Así se llama el informe de la Fundación Oxfam presentado este lunes, horas antes del Foro de Davos. Refleja con datos incuestionables cómo creció la riqueza en medio de la pandemia y la crisis alimentaria creciente. Antes del evento, el FMI adelantó que se vienen “más calamidades”. En los 4 días que durará, 60 mil personas morirán por falta de acceso a la salud.
El Foro Económico Mundial volverá a reunirse este lunes de forma presencial después de dos años. Como siempre será en Davos, Suiza. El evento reunirá a más de 2.000 líderes políticos, empresariales y distintas organizaciones de un mundo dominado por la pandemia del coronavirus y los efectos de la guerra en Ucrania.
Entre sus principales oradores estarán el canciller de Alemania, Olaf Scholz, el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky y la directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva. Fue ella la que, hace algunas horas, publicó un documento con definiciones preocupantes. "La economía global enfrenta quizás su mayor prueba desde la Segunda Guerra Mundial. Nos enfrentamos a una confluencia potencial de calamidades" dice.
La preocupación es cierta. La crisis internacional se profundiza con la guerra, los problemas energéticos, la inflación y otros problemas que arrastra la economía mundial. Pero los rostros de los líderes compartirán las muecas de preocupación con algunas sonrisas. Las calamidades son más tempano que tarde descargadas sobre los pueblos del mundo. Peor aún: para los capitalistas se transforman en oportunidades para hacer negocios.
Así lo confirma un informe de la ONG Oxfman publicado, justamente, en los inicios del Foro. El título resume los brutales datos que acumula la investigación: “Beneficiarse del sufrimiento”.
Allí desnuda, con datos incontrastables, cómo crece la pobreza extrema en el mundo, al mismo ritmo que la riqueza extrema. Si uno toma como parámetro la duración del Foro de Davos, 4 días, en ese tiempo las fortunas de los empresarios de la energía y de la alimentación aumentarán en dos mil millones de dólares. Si lo vemos del otro lado, 3 millones de personas caerán en la pobreza extrema. Morirán 60 mil personas por falta de acceso a los sistema de salud.
Todo eso pasará en solo 96 horas. Mientras los líderes proyectan sus power point sobre calamidades y precios de alimentos y energía. Mientras comen manjares reunidos en edificios luminosos y climatizados. “Qué bárbaro el aumento del trigo y el gas” dirán en 100 idiomas.
El informe de Oxfam retoma algo que se conoce: la pandemia significó una crisis sanitaria, social y económica, pero en ella se potenciaron las desigualdades entre las clases. El informe brinda nuevos datos que no dan otra cosa que bronca. Después de la pandemia:
Solo 10 personas poseen más que el 40% de la población global
Los multimillonarios se enriquecieron en los últimos 2 años lo que antes les había llevado 23 años
Los multimillonarios de la alimentación y la energía son 453.000 millones de dólares más ricos que hace dos años
263 millones de personas cayeron en la "pobreza extrema" en 2022
Surgieron 62 nuevos milmillonarios en la industria alimentaria
Esas ganancias y concentración están contribuyendo a la subida de los precios; se estima que en EEUU han influido en un 60 % al aumento de la inflación
Para tener otra imagen concreta, Oxfam lo resume así: “una persona perteneciente a la mitad más pobre de la población mundial tardaría 112 años en ganar lo que alguien del 1 % más rico en un año”.
Las crecientes fortunas no contradicen la preocupación de algunos de los líderes que estarán en Davos. Y de los que no estarán también. The Economist, uno de los diarios más conservadores e influyentes del mundo sacó estos días una editorial titulada: “La catástrofe alimentaria que se avecina”. Y agrega que “la guerra está inclinando a un mundo frágil hacia el hambre masiva”. Sin dejar de responsabilizar a Putin de toda la situación, olvidando el rol de la Otan en el conflicto, insiste en que “alimentar a un mundo frágil es asunto de todos”. Es que, con olfato de clase, sabe que todo puede convertirse en un combo explosivo. Las disputas comerciales pueden traer más tensiones geopolíticas, pero además desesperación y tensiones sociales: el hambre y los tarifazos han parido rebeliones a lo largo de la historia.
Al final del informe, Oxfam, sugiere que "los Gobiernos deben tomar medidas urgentes para poner freno a la riqueza extrema. Deben elevar sin demora la tributación sobre la riqueza, el capital y los beneficios “caídos del cielo” de grandes empresas, e invertir este dinero en la protección de la población con mayores necesidades y en la reducción de las desigualdades y el sufrimiento".
Es lo mismo que plantea la ONG cada Foro de Davos. Seguramente desde la buena voluntad. Pero siempre con el mismo resultado: Oxfam les habla con el corazón y los poderosos le contestan con el bolsillo. Tarifazos, inflación, hambre, precarización, guerras comerciales y ahora encima misiles.
La pandemia es el capitalismo. Las calamidades las genera el capitalismo. Un sistema basado, justamente, en la apropiación privada de todo lo que produce la humanidad. Que convierte en lucro los servicios básicos. Que transforma la salud en un negocio aún en la peor de las pandemias. Que le roba el tiempo y el fruto de su trabajo a trabajadoras y campesinos. Que llena barcos de alimentos delante de pibes hambrientos.
Los que enumera Oxfman son los mismos crímenes sociales que denunciaba Federico Engels en los inicios de la Revolución industrial: “cuando la sociedad quita a millares de seres humanos los medios de existencia indispensables entonces lo que se comete es un crimen”. A pesar del desarrollo de la ciencia y la tecnología, con servicios que podrían hacer mejor la vida de la población, del aumento de la productividad para alimentar al planeta, las desigualdades son tan criminales como hace un siglo y medio.
El contraste nos devuelve a un debate que generó el discurso de la vicepresidenta Cristina Kirchner, cuando afirmó que “el capitalismo se ha demostrado como el sistema más eficiente y eficaz para la producción de bienes y servicios”, solo hay que “regularlo, controlarlo”.
Como decíamos entonces, “es necesario plantear la perspectiva de un nuevo régimen económico y social, donde la propiedad de las grandes industrias, el transporte, la energía y el conjunto de los medios de producción deje de ser privada y pase a ser pública y social. Con esos medios de producción dirigidos por sus trabajadores y trabajadoras, de manera democrática, coordinando y planificando la producción y el funcionamiento en común con la población, en función de las necesidades de las mayorías. Una reorganización social de este tipo podría dar solución a problemas agudos, como el hambre que afecta a una gran porción de la sociedad”.
La clase trabajadora y los pobres del mundo necesita sus “foros”, reuniones y asambleas para discutir como terminar con este sistema criminal y pelear por esa nueva sociedad. Es la única salida.