No es ninguna novedad que la conocida “fast fashion” y en particular la empresa Shein, están sostenidas sobre la base de terribles condiciones para sus empleados, principalmente en países como China, Bangladesh, India, Camboya, Sri Lanka y Malasia.
Ante las denuncias en redes, Shein intentó "desmentir" aclarando que se trataba de información falsa a través de un comentario en uno de los videos subidos a Tik Tok.
Según un informe del grupo suizo de defensa suizo Public Eye, en seis fábricas de Guangzhou, China, donde nació la empresa, los trabajadores laboran 75 horas semanales. En dicho informe, puede verse además que los trabajadores cubren hasta tres turnos al día y cuentan únicamente con un descanso al mes.
Se estima que la empresa, valorada en 15 mil millones de dólares, tiene un aproximado de 10 mil millones de dólares de ganancia al año, su dueño es Chris Xu. La pandemia fue una gran oportunidad para el crecimiento como lo fue para muchas otras plataformas digitales, mientras para sus trabajadores y trabajadoras implicó mayor exigencia para cumplir los ritmos de producción.
En un artículo del 2021 de El Economista, se afirma que el problema de la Fast Fashion es la demanda de los consumidores que cada vez quieren más ropa y a menor precio, lo que según el autor obliga a las empresas a producir de manera masiva y productos de peor calidad, por lo que se trasladan las fábricas a países con menores regulaciones laborales.
Esto no podría estar más alejado de la realidad, pues no son los consumidores los responsables de esta lógica de producción, como si estos además estuviesen organizados o de manera consciente decidieran de conjunto cambiar sus preferencias de vestimenta.
Son las políticas neoliberales aplicadas por los gobiernos capitalistas tanto de los países imperialistas como de los países dependientes, que buscan acrecentar las ganancias de un puñado de empresarios, las responsables de generar necesidades ficticias a través de la propaganda que 24/7 hacen tanto en redes sociales, en espectaculares en las calles, en la televisión y la radio, destinando millones de dólares para fortalecer una ideología consumista.
Son también los responsables de las terribles condiciones que viven las y los trabajadores de empresas como Shein, que además está señalada como la empresa más contaminante por la cantidad de ropa que termina rápidamente convirtiéndose en basura.
Ante las terribles condiciones laborales y las consecuencias medioambientales de la fast fashion, una de las salidas que se plantea es dejar de consumir y comprar a empresas como Shein. Si bien esto es una posición ética que es válido tomar a nivel individual, es completamente impotente, pues no es la demanda la que mueve la oferta, como pretenden amplios sectores como El Economista.
Shein, Zara, HyM, Pull&Bear, Mango, entre muchas otras, llevan décadas produciendo no para satisfacer a los consumidores, sino para agrandar sus bolsillos. No producen según las necesidades, para empezar están dirigidas a distintos sectores que son capaces de comprarles.
La indignación que genera conocer las condiciones laborales de las y los trabajadores de estas empresas, debe llevar a la movilización y organización junto a las y los trabajadores de la industria textil, no solo en Asia, sino en nuestros propios países, para exigir condiciones laborales dignas, y para luchar por un mundo donde la producción responda realmente a las necesidades de las grandes mayorías y no de los empresarios. | 
