Sobre "El encanto de la mosca" ganadora del FIDBA 2021 de Lucia Levis Bilsky y Octavio Comba. “Es la planta de aluminio Aluar, acá hay trabajo, dinero, contaminación y muchísimos casos de cáncer. En Madryn, de eso no se habla”. Un trabajo necesario y sensible que muestra el entramado de complicidades que encubren la contaminación del gigante del aluminio.
Una leyenda tehuelche cuenta cómo nació el río que, muchísimos años después, sería la fuente de energía de Aluar: dos amantes estaban separados por un inmenso lago hasta que apareció Elel, el espíritu del bien quien, con su gigantesca hacha de piedra, abrió en una de las paredes del lago una profunda hendidura por donde las aguas se escurrieron rápidamente. Fue aquel el nacimiento de un río, que llamaron Futaleufú, el día en que un dios bueno salvó el amor de Orkey y Aoni.
El río Futaleufú frenó su recorrido al construirse la gran represa que alimenta las necesidades energéticas de Aluar, la única fábrica de aluminio del país, ubicada en la Provincia de Chubut.
Intervención militar
La necesidad de desarrollar industrias de sustitución de importaciones y lograr el autoabastecimiento de aluminio para la fabricación de aviones de guerra fueron factores determinantes. El dictador Juan Carlos Onganía ordenó en 1969 la construcción de una fábrica de aluminio primario, una represa hidroeléctrica para abastecer sus necesidades energéticas y un puerto de aguas profundas, imprescindible para su funcionamiento. Puerto Madryn fue el lugar elegido.
La fábrica de aluminio comienza su construcción en 1971. Aluar recibió el beneplácito militar. La planta fue inaugurada durante la breve presidencia de Isabel Perón, el 27 de julio d e 1974.
El ex senador por Chubut, Hipolito Solari Irigoyen, publicó en 1977 el libro “El escándalo Aluar”, en donde denuncia graves irregularidades en la adjudicación y en la tecnología obsoleta utilizada que ponía en riesgo a la población de Puerto
Madryn.
El primer avistaje
En noviembre de 2016, Lucia Levis Bilsky fue invitada a Puerto Madryn para presentar un cortometraje en el MAFICI, Festival Internacional de Cine de Puerto Madryn. Durante un tour que tenía por finalidad el avistaje de ballenas, le llamó la atención el polo industrial contiguo a la ciudad.
La guía que la llevaba con el resto de los invitados del festival silenció el micrófono y le dijo solo a ella, casi susurrando: “Es la planta de aluminio Aluar, acá hay trabajo, dinero, contaminación y muchísimos casos de cáncer. En Madryn, de eso no se habla”. Volvió a conectar el micrófono para seguir hablando de la fauna marina. En ese momento, Lucía supo que ese sería el tema de su documental, "El encanto de la mosca".
Estreno de película
Los aplausos vigorosos continúan, incluso, cuando aparecen los anuncios de los colaboradores y los agradecimientos.
“El encanto de la mosca”, el documental ganador de la Competencia Nuevos Directores del Festival Internacional de Cine Documental de Buenos Aires, FIDBA, dirigido por Lucia Levis Bilsky y Octavio Comba, fue estrenado en el cine Gaumont el pasado 7 de abril. El público colmó la sala. A la salida muchos espectadores hablan sobre Puerto Madryn y sobre Aluar.
Julian Di Benedetto (30) oriundo de Puerto Madryn, asesor pedagógico en cursos de postgrado en el Instituto Tecnológico de Buenos Aires, creció, como sus compañeros y amigos, admirando a Aluar. Para todxs la empresa era buena, benefactora. Financiaba cualquier actividad cultural, educativa, recreativa que propusiera su escuela. Recuerda una anécdota de su hermano mayor, Marcelo: un día, mientras realizaba una pasantía en la planta, pasó por delante de un tanque que chorreaba aluminio. Recogió unas gotas y le dio forma ”de renacuajo”, recuerda Julián. Marcelo le regaló su creación y él se emocionó. Durante algunos días la incipiente rana de aluminio se convirtió en su compañera de aventuras, inventaba juegos con sus hermanos más pequeños donde el renacuajo estaba siempre presente. Ahora descansa en una repisa de la casa familiar.
“La película toca un punto nodal de lo que pasa en mi ciudad. Los madrynenses sabemos que hay algo mal con Aluar, pero no se sabe bien por qué. Hay una sensación generalizada de que Aluar contamina, pero no se sabe bien por qué, ni en qué medida, ni desde cuándo, y qué se ha hecho y qué no se ha hecho”, dice Julián, acelerando su relato a medida que habla.
Julián conoce muchos casos de cáncer, pero no se anima a sostener una relación causal. Para él, es algo que deben investigar la ciencia y la medicina.
El Gran Hermano
Guillermo Folguera (45), biólogo y filósofo, trabaja en la Universidad de Buenos Aires y en el CONICET. Sale del cine entusiasmado, antes de dirigirse al bar donde Lucía, la directora, convocó a los que quisieran festejar. “La película habla de algo de lo que prácticamente no se habla ni siquiera en el movimiento ambientalista, no está en la agenda. He dado muchos cursos en Puerto Madryn. Allí Aluar aparece como un Gran Hermano que desarrolla estrategias que , básicamente, tienen que ver con poner dinero de manera discrecional, logran silenciar voces y amplificar otras…” Folguera considera que Aluar representa —para un imaginario— un triunfo de una empresa nacional y que actúa como norte, un norte que él cuestiona. El pasado no queda atrás en su consideración: “Además, además”, repite mientras se toma un instante, ”la historia de Aluar es muy significativa con lo que representan los golpes militares de los 60 y los 70”. Guillermo considera inadmisible que funcione una empresa que pone en riesgo tanto a trabajadores como a las personas que habitan la ciudad. Señala la urgencia de la discusión sobre la viabilidad, sobre cómo dar trabajo sin poner en riesgo a la población.
Un modelo que se repite
Marcos Ezequiel Filardi (42), abogado de derechos humanos y especialista en soberanía alimentaria, también participa de la cena de festejo por el estreno en uno de los bares notables de Buenos Aires, en las cercanías del Cine Gaumont. Explica que él ve un paralelismo entre el accionar de Aluar y el de las mineras a cielo abierto en la forma de legitimar sus actividades. Según explica, para comprar lo que él denomina “licencia social”, Aluar utiliza herramientas como el acercamiento a instituciones culturales, centros de jubilados, hospitales, escuelas, festivales de cine. “La película me parece un excelente caso testigo de cómo operan las empresas extractivas en distintos territorios y también el dilema tan grande que se genera ahí cuando esas empresas son a su vez fuentes de trabajo”. A partir de ahí, dice Filardi, “Se tejen complicidades en distintos niveles: con autoridades locales, con el concejo deliberante, con la prensa local, que recibe pautas publicitarias, y con la ciudadanía en general, que depende directa o indirectamente de esa empresa”.Remarca que es el mismo mecanismo que se da en los pueblos rurales fumigados, donde los médicos no denuncian lo que ven en los centros de salud.
Título
La aparente indiferencia interesada que denuncia Filardi remite directamente al título de la película: ¿cuál es el encanto de la mosca? ¿La proliferación de moscas en Puerto Madryn por la llegada de masivas cantidades de algas marinas? ¿La mosca, como dinero, como tentación?, o ¿quedarse mosca, quieto, sin intervenir? Según Lucía Levis Bilsky, los tres significados lo configuran y representan la realidad de Madryn, en la cual reina la aceptación (o tal vez una mezcla en distintas proporciones de temor, costumbre e interés económico) de la mayor parte de la población a las circunstancias actuales.
Un hijo, una madre
Octavio Comba (30), quien dirigió junto a Lucía el documental, dice: "De chico me fui a vivir a Madryn; con el tiempo mi mamá se enfermó de cáncer y eso motivó mis inquietudes por el tema”.
Virgina Croxatto (53), la mamá de Octavio, vive en Puerto Madryn, lugar que no se plantea abandonar. Transita su tercer cáncer en pocos años. “Se fue por sangre al hueso, al sacro”, cuenta. De por vida tendrá que realizar tratamiento con quimioterapia. Con tratamiento logró encapsular dos cánceres previos.
Hasta hace un par de años los trabajadores volvían de Aluar con el mameluco puesto, con restos de las distintas sustancias tóxicas a las cuales estaban expuestos durante su jornada laboral. Virginia se encargaba de lavar la ropa de su marido junto a la de sus cuatro hijos y su propia indumentaria. Esa ropa contaminada provocó que en el pueblo hubiera “muchísimas mujeres que se enfermaron”, sostiene Virginia. Bebés que nacen con tumores, casos de embarazos anembrionados en una proporción fuera de lo normal, niños con leucemia. “Casi toda la población tiene problemas de tiroides a causa de los metales”, afirma.
Su oncólogo vivía en Buenos Aires hasta que decidió abrir el único centro de oncología de Madryn. “Un visionario", dice.
Contra todo pronóstico, Virginia disfruta de la vida intensamente. Sus amigas no entienden, ni siquiera, cómo hace para caminar y no estar postrada. Pasea en lancha, disfruta de la vida junto a su marido, y de los hijos que aún viven con ella. No se dá por vencida.
En rodaje
En uno de sus viajes a Madryn el equipo de filmación asistió a una charla abierta organizada por la Asamblea en Defensa del Territorio, en una escuela secundaria pública. ¿El tema? La megaminería. Se intentaba que los y las adolescentes tomen conciencia y luchen para que no puedan instalarse emprendimientos extractivistas mineros en la meseta de Chubut, que tiene aún vigente una ley que prohíbe la megaminería -la Ley 5001-, en riesgo por el enorme lobby de las empresas mineras en la provincia.
En un momento una docente preguntó por qué no denuncian también a Aluar, ya que es también altamente contaminante y genera los mismos problemas hacia la salud y el medio ambiente que la minería. La respuesta de una mujer miembro de la Asamblea fue que Aluar tiene una buena estrategia de responsabilidad social empresaria, porque colabora económicamente con la comunidad. “Además”, remarcó, “ ya está instalada”.
Lucía y Octavio decidieron luego hablar con las y los estudiantes de ese colegio, los anfitriones de la reunión ambientalista. Los adolescentes pusieron como requisito que apagaran las cámaras y los micrófonos. Aclararon entonces que son conscientes de lo que ocurre, pero que Aluar les paga los viajes de estudios que realizan anualmente. El silenciamiento, presente también en los jóvenes.
Repercusión
Él éxito de “El encanto de la mosca” produjo una repentina visibilidad de la problemática. . A partir de ello, la Asamblea en Defensa del Territorio de Puerto Madryn organizó una jornada de reflexión y protesta sobre el tema.
Pablo Ceballos (49), quien participa de la Asamblea, explica que en los años setenta y ochenta el proceso de fabricación del aluminio se hacía con cubas a cielo abierto, una tecnología obsoleta que la empresa compró en Italia. Los gases emanaban directamente a la atmósfera, con resultados catastróficos para la población y los empleados de la empresa. “Los padres de compañeros míos que trabajaban en Aluar murieron al poco tiempo de jubilarse”, dice. La contaminación llegaba directamente a la ciudad, sin ningún tipo de filtro. El proceso ahora es semiabierto, se eliminan los gases sin tratamiento cuando se limpian los filtros, algo altamente contaminante, y que se hace con mucha asiduidad.
En Puerto Madryn se da una situación sistemática y preocupante. Hay puntos de control de la calidad del aire para detectar la contaminación. Sin embargo, el control lo lleva a cabo la misma empresa y elaboran periódicamente informes que los entregan a las autoridades, y que no se hacen públicos. ”Cada vez hay menos puntos de medición. Hace años se demolió la vieja iglesia de Madryn donde había un control y no se volvió a poner uno en la nueva iglesia” dice Pablo. Aluar se encarga de recoger las muestras y enviar al gobierno los informes. “Claro, siempre dan bien”, afirma con sorna Pablo. En este sentido, los dos reclamos que considera más urgentes y exigibles son que los controles no los haga la empresa, que pueda la Asamblea acceder a los resultados, y además que el proceso se haga de un modo limpio.
El médico y la muerte
Hugo Trovant ya no está. Trabajó durante más de 20 años en Aluar como médico de planta. Allí detectó que muchos de sus trabajadores estaban expuestos a materiales altamente cancerígenos, como cuenta en la película "El encanto de la mosca". Intentó que se tomaran medidas de precaución. Fue despedido. Inició una causa judicial. Acusó a los directivos por abandono de persona por no haber avisado durante 30 años a sus empleados del riesgo que corrían. La causa avanzaba hasta que un día, de la noche a la mañana, el fiscal decidió cerrar la causa, sin ninguna justificación.. En el año 2020 presentó su libro "ALUAR: Brea, exposición riesgosa", y al siguiente año falleció. De cáncer, claro.
Guerra
Con la guerra entre Rusia y Ucrania, Aluar podría recibir beneficios extraordinarios por la suba del precio del aluminio. Además, en estos días Aluar anunció una inversión de 250 millones de dólares para la ampliación de su parque eólico. En un contexto donde Aluar está más sólido que nunca en su crecimiento, en sus beneficios y también en sus acuerdos políticos con el gobierno provincial y nacional; queda latente un enigma. ¿La creciente toma de conciencia de los y las madrynenses, logrará articular una lucha popular que obligue a una transformación real de la planta que permita a la población vivir en un medioambiente sano?
Popey
José María Goity (67), ex Secretario de Turismo de Puerto Madryn, es conocido por todo el pueblo como "Popey", apodo que obtuvo paradójicamente cuando trabajaba, muy joven, en la fuerza aérea como aviador. ¿El motivo? Su mujer era alta y flaquita, y contrastaba con su cuerpo musculoso. Luego su apodo cobraría mayor sentido.
Goity cuenta que Puerto Madryn hacia los años 60, cuando se planteó la instalación de una planta de aluminio, era un pequeño pueblo rural, de unos cuatro o cinco mil habitantes, que funcionaba como satélite de Trelew. No tenía agua, ni sombra. “Un verdadero desierto”. Hoy para Popey “sería impensado e ilógico poner una fábrica como Aluar en el corazón de la zona de reproducción de la ballena franca austral”, pero dice que tampoco puede imaginar la erradicación de la fábrica.
Popey es el creador y organizador del Vía Crucis submarino. Un colorido evento al que asisten, año tras año, más de 4 mil personas. Sus imágenes fueron incluidas en “El encanto de la mosca” y hacen pensar, metafóricamente, en lo que interpela (y principalmente, lo que no interpela), a la sociedad madrynense. Una multitud acompaña una procesión mientras, en simultáneo, algunas voces en soledad intentan llamar la atención sobre lo que todos saben, pero nadie quiere ni se atreve a hablar, justamente como efecto del encantamiento que produce la mosca.