La escasez de leche de fórmula para bebés en los Estados Unidos ha sido impactante y aterradora para madres, padres y personas que cuidan niños en todo el país.
En el país más rico del mundo, las madres y padres temen no poder alimentar a sus hijos. El escenario es catastrófico, el 43 % de la leche fórmula para bebés simplemente se esfumó, desapareció de las góndolas. En algunos estados, este número supera el 50 por ciento. Dos bebés ya han sido hospitalizados por deficiencia de nutrientes porque la fórmula especializada que necesitan actualmente no está disponible en las tiendas. Además, la especulación en torno a la escasez ha disparado los precios, provocado que los costos de la leche de fórmula aumente un 18 % ciento a nivel nacional.
Las razones de esta escasez son tres: problemas de la cadena de suministro subproducto de la pandemia, una industria de leche fórmula monopolizada y diseñada para obtener el máximo beneficio (lo que deja en pocas manos la producción, abastecimiento y contol de precios) y el cierre de la planta de Abbott Nutrition en Sturgis, Michigan, después de que dos bebés murieran como resultado de la fórmula contaminada producida allí.
Esta escasez coincide con la filtración del borrador de la Corte Suprema que indica la anulación del fallo Roe v. Wade, que garantizaba la despenalización del aborto desde la década de 1970, lo que hace que esta horrible situación sea aún más exasperante. Cinco jueces de la Corte Suprema, que nadie eligió, están a punto de eliminar el derecho al aborto al mismo tiempo que madres y padres están perdiendo la capacidad de alimentar a sus hijos recién nacidos.
La responsabilidad de esta situación es clara. Hasta el propio secretario de Transporte del Gobierno de Joe Biden, Pete Buttigieg, lo dijo en una entrevista: "Seamos muy claros, este es un país capitalista. El gobierno no hace fórmula para bebés, ni debería hacerlo. Las empresas fabrican fórmula", para obtener ganancias.
Ese sistema es precisamente el problema. La fórmula no debería comercializarse ni venderse; debe ser gratuita y un derecho básico para todes. Cada quien debería tener derecho a decidir si quiere amamantar o utilizar leche de fórmula. Es decir que debería ser un derecho a una elección real. Para esto la fórmula debe ser gratuita y producida por un sistema nacionalizado, no para el beneficio de unos pocos multimillonarios. Al mismo tiempo se necesita que existan licencias por maternidad remuneradas para garantizar que las personas tengan derecho a amamantar si así lo desean.
El capitalismo en acción
Mientras los defensores del capitalismo hablan de un mercado libre, la realidad de este sistema es que unas pocas corporaciones son dueñas de todo y obtienen ganancias masivas de sus monopolios con el apoyo del estado capitalista. La escasez de fórmula para bebés es una consecuencia de estos monopolios capitalistas.
Según lo informado por The Washington Post , solo cuatro empresas importantes (Abbott, Gerber, Mead Johnson y Perrigo Nutritionals) producen alrededor del 90 por ciento de todo el suministro de fórmula para bebés en los EE. UU. De esos cuatro, dos grandes conglomerados controlan dos tercios del mercado.
El gobierno ha sido fundamental en la creación de esta situación. El Programa Federal para Mujeres, Bebés y Niños (WIC, por sus siglas en inglés) tiene contratos exclusivos con empresas a cambio de “descuentos”, lo que resulta en un monopolio de dos mega corporaciones. Como explica David Dayden: "Si vas al estado de Michigan, al estado de California, al estado de Oregón, solo hay una compañía a la que le puedes comprar y obtener esa fórmula gratis si eres beneficiario de WIC. Entonces, otros competidores de esa compañía dominante, ya sea que esté en el programa WIC o no, no van a poner cosas en los estantes si la mitad de sus clientes no pueden comprarlas. Entonces, lo que terminas teniendo son estos pequeños monopolios en los 50 estados".
Para maximizar las ganancias, estas corporaciones han estado tomando atajos e ignorando los estándares de seguridad en las fábricas de fórmula para bebés. En octubre del año pasado, un denunciante alertó a los jefes de Abbott, así como a la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos), sobre las condiciones inseguras e insalubres en la planta. Fue despedido de la compañía y la FDA liderada por Biden se demoró en abordar este asunto urgente. Durante ese tiempo cuatro bebés se enfermaron y fueron hospitalizados y dos murieron.
La FDA esperó para entrevistar al denunciante hasta diciembre, y en enero finalmente realizó una inspección de las instalaciones. La FDA encontró equipos rotos, agua estancada y cinco cepas diferentes de la bacteria Cronobacter. Informaron que Abbott “no se aseguró de que todas las superficies que entraron en contacto con la fórmula infantil se mantuvieran limpias para protegerla de la contaminación de cualquier fuente”. Abbott sostiene que las muertes infantiles no fueron el resultado de la fórmula producida en las instalaciones de Sturgis.
Como si fuera poco, mientras los padres de todo el país luchan por alimentar a sus hijos, el director ejecutivo de Abbott ganó 25 millones de dólares el año pasado.
Una crisis de reproducción social
El hecho de amamantar o alimentar a un bebé con fórmula depende completamente de las madres y padres. Existen innumerables razones por las que pueden preferir una forma de alimentación sobre otra, y hay muchas que enfrentan obstáculos para amamantar, que incluyen enfermedades, partos prematuros, baja o insuficiente producción de leche, mastitis crónica, entre otros. En todos estos casos el desarrollo de la fórmula moderna es literalmente un salvavidas.
Pero hay otros obstáculos que son imperdonables. Estados Unidos no proporciona condiciones para que las personas amamanten a sus hijos, incluso si así lo desean. Es un completo mito decir que la lactancia materna es de alguna manera "gratis". Como explica Quartz, “Hoy en día, los ingresos disponibles facilitan la compra de accesorios que alivian las molestias de amamantar: la almohada Boppy, los protectores de pezones, los ungüentos pegajosos contra las rozaduras. Pero nada es tan útil para comenzar y mantener la lactancia materna como el tiempo de una mujer”.
La lactancia materna lleva tiempo, mucho tiempo. Como explica Vox, la cantidad de tiempo dedicado a amamantar es casi el equivalente a un trabajo de tiempo completo, pero sin ningún tipo de pago.
El sexismo no solo borra el costo físico y emocional de la lactancia materna, sino que también borra su costos reales. Por un lado, minimiza el trabajo de la lactancia, lo que en última instancia significa que no considera que sea una tarea de cuidados que debería ser remunerada. Por otro lado, demoniza a quienes deciden darle leche de fórmula a sus hijos. Sin una licencia por maternidad paga garantizada, para muchas madres y padres no hay una opción real sobre si amamantar o no.
El CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades) es bastante claro al respecto. En un estudio de 2019, se encontró que las tasas de lactancia materna son más bajas para los bebés negros que para los bebés blancos, y la intersección de la raza y los ingresos hace que sea mucho más difícil para las afroamericanas amamantar a sus bebés: "Regresar al trabajo es otra barrera importante para el inicio y la continuación de la lactancia, particularmente para las mujeres negras. Los planes de una mujer para volver al trabajo están asociados con su intención de amamantar; específicamente, las mujeres que planeaban regresar al trabajo antes de las 12 semanas posteriores al parto, las que planeaban trabajar a tiempo completo, o ambas, eran menos propensas a tener la intención de amamantar exclusivamente... Las mujeres negras, especialmente aquellas con bajos ingresos, regresan al trabajo antes que las mujeres en otros grupos raciales/étnicos y es más probable que experimenten muchas dificultades para amamantar o extraer leche, incluidos horarios de trabajo inflexibles".
No es de extrañar que casi la mitad de la fórmula para bebés de EE. UU. se adquiera a través de WIC, y no es de extrañar que estas sean las personas más afectadas por la escasez. “Es menos probable que esas mujeres tengan flexibilidad en sus trabajos para poder extraer y extraer leche”, dijo la Dra. Ann Kellams, pediatra de la facultad de la Universidad de Virginia y presidenta de la junta de la Academia de Medicina de Lactancia Materna, y también son las que a más les costará encontrar leche de fórmula en este momento de escasez.
La reproducción social se refiere a las “tareas vitales” que las mujeres en particular se ven obligadas a asumir, incluidas, entre otras, el trabajo asalariado de cuidados y el trabajo doméstico. Son tareas esenciales, sin las cuales no podría existir una próxima generación de la clase trabajadora. Pero también suelen ser no remuneradas (p. ej., trabajo doméstico no remunerado en el hogar) o mal pagadas (p. ej., niñeras, incluso maestras, etc.). Desde quitar el acceso al cuidado de los niños hasta hacer que las mujeres trabajen más horas, el capitalismo erosiona la capacidad de la clase trabajadora para reproducirse. La escasez de fórmula para bebés es quizás el ejemplo más claro de la crisis de reproducción social del capitalismo: la gente ni siquiera puede alimentar a sus bebés.
Por licencias pagas y producción nacionalizada de leche de fórmula de distribución gratuita
Ante la crisis que provocó la falta de leche de fórmula, y con la mirada puesta en las elecciones legislativas de los próximos meses, Joe Biden invocó recientemente la Ley de Defensa de la Producción, que exigirá que los proveedores de los insumos básicos den preferencia a las empresas de fórmulas para bebés sobre otras. También permitirá que EE. UU. importe fórmula de otros países. Pero esta es una respuesta muy insuficiente a la crisis, una que podría haberse evitado fácilmente.
La escasez de fórmula es producto de un sistema capitalista que se basa en el trabajo no remunerado de las familias, especialmente de las madres, para reproducir una nueva generación de la clase trabajadora de la manera más barata posible. El capital quiere invertir lo menos posible en esta reproducción social (sin licencia por familiar pagada, sin cuidado infantil temprano universal, presupuestos de austeridad para las escuelas públicas, atención médica privatizada) mientras extrae tanto como sea posible.
Para resolver la actual crisis de la leche de fórmula, en particular para las familias de bajos ingresos, debemos luchar por la producción nacionalizada de fórmula para bebés. La fórmula debe satisfacer las necesidades de las familias, no proporcionar ganancias a los multimillonarios. También debemos mantenerlo bajo los más estrictos estándares de producción, en los que la muerte de dos bebes por negligencia sería imposible. La fórmula para bebés no debe comercializarse ni venderse; debe ser gratuita y un derecho básico para todas las madres y padres.
También debemos luchar por la licencia por maternidad remunerada para todas las familias; sólo entonces habrá una elección real sobre cómo alimentar a los bebés. |