El pasado lunes inició en la Ciudad de México la primera ronda de negociaciones para un Tratado de Libre Comercio (TLC) de “altos estándares” entre México y el Reino Unido: “un Tratado que responda a la realidad del comercio mundial del siglo XXI”, según informó la Secretaría de Economía en un comunicado.
En adelante se tienen contempladas más de treinta mesas de negociación para definir el alcance para el acceso a los mercados de bienes y servicios de ambos países.
Distintas dependencias de la administración pública federal estarán presentes para abordar temas relacionados con el acceso a mercados de bienes, reglas de origen, cooperación aduanera y facilitación de comercio, compras públicas, medidas sanitarias y fitosanitarias, obstáculos técnicos al comercio, servicios, inversión, entre otras disciplinas que serán acordadas.
Esta primera ronda, que concluirá el 15 de julio, responde al Acuerdo de Continuidad Comercial entre los dos países, establecido en diciembre del 2020, luego de que se concretara la salida del Reino Unido de la Unión Europea (Brexit). De esa manera se acordaba mantener el régimen comercial preferencial que se tenía previamente como parte del Tratado de Libre Comercio entre México y la Unión Europea.
El inicio formal de las actuales negociaciones tuvo lugar el pasado 20 de mayo, en Londres, mediante un encuentro entre la secretaria de Economía, Tatiana Clouthier, y la secretaria de Estado de Comercio Internacional del Reino Unido, Anne-Marie Trevelyan. En aquella ocasión, el gobierno británico expresó que el nuevo acuerdo pretende mejorar el que se encuentra vigente hasta ahora.
Actualmente, el Reino Unido es el socio comercial número 16 para México. En 2021, el comercio bilateral superó los 5 mil millones de dólares. Además, el país europeo es la octava fuente de inversión extranjera directa en México, en donde se encuentran más de dos mil empresas británicas.
La situación en el Reino Unido
El inicio de la primera rondad de negociaciones para alcanzar un TLC con México encuentra al Reino Unido en una situación política, económica y social crítica.
El pasado 7 de julio, el primer ministro Boris Johnson anunció su renuncia como líder del Partido Conservador tras una serie de escándalos, tanto por realizar fiestas en la residencia oficial durante el confinamiento por la pandemia, como por encubrir al jefe adjunto del gobierno, Chris Pincher, acusado de conductas sexuales inapropiadas.
Como partido con la mayor cantidad de escaños en el Parlamento, al líder del Conservador le corresponde ocupar el cargo de Primer Ministro. Con la renuncia de Boris Johnson, su partido debe elegir un nuevo líder para sustituirlo, lo cual podría ocurrir hasta octubre, aunque son muchas las voces que presionan por acelerar el cambio de Primer Ministro. Previo al anuncio de Johnson, 53 miembros de su gabinete habían renunciado en un solo día.
A lo anterior se suma la inflación que golpea a todo el mundo (agravada por la guerra en Ucrania), que en el Reino Unido es la más alta desde la década de los 80 y que se suma a las consecuencias económicas del Brexit, considerado un factor en la lentitud de la recuperación británica –la más lenta del G7- tras los efectos de la pandemia.
Además, la subida de los precios como resultado de la inflación, combinada con bajos salarios, está dando lugar a la reactivación del movimiento obrero inglés por aumentos salariales, como se está mostrando desde junio con la huelga histórica de los ferroviarios y en el metro de Londres, los paros iniciados por los trabajadores del correo desde el pasado lunes, la valoración que están haciendo en el mismo sentido en el gremio docente y otros sectores para irse a la huelga, y el anuncio de huelga para este mes por parte del sindicato de maquinistas.
Por otra parte, la guerra en Ucrania está generando tendencias a la conformación de dos grandes bloques enfrentados: por un lado el de la OTAN, liderado por Estados Unidos y del que forma parte el Reino Unido; por el otro Rusia y China.
En este contexto, más allá de la importancia relativa de la relación comercial con México, las negociaciones para un TLC cobran mayor relevancia, no sólo por los beneficios de mejorar los términos del comercio bilateral, sino que a nivel geopolítico es significativo el estrechamiento de lazos comerciales con un país latinoamericano que, siendo vecino de Estados Unidos, en el terreno diplomático se ha declarado neutral frente al conflicto en Ucrania.
Para México, por otro lado, habrá que ver el resultado de las negociaciones con el imperialismo británico, considerando por ejemplo que la experiencia del TLC con Estados Unidos significó un salto en la subordinación productiva a las necesidades del vecino del norte, y que su continuidad en el TMEC reforzó la sujeción de nuestra economía al imperialismo norteamericano. | 
