Ricardo Lagos publicó una carta en donde no se pronuncia ni por apruebo ni por el rechazo, pero llama a encontrar una vía alternativa. Aseguró que ambas opciones en el plebiscito “están lejos de convocar a la gran mayoría ciudadana (...) El desafío político relevante es encontrar la manera de abordar la continuidad del debate constitucional hasta alcanzar un texto capaz de concitar un alto grado de aceptación ciudadana”.
Lo que propone, en suma, es realizar un pacto político entre la derecha, la centroizquierda y el gobierno para reformar sí o sí el proyecto de nueva constitución en el caso que triunfe el apruebo. Reponer el Senado, reforzar el presidencialismo y los partidos políticos, modificar el diseño de Estado Regional, son algunas de las demandas de Lagos. Apunta a mantener intacto la esencia del régimen político de la transición y la forma en que los poderes económicos y políticos han gobernado el país a espaldas de la clase trabajadora y el pueblo.
El posicionamiento de Lagos tuvo un fuerte impacto político. Al parecer no es una mera posición individual.
No es casual que el mismo día la Comisión de Constitución del Senado aprobara por unanimidad el llamado "Plan B" de Ximena Rincón y Matías Walker (DC) que rebaja el quórum vigente de 2/3 para modificar la actual Constitución. El Partido Socialista se restó de la votación, pero ya dijo que estaba dispuesto a votarla a favor en el pleno. Gabriel Boric, aunque en un inicio criticó la medida, se terminó abriendo a ella. Lo cierto es que el gobierno no puso ningún obstáculo para que se votara.
Tampoco es casual que diez figuras del progresismo neoliberal se definieran por el rechazo. Lo hicieron a través de una carta pública con argumentos muy similares a los de Ricardo Lagos y con una ubicación parecida a la de “Amarillos por Chile”. Entre quienes firmaron se encuentra el exministro de Hacienda de Michelle Bachelet, Andrés Velasco; la gestora cultural e impulsora de la campaña “Marca AC”, Javiera Parada; el exconvencional constituyente Felipe Harboe; el abogado Antonio Bascuñán; el expresidente de Codelco y economista, Óscar Landerretche (PS); el actor Pablo Díaz; el exministro de Hacienda de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Manuel Marfán; la exsubsecretaria de Ciencia de Sebastián Piñera, Carolina Torrealba; el exdirector del Museo de la Memoria, Ricardo Brodsky y por la historiadora de la UC, Sol Serrano.
Todo indica que se trata de una línea acordada con los principales partidos de los “30 años” de la ex Concertación y la derecha, los representantes directos del gran empresariado, para encontrar una vía alternativa al proyecto de nueva constitución, gane quien gane el plebiscito. Los dueños de Chile saben que un rechazo a secas es inviable sin que la centroizquierda neoliberal se sume a un acuerdo político. Y desde ahí, buscan presionar al gobierno.
Gabriel Boric duda. Toma con respeto y cautela las palabras de Lagos y se mete en su juego. Aseguró que probablemente se requieran modificaciones al proyecto de nueva Constitución, pero planteó que es preferible usar como base para esa “cocina” política la nueva constitución y no la de Pinochet. ¿Se abrirá a firmar un acuerdo explícito con puntos para una futura reforma, gane quien gane? Por ahora no es esa la posición del gobierno, pero cada día que pasa Gabriel Boric va adecuando su discurso frente a la presión de la derecha, la ex Concertación y los gremios empresariales.
De todas formas, no sería extraño que Boric golpeara el tablero con una posición como esta. No olvidemos que el actual presidente fue uno de los principales artífices del Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución.
Justamente el proceso constituyente, la Convención Constitucional y el apruebo de salida para una constitución acordada con dos tercios, constituyó la fórmula adecuada de la clase dominante para contener y desviar la rebelión de octubre. Piñera casi es derribado en la huelga general del 12 de noviembre de 2019 y el desvío constitucional fue el camino más coherente para recuperar la gobernabilidad a cambio de mantener a Piñera en el poder y la impunidad a las violaciones a derechos humanos.
La nueva constitución cumple con el objetivo de “modernizar” el régimen político para restaurar la gobernabilidad perdida. Aunque reconoce una serie de derechos negados durante décadas, deja en pie pilares fundamentales de “los 30 años” y del modelo de acumulación capitalista. No termina con las AFP, mantiene el presidencialismo y una cámara alta oligárquica, mantiene intacto el modelo de saqueo minero, entre otros puntos fundamentales.
Sin embargo, mucha agua ha pasado bajo el puente. El proceso constituyente y el gobierno de Boric cumplieron la misión de vaciar las calles. Luego de la pandemia y la guerra de Ucrania, las perspectivas económicas siguen sombrías al tiempo que sigue aumentando la inflación. La clase dominante busca que los costos los pague el pueblo, lo que requiere mayores ataques a la clase trabajadora y los sectores populares, por ejemplo, a través del ajuste económico. En ese escenario, los dueños de Chile no encuentran motivos para aprobar una constitución que reconozca tantos derechos y que cambie algunos aspectos del diseño institucional de la transición, aunque lo haga de manera limitada.
La imposición de un rechazo a secas, que es la línea del sector más pinochetista de la derecha y los gremios empresariales, supone una derrota mayor a las expectativas del Chile post estallido. Un sector burgués más lúcido ve que eso línea puede traer mayor conflictividad, puesto que aunque hoy existe pasividad y baja lucha de clases, las urgencias que motivaron la rebelión no sólo no se han resuelto, sino que se han acrecentado.
Ese es el trasfondo de la “tercera vía” que empieza a ganar fuerza. Los dueños de Chile y sus políticos juegan todas sus cartas y lo hacen en todos los juegos y todos los terrenos. No se detienen sólo en la campaña electoral del plebiscito. Por eso sería absurdo que nosotros nos limitemos a las reglas del juego del plebiscito, punto culminante del itinerario constitucional pactado en el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución.
Hay que luchar por una posición independiente, que enfrente claramente la campaña del rechazo y la derecha, como también la nueva cocina constituyente que propone Lagos. Pero hay que hacerlo sin ninguna ilusión en que la nueva constitución va acabar con los 30 años contra los cuales nos rebelamos en octubre del 2019. |