La firme elocuencia de la doctora Camaño emocionó a algunas diputadas oficialistas, durante la asunción de Cecilia Moreau como presidenta de la Cámara. Ante la renuncia de Sergio Massa para asumir un cargo con superpoderes en el Poder Ejecutivo, hubo consenso en el Frente de Todos para elegir a la diputada del mismo espacio político que el actual ministro.
Enseguida, desde periodistas hasta funcionarias, celebraban el simple hecho de que otra mujer haya quedado en la línea sucesoria presidencial, según lo establece la ley de acefalía y la Constitución Nacional. Las dos anteriores, claro, son la vicepresidenta Cristina Kirchner y la vicepresidenta del Senado. Así lo expresaron en redes sociales, en portales feministas de internet, en medios de comunicación.
Salvo que estén pensando que Alberto no llegará al fin de su mandato, no se entiende la alegría. Quizás es aferrarse a alguna ilusión, porque mientras tanto, el gobierno que llegó "para ser mujeres", terminó conformando un gabinete donde apenas sobreviven dos ministras y asume un superministro con un equipo supermasculino.
Sin embargo, hace apenas veinte días, festejaban el nombramiento de Silvina Batakis en reemplazo de Martín Guzmán. Aun cuando algunas advirtieron que las mujeres suelen ser elegidas, rompiendo los "techos de cristal", solo si las cosas están a punto de precipitarse por un acantilado.
Y unos meses atrás, cuando los amargos resultados electorales para el oficialismo obligaron a un cambio de gabinete y la fórmula presidencial eligió al reaccionario y clerical Juan Manzur como jefe de ministros, se contentaron con la promesa de Alberto a Elizabeth Gómez Alcorta de avanzar con una ley de paridad para el Poder Ejecutivo que, por supuesto, nunca llegó.
Celebran los grandes agroexportadores, las empresas extractivistas multinacionales, los fantasmales "mercados". Celebra el kirchnerismo la jugada maestra de la jefa, celebra el Frente Renovador la asunción casi presidencial de su jefe que les pide que no celebren tanto ante las cámaras, celebran las centrales sindicales con más euforia que las patronales. ¿Qué celebran esas feministas?
La brecha de género en la tasa de actividad es de 20 puntos, la de ingresos es de más de 28%, mayor que la que había antes de la pandemia, aunque entre quienes trabajan precarizados supera el 33%. El promedio de ingreso de las mujeres apenas alcanza los 54 mil pesos y son las primeras en sufrir la estigmatización del gobierno, la derecha, Espert, Milei y algunos medios de comunicación cuando se organizan y se movilizan para hacer oír sus reclamos.
Da la impresión de que el feminismo que simpatiza con el oficialismo, carece de memoria a corto plazo. Pero si no es por desconocimiento, ingenuidad o negacionismo, bien les valdría no convertirse en otra vía de transmisión del cinismo alimentado desde el palacio para transformar aquella marea que pobló las calles en una laguna de aguas apacibles.
Aplaudiendo cada golpe que recaerá con mayor dureza sobre las espaldas de millones de mujeres trabajadoras y del pueblo pobre, no se profundiza ninguna transformación feminista. Los brindis emocionados que ocurren cerquita de los techos de cristal, desde el suelo pegajoso de la pobreza, la inflación, los tarifazos, la violencia, la desocupación, la contaminación ambiental, el hambre y la miseria no se pueden sentir como propios.