Una nueva modificación en la Ley de Alquileres podría dejar a miles de personas más en la calle. Hace 115 años una protesta contra la suba de alquileres se convirtió en una rebelión histórica que dejó muchas enseñanzas para el momento actual.
“Las penas son de nosotros, las casitas son ajenas”. El lema de la bandera que la Asociación de Inquilinos colgó en las rejas del Congreso de la Nación muestra que el acceso a la vivienda es un problema grande y profundo en la Argentina y afecta a millones de familias.
La reforma a ley de Alquileres impulsada por el lobby inmobiliario y el PRO promueve, entre otras medidas, renovar alquileres cada 3 meses (no ya uno o dos años) y que los propietarios puedan aumentar sin tope. Una medida que se mire por donde se la mire, sólo favorece a unos muy pocos y puede dejar en la calle a millones.
Que los propietarios y las corporaciones inmobiliarias aumenten los precios de los alquileres y cambien las condiciones de acceso, no es nuevo. Tampoco lo es que las inquilinas y los inquilinos se resistan ante semejante abuso. Hace 115 años una protesta contra la suba de alquileres se convirtió en una rebelión histórica que dejó muchas enseñanzas.
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Más caro que una habitación de hotel en París
Corría el año 1907, y alquilar una pieza en un conventillo de Buenos Aires era más caro que alquilar una habitación de hotel en París. La llegada de cientos de miles de inmigrantes provenientes de Europa, que escapaban del hambre y buscaban una vida mejor, fue la oportunidad que vieron los grandes propietarios para enriquecerse aún más.
Cuando la Municipalidad porteña informó un aumento en impuestos, los dueños de los conventillos respondieron rápidamente subiendo aún más el precio de los alquileres; lo que desató la furia popular.
Esa furia se convirtió en organización y se desató una de las huelgas más importantes de comienzos del siglo XX. El motor fue luchar por el derecho a la vivienda. Pero no es que fuera una pelea aislada, la huelga se produjo en años de alta conflictividad social en el país, con una clase trabajadora organizada tempranamente en sindicatos y organizaciones socialistas y anarquistas. Incluso, cinco años antes, había sido la primera huelga general del país, un hecho histórico que todavía seguía presente en la memoria de los ricos y poderosos.
La huelga comenzó en septiembre. Dejaron de pagar los alquileres y se crearon comités de lucha con delegados de cada conventillo. Allí las familias vivían hacinadas, compartían el patio, baños y lavaderos. Esta situación hizo que trabajadores y trabajadores de diferentes nacionalidades comiencen a confraternizar y unirse ya que a pesar de las diferentes lenguas compartían los mismos males y las mismas necesidades.
Se inició en La Boca, pero la protesta se fue extendiendo a otros barrios y ciudades como Rosario, Bahía Blanca, Córdoba y Mendoza. Con el paso de los días los manifestantes llegaron a ser más de 120 mil personas pertenecientes a cerca de 2 mil conventillos junto a vecinos y comerciantes que se solidarizaban. Exigían la reducción del alquiler en un 30%.
El gobierno reaccionó reprimiendo. Las grandes protagonistas de la resistencia fueron las mujeres junto a sus hijos. Sacaban a escobazos a quienes venían a desalojarlas, se turnaban para hacer guardia día y noche y hasta llegaron a cerrar las puertas de calle con cadenas. Fue por esto que esta enorme lucha también es conocida como la “huelga de las escobas”.
Los propietarios y el gobierno tuvieron que retroceder y en muchos barrios se festejó. Un dato más que interesante es que donde más fuerte era la organización de los inquilinos, se lograron completamente todas las demandas, donde la organización era más débil la situación fue distinta y se produjeron algunos desalojos. Mostrando que en los hechos que ciertamente la unión hace a la fuerza.
Pasaron más de 100 años de esta huelga histórica, pero las condiciones estructurales de Argentina siguen haciendo que el derecho a la vivienda sea un privilegio al que muy pocos acceden. A millones ya les cuesta llegar a fin de mes, pagar el alquiler se lleva gran parte del sueldo y ni hablar de pensar en tener una vivienda propia. Ningún gobierno ha mejorado esta situación, por el contrario, la agravaron a simple vista.
Por eso, como lo demuestra la historia, para enfrentar el abuso de los propietarios es fundamental la coordinación y organización de inquilinos y trabajadores para ponerles un freno.