La Argentina se encuentra en una encrucijada cuyo resultado marcará la vida de las futuras generaciones. El conjunto de la clase capitalista se apresta a profundizar la explotación de la clase trabajadora, el saqueo de los recursos naturales, el atraso y la dependencia nacional. Ellos tienen su programa, pero están atravesados por una fuerte crisis política producto del fracaso de los últimos gobiernos de las dos grandes coaliciones, el de Macri por Juntos por el Cambio y el de Alberto Fernández por el Frente de Todos. Desde la clase trabajadora y el pueblo más explotado han surgido en estos años muestras claras de disposición a enfrentar los ataques al salario, a las jubilaciones, al trabajo y al derecho a la vivienda. La complicidad de las direcciones sindicales con este gobierno y el anterior ha impedido que esta fuerza se exprese en grandes paros nacionales y una huelga general que derrote el ajuste. Es de vital importancia que la clase trabajadora se dote de su propio programa de salida a la crisis en favor de las mayorías populares, para unir a las explotadas y los explotados que las burocracias dividen y aliarse al pueblo pobre, a la juventud que defiende el ambiente y la educación y al movimiento de mujeres y disidencias sexuales.
El XIXº Congreso del PTS pone a disposición de las distintas asambleas abiertas que nuestro partido está realizando y realizará a lo largo y lo ancho del país con la presencia de nuestras diputadas y diputados como Myriam Bregman, Nicolás del Caño, Alejandro Vilca este Manifiesto, para poder llegar a las organizaciones del pueblo trabajador y de la juventud con un programa que, como la historia nos enseñó, sólo podrá imponerse con la organización desde abajo y la lucha en la perspectiva de un gobierno de la clase trabajadora, que sea el inicio de la construcción de una sociedad socialista desde abajo, diametralmente opuesta a lo que nos propone el irracional y decadente capitalismo.
• Unidad de los trabajadores ocupados y desocupados para derrotar el ajuste del FMI, el gobierno, la oposición derechista y los empresarios
• Por una salida socialista a la crisis y la decadencia nacional
• Por un partido revolucionario de la clase trabajadora
El macrismo ganó las elecciones en 2015 con el agotamiento del ciclo kirchnerista iniciado en 2003. De las promesas de “pobreza cero” y la “lluvia de inversiones” a la realidad de una multiplicación de familias en situación de pobreza, una fuga colosal de capitales y un endeudamiento que hipoteca a las próximas generaciones por décadas. El gobierno de los empresarios dejó al país fundido, con más atraso y más dependencia del capital financiero internacional. Larreta, las distintas alas del radicalismo y Carrió fueron responsables de esta catástrofe.
Cristina Kirchner designó a Alberto Fernández como candidato a Presidente “para que se vaya la derecha”. Pero pasamos de las promesas de “vamos a recuperar lo perdido durante el macrismo”, a la realidad de mayor pobreza y desigualdad. Del “entre los bancos y los jubilados vamos a optar por los jubilados”, a eliminar la movilidad jubilatoria que por primera vez iba a favorecer a los magros haberes. De criticar el endeudamiento de Macri por ilegal y fraudulento, a un pacto de coloniaje con el FMI. De “vamos a volver a comer asado” al consumo más bajo de carne por persona desde 1920.
Cristina y La Cámpora pretenden diferenciarse de su gobierno para intentar resguardar algo de su capital político, luego de la gran derrota en las elecciones legislativas de 2021. Pero desde el primer día que asumió Alberto avalaron la eliminación de la movilidad jubilatoria y el presupuesto de ajuste de 2021 en el que se eliminó el IFE en medio de la segunda oleada de la pandemia. Pese a que tenían todos los resortes institucionales para trabar la ley que avaló el pacto con el FMI, dejaron correr para recién después criticar, y no convocaron a una sola movilización para enfrentarlo. Ahora intentan reposicionarse con un proyecto de ley para crear un fondo a través del blanqueo de capitales fugados al exterior… para, en vez de repudiarla, pagarle hasta el último centavo al FMI de la deuda que contrajo Macri.
El gran rebote de la economía en 2021 después del desplome de la pandemia se hizo aumentando la desigualdad entre un puñado de ricos y la inmensa mayoría de la población trabajadora. La mayoría de los puestos de trabajo creados son precarios y sin derechos laborales, mientras que el nivel salarial promedio está en un piso histórico. En este cuadro las grandes empresas y bancos no paran de multiplicar sus facturaciones y ganancias, un jolgorio mientras que el 60 por ciento de las niñas y niños que viven en el país hoy están en situación de pobreza.
En lo que va de la gestión de Alberto Fernández aumentaron la desigualdad y la precarización laboral particularmente de la juventud y se fomentó junto a la derecha de JxC la minería a cielo abierto en Mendoza y en Chubut, ambos proyectos derrotados por la movilización popular. Más allá de las discusiones públicas, todos los integrantes del Frente de Todos aceptan que hay que pagar la fraudulenta deuda con el FMI, al igual que la del Club de París (asumida por una dictadura militar), y por lo tanto aceptan atar todo el devenir del país a la voluntad del capital financiero internacional.
Ante el fracaso de ambas coaliciones políticas surgen personajes aberrantes como Milei, que con una pose disruptiva busca la adhesión de franjas de jóvenes y pequeños comerciantes hastiados de tantas mentiras para que sumen a sus huestes de extrema derecha. Parte de una realidad que la izquierda viene denunciando hace años: hay una casta política que vive con privilegios de todo tipo. Pero lo de Milei es una mera operación demagógica para evitar que el odio popular vaya contra la clase capitalista, la que soborna a sus políticos y jueces con un nivel de vida muy superior que la que puede disfrutar cualquier familia trabajadora, para que gobiernen y legislen a su servicio. La “libertad” que pregonan es para que los capitalistas puedan explotar más el trabajo ajeno sin ningún tipo de traba o regulación. Saben de sobra que no puede haber ninguna libertad para el que tiene que trabajar 10 o 12 horas diarias, para quienes ya no tienen fines de semana para descansar, para quien solo puede viajar del trabajo a la casa y viceversa, para las que luego de trabajar fuera de su casa siguen haciéndolo en la propia, para los millones a los que no les alcanzan sus ingresos para vivir una vida medianamente digna. Esta derecha extrema es, además, una reacción al histórico movimiento de mujeres que cambió la agenda e impuso después de décadas de lucha la ley del aborto seguro y gratuito. Lejos de ser “antisistema” derechizan aún más la “agenda” de la casta política: no casualmente Larreta salió a prohibir el lenguaje inclusivo en las escuelas de la CABA. Detrás de esa fachada supuestamente “rebelde” tienen el propósito de restaurar todos los valores reaccionarios, machistas y misóginos y al individualismo contra toda cooperación, fraternidad y sororidad.
La gran burguesía tiene un plan que pretende desplegar en su totalidad con un gobierno surgido en las elecciones del 2023 que, presumen, tendría mucho más poder político que el que cuenta hoy el alicaído Alberto Fernández. Este plan –auspiciado por el FMI- consiste en avanzar en el extractivismo para pagar la deuda y juntar los dólares que hacen falta para seguir garantizando los negocios capitalistas. A ese fin quieren destinar el aumento de la explotación del petróleo, gas, minería, litio, a la par que se amplía la frontera agraria para producir más soja, maíz y trigo para la exportación. La invasión rusa a Ucrania hizo subir los precios de los granos y derivados del petróleo. El plan de avanzar en hacer a la Argentina cada vez más un exportador de productos primarios (reprimarización) se ve alentado por la situación internacional. Aunque en los próximos años se lograran las inversiones necesarias para exportar el gas extraído en Vaca Muerta (una perspectiva que no se puede descartar), al igual que durante la Argentina oligárquica de principios del siglo XX los objetivos de las clases dominantes alientan aún más a la dualización del país, donde hay millones que “sobran” y que, a lo sumo, deberán subsistir con limosnas estatales como ciudadanos de segunda; y otro sector minoritario, ligado a estos grandes negocios, que podrá vivir mejor. En estos aspectos del plan de los grandes empresarios, no hay diferencias entre las distintas alas del Frente de Todos, incluido el kirchnerismo, y Juntos por el Cambio. También acuerdan en seguir profundizando la desregulación del mercado de trabajo (flexibilización laboral, cambios en el régimen de indemnizaciones, etc), aunque el peronismo quiere hacerlo vía reforma de los convenios y la derecha quiere debilitar aún más a los sindicatos y su potencial de lucha (por ejemplo declarando “tarea esencial” a la docencia y el transporte para evitar las huelgas). Hay una gran convergencia en el ataque contra el movimiento piquetero, para que los intendentes manejen los planes como punteros exigiendo una contraprestación de trabajo en los municipios con un salario que perfora los convenios.
La gran burguesía tiene además como programa bajarle impuestos a los ricos y subírselos al pueblo y realizar la tan mentada reforma previsional con la eliminación de los llamados “regímenes especiales” que cuentan los docentes y numerosos gremios, la eliminación de la moratoria para que se puedan jubilar aquellas y aquellos que no tienen 30 años de aportes (en su mayoría mujeres) y la suba de la edad para jubilarse, y un aumento exponencial en las tarifas de los servicios públicos, que intentará aplicar en el próximo período.
Este plan de guerra antiobrero y antinacional de los dueños del país lo pregonan en forma totalmente abierta a través de sus numerosos canales de televisión, en coloquios y convenciones (IDEA, UIA, AEA, etc). Todos los precandidatos de Juntos por el Cambio se pelean para ser ungidos como “El” o “La” candidato/a presidencial por la gran burguesía concentrada, en una carrera por ver quién es más de derecha para competirle también la intención de votos que tiene Milei. Macri, Patricia Bullrich y Larreta prometen que harán estas reformas unos en 24 y otros en 100 horas, mientras que del lado peronista se buscan reorganizar en el marco de las disputas abiertas en el gobierno, pero sin ningún plan alternativo al del FMI y la gran burguesía.
Pero la gran burguesía no las tiene todas favorables. La guerra en Ucrania no sólo plantea posibilidades de negocios para sectores de las clases dominantes argentinas, sino que a la par traen aparejados importantes nubarrones y crisis hoy por hoy impredecibles. La suba de las tasas de interés de la Reserva Federal de Estados Unidos marca una tendencia de salida de capitales de los países “emergentes” hacia destinos más seguros, lo que empeora la perspectiva de la Argentina: pese al acuerdo con los bonistas privados y luego con el FMI y el Club de París, el “riesgo país” está por las nubes no pudiendo acceder a créditos en dólares a nivel internacional para comprar los insumos para la producción. El financiamiento del tesoro se realiza emitiendo deuda en pesos atados a la inflación, la que se está convirtiendo en una verdadera bola de nieve y por eso los especuladores comienzan a dudar que se paguen los bonos sin mediar un “reperfilamiento” como el que realizó Macri. El derrotero de la construcción del gasoducto Néstor Kirchner es toda una metáfora de la situación en la que se encuentran las clases dominantes y su personal político.
El gobierno de Alberto y Cristina está prácticamente fracturado, con escasa autoridad para imponer medidas antipopulares de ataque directo. La oposición de derecha también se encuentra dividida en distintas fracciones sin que ninguna pueda imponerse sobre las otras (Macri/Bullrich, Larreta, los candidatos radicales, y los llamados “libertarios” por afuera). Esta fragmentación tiene prácticamente paralizado al Congreso, mientras que el antidemocrático Poder Judicial se tornó un coto de caza de las distintas camarillas políticas, lo que dificulta su rol de arbitraje entre las distintas fracciones burguesas. La crisis del régimen político expresa la debilidad de las clases dominantes para imponer sus verdaderos objetivos, un elemento que todas y todos los explotados y oprimidos deben tomar en cuenta como un haber para sus peleas.
Pero tampoco los explotadores la van a tener fácil si realmente creen que pueden aplicar semejante plan antinacional y antipopular sin que haya una reacción de distintos sectores de la clase trabajadora. Después de las elecciones legislativas de 2017 Macri creyó que podía ir por todo, incluyendo una ley de flexibilización laboral. Pero se encontró con una tremenda resistencia en las calles del Congreso en diciembre de ese año, que terminaron derrotando su plan de ataque. Durante 2020 y 2021 vimos cómo las trabajadoras y trabajadores de la salud en Neuquén se levantaron en defensa de sus salarios con un gran apoyo popular, cortando todas las rutas de Vaca Muerta para terminar conquistando sus demandas en contra de lo que había firmado el sindicato ATE. En Mendoza y las provincias vitivinícolas los trabajadores de ese sector se autoorganizaron y protagonizaron una pelea histórica, al igual que los obreros del citrus en Tucumán. Los trabajadores de distintas empresas tercerizadas del ferrocarril y de la distribución eléctrica también se organizaron para pelear por su pase a planta permanente. Estos son solo algunos ejemplos de los puntos de apoyo para avanzar, aún contra la voluntad de la dirigencia sindical burocrática.
El PTS en el Frente de Izquierda apoya todas las luchas contra la explotación y las opresiones de este régimen social y político. Cada triunfo que se logre contra la prepotencia patronal o estatal debe convertirse en punto de apoyo y moral para el resto del pueblo trabajador, como parte de una práctica y un programa que enfrente y ponga en cuestión el dominio del capital y su plan de guerra, junto con desarrollar las organizaciones democráticas propias del pueblo trabajador, que servirán como bases de un nuevo poder, un gobierno de las trabajadoras y los trabajadores. Desde cada posición conquistada en la autoorganización en fábricas, escuelas y establecimientos, les exigimos a las direcciones de los sindicatos, de la CGT y la CTA que rompan su subordinación al decadente gobierno del FdT y convoquen a un paro general por las reivindicaciones más sentidas de la clase trabajadora ocupada y desocupada, que sea el inicio de un plan de lucha preparatorio de una huelga general para derrotar el plan de hambre y entrega que impone el FMI y las grandes patronales.
En este Manifiesto destacamos sólo algunos de los principales puntos urgentes de un programa integral, que debe ser motivo de deliberación permanente de todas y todos los trabajadores que quieren acabar con este sistema de explotación y empezar a sentar las bases de una nueva organización social construida desde abajo, el socialismo.
Este programa incluye demandas antiimperialistas de defensa de la soberanía nacional, demandas vitales y consignas transicionales que cuestionan al sistema capitalista, con el que hay que acabar para que toda conquista no termine siendo efímera.
Le damos especial importancia al control obrero de la industria y los servicios como una escuela de economía nacional planificada al servicio de las necesidades populares y el desarrollo nacional. De ahí la necesidad de la autoorganización y la creación de organismos como comités de trabajadores y usuarios.
Las experiencias de las fábricas recuperadas como Zanon y MadyGraf, muestran la potencialidad y creatividad de la clase obrera como clase productora liberada de la tutela patronal, fundamental para construir ese futuro socialista, comunista, por el que luchamos.
Ellos tienen su programa, nosotros debemos tener el nuestro.
FUERA EL FMI
El pacto con el FMI aprobado en el Congreso con los votos de gran parte del Frente de Todos y la casi totalidad de la derecha de Juntos por el Cambio implica un salto en la subordinación nacional al capital financiero internacional. Los capitalistas y sus partidos son el sinónimo de más atraso, más dependencia nacional y más miseria para el pueblo.
El capital usurero internacional utiliza el mecanismo de la deuda como parte de un plan de expoliación del país, con una espiral de endeudamiento que pese a que se haya pagado tres veces (más de 600.000 millones de dólares desde 1975), se deben hoy 284.000 mil millones de dólares. El gobierno de Alberto y Cristina termina honrando la desastrosa deuda que tomó Macri y terminó en la fuga de más de 80.000 millones de dólares.
La deuda se fue incrementando a lo largo de las últimas cuatro décadas con la estatización de las deudas privadas de las grandes empresas (1982) o con la pesificación de las deudas en dólares de esas mismas 20 años después (2002), junto tremendas bicicletas financieras en los que los capitalistas venden dólares para ganar con altas tasas de interés y luego vuelven a comprarlos a un precio barato, para luego generar una corrida cambiaria, como sucedió numerosas veces en estas últimas décadas.
El pacto con el FMI ya afecta la vida del pueblo trabajador. La maquinaria recaudadora estatal está puesta al servicio de que el Banco Central comience a acumular reservas para recomenzar a pagar la deuda en 2025, en detrimento del desarrollo nacional, de la infraestructura escolar y de salud pública, de la construcción de viviendas para el más de un millón de familias con déficit habitacional, de los haberes jubilatorios y los sueldos estatales.
Las “revisiones” trimestrales del curso económico por parte del FMI implican un salto en la semicolonización del país. Cada tres meses desde Washington se podrá definir la suerte del gobierno y la economía, en el caso de que se rechacen las cuentas y se deje caer al país en el default. Es decir que el FMI se convierte así en el “gran elector” para las presidenciales del año que viene y en quien organiza la asignación de los recursos del país.
El pueblo trabajador no puede ni debe pagar esta tremenda factura. Nuestro planteo es el repudio y desconocimiento soberano de esta deuda usuraria, ilegítima y fraudulenta. A diferencia del kirchnerismo que propone “un fondo para pagarle al Fondo”, nuestro planteo es: No al Pago de la deuda con el FMI.
Los adversarios de la izquierda nos dicen que el no pago de la deuda implicaría un desastre para la economía, con saltos cambiarios, corridas bancarias y la no entrada de dólares para sostener la producción. La Argentina ya no recibe fondos del exterior aun habiendo acordado la reestructuración de la deuda privada y el pacto con el FMI. El capital financiero no desconoce que la deuda es impagable y que más temprano que tarde deberá haber una nueva reestructuración o directamente se caerá en el tan mentado default cuyas consecuencias querrán que las vuelva a pagar el pueblo trabajador. En 2026 habría que pagar 18.000 millones de dólares, cuando el superávit comercial de este año (2022) con precios internacionales por las nubes será de alrededor de 9.000 millones. Tampoco desconoce que para aplicar sus “reformas estructurales” deberán derrotar a la clase obrera y al pueblo. El desconocimiento soberano de la deuda debe ser parte de un programa integral, de una reorganización de la sociedad en base a los intereses del pueblo trabajador, con medidas de autodefensa nacional como las que planteamos en este Manifiesto, y como parte de una lucha internacional junto a los pueblos oprimidos por el imperialismo.
ACTUALIZACIÓN MENSUAL DE LOS SALARIOS Y JUBILACIONES Y RECUPERAR LO PERDIDO: BASTA DE PERDER FRENTE A LA INFLACIÓN
La aceleración de la inflación en 2022 profundiza la pulverización del salario real y por eso hay que tomar medidas para recuperar lo perdido y evitar que se siga perdiendo.
El promedio de la pérdida salarial desde 2018 (dos años de Macri Presidente y dos de Alberto Fernández) es del 21.7%. Los trabajadores informales tuvieron en estos cuatro años una caída real del 32.1%.
En los últimos diez años los trabajadores pobres pasaron de ser el 18% de la población ocupada a ser hoy el 28%. Pero esto es un promedio, porque esa tasa es más elevada para las mujeres y la juventud.
La participación de los trabajadores en los ingresos generados por la economía bajó del 51,8% en 2016 al 43,1% en 2021.
Queda más que claro que los ganadores netos son los capitalistas que incrementan sus tasas de ganancias proporcionalmente a la baja de los ingresos reales del pueblo trabajador, lo que se profundizó durante la pandemia.
Los capitalistas siempre hablan de que necesitan “seguridad jurídica” para desarrollar sus negocios. A quienes viven de la bicicleta financiera, el gobierno les vende bonos indexados mensualmente según la inflación. Para quienes vivimos de nuestro trabajo no hay ningún tipo de “seguridad”, por lo que deberemos imponerla con la lucha.
Según distintas consultoras la inflación de 2022 será de alrededor del 70% interanual en diciembre. Los salarios, calculan, crecerán 64% promedio, es decir, nuevamente quedarán debajo, una nueva transferencia de ingresos hacia las patronales.
Basta de seguir perdiendo el valor de nuestra fuerza de trabajo. Las organizaciones obreras tienen que plantearse como objetivo recuperar de inmediato la tajada salarial perdida en los últimos cuatro años. Que nadie gane menos de lo que cuesta una canasta básica ($100.000 al 31/5) en el camino de conquistar un mínimo equivalente al costo de una canasta familiar ($161.624 al 31/5 según ATE Indec). Los salarios, haberes jubilatorios y planes sociales deben ser actualizados mensualmente, en forma automática, según el índice del costo de vida.
CON EL HAMBRE NO SE JUEGA. CONTROL OBRERO DE LA INDUSTRIA ALIMENTICIA
Los capitalistas garantizan el mantenimiento de su tasa de ganancia incrementando los precios de las mercancías, con la única excepción del precio del salario. El “control de precios” por parte del gobierno parece un chiste: se aprovecha de la inflación para licuar (ajustar) aún más las jubilaciones, los salarios de los trabajadores estatales y los gastos corrientes del Estado para recaudar para el FMI. Entretanto es la familia obrera la que aumenta semana a semana sus privaciones de productos de primera necesidad. Las grandes empresas alimenticias, lácteas y frigoríficos que monopolizan el negocio dejan desabastecidas muchas de las góndolas de los “precios cuidados” que solo se pueden encontrar en las cadenas de supermercados, que equivalen a solo el 30% de las ventas. La clase trabajadora tiene el potencial de poder garantizar el abastecimiento a precios accesibles para toda la población. En primer lugar hay que acabar con los secretos comerciales y abrir toda la contabilidad de las empresas para develar el verdadero costo de los productos y poner toda la información al servicio de comités de trabajadores y sectores populares. Los trabajadores de las distintas empresas podrán contar con la colaboración de contadores públicos y técnicos para esta tarea. Esos mismos comités podrán detectar las maniobras y trampas de los capitalistas en todas las etapas de la cadena de comercialización e impedir que se lleven adelante. Las empresas que se nieguen a dar toda la información y sigan especulando con los precios y abastecimiento deberán ser nacionalizadas y puestas bajo la gestión de sus trabajadores en colaboración con profesionales de las universidades públicas, como parte de una planificación racional para acabar con el hambre y garantizar una alimentación de calidad.
BASTA DE PRECARIZACIÓN LABORAL
Durante el gobierno neoliberal de Carlos Menem en los noventa los capitalistas avanzaron en imponer distintas contrataciones de trabajo precarias que algunos denominaron entonces “contratos basura”. Los burgueses exigen “previsibilidad” para sus negocios a costa de la imprevisibilidad del trabajador, al que, aspiran, puedan echar cuando se les cante y sin pagarle un centavo. La recuperación económica de 2021 llevó al crecimiento de los asalariados no registrados y de supuestos “cuentapropistas”, en su mayoría jóvenes que trabajan en relación de dependencia pero facturan como monotributistas, lo que se denomina un verdadero fraude laboral. Los no registrados y los monotributistas bajo relación de dependencia no tienen licencias pagas por enfermedad, embarazo o estudio, no conocen lo que es el aguinaldo ni las vacaciones pagas y los pueden echar sin pagarle un centavo. Mientras levantan la bandera de la “flexibilización laboral” por ley, los capitalistas avanzan paso a paso aplastando las conquistas en un gran sector de la clase trabajadora. Pasaron doce años de gobiernos kirchneristas, luego el macrismo, y ahora el gobierno de Alberto y Cristina, y no sólo no se revierte esta situación, sino que se profundiza. Lo mismo sucede con las “tercerizaciones”, empresas o entidades estatales que contratan a una empresa para que sus trabajadores realicen tareas permanentes con salarios más bajos y peores condiciones laborales que las establecidas en el “convenio madre”.
Basta de precarización y fraude laboral. Pase a planta y bajo convenio de todas y todos los contratados y no registrados.
BASTA DE DEJAR LA VIDA EN EL TRABAJO. TRABAJO PARA TODXS. 6 HORAS, 5 DÍAS SIN REBAJA SALARIAL
La rebaja de la jornada laboral y salarios que alcancen para vivir son reclamos que despiertan creciente simpatía en diversos países.
En Argentina, la productividad del trabajo se duplicó en los últimos 50 años, pero la jornada legal de trabajo se mantuvo igual desde 1929 y el salario real cayó a la mitad desde su pico en 1974. Incluso hoy en muchas de las grandes fábricas se trabaja muchísimo más: para poder llegar a fin de mes, hay que matarse haciendo horas extras, o en el caso de las docentes y trabajadores de la salud, dobles turnos y hasta triple turnos, muchas veces en distintos establecimientos.
En el otro polo, millones (principalmente la juventud) trabajan precarizados, por salarios de hambre, en empresas tercerizadas o como monotributistas, cambiando de trabajo en trabajo, sin saber lo que son vacaciones pagas, obra social, aguinaldo.
Existe a su vez un movimiento piquetero masivo, de organizaciones sociales que agrupan a desocupados, desocupadas y sectores de trabajadores precarios que lucha por la asistencia social del Estado pero también reclama trabajo genuino.
Se entiende así por qué la campaña del PTS en el FITU por la jornada laboral de 6 horas, 5 días a la semana, sin rebaja salarial, para generar puestos de trabajo para todos y todas, fue y es bien recibida por amplias franjas de jóvenes y trabajadores, junto a la lucha por un salario mínimo que cubra la canasta familiar y no pierda frente a la inflación.
Para evitar que la reducción de la jornada sea utilizada por los patrones, reduciendo la jornada, pero aumentando la flexibilización y los ritmos de trabajo, haciendo que los trabajadores garanticen la misma producción en menos horas, hay que poner en pie comités especiales de control de la flexibilidad y los ritmos de trabajo. Para que los obreros no sólo decidan qué se produce, sino cómo se produce. Para realizar estas tareas es fundamental la unidad obrera y popular con los estudiantes, profesionales y científicos de las universidades de todo el país. Son ellos los que pueden aportar sus conocimientos técnicos, científicos y sociales al servicio de las grandes mayorías cómo ya lo están haciendo las universidades del COMAUHE y la UNGS a través de convenios con las fábricas recuperadas bajo gestión obrera Zanon y Madygraf.
Esta lucha la entendemos en la perspectiva socialista de la reducción del tiempo de trabajo al mínimo necesario, repartiendo las horas entre todas las personas adultas en condiciones de trabajar, que no sólo permitiría más tiempo para la formación, la vida social y familiar, el ocio, el arte y la cultura, sino también para la gestión democrática de los propios lugares de trabajo, de estudio y de administración de toda la sociedad. Esto será posible utilizando racional y democráticamente los enormes avances tecnológicos actuales y futuros.
Además de la reducción de la jornada laboral hay que avanzar en la reducción y socialización del trabajo en el hogar, es decir, de todas las tareas domésticas y de cuidado, que hoy recaen mayormente sobre las mujeres. Por eso proponemos centros de infancia gratuitas en todos los lugares de trabajo y estudio, como también otros servicios comunitarios en el camino de lograr la socialización del trabajo doméstico y de cuidados.
A la vez, las mujeres y las disidencias sexuales son los sectores más precarizados, quienes más sufren la desocupación, los bajos salarios y la violencia de género. Por eso, reivindicando las conquistas del movimiento de mujeres, como fue la legalización del aborto, proponemos la conformación de comisiones de mujeres y disidencias sexuales en todos los lugares de estudio, trabajo y en las luchas, para lograr todos los derechos que nos faltan.
PLAN DE OBRAS PÚBLICAS: CONSTRUCCIÓN DE VIVIENDAS
Los recursos nacionales se utilizan para subsidiar a los capitalistas y no para resolver las necesidades básicas de infraestructura del pueblo trabajador, desde redes de agua potable y cloacas, gas domiciliario, asfalto, escuelas y hospitales de calidad. La falta de vivienda es un drama que padecen más de 2 millones de familias, mientras que los ricos se asientan en countries y utilizan cientos de hectáreas de las mejores tierras para sus partidos de golf. En decenas de lugares en todo el país, familias sin techo -muchas de ellas, con una mujer sola a cargo de sus hijas e hijos- toman tierras para construir sus viviendas, mientras que el Estado los reprime, como hicieron Kicillof y Berni en Guernica.
Está planteado luchar por un plan nacional de obras públicas controlado por los trabajadores y vecinos populares, dándole trabajo a decenas de miles de trabajadores desocupados para al servicio de las necesidades del pueblo.
EL ESTADO GARANTIZA LA FUGA DE LAS DIVISAS. NACIONALIZACIÓN COMPLETA DEL COMERCIO EXTERIOR
La cobertura ideológica para seguir ajustando el nivel de vida del pueblo trabajador es la que dice que faltan dólares en la Argentina. Entre 2020 y 2021 a pesar de todas las maniobras legales e ilegales de importadores y exportadores, la Argentina tuvo un superávit comercial (diferencia entre lo que se exporta e importa) positivo de 28.000 millones de dólares. Sin embargo a fines de 2021 las arcas del Banco Central estaban vacías. Hoy, con precios récord de la soja, sigue pasando lo mismo.
El comercio exterior está manejado por un puñado de empresas, en su mayoría extranjeras. Los exportadores de granos tienen puertos privados desde donde declaran a sola firma cuántas toneladas de oleaginosas o harinas exportan (subfacturación), sin casi ningún control estatal, y con la fecha que más les convenga según los precios internacionales para pagar menos retenciones. Es un hecho público que miles de toneladas se sacan vía Paraguay o Uruguay para directamente evadir la totalidad del pago de retenciones.
Los importadores con maniobras de sobrefacturación también a sola firma piden comprar dólares a precio oficial para traer supuestas mercancías del exterior, que pueden vender en los mercados paralelos y hacerse un 80/100% de ganancias con un chasquido de dedos. En apenas dos años de la gestión Fernández, el Banco Central le entregó 21,2 mil millones de dólares baratos al sector privado para pagar el endeudamiento en dólares que contrajo durante el gobierno de Macri, muchas veces “auto-deudas” para conseguir dólares al precio oficial. A eso se suma, un nivel de importaciones fabuloso, de casi 7 mil millones de dólares en marzo y abril, acumulando stock comprado a dólar barato, esperando una devaluación. Entre los ganadores del modelo, aparecen los productores de autos y textiles, que aumentaron los precios en 266% y 248% en dos años y medio, cuando la inflación acumulada en ese periodo fue de 162%.
Un desfalco por dónde se lo mire.
Y como si esto fuera poco, los exportadores venden el alimento que se produce en la Argentina al precio internacional. La guerra en Ucrania hizo aumentar más del 30% el precio del trigo, base de la alimentación de los sectores populares.
Cristina Fernández denunció muchas de estas maniobras, pero su “solución” es nada más que “articular más adecuadamente al Banco Central, el Ministerio de la Producción, la AFIP y la Aduana”, algo que podrá regular un poco más la fuga de dólares pero no resuelve el problema dejando agujeros por donde los exportadores e importadores podrán seguir con sus maniobras contra la nación.
Luchamos por el monopolio estatal del comercio exterior bajo el control de los trabajadores para terminar con todas las maniobras legales o ilegales que un puñado de empresas realiza, para resguardar las divisas evitando devaluaciones que multiplicarán la inflación y utilizarlas al servicio de una planificación democrática de la economía y para garantizar a un precio accesible los alimentos en la mesa de todas las familias.
Asimismo por la nacionalización del sistema bancario en un banco único estatal gestionado por sus trabajadoras y trabajadores, para que los depósitos particulares no terminen siendo expropiados como sucedió con el plan Bonex de 1991 o el “corralito” de 2001, evitar la fuga de capitales y poner el ahorro nacional al servicio de crear créditos baratos para los pequeños comerciantes y la compra de viviendas.
BASTA DE SAQUEO Y DESTRUCCIÓN CAPITALISTA DEL AMBIENTE. NACIONALIZACIÓN INTEGRAL DE LA INDUSTRIA ENERGÉTICA
La guerra en Ucrania y el “affaire” producido en el seno del gobierno con el ya famoso gasoducto Néstor Kirchner pusieron en el tapete la discusión sobre una “ventana de oportunidad” que tendría la Argentina con la explotación de Vaca Muerta (gas y petróleo), además de la recaudación vía los precios internacionales de las oleaginosas.
La “ventana de oportunidad”, de concretarse, es para las grandes corporaciones petroleras, en la Argentina moldeada por los capitalistas, es decir bajo el influjo del capital financiero internacional y en la que las divisas que podrían ingresar en los próximos años se sigan yendo por la “puerta giratoria” del comercio exterior en manos de un oligopolio de grandes empresas, en su mayoría extranjeras.
Además del ejemplo de la Argentina oligárquica de principios del siglo XX, tenemos ejemplos mucho más cercanos. Durante gran parte de los 12 años de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, los precios de los “commodities” fueron récord. Sin embargo nunca la pobreza bajó del 23 % y se profundizó la precarización laboral. Los márgenes de ganancias de los dueños de los campos, pooles de siembra y exportadoras no redituaron en un desarrollo nacional sino que se fueron en la fuga de capitales y la especulación inmobiliaria.
Lo mismo ocurre con los precios del gas y el petróleo. Como todo en el capitalismo la política energética está pensada en función de la ganancia empresaria y no de las necesidades de la mayoría o del cuidado del ambiente. Y en eso no hay “grieta” entre las fracciones del oficialismo y la oposición de derecha de Juntos por el Cambio. Hasta los propios Milei y Espert, alientan este modelo, el único que puede ofrecer un capitalismo dependiente con rasgos semicoloniales como el argentino.
Si se corriera el lucro de la ecuación, sería totalmente irracional seguir apostando a la producción de combustibles fósiles mientras existe un consenso científico a nivel mundial alrededor de que son los principales responsables del calentamiento global. Por otra parte, la técnica del fracking produce una serie de impactos ambientales irreversibles, como la acumulación de residuos tóxicos en basureros petroleros, la contaminación de millones de litros de agua por pozo en un contexto de emergencia hídrica, la aparición de sismos inducidos que ponen en riesgo a la población de Sauzal Bonito, entre otros. Como resultado de esa técnica dañina, la industria hidrocarburífera neuquina incrementó la cantidad de incidentes ambientales, llegando a al menos 9.242 desde 2015. El ritmo de los derrames de crudo, agua contaminada, fugas de gases y otros desastres, se duplicó en los últimos cinco años. Durante el año 2021 ocurrieron al menos 2049 incidentes ambientales. Un promedio de 5,6 por día.
Al negocio lo manejan un grupo de empresas multinacionales y nacionales que fueron y son subsidiadas por el Estado a través de diversos mecanismos, como Tecpetrol (Techint), PAE (asociada con chinos y británicos), Pampa Energía (con Mindlin y también con accionistas del exterior) junto a petroleras extranjeras, como Chevron, Total, Shell o Sinopec. YPF es controlada por el estado pero tiene mitad de accionistas privados, incluyendo fondos buitres.
La matriz energética primaria argentina, depende en un 85% de combustibles fósiles (55% gas, 29% petróleo y 1% carbón). El gas también es la fuente de generación eléctrica más importante. El 55% de la energía eléctrica se produce quemando gas, y otro 6% quemando gasoil, fueloil y carbón. Es decir que el 61% de la generación eléctrica es quema de fósiles.
Y a la par -en pleno siglo XXI- el 40 % de los hogares del país no cuenta con red de gas natural para cocinar y pasar los inviernos.
Es evidente que el actual esquema en manos de un puñado de empresas que sólo buscan maximizar sus ganancias no sirve ni servirá para resolver las necesidades básicas del pueblo y emprender una verdadera transición energética. Todo lo contrario.
Por eso la lucha tiene que estar dirigida a una nacionalización integral de toda la industria energética bajo la gestión de sus trabajadores, profesionales y expertos de las universidades públicas, y comunidades afectadas en los distintos territorios. Sólo así se podrá planificar racionalmente una transición energética verdaderamente justa, desde abajo, que garantice el acceso a la energía para todas las familias, superando las técnicas destructivas del ambiente en el camino de desfosilizar la matriz energética. Esa transición debería conservar y crear nuevos puestos de trabajo, decidiendo qué fuentes de generación de energía se utilizarán en cada zona, con qué financiamiento y para qué usos. De esa forma se podría sustituir las importaciones de gas que son una constante todos los inviernos desde hace una década, otra fuente de la salida de divisas del país.
Esa transición que debería estar relacionada con medidas de eficiencia energética en las principales empresas e industrias, en los planes de construcción y mejoramiento de viviendas (incorporando tecnología para el aprovechamiento de la energía solar), la estatización del transporte para que sus trabajadores realicen una planificación para reducir la movilidad individual y el consumo de combustibles líquidos, entre otras medidas que será necesario debatir pública y democráticamente y como parte de una pelea que ineludiblemente deberá ser en conjunto con las y los trabajadores y los pueblos del mundo, para enfrentar la destrucción capitalista del ambiente.
Esta, como toda nacionalización desde una perspectiva socialista, debe ser parte de una transición hacia la gestión de la economía por parte de los trabajadores y, por esta vía, a una planificación del desarrollo nacional. Esta perspectiva plantea el gobierno de las y los trabajadores y el pueblo explotado y oprimido.
BASTA DE BUROCRACIA SINDICAL. RECUPEREMOS NUESTROS SINDICATOS
Pese a la pérdida histórica del salario real de los últimos cinco años, todas las alas de la dirigencia sindical burocrática se alinearon con el gobierno, y no convocaron a una sola medida de lucha para frenar el ajuste salarial, dejando en soledad al movimiento piquetero independiente que se manifiesta en las calles por sus demandas, a los trabajadores y trabajadoras de la salud de Neuquén, a los vitivinícolas y del citrus de Mendoza y Tucumán, a los millones de trabajadores no registrados o bajo el fraude laboral. El único interés de esta casta burocrática es defender sus privilegios millonarios, mientras fomentan las divisiones en la clase trabajadora y vacían cada vez más a las organizaciones sindicales. Hay sectores de la burocracia que son críticos con algunas de las políticas del gobierno y que posan de combativos, como Moyano en Camioneros y las CTA. Es necesario organizarse en cada lugar de trabajo para exigirles que, aún para imponer sus limitadas reivindicaciones, pasen de los dichos a los hechos y convoquen a una lucha seria por las distintas demandas.
El Movimiento de Agrupaciones Clasistas que impulsa el PTS lucha por crear comités y agrupaciones de organización y acción para recuperar los sindicatos para las y los trabajadores, para que se integren allí a los desocupados y trabajadores precarios, garantizando una plena democracia sindical, impulsando una amplia autoorganización y el frente único obrero a los grandes sindicatos. ¡Abajo la burocracia sindical!
LA LIBERTAD SÓLO PODRÁ CONQUISTARSE CON EL SOCIALISMO, DESDE ABAJO. EL CAPITALISMO ES ESCLAVITUD LABORAL Y DESTRUCCIÓN DEL AMBIENTE
Milei y los suyos sostienen que el socialismo es parte del pasado, algo que comparten casi todos los referentes de los principales partidos del país, junto con la mayoría del periodismo. A la par, Cristina Fernández asegura que “el capitalismo es el sistema más eficiente y eficaz para la producción de bienes y servicios”. Coinciden en una gran falacia: el socialismo fue una experiencia fracasada y ya no volverá. Después vienen las diferencias. Los “libertarios” plantean la libertad total para que el capitalista pueda explotar sin ninguna regulación, mientras que Cristina sostiene lo contrario: al capitalismo hay que regularlo.
Lo que fracasó e inevitablemente nos llevará a nuevas crisis y guerras si no lo paramos, es el capitalismo en todas sus formas. Para Milei se deben poder comercializar hasta los propios órganos del cuerpo humano, y plantea como “derecho” individual el morirse de hambre, algo tan absurdo como aberrante, mientras sostiene ante un embarazo no deseado que las mujeres deben llevarlo a término obligatoriamente. Cristina en cambio plantea que al capitalismo se lo puede de alguna manera “domar” o humanizar, con regulaciones desde el Estado, para así poder redistribuir un tanto la riqueza y no se la queden toda los empresarios. Pero contradictoriamente la vicepresidenta reconoce que “el otro poder está afuera: mercados, monopolios, oligopolios, poder financiero internacional, nada de eso figura en nuestras Constituciones. Y lo peor de todo es que cuando las sociedades cada cuatro años o cada dos años eligen a sus representantes, no juzgan a ninguno de esos poderes, los juzgan a los que están sentados en las bancas (diputados), que mucho, mucho, mucho tampoco pueden hacer”.
Es que el capital vota todos los días al servicio del lucro individual de unos pocos. Los 12 años del capitalismo regulado de Cristina no pudieron siquiera bajar la pobreza a menos del 23 %, pero sí aumentar la precarización laboral, sostener la extranjerización de las principales empresas, las jornadas extenuantes de trabajo, mantener la mayoría de las privatizaciones menemistas y un “modelo” basado en la soja y el extractivismo, mientras se intentó acordar con los fondos buitre poniéndose bajo el arbitrio de un juez de Nueva York, y se volvió a pactar el ominoso pago de la deuda odiosa con el Club de París, entre otras medidas antinacionales. La elección de Alberto como candidato del Frente de Todos tuvo un claro destino: acordar con el FMI, como finalmente se hizo. Con 12 años de capitalismo regulado no se pudo volver siquiera a los niveles salariales reales de la década de los ochenta.
El peronismo pregona como “panacea” el “50/50”, mitad de la torta para la clase trabajadora y la otra mitad para los empresarios, cuando éstos son una ínfima minoría que, además, vive del trabajo ajeno.
En los últimos 45 años se pasó en la Argentina de un índice de pobreza del 5% (1975) al 40% actual, mientras que el salario promedio se desplomó en ese mismo período en un 50%. Después de cada crisis y quiebra nacional, como la de 1989/91 o la de 2001/02, viene un ciclo de recuperación, pero las mayorías nunca terminan de recuperar todo lo perdido.
El capitalismo es un sistema irracional por donde se lo mire. Su motor es el lucro privado y no las necesidades de los pueblos. Se construyen viviendas para la especulación inmobiliaria, mientras millones sufren el déficit habitacional. Los productos y dispositivos eléctricos y electrónicos se producen para que tengan corta duración, aumentando la expoliación de los recursos naturales sin ningún plan de cuidado y produciendo millones de toneladas de desechos tóxicos. Hace décadas se sabe fehacientemente que la quema de combustibles fósiles y la ganadería industrial son elementos claves en el calentamiento global, y sin embargo año a año se siguen emitiendo cada vez más gases de efecto invernadero.
En todas las variantes del capitalismo existe el “emprendedor” individual que es quien supuestamente “da trabajo” al resto de la sociedad, cuando en realidad lo que hace es usufructuar el trabajo y el conocimiento ajeno de los verdaderos y únicos productores, las y los trabajadores. Las experiencias de las empresas recuperadas por sus trabajadores como Zanon y Madygraf son la expresión de que se puede producir sin patrones, pero los patrones no pueden hacer nada sin los trabajadores. En la cooperación fluye la creatividad y la inventiva, que en vez de ser coto de caza de unos pocos burgueses, se convierte en un bien social.
La clase obrera tiene un enorme poder potencial. Maneja los principales resortes de la economía, la producción, el transporte y los servicios. Los trabajadores y las trabajadoras no sólo venden su fuerza de trabajo para que el patrón se apropie con el excedente que no les paga y ellos/as obtengan un salario que apenas sirva para su subsistencia, para que al día siguiente vuelvan a su lugar de trabajo. La clase trabajadora también es la única clase productora, vital para el desarrollo y la reorganización de cualquier sociedad, y la única que puede arrebatarles el poder a los capitalistas por su ubicación estratégica en los centros de producción y de servicios y por su capacidad creadora. Por eso es clave garantizar la independencia política de los trabajadores.
Nuestros detractores se basan en el fracaso del socialismo en su solo país gobernado por arriba por burocracias privilegiadas y en forma autoritaria. El socialismo por el cual luchamos no tiene nada que ver con la experiencia del estalinismo: es un socialismo construido desde abajo, con la autoorganización de las y los trabajadores y sectores populares que van a decidir sobre su propio destino y el de toda la sociedad. Un sistema que pondrá las bases para garantizar una verdadera libertad: una sociedad donde el reparto de las horas de trabajo disponibles entre toda la población adulta -y los avances de la tecnología puestos al servicio de la sociedad y no de la ganancia- permitan cada vez más tiempo libre para que el disfrute y la creatividad sean moneda corriente.
El régimen político es una máscara de la dictadura de los capitalistas, que son los verdaderos dueños del país, los que deciden, ahora con el FMI en el trono. Para la mayoría la única democracia es ir a votar cada dos o cuatro años, mientras los explotadores son los que manejan todo.
Nuestro programa culmina en la toma del poder por parte de la clase trabajadora, para comenzar a construir el socialismo, lo que sólo podrá desarrollarse a nivel internacional. Las organizaciones democráticas de las y los trabajadores que se vayan creando al calor de lucha, serán las bases de un nuevo Estado que será mil veces más democrático que cualquier democracia burguesa conocida y cuyo fin será su propia disolución en la medida que avance la construcción del socialismo terminando con la sociedad dividida en clases.
Las clases dominantes tienen sus fuerzas armadas y de seguridad y todo tipo de bandas violentas, que no dudarán en utilizar para defender sus privilegios. En su camino de lucha, la clase trabajadora deberá dotarse de mecanismos para autodefenderse de todo ataque, y para defender cada una de las conquistas que se vayan logrando.
El futuro es socialista, o de lo contrario se profundizará la barbarie y la destrucción de la vida en nuestro planeta. Este futuro solo es posible derrotando a los capitalistas y su Estado mediante la revolución social.
ORGANICEMOS UNA GRAN FUERZA MILITANTE SOCIALISTA CON ASAMBLEAS Y NUEVOS LOCALES EN TODO EL PAIS
Nos proponemos organizar asambleas y abrir nuevos locales y casas culturales socialistas en las principales barriadas, municipios y ciudades del país, para construir una gran fuerza militante socialista. Para vencer a sus burócratas amigos en los sindicatos y centros de estudiantes. Para impulsar la unidad de lo que todos los días pretenden dividir: las filas de las y los trabajadores ocupados, precarizados y desocupados con todos los sectores oprimidos. Para seguir conquistando tribunas en el parlamento que impulsen la movilización extraparlamentaria contra los partidos de los empresarios. Para combatir las ideas con las que los políticos e intelectuales del régimen buscan formar la conciencia de millones para que se resignen a seguir siendo esclavos y poner las ideas del socialismo a la ofensiva.
Utilizamos las precandidaturas de Myriam Bregman y Alejandro Vilca que estamos poniendo a disposición de nuestro Frente de Izquierda Unidad, las tribunas electorales y los cargos legislativos que hemos conquistado y conquistaremos con el FIT-U para fortalecer esta lucha, al servicio de las huelgas y la movilización extraparlamentaria en las calles de los trabajadores, las mujeres y la juventud, y como un medio más para el objetivo de derrotar a los empresarios, sus políticos y su Estado.
Vamos a multiplicar las asambleas y locales del PTS en el FIT-U, en particular en aquellas ciudades y municipios donde existe una mayor crisis del peronismo con su propia base en sectores de la clase trabajadora y el pueblo pobre. Lo haremos en el camino de forjar un poderoso partido revolucionario de la clase trabajadora, con militantes conscientes que puedan llegar a millones y preparar y organizar esta lucha para pasar del reino de la necesidad al reino de la verdadera libertad.
XIXº CONGRESO DEL PTS EN EL FIT-U
20 de junio de 2022 |