Es el segundo encuentro impulsado por Turquía para discutir la posibilidad de establecer un “corredor de granos” que permita levantar en parte el bloqueo a las exportaciones ucranianas de granos en el Mar Negro. El 8 de junio, los jefes de la diplomacia rusa y turca, Sergei Lavrov y Mevlüt Cavusoglu, se reunieron en Ankara, sin llegar a ningún acuerdo concreto.
Esta vez el encuentro reunió en un palacete de Estambul a las autoridades militares de Turquía, Rusia y Ucrania. Observadores de la ONU participaron también de la reunión, se realizó bajo gran secretismo.
En declaraciones a los periodistas en Nueva York, el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, informó hay acuerdos en varios de los aspectos como los mecanismos que controlarán las exportaciones y el sistema de coordinación para facilitar la salida del grano de los puertos, pero todavía se necesita cerrar algunas cuestiones.
Una de las dificultades que observadores le atribuyen al acuerdo es la exigencia de Moscú de registrar los barcos en su ruta hacia Ucrania, lo que ha sido rechazado por Kiev. Ucrania, por su parte, pide garantías de seguridad frente a los ataques rusos si accede a eliminar las minas marinas que colocó para proteger sus puertos, otra exigencia de Rusia.
Según la prensa turca, el debate se centra en torno al uso de buques que acompañen los barcos con el cereal ucraniano a través de las aguas minadas en torno al puerto de Odesa. Turquía deberá inspeccionar, con ayuda de la ONU, los buques con el trigo u otros granos para garantizar a Rusia que no se estén transportando armas.
Ucrania insiste en el desbloqueo de sus puertos marítimos porque la capacidad de transporte a través de los puertos del río Danubio, el ferrocarril y puntos de control por carretera hacia la frontera occidental no es suficiente para reemplazar la vía marítima.
"Lo principal ahora es llegar a un consenso y formar un centro de control operativo en Estambul", indicó una fuente rusa al medio RIA Nóvosti, señalando que en caso de que haya consenso, la implementación del mecanismo acordado sería supervisada por Turquía y la ONU.
El hambre como arma geopolítica
Rusia y Ucrania tienen un papel clave en los mercados alimentarios y de sus exportaciones dependen especialmente países pobres de África y Oriente Medio.
Se estima que en esos puertos hay más de 20 millones de toneladas de cereales y semillas de girasol que no pueden salir a los mercados internacionales a causa de la guerra. En junio pasado, Ucrania logró exportar unas 2,5 millones de toneladas de productos agrícolas a través de las rutas logísticas disponibles, cuando la necesidad asciende a unas 8 millones de toneladas al mes. Antes de la guerra, Ucrania exportó 45 millones de toneladas de productos agrícolas, 15 % de la producción mundial de maíz y 12 % de la producción de trigo.
Los precios de los cereales ya habían experimentado un aumento del 80 % al inicio de la pandemia, tendencia que la guerra en Ucrania ha profundizado. A estos elementos se suma la crisis medioambiental que provoca sequías o heladas tardías que reducen los rendimientos agrícolas y empujan a algunos países como India a limitar sus exportaciones de alimentos. Por lo tanto, los riesgos de una profunda crisis alimentaria mundial son altos, particularmente en África, donde millones de personas podrían encontrarse en una situación de hambruna total.
Antes del comienzo del encuentro, el gobierno ruso afirmó que presentaría en Estambul un paquete de propuestas sobre la exportación de grano ucraniano para resolver la crisis lo antes posible, aunque no reveló su contenido. Su ubicación le da al Kremlin un importante poder de negociación frente al bloqueo impulsado por los países de la OTAN.
Turquía, por su parte, intenta extender su influencia regional y ganar margen de maniobra frente a las potencias occidentales de la OTAN y la UE, ubicándose como eje de las negociaciones y proponiéndose como controlador del paso en el estrecho del Mar Negro. Como puntualizó Ju Angio en el artículo a propósito de la anterior reunión en Ankara, "la posición de Turquía es ambigua porque ve en Rusia un competidor de su influencia regional pero, al mismo tiempo, un actor indispensable en ella. Lo cierto es que está tratando de consolidarse como un actor clave en la crisis actual, buscando promover sus intereses jugando un doble juego dentro de la OTAN. Este intento de reposicionarse en el tablero externo se combina con la necesidad de reducir la presión interna sobre el presidente turco, Recep Erdoğan, ya que el país sufre una brutal inflación cercana al 73,5 % que pesa sobre los trabajadores y el pueblo pobre".
El aprovechamiento de la crisis alimentaria que ya afecta duramente a los sectores más vulnerables de la población mundial muestra en toda su dimensión el aspecto reaccionario de la guerra en Ucrania. |