Los resultados de la segunda etapa del estudio, primavera-verano, vuelven a mostrar agrotóxicos en todas las matrices ambientales: agua, suelo, vegetación y aire. El estudio fue financiado comunitariamente y llevado adelante por organizaciones socioambientales y políticas. Con esta información, insisten en que la ordenanza de regulación de plaguicidas, consensuada por el concejo municipal, debe ser revisada.
El viernes 17 de junio, las organizaciones nucleadas en el Aporte para el Ambiente de Lobos (Junta Vecinal Laguna de Lobos, Casa de la Cultura de Lobos, Coplasa, Frente de Izquierda Unidad y Alianza Clima, Vida y Salud Lobos), informaron en conferencia de prensa los resultados de la segunda etapa, correspondiente al período primavera-verano. Con este muestreo finaliza el monitoreo anual ambiental financiado comunitariamente. Luego de los alarmantes resultados obtenidos en la primera etapa (otoño-invierno), la segunda reafirma la presencia de agrotóxicos, con gran diversidad.
Para esta segunda etapa se entregaron 25 muestras al laboratorio INTA Balcarce en Diciembre de 2021. En todas las matrices ambientales aparecieron rastros de agrotóxicos.
Entre los resultados, se destaca la presencia de 2,4 D (herbicida), AMPA (un producto de degradación del Glifosato) y Atrazina (herbicida), entre casi 30 moléculas de agrotóxicos y sus productos de degradación medidos en esta etapa del estudio.
En agua de red se midió 2,4D donde también se encontró arsénico en un nivel muy alto. Las y los referentes explicaron que “preocupa la convivencia del arsénico con plaguicidas, ya que ha sido constatado por la ciencia que se produce un aumento en el potencial tóxico del mismo y del glifosato, cuando ambos están presentes en el agua”. Y además “se desconoce si se potencia o no el efecto tóxico con otros plaguicidas”.
Para esta segunda etapa, las organizaciones no pudieron volver a tomar una muestra de la bomba n° 19, correspondiente a agua de red que llega a las casas, debido a que el municipio se negó a autorizarlo. Por esta razón, se tomaron muestras de tres domicilios particulares ubicados en zonas urbanas.
También se encontró y se midió 2,4D en sedimentos del Arroyo del Toro y en el agua de pozo de la Junta Vecinal de la Laguna de Lobos, con un valor que supera los niveles de la primera etapa, y está por encima de lo recomendado en la normativa de la Unión Europea.
En las granjas de producción agroecológica donde no se utilizan plaguicidas, se pudo medir niveles de 2,4D y AMPA, este último un producto de degradación del Glifosato. EL AMPA, apareció a su vez en el Canal Salgado, en la zona urbana de Lobos, donde según explicaron las organizaciones “se trata del sector que no recibe efluentes de desechos cloacales, domiciliarios ni industriales declarados”.
Por su parte, respecto de las muestras de material vegetal, las y los referentes informaron que se hallaron “los herbicidas Atrazina y 2,D en hojas del del arbolado urbano en cercanías de un jardín de infantes, una escuela primaria y una escuela secundaria. Esto implica que el tóxico estuvo en el aire cercano a estas instituciones educativas”.
Con los resultados de ambas etapas se encontraron en total “25 plaguicidas y 4 de sus productos de degradación, entre herbicidas, insecticidas, fungicidas y sinergistas”, en todos los sectores del ambiente donde se tomaron muestras: suelo, sedimento, materia vegetal y agua, ya sea de zonas rurales o urbanas.
Y afirmaron que “esto muestra la amplitud temporal y espacial en distribución de estos venenos y deja a la vista que los plaguicidas utilizados actualmente en la producción agroindustrial escapan de los lotes cultivados y llegan a distintos sectores del ambiente afectando la salud socio-ambiental”. En particular, “la población se encuentra expuesta de manera crónica a pequeñas dosis de mezclas de plaguicidas en agua, con el agravante de convivir con una elevada concentración de arsénico en el agua de red. Es decir que, aún cuando las concentraciones de químicos tóxicos sean muy bajas, la combinación entre ellos y la exposición diaria y constante en el tiempo a los mismos tiene consecuencias para la salud, como lo demuestra la información científica disponible y actualizada”.
Las organizaciones alertaron que “varios productos detectados y medidos en este estudio se encuentran incluso entre los permitidos para ser aplicados en la ‘zona de amortiguamiento’ propuesta en el Proyecto de Ordenanza que dejaron preparado los concejales antes del 10 de diciembre pasado para su tratamiento por el HCD de Lobos. En consecuencia, se vuelve prioritaria la necesidad de revisar las distancias de aplicación, considerando áreas sensibles (escuelas rurales, CAPS, zonas de bombeo de agua, etc.) como medida mínima e indispensable para asegurar la protección de la salud de las personas, los recursos vitales, así como otras actividades productivas y comerciales que se ven perjudicadas por el uso de estos productos contaminantes”.
Sin embargo, mientras se debatía la ordenanza, el gobierno municipal se negó a realizar un monitoreo como pedían las organizaciones y tampoco concedió apoyo al monitoreo surgido comunitariamente. Solo después de que se hicieran públicos los primeros resultados que mostraron la grave situación en toda la zona urbana y rural, desde el municipio se contrató al laboratorio Ceprocor para llevar adelante otro monitoreo.
Los concejales de Juntos por el Cambio y el Frente de Todos ya consensuaron un proyecto de regulación de agroquímicos. Aún no lo han sometido a votación porque el gobierno municipal busca "llevar tranquilidad a la población" con un monitoreo propio.
Pero el laboratorio Ceprocor es cuestionado por las organizaciones, que presentaron un informe en el que señalan que hay 20 moléculas de plaguicidas de uso actual que no se van estudiar (que sí son contempladas en el monitoreo de la comunidad) y que la sensibilidad de los equipos de Ceprocor no permite detectar bajas concentraciones, a diferencia de “los estudios realizados en INTA Balcarce, que toman el valor de referencia de la Unión Europea y pueden encontrar plaguicidas hasta en concentraciones muy bajas, mostrándonos que sí están presentes”.
El laboratorio INTA Balcarce, elegido por las organizaciones “por su compromiso ético de trabajo y de difusión como profesionales científicos”, toma valores de referencia de la Unión Europea porque la normativa nacional se encuentra desactualizada, en la misma no aparecen agrotóxicos de uso actual y se aceptan concentraciones perjudiciales para la salud, según los estudios científicos más recientes.
El estudio realizado en Lobos es un aporte valioso más allá del distrito, porque la misma situación se replica en otros pueblos fumigados del interior de la provincia y del país. En el pueblo vecino de Navarro, siguiendo este ejemplo, realizaron sus propios estudios y corroboraron la presencia de agrotóxicos en el ambiente.
En contraste con esta realidad, a nivel nacional se siguen aprobando semillas transgénicas, la más reciente el trigo HB4, para ser fumigadas con tóxicos aún más peligrosos como el glufosinato de amonio, pero la regulación de estos venenos queda en manos de los municipios, en función de una división arbitraria donde las distancias de fumigación cambian de un distrito a otro.
Ante los terribles efectos en la salud humana y ambiental de este modelo productivo, las comunidades se organizan para exigir regulación y cambios hacia otras formas productivas sin venenos como la agroecología. Lo único que impide hoy una transición hacia una forma de producir más sana y amigable con el ambiente son los intereses del agronegocio, que es política de Estado y tiene responsables políticos tanto en el Frente de Todos como en Juntos por el Cambio. Pero no solo es posible otro modelo, sino cada vez más necesario.