Hay algo que pasó desapercibido en estos días de intensidad política. La enorme diferencia entre dos Massas. Por un lado, el que asumió el miércoles a las 18 en Casa Rosada, eufórico, canchereando, publicando spots con música épica y presentándose como el salvador de la patria. Por otro, el que presentó sus primeras medidas el mismo miércoles a las 19:30, con cara de compungido, sin chistes y leyendo su discurso. Una cosa es la rosca y la llegada al poder. Otra muy distinta es empezar a manejar el barco que se hunde.
Circuló mucho esta semana un relanzamiento de la idea de “mal menor”. La idea ya no es “el peronismo antes que la derecha” sino, “un rumbo frente a la indecisión de Alberto”. Después de 2 años y medio de proponer algo, gritar a los cuatro vientos que se afectarán intereses y al paso siguiente retroceder y pedir disculpas, la supuesta “firmeza” de Massa sería un paso adelante. No importa que el avance sea firme hacia la embajada de Estados Unidos.
Ahora bien, ¿cuánta sustancia tiene esa “firmeza”? Si nos guiamos por lo que pasó con el designado viceministro, Gabriel Rubinstein, pareciera que poca. De funcionarios que no funcionan a funcionarios que no llegan a asumir.
Podemos ver, en cambio, la relación con los sectores de poder. Ahí nos encontramos con las primeras respuestas de Wall Street. Desde Goldman Sachs le dijeron a Sergio que todo muy lindo con su ajuste, pero que si no devalúa fuerte no va para ningún lado. La JP Morgan dijo que su plan “carece del aliento y la consistencia necesarios” y que quedó “muy por debajo de lo que requeriría el plan de estabilización en la calamitosa situación macroeconómica actual”.
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