyó fue por esfuerzo y gestión de los vecinos, desde los paneles solares para la luz eléctrica hasta el agua potable que llega a las casas.

Horacio Rodríguez es trabajador del citrus y nos cuenta como a pulmón en su tiempo libre y con mucho esfuerzo está poniendo en pie una plaza para los más chicos y una canchita de fútbol para la zona, dice que aquí todo depende de la organización de los vecinos hay muchas necesidades profundas en lo cotidiano y las enfrentamos entre todos solidariamente, no nos queda otra nosotros somos los olvidados.

El acceso a la salud merece un párrafo aparte ya que los vecinos han denunciado no contar con personal suficiente ni medicamentos a la hora de concurrir al centro de atención primaria del lugar. Los fines de semana tiene que concurrir a Bobadal el caso de alguna emergencia (un auto cobra 10.000 pesos el viaje)

La desigualdad en los paisajes rurales es imponente, la clase dominante se apropió del recurso productivo fundamental del país agro exportador y como dicen ser los dueños de las tierras siembran el terror en vuelos bajos envenenado campos y viviendas por igual. Los patrones contratan gente para asesinar los animales de los lugareños. Los dueños de las tierras se apropian del tiempo y de la salud de la población.

La vida de cientos de trabajadores está condicionada por salarios de miseria y condiciones que no cubren las necesidades básicas. La riqueza que se produce en esas tierras llega a los mercados internacionales, pero no ha impactado en el porvenir de los trabajadores que la producen, sino que han ido a parar en las manos de unas cuantas familias con el futuro asegurado.

Tanto el joven como el adulto tienen bloqueada la posibilidad de un porvenir diferente sino se organizan, por eso es necesario poner en pie asambleas zonales amplias en la que participen trabajadoras/es, jornaleros, amas de casas, estudiantes y unificar las demandas más sentidas e inmediatas para poner en pie un programa que pueda enfrentar los distintos ataques a las condiciones de vida, poniendo en el centro los reclamos obreros y populares.

Para enfrentar la explotación es necesario pelear por la reducción de la jornada laboral a seis horas cinco días con un salario igual a la canasta básica familiar, luchando por la unidad entre ocupados y desocupados como parte una misma pelea serían importantes pasos para comenzar a pelear por mejorar y cambiar nuestras condiciones de vida y en perspectiva de una sociedad más igualitaria.

 
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