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17 de julio de 2022 Twitter Faceboock

La mentira de Francisco
Denuncian abusos y encubrimiento en un importante colegio jesuita en tiempos de Bergoglio
Daniel Satur | @saturnetroc

Dos hombres aseguran que fueron abusados en 2002 por el cura César Fretes del colegio Del Salvador, ubicado en pleno centro porteño. El actual papa era entonces la máxima autoridad de esa congregación. El cura (ya fallecido) fue trasladado a Mendoza y la Iglesia logró evitar que trascendiera el escándalo. Ahora las víctimas lo denuncian públicamente. Escribieron una carta al Vaticano, pero Francisco no responde.

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Este sábado, en la sección Sociedad del diario Clarín, la periodista Mariana Iglesias publicó una grave denuncia que involucra al papa Francisco y su congregación católica por encubrir abusos sexuales cometidos por el cura César Fretes contra menores de edad. Los hechos, según el testimonio de los sobrevivientes, ocurrieron hace dos décadas en uno de los colegios más “prestigiosos” de la Compañía de Jesús, la congregación jesuita que Jorge Bergoglio condujo durante años hasta que se mudó a Roma para ejercer como “sumo pontífice”.

Pablo Vio y Gonzalo Elizondo hoy tienen 31 años. En 2002 tenían once y eran estudiantes de sexto grado del Colegio Del Salvador, que ocupa gran parte de la manzana que comprende a la avenida Callao y las calles Lavalle, Tucumán y Riobamba de la Ciudad de Buenos Aires. El colegio (cuyas cuotas mensuales rondan los $ 65.000) es una de las instituciones educativas más reconocidas de los jesuitas de Argentina y allí Bergoglio fue profesor de Literatura y Psicología, además de “director espiritual” y “confesor”. Cuando ocurrieron los hechos, además, el actual papa ya era cardenal y arzobispo de Buenos Aires.

De “tutor” a abusador

Vio y Elizondo relataron lo que les pasó en veinte años. El primero recuerda que en ese colegio fue al jardín, a la primaria y a la secundaria, “de lunes a viernes de 7 a 16 horas y muchas veces los sábados por alguna actividad que se realizaba en el colegio”. El cura Fretes fue su primer “tutor”, una especie de acompañante pedagógico y espiritual. “Era de esos curas que se te acercaba y sabía tu nombre, te daba un abrazo y te preguntaba cosas personales (...) Generaba una confianza extra”, relata. Su excompañero también pasó en el colegio la primaria y la secundaria, con Fretes como tutor.

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Sobre los hechos de 2002, Vio (de entonces once años) relata que el cura solía llevar a algunos de los chicos a su despacho, “de forma individual”. Allí les preguntaba sobre sus conocimientos respecto a la sexualidad. “Me preguntaba si me masturbaba y si entendía qué era lo que se generaba al masturbarse. Me explicó por qué y cómo el pene se paraba y ponía duro, me habló del líquido preseminal y de la eyaculación”.

En el caso de Elizondo, además de llevarlo a su despacho y hablarle de temas sexuales, el cura Fretes abusó físicamente de él durante un retiro espiritual llamado “Encuentro con Cristo”. El hombre detalla que, mientras dormía en una de las habitaciones durante ese retiro, se despertó “en medio de la noche” y encontró a Fretes en su cama. “Tenía una de sus manos dentro de mi pantalón, tocándome los genitales. Cuando desperté, comenzó a retirar su mano de mi pantalón y me dijo ‘estabas sonámbulo, te encontré en el pasillo y te traje a la habitación’. Nunca, ni antes ni después, fui sonámbulo”, aclara.

A ambos niños (y según ellos a otra decena de estudiantes) esas situaciones los cargaron de confusión, incertidumbre y miedo. “Durante años no comprendí lo que había sucedido, y lo consideré un error o mero accidente”, dice Elizondo. Por su parte Vio señala que recién 17 años después tuvo un par de charlas que le hicieron “destrabar” algo en él “que hacía mucho tiempo tenía en la cabeza y no sabía cómo canalizar”.

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“En 2019 pasé Navidad con otro alumno del colegio, que me contó que su familia había denunciado al cura por el abuso de otro compañero. El rector era Rafael Velazco, que decidió trasladar a Fretes a Mendoza. Ese mismo fin de año uno de mis mejores amigos se acercó a contarme un hecho sucedido en el colegio en esa época con César Fretes. Me trajo recuerdos y le conté lo que a mí me había pasado”, relata Vio a Clarín.

En efecto, Fretes fue trasladado “súbitamente” desde Buenos Aires a Mendoza en 2003, tras las denuncias en su contra que hicieron tres familias ante las autoridades del colegio. Así, probablemente pasó a ser “tutor, consultor y asesor” de estudiantes del colegio San Luis Gonzaga, ubicado en el centro de la capital cuyana. Según la propia versión de la Compañía de Jesús, en 2007 el cura fue “expulsado” de la congregación luego de una “investigación” interna. En 2015 murió de cáncer, impune por obra y gracia del espíritu de cuerpo de la Iglesia.

Bergoglio sabía

Si bien la nota de Clarín y sus repercusiones en otras grandes empresas periodísticas minimizan la culpabilidad del papa Francisco, tanto la verticalidad como el celoso secretismo que caracterizan a la Iglesia católica impiden dudar respecto al conocimiento (y probable responsabilidad) de cada uno de esos movimientos por parte del entonces cardenal Bergoglio. Menos aún cuando los protagonistas pertenecieron a su propia congregación.

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Elizondo afirma que “ante el traslado de Fretes sólo hubo silencio bañado en rumores”, lo que para él significa un “claro encubrimiento” que “logró que nadie hablara”. Así, terminó permaneciendo en silencio. “Por largos años olvidé, a la par de una gran dificultad para hablar de mis sentimientos y emociones... Sin embargo, volvía a mi mente, y cada vez con mayor frecuencia en los últimos años. El contexto social, con numerosas denuncias de abuso, las campañas que destacan la importancia de denunciar... Mi dolor e indignación ante semejante encubrimiento despertaron hacer algo al respecto... pedí explicaciones”, detalla.

El hoy sociólogo agrega que en febrero de 2020 recibió “una carta”. Aunque no da detalles de su remitente, era una carta de los jesuitas. “Sentí un gran dolor, decepción e indignación. Dolor, porque aún hoy tengo una gran dificultad para hablar de lo sucedido con mis seres queridos. Decepción, por cómo actuó la institución en el pasado, por dejarnos en el silencio a las víctimas, por sentir que nadie se preocupó por nosotros. Indignación, por la negación de lo sucedido, porque no se haya ido a la justicia, por sentir que aún hoy hay resistencia a que se sepa”.

Meses después decidió mandar un mensaje al Vaticano. “El 21 de junio del 2020 envié una carta al Papa Francisco, que también perteneció a la Compañía de Jesús, solicitando que interceda para lograr respuestas concretas por parte de la institución. No he recibido respuesta. Resulta penoso que quienes fueran rectores del Colegio del Salvador y recibieron las primeras denuncias de abuso de Fretes, sean hoy las máximas autoridades de la Compañía de Jesús en la Argentina”, agrega Elizondo.

Su excompañero de la escuela agrega que la mañana del 9 de septiembre de 2020 ambos se reunieron “en un despacho del segundo piso del Colegio” con quien fuera rector al momento de las denuncias de los abusos y 18 años después era nada menos que el jefe de los jesuitas en Argentina, Rafael Velasco. “Nos escucharon y nos explicaron por qué habían decidido no hacer nada y el protocolo que tienen ahora. Nos pidieron que intentáramos no hacer mucho por fuera ya que había muchos padres llevando a sus hijos al colegio y eso no haría más que generar un problema a terceros”, detalla Vio.

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Con todo eso a cuestas, Vio y Elizondo presentaron hace pocos días un “reclamo administrativo” ante las autoridades de la Compañía de Jesús, por considerarse víctimas de “daños morales, psicológicos y patrimoniales”. A la vez exigen una “reparación” (pese a que hay daños irreparables) por lo sufrido, tal como lo estipula el Derecho Internacional de los Derechos Humanos. En el texto presentado, los dos hombres citan al propio Francisco cuando éste afirma (cínicamente) que “para que estos casos, en todas sus formas, no ocurran más, se necesita una continua y profunda conversión de los corazones, acompañada de acciones concretas y eficaces que involucren a todos en la Iglesia”.

Que Dios te ayude

Pocas horas después de publicada la nota de Mariana Iglesias en Clarín, la Compañía de Jesús publicó un breve comunicado en su sitio web que, curiosamente, no fue difundido a través de las cuentas oficiales que la institución tiene en Facebook, Twitter e Instagram. El texto interesa por varios aspectos.

Por un lado, las autoridades jesuitas no desmienten una sola palabra de Vio y Elizondo. Eso ya es mucho decir, considerando la habitual reacción de la Curia ante casos similares o peores. El “manual” no escrito del Vaticano ordena, ante todo, acusar de “calumnias” las denuncias e intentar comprar (a cualquier costo) el silencio de las y los sobrevivientes.

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Por otro lado, no hacen más que justificar su accionar encubridor respecto a Fretes. Al borde de la provocación, dicen que como en 2003 las familias “no estimaron oportuno hacer una denuncia en el ámbito civil”, ellos no pudieron hacer nada por culpa de “la legislación de esa época”. Es decir, reconocen su inacción en términos judiciales ante los crímenes cometidos por Fretes contra varios niños, dando en los hechos una cobertura total al criminal y, con ello, permitiendo que siguiera abusando si tuviera la oportunidad de hacerlo.

A su vez dicen que lamentan “profundamente lo ocurrido”, que “el dolor es grande” y por eso piden “perdón a las víctimas” que “no debieron sufrir eso”. Además de manifestar un muy poco creíble compromiso para “el acompañamiento de todos los afectados, así como continuar los máximos empeños de prevención para evitar que se repita este tipo de abusos”.

¿Qué dirán ahora las y los apologistas de Francisco, que niegan su responsabilidad encubridora ante casos que se repiten en todo el mundo y hasta se suman a la campaña vaticana de estigmatización y revictimización de quienes logran denunciar tras años de tortuoso silencio?

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Cuán diferente sería la cosa si realmente la Iglesia estuviera plenamente separada del Estado y dejara de contar con todos los beneficios y privilegios que se le dan a través de leyes, decretos (muchos de la dictadura) y el nefasto “Concordato” firmado en 1966 por Paulo VI y Juan Carlos Onganía, aún vigentes.

 
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