Fotografía : Reuters
El cálculo político que llevó a la renuncia de Tsipras parece bastante transparente. El primer ministro griego había perdido su mayoría parlamentaria y venía gobernando de hecho con los votos de la oposición, centralmente de Nueva Democracia, To Potami y Pasok, con los que se aprobó el tercer memorandum del ajuste exigido por la troika. En la última votación, el viernes pasado, casi un tercio de los diputados de Syriza, 43 de 149, o votaron en contra o se abstuvieron.
Con su renuncia y el llamado a elecciones anticipadas, para el 20 de septiembre, Tsipras busca homogeneizar a Syriza detrás de su línea de arrodillarse ante la Unión Europea y el FMI, sacándose de encima a los diputados díscolos de la “Plataforma de Izquierda” de su partido.
Obviamente espera ganar. Para esto se basa en datos de las últimas encuestas que le dan un 61% de aprobación, y en la percepción de que, ante la falta de alternativas serias por izquierda y el agobio de seis años de crisis, primen la resignación y la pasividad.
El otro partido que retiene un caudal importante de votos es Nueva Democracia, aunque no le alcanza para superar a Tsipras. El PASOK no cuenta y Aurora Dorada, el partido de la derecha fascista, no parece en condiciones de emerger.
En cuanto a la izquierda de Syriza ha demostrado no ser un peligro serio para los planes de los capitalistas griegos ni de sus socios-jefes europeos. En lo que va de la crisis ha quedado claro que no tiene fuerza orgánica entre los trabajadores como para desafiar los planes de ajuste y tomar las medidas anticapitalistas elementales para evitar que la crisis, una vez más, sea descargada sobre los asalariados y los sectores pauperizados. Es más, hay sectores de esta izquierda que ya proponen un nuevo mejunje que una a todos los que están en contra del ajuste (¿no era esto Syriza?) o eventualmente en contra del euro, sin distinción de clase ni de programa. Parece que no sacaron ninguna conclusión de su participación en Syriza y en su gobierno.
Es una incógnita si el Partido Comunista Griego podrá capitalizar algo de esta crisis, pero aunque así fuera, por su política sectaria y su estrategia de colaboración de clases –conocida por su larga tradición- no ofrecería ninguna salida.
La elección del momento de la renuncia tampoco parece casual. Los representantes de los acreedores acaban de liberar el primer tramo del tercer rescate, 26.000 millones de los cuales 13.000 ya están gastados en repagar a los mismos acreedores y recapitalizar a los bancos, que estaban en muy mala forma financiera luego del “corralito”. Tsipras espera contar a su favor con las noticias “positivas” de haber evitado una catástrofe del default, pero sin que aún se noten plenamente los efectos de los ajustes –el aumento del IVA, los despidos, la liquidación de las negociaciones colectivas de los trabajadores.
Si esto es así, el próximo gobierno de Syriza, convertido sin culpa en un nuevo partido del ajuste, probablemente también cambie su base social: menos asalariados y más sectores medios acomodados.
Es muy pronto aún para saber cómo transcurrirá este mes. Siempre existe la posibilidad de que estalle la bronca de la clase obrera, los jóvenes que sufren un desempleo récord y los sectores populares y se tranforme en lucha de clases. Son los que mayormente votaron a Syriza con la promesa de un “gobierno antiajuste” y los que votaron masivamente NO en el referendum del 5 de julio contra los planes de ajuste de la UE bajo la dirección del imperialismo alemán. Esa es la única fuerza real que puede poner fin al saqueo y regenerar una izquierda revolucionaria, que se plante frente a los enemigos de clase, y supere la muy breve experiencia de un supuesto “gobierno de izquierda” que no fue. |