La diputada del Frente de Izquierda rindió un sentido homenaje a Darío Santillán y Maximiliano Kosteki en la sesión de la Cámara baja de este miércoles. Lo propio hizo su compañera de bancada Romina del Plá. A días de cumplirse veinte años de ese crimen de Estado, Bregman denunció la impunidad de sus responsables políticos, entre ellos Duhalde, Solá y el actual ministro de Seguridad Aníbal Fernández. Mirá las intervenciones de las diputadas.
Este miércoles, en el marco de una nueva sesión de la Cámara de Diputados de la Nación, desde la bancada del Frente de Izquierda y de los Trabajadores Unidad se pidió la palabra para homenajear a Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, víctimas de la Masacre de Avellaneda perpetrada por el Estado el 26 de junio de 2002 tras una brutal represión a una movilización de miles de trabajadoras y trabajadores desocupados en el Puente Pueyrredón. El homenaje estuvo a cargo de las diputadas Myriam Bregman (PTS-FITU) y Romina del Plá (PO-FITU).
“No hubo errores, no hubo excesos, fue todo planeado”
Bregman tomó la palabra para homenajear a Kosteki y Santillán, recordando que conoció personalmente a este último. Además contextualizó la movilización del 26 de junio como “hija” de un largo proceso de lucha obrera y popular a la que el Gobierno de Eduardo Duhalde había decidido reprimir con la máxima dureza. Y explicó por qué la Masacre de Avellaneda es ni más ni menos que un “crimen de Estado”. Acá su intervención completa.
“Se cumplen veinte años del asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, de la Masacre de Avellaneda. Un verdadero crimen de Estado. Conocí a Darío a principios de 2000, en la Zona Sur del conurbano, cuando asolaba la pobreza en esas zonas de nuestro país. Me había recibido (de abogada) y estaba convencida de que allí había que poner nuestra profesión, defendiendo a los luchadores y a las luchadoras que salían a pelear. Todas y cada una de las movilizaciones y cortes de ruta en que participábamos terminaban en represión.
Creo que la última vez que vi a Darío fue un día muy frío, en el barrio Don Orione. Después ya nos recuerdo yendo al Hospital Fiorito a averiguar quiénes eran los muertos y los heridos de bala que mencionaban por televisión. No nos dejaron llorar a Darío y a Maximiliano, también nos reprimieron en la puerta del hospital.
Esa movilización del 26 de junio fue hija de una serie innumerable de luchas y de movilizaciones que dábamos contra las consecuencias del gobierno de Menem, que algunos de acá (que si cumplieran los horarios estarían sentados acá al lado) todavía tienen la cara tan dura de reivindicar. Fueron hijas de las jornadas de diciembre de 2001 y de las políticas que por aquel momento imponía el FMI que algunas, como la presidenta del PRO Patricia Bullrich, implementaban con un ajuste feroz. Políticas que dejaban a miles y miles en la calle.
En una gran muestra de solidaridad de clase, aquella jornada del 26 de junio llevaba como consigna la defensa de Zanon y de todas las fábricas recuperadas por sus trabajadores y trabajadoras.
Para que se constituya un crimen de Estado se deben conjugar distintos elementos. Se necesita, ante todo, un discurso legitimante. Participé de las reuniones previas, donde se planeaba esa movilización, y veíamos con mucha preocupación lo que recibíamos a través de los medios de comunicación, cómo se hablaba de que los desocupados se habían reunido en una asamblea y allí se planeaba un ‘plan de desestabilización de la Argentina’. Llamo la atención sobre esto, porque este discurso vuelve a repetirse.
El 17 de junio, nueve días antes de la masacre, el señor Eduardo Duhalde convocó al gobernador Felipe Solá, a muchos miembros de las fuerzas federales, de las fuerzas provinciales, a los ministros de su gabinete, para delinear la marcha de los planes sociales y la ‘seguridad interna’. En esos encuentros participaron Juanjo Álvarez, (Jorge) Matskin, Alfredo Atanasof, el ministro de Defensa Jorge Vanossi. Y así se delineó el operativo conjunto que daría lugar a la masacre. No hubo errores, no hubo excesos, fue todo planeado.
Un segundo elemento es el rol de la Justicia, que los protegió y los protege hasta el día de hoy. En el día de ayer (por el martes 14 de junio, NdR) declararon el documentalista Patricio Escobar y el periodista Alejandro Bercovich, brindando información sobre lo que dijo Eduardo Duhalde en el documental que ellos realizaron (La crisis causó dos nuevas muerte, NdR). Allí dijo ‘di la orden de que no pasaran’ y agregó que ‘la gente no puede hacer lo que quiera’. Los periodistas hacen lo que la Justicia no. Y agradezco también, en este acto, al “Ruso” (Sergio) Kowalewski y a Pepe Mateos por sus fotografías que echaron luz y verdad.
Y el tercer elemento para que haya un crimen de Estado es que se planea la impunidad. Eso es lo que se hizo, lo que nos da tanta bronca y nos llena de odio. La impunidad de Duhalde, la impunidad de Aníbal Fernández que, además, lo ponen al mando de las fuerzas de seguridad. Las balas las puso el Estado y la decisión de reprimir fue de funcionarios concretos.
Por eso, mientras unos van a festejar los veinte años de la AEA, ese grupo de presión también formado al calor de esa crisis para tener representantes aún más directos de los grupos de poder, nosotros elegimos recordar a los que luchan. Como lo hicimos hace dos días en esta Cámara de Diputados con mis compañeros del Frente de Izquierda Unidad, con Alberto Santillán, con los compañeros de Darío y Maxi, para que siempre, siempre, esté presente el reclamo de Justicia.
La mejor manera de continuar la impunidad es mantener ocultos los archivos de la represión. Por eso queremos cerrar este homenaje exigiendo la apertura irrestricta de todos los archivos de la SIDE, de todos los archivos de la represión. ¡Darío y Maxi presentes!”
Obviamente el aplauso llegó sólo de la bancada del FITU, con silencio total de los bloques del Frente de Todos y de Juntos por el Cambio.
“Querían sacar la movilización de la calle y recomponer la autoridad perdida”
Romina del Plá habló luego de Bregman con el mismo objetivo de homenajear a Kosteki y Santillán. También contextualizó aquella jornada y denunció las responsabilidades políticas.
“Fue un crimen de Estado que tenía como objetivo sacar de las calles al movimiento piquetero independiente en el marco de una rebelión popular ante la bancarrota del país y sus brutales consecuencias. Era necesario para ese Estado sacar la movilización de la calle y recomponer la autoridad perdida por el Estado y los explotadores.
Con la ayuda de la Iglesia habían logrado meter a la CTA, a la CCC y a la FTV de Luis D’Elía dentro del Consejo Consultivo, pero no podían permitir que los movimientos piqueteros independientes siguieran movilizándose, aquellos que no aceptaban la cooptación del Estado. Había que aleccionarlos.
La Masacre de Avellaneda fue un operativo planificado desde la Presidencia de Duhalde y la gobernación de Solá por un Consejo de Seguridad comandado por un ‘gabinete de unidad nacional’ integrado por peronistas pero también por radicales, como (Horacio) Jaunarena y (Jorge) Vanossi (éste último activo inspirador de la operación).
La represión fue perpetrada por la Policía de la provincia de Buenos Aires, coordinada con otras fuerzas federales. La intervención de los servicios de inteligencia de la ex SIDE, a cargo de Carlos Soria y de Oscar Rodríguez, fue clave tanto en la infiltración de los movimientos piqueteros previamente como en el armado de la ficción que pretendió atribuirles a los piqueteros que se estaban ‘atacando entre ellos a tiros’. Por eso los 32 heridos de bala están heridos con balas 22, a propósito distribuidas entre las fuerzas represivas para disimular que no eran las fuerzas represivas.
Veinte años después la impunidad sigue vigente porque los responsables políticos no sólo no han sido juzgados sino que, como ya se ha mencionado, ocupan cargos políticos de la máxima consideración. A (Felipe) Solá se lo premió con todo tipo de candidaturas, inclusive con la Cancillería. A Aníbal Fernández ahora al frente del Ministerio de Seguridad, nada más ni nada menos. Imagínense que fue el primero que dijo que ésta era una ‘lucha armada’ que estaban preparando los piqueteros. Es el mismo ministro que, no nos olvidamos, acusó al Partido Obrero de incendiar trenes y dejó la zona liberada para la masacre en la que cayó Mariano Ferreyra asesinado por la patota de (José) Pedraza, protegido por la (Policía) Federal.
En esta impunidad hay un mensaje profundo: son fuerzas que siguen actuando y se preparan. Lo vemos cuando hay una clase capitalista que sigue haciendo sus negocios a costa de la mayoría de la población ocupada y desocupada.
Esa rebelión también dio lugar a grandes gestas obreras como la ocupación de las fábricas, que hoy son las gestiones obreras como Zanon y, en su momento Brukman, Grisinópolis y tantas otras”.
Del Plá concluyó reclamando la absolución de César Arakaki y de Daniel Ruiz, el desprocesamiento de Sebastián Copello y Juan Chorolque, perseguidos en Jujuy, y “el juicio y castigo a todos los responsables de la Masacre de Avellaneda. ¡Darío Santillán y Maximiliano Kosteki presentes, ahora y siempre!” Otra vez, el aplauso sólo provino desde el FITU y el silencio ensordecedor se mantuvo intacto en las bancadas del peronismo y de la oposición de derecha.