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La Izquierda Diario
7 de agosto de 2022 Twitter Faceboock

Entrevista: Warren Montag
“Un movimiento obrero unido puede frenar a la extrema derecha”
Juan Dal Maso | [email protected]
Jimena Vergara | @JimenaVeO

Warren Montag analiza el ascenso de la extrema derecha estadounidense y cómo el movimiento obrero puede contribuir a crear una fuerza unificada capaz de ponerle freno.

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Warren Montag es profesor de literatura inglesa y literatura comparada en el Occidental College de Los Ángeles, California. Es también uno de los principales especialistas en el campo de los estudios althusserianos, editor de la revista Décalages y autor de varios libros, entre ellos Philosophy’s Perpetual War: Althusser and his Contemporaries (Durham: Duke University Press, 2013) y The Other Adam Smith (Stanford University Press, 2014), escrito con Mike Hill.

Montag fue miembro de un colectivo orientado a las ideas de Ernest Mandel (1976-1978) y luego de las organizaciones Workers Power (1978-1985) y Solidarity (1985-1990), formando parte del comité nacional de esta última.

Esta entrevista fue publicada originalmente en Left Voice, el 29/07/2022.

En entrevistas anteriores planteaste la idea de que la derecha trumpista, con o sin Trump, va a seguir jugando un papel en la escena política estadounidense. ¿Cuál es la situación actual de la extrema derecha tras la anulación del fallo Roe versus Wade?

La derrota electoral de Trump en noviembre de 2020 pareció inicialmente un repudio popular al trumpismo, como resultado de su adhesión a las organizaciones de masas de la extrema derecha, al uso de la violencia estatal contra los inmigrantes y, más tarde, contra Black Lives Matter, al tiempo que procuraba proteger las ganancias empresarias sin importar la tasa de mortalidad de Covid. Simultáneamente, Biden parecía haberse reinventado como una nueva versión de Franklin D. Roosevelt que pondría en práctica un New Deal del siglo XXI que atraería a los empresarios y a los dueños de las tierras, así como a los trabajadores y a los inquilinos, restaurando y ampliando la infraestructura de la nación al tiempo que reconstruiría el Estado de bienestar devastado por las reformas neoliberales. Los indicios de un despertar del movimiento obrero, y por primera vez en décadas la existencia de una organización socialista de masas, no hicieron sino confirmar el paralelismo con los años treinta. Parecía que Estados Unidos había dado un giro, y el trumpismo se revelaba como una aberración transitoria en la historia del país.

Aunque el rechazo de Trump a los resultados de las elecciones de 2020 y su decisión de movilizar el movimiento Stop the Steal [“paren el robo”] preocuparon a algunos analistas, la integridad del proceso electoral en su conjunto quedó fuera de toda duda para la mayoría anti-Trump. La negativa de Trump de reconocer la legitimidad de los resultados de las elecciones podría descartarse como poco más que otra demostración de su narcisismo y, como tal, es poco probable que interfiera en la gestión política. El asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 fue una conmoción, y el hecho de que los que participaron no lograran su objetivo de detener la transición a una presidencia de Biden fue algo mucho menos importante que lo que dejó al descubierto: (1) la precariedad de un sistema electoral incoherente y plagado de lagunas que funcionaba más por costumbre que por ley, (2) el grado de simpatía de sectores de las fuerzas del orden y de los militares (especialmente el ejército) con los objetivos autoritarios de la extrema derecha, y (3) en poco más de dos semanas, la capitulación de todos los republicanos del Congreso, salvo un puñado, ante la extrema derecha del partido. Estos acontecimientos crearon una dinámica que no pudieron frenar ni siquiera las detenciones de casi el 10 % de quienes participaron en la acción. De hecho, contribuyeron a la solidificación de un frente único entre las milicias (especialmente los Oath Keepers) y las organizaciones de choque del nacionalismo blanco (los Proud Boys, sobre todo) que atrajeron a una nueva generación de reclutas. Estos acontecimientos también atrajeron al creciente movimiento "nacionalista cristiano", cuya presencia animó a la extrema derecha a dar prioridad a las luchas en torno al aborto y la "homosexualidad". La extrema derecha es ahora más grande, está más unificada y es más eficaz respecto a antes del 6 de enero de 2021.

Pero quizás el cambio más importante en el movimiento trumpista, que ahora domina el Partido Republicano, fue el hecho de acoger a un movimiento violento de masas como complemento legítimo y necesario de la campaña Stop the Steal, que la mayoría de los líderes del partido habían respaldado a finales de enero de 2021. A pesar de su supuesto fracaso, el ataque al Capitolio le reveló a los republicanos las debilidades, tanto sistémicas como coyunturales, que les abrieron el camino hacia una posición dominante en las principales instituciones políticas de la que solo podrían ser desalojados con gran dificultad y que ya no dependía de quién vote, sino de quién controle los colegios electorales y quién cuente los votos. También mostró a los republicanos hasta qué punto enfrentarían poca oposición efectiva a ese rumbo, así como un apoyo mucho más abierto por parte de diversos elementos de las fuerzas del orden y del ejército de lo que jamás imaginaron. Esto convenció a una gran mayoría de republicanos en el Congreso de que no era necesario llegar más allá de la base del partido. Incluso si Trump 2020 era una causa perdida, había un camino claro hacia la institucionalización del dominio de la extrema derecha. La alianza del Grand Old Party [sobrenombre del Partido Republicano] con las organizaciones como los Proud Boys y los Oath Keepers había despertado sus instintos primitivos y mostró al partido lo que decenas de millones compartían con él: el racismo, la misoginia, el nacionalismo cristiano, el imperialismo, el abandono de las clases subalternas al evangelio de la responsabilidad personal y la santidad de la propiedad privada.

En este “gran despertar” [1] participa la mayoría de la Corte Suprema. Después de tantear las reacciones de la opinión pública a las decisiones que borraban la línea de separación entre las iglesias y el Estado y, posteriormente, tras una filtración de la decisión del caso Roe versus Wade un mes antes del anuncio oficial, el tribunal permitió a los estados prohibir el aborto, incluso en caso de violación y aunque llevar el feto a término amenazara la vida de la madre. Muchos funcionarios políticos dijeron abiertamente que la vida de los nonatos inocentes debía tener prioridad sobre la vida de la madre. Los médicos podrían ser acusados de asesinato o de ser cómplices de asesinato por discutir la opción del aborto con las mujeres embarazadas. Es probable que la Corte permita a las legislaturas estaduales prohibir la venta de anticonceptivos o, al menos, permitir que los farmacéuticos se nieguen a venderlos. Esta decisión rechaza el precedente e impone una doctrina religiosa decididamente minoritaria a una sólida mayoría del electorado; esto señala el compromiso de la mayoría de la Corte con el proyecto de la contrarrevolución cultural. Otras decisiones, aparentemente limitadas, eclipsadas por la negación del derecho constitucional al aborto, afirman el derecho de las legislaturas estaduales a rechazar las normas federales de salud y seguridad para la protección de los trabajadores y los consumidores, las protecciones medioambientales (incluidas las medidas para frenar el cambio climático) y la regulación federal de las armas y la tenencia de armas.

Por último, con respecto a Trump, este conserva un apoyo leal de decenas de millones de personas, a pesar de las pruebas recogidas por el comité que investigó los sucesos del 6 de enero. Es poco probable que se le aleje algo más que una pequeña fracción de su movimiento por aceptar la violencia de sus partidarios, incluso por negarse a denunciar las amenazas de "colgar a Mike Pence" que estos manifestaron. En el improbable caso de que sea acusado de un delito penal, quien espera ansiosamente la oportunidad de ocupar su lugar es el gobernador de Florida, Ron DeSantis, que acaso es más peligroso que Trump. El movimiento Make America Great Again (MAGA) no desaparecerá pronto.

¿Cómo ves la relación entre la extrema derecha y el Partido Republicano? ¿Y cómo ves la relación entre la extrema derecha y las policías locales?

Para aquellos en la izquierda que, por razones diferentes y a veces opuestas, trataron de minimizar la importancia del ascenso de la extrema derecha y la creciente importancia de la violencia y las amenazas en la política estadounidense, el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021 confirmó su análisis: fue la crisis final del ejército variopinto de Trump formado por partidarios de QAnon, milicias, grupos neonazis variados y organizaciones de lucha callejera como los Proud Boys, más una rabieta colectiva que una revuelta, cuyos participantes hicieron poco más que romper ventanas y destrozar oficinas. Como la media de edad de los participantes rondaba los 40 años, el motín no parecía más que una revuelta de los "papás" que no podían aceptar la realidad del progreso social.

Dieciocho meses después, parece que lo que ocurrió en las escaleras del Capitolio no fue más que la primera escaramuza de una batalla prolongada. A pesar de que casi el 10 % de los participantes fueron detenidos, incluidas las principales figuras tanto de los Proud Boys como de la milicia Oath Keeper, ambos grupos han reanudado su plan de expansión. Los Proud Boys, en particular, han crecido y se han extendido a nuevas zonas de Estados Unidos, y atacan regularmente las protestas por el derecho al aborto, las marchas del Orgullo y las juntas escolares, apoyando mediante amenazas y el uso de la violencia a los activistas de derecha que militan en contra de la “Teoría Crítica de la Raza” [2] en la campaña por purgar de miembros antirracistas a las juntas locales de educación. Los Oath Keepers actúan como un grupo más bien securitario, pero han aumentado su presencia a lo largo de la frontera sur. Lo más importante es que los preparativos del 6 de enero llevaron a las dos organizaciones a cooperar y coordinar sus acciones.

Como he señalado antes, el poder de la extrema derecha, un poder que aún no se ha manifestado abiertamente, pero que es palpable, ha transformado el Partido Republicano, del mismo modo que la conexión con el Partido Republicano ha ayudado a unificar a grandes sectores de la extrema derecha. En el primer caso, el Partido Republicano ya no pretende hablar en nombre de "la mayoría silenciosa". Tampoco está especialmente preocupado por conseguir que la mayoría del electorado apoye su programa. Los republicanos, como demuestran las recientes sentencias de la Corte Suprema, están cada vez más dispuestos a adoptar posturas políticas rechazadas por las grandes mayorías. Podemos esperar que la Corte, actuando concertadamente con las 30 legislaturas estaduales controladas por los republicanos, trabaje para anular la legislación federal sobre derechos civiles y anti-discriminación, con efectos devastadores para los grupos minoritarios racializados y la comunidad LGTBQ+. Las organizaciones de extrema derecha actúan como la avanzada del Partido Republicano, intentando, mediante la violencia y la intimidación, impedir cualquier movilización efectiva contra las medidas dirigidas a determinadas comunidades. Debemos prepararnos para enfrentar un formidable intento (tanto legal como extralegal) de desmantelar los servicios que proveen facilidades para realizar abortos en los estados donde sigue siendo legal. Es probable que estos intentos incluyan movilizaciones masivas más allá de los círculos de extrema derecha, con la participación de las iglesias y los grupos cívicos, así como el empleo de la violencia, incluso bombas, tiroteos y ataques.

En 2021, el número de manifestaciones armadas se duplicó con respecto al año anterior. Con la entrada en vigencia de la decisión de la Corte Suprema sobre las leyes de armas, podemos esperar un nuevo aumento de las protestas armadas y la correspondiente disminución de las protestas organizadas por la izquierda. Las demostraciones de poder de la extrema derecha y su eficacia en la desmovilización de la resistencia fomentan el movimiento hacia la derecha del Partido Republicano. Este apoya el derecho ilimitado al armamento no solo porque tiene una errónea interpretación "originalista" [3] de la Segunda Enmienda. Lo hace para garantizar que su base de masas esté armada y pueda tomar por la fuerza las instituciones locales y estatales. Esta evolución es posible gracias a la creciente tendencia de las fuerzas del orden en todos los niveles de gobierno a permitir la violencia de la extrema derecha. Diversas organizaciones han documentado el constante descenso de la actuación policial en las manifestaciones cuando participan grupos de extrema derecha, aunque la violencia se produce con mucha más frecuencia cuando están presentes dichos grupos.

También es importante dar cuenta que sectores de las fuerzas del orden y de los organismos de seguridad estaban dispuestos a apoyar el intento de Trump de anular las elecciones, incluidos elementos del Servicio Secreto que podrían haber intentado impedir que Pence certificara las elecciones sacándolo del Capitolio con falsos pretextos. Acaba de salir a la luz que el Servicio Secreto destruyó los registros de sus comunicaciones del período comprendido entre el 5 y el 6 de enero de 2021, a pesar de que se le dijo antes de que terminara ese mes que conservara todos los registros relacionados con el 6. Dentro de las distintas ramas de las fuerzas armadas, especialmente el ejército y la fuerza aérea, la influencia de la extrema derecha sigue creciendo. Los republicanos han bloqueado recientemente una investigación del Congreso sobre sus actividades. El Departamento de Seguridad Nacional, que incluye al ICE [Control de Inmigración y Aduanas, NdT], se ha negado abiertamente a aplicar cambios en las políticas de la era Trump relativas al tratamiento de los inmigrantes no autorizados y los solicitantes de asilo. A lo largo de la frontera con México, los agentes del ICE colaboran estrechamente con milicias fuertemente armadas que, en contra de la ley, capturan y detienen a su antojo, en condiciones que solo ellos determinan, a quienes cruzan la frontera.

Durante el gobierno de Trump, la nueva extrema derecha se fusionó o comenzó a coordinarse con la extrema derecha tradicional liderada por organizaciones supremacistas blancas. Aunque la llamada extrema derecha en Estados Unidos es muy heterogénea, el asalto al Capitolio demostró su capacidad para organizarse y actuar de forma conjunta. ¿Cómo es el mapa de la extrema derecha en la actualidad? ¿Y cómo caracterizarías a estos grupos, dado que existe un debate dentro de la izquierda internacional sobre si estas nuevas organizaciones son estrictamente fascistas o si son nuevos fenómenos?

Como he mencionado antes, hay una tendencia a la unificación, no solo en términos de organización, sino también políticamente. Gracias a su cooperación en la preparación del 6 de enero, la milicia Oath Keepers y los Proud Boys descubrieron que sus diferencias eran mínimas. Ahora no está claro cuál es la distinción entre las organizaciones de tipo milicia (nominalmente centradas en la "defensa de la Constitución") y los grupos como los Proud Boys y el Patriot Front (que funcionan como los squadristi del movimiento MAGA). Es probable que el movimiento antiaborto ofrezca más oportunidades de trabajo conjunto y de convergencia política y estratégica, y que facilite la integración en la extrema derecha de lo que ahora se llama nacionalismo cristiano o nacionalismo cristiano blanco.

Es extremadamente difícil calificar este movimiento, que sigue estando en formación y cuya heterogeneidad es tal que podría sufrir importantes fracturas en distintas direcciones, según alguna categoría preexistente basada en determinadas características. Este planteamiento ha llevado a algunos analistas a definir al fascismo de forma estricta según las condiciones de su aparición en la Italia o la Alemania de los años veinte. Al hacerlo, el fascismo se presenta como algo improbable de repetir, en cuyo caso no tiene sentido buscarlo ahora. Además de las cuestiones teóricas e históricas que plantea esta posición, tiende a asociarse en la coyuntura actual con decisiones estratégicas y tácticas: si el movimiento actual es fascista, entonces la izquierda debe entrar en una alianza de tipo frente popular con todas las fuerzas "democráticas" (es decir, el Partido Demócrata), lo que requiere dejar de lado o subordinar las luchas y los objetivos que alejarían a estas fuerzas ante el peligro abrumador del fascismo. La historia del siglo XX, sin embargo, desde la lucha contra el fascismo en España hasta la tragedia de la Unidad Popular en Chile, ha demostrado que frenar el movimiento obrero y, hoy, las luchas contra el racismo y por los derechos reproductivos, así como los derechos de la comunidad LGTBQ+, necesariamente desmoviliza y debilita a las fuerzas que luchan contra el fascismo o contra una dictadura.

Otro tema persistente en esta discusión es la noción de que, dado que las movilizaciones de extrema derecha no pueden caracterizarse como fascistas, deberíamos considerar a sus participantes no como "enemigos" sino como personas desorientadas que reaccionan irracionalmente a la devastación causada por las políticas neoliberales en Estados Unidos. No sé ni por dónde empezar a discutir todos los problemas que acarrean este tipo de posiciones, en lo teórico y en lo práctico. Así que simplemente me pregunto por qué este modelo pedagógico no se aplica a quienes participan de los movimientos fascistas en el período anterior a la consolidación de un régimen fascista. Sea o no fascista, a veces es posible llegar a una parte de la periferia de la extrema derecha, pero esto solo puede ocurrir si la relación de fuerzas cambia a favor de la izquierda, es decir, de la clase obrera y de los movimientos populares luchando conjuntamente. Para cambiar lo que piensa la extrema derecha, primero hay que cambiar lo que hace y lo que puede hacer.

La extrema derecha actual, no importa cómo la caractericemos, ciertamente exhibe algunas de las características asociadas con el fascismo antes de que llegara al poder en Italia en 1919-21 y en Alemania en 1929-33. La extrema derecha actual ha adoptado, muy conscientemente, el repertorio estratégico del fascismo durante estos periodos: confrontar y derrotar a la izquierda en las calles y llevar la lucha a los bastiones de la izquierda (por ejemplo, Berkeley) para quitarle libertad de movimiento, al tiempo que afirma la capacidad de la extrema derecha de ir donde le plazca (los Proud Boys se han apropiado del cántico asociado a la izquierda y a los movimientos antirracistas y lo han convertido en el lema de su triunfo: "¿De quién son las calles? ¡Las calles son nuestras!"). Pero aún no está claro si este movimiento irá en el sentido de un régimen fascista o se convertirá en una variante blanca y cristiana del neoliberalismo autoritario. Esto lo determinará la capacidad de resistencia a la consolidación de un dominio republicano cuasi-permanente que usa medios legales y extra-legales. En ausencia de una resistencia efectiva, hay que prever un período de violencia política, en gran parte desplegada por fuerzas no estatales con la bendición del Estado, y un intento de aplastar a la izquierda y a los movimientos obreros y populares. La frecuencia de las manifestaciones armadas debe entenderse como una advertencia, y la decisión de la Corte que permite a los particulares comprar y portar armas de guerra, si es declarada legal por las legislaturas estaduales, aumenta aún más la probabilidad de violencia política. Lo que haga la izquierda en los próximos dos años será decisivo.

También manifestaste en el pasado que los movimientos sociales debían ser independientes de la campaña electoral de Biden. ¿Cómo afecta hoy a la lucha de clases la relación entre los movimientos sociales, el movimiento obrero y el Partido Demócrata?

Debería estar claro para todos a esta altura que el Partido Demócrata no puede responder ni mucho menos frenar la ofensiva que sigue llevando a cabo el Partido Republicano, impulsado cada vez más a la derecha por su base de masas y su vanguardia ultraderechista, así como una Corte Suprema empeñada en deshacer casi un siglo de leyes que establecen los derechos de los trabajadores, los grupos minoritarios racializados, las mujeres y la comunidad LGBTQ+. Los demócratas no solo no han conseguido aprobar ninguna de las leyes que constituyeron la base de la campaña de 2020, sino que ni siquiera pueden ponerse de acuerdo en dejar de lado el obstruccionismo parlamentario, que se ha convertido en uno de los obstáculos más eficaces para la toma de decisiones democráticas y para el ejercicio del gobierno de la mayoría. La dirección del partido parece no entender la estrategia republicana de tomar y aferrarse al poder, ni enfrentarse al hecho de que el poder de la extrema derecha sigue creciendo, y que sectores de las fuerzas del orden y de los militares están insubordinados abiertamente. Sin embargo, sí entienden la amenaza que supone para su credibilidad el ala izquierda del partido, habiendo decidido recientemente desafiar en las primarias a Rashida Tlaib, una de las principales figuras de ese sector. Y aunque las audiencias relativas a la conducta de Trump, su gabinete, su personal y sus principales asesores han revelado algunos datos significativos sobre las intenciones y acciones de Trump, es poco probable que se le impida presentarse en 2024, a pesar de sus intentos de ganar las elecciones por la fuerza e impedir la certificación de la victoria de Biden.

No obstante, habrá una enorme presión sobre los sindicatos y todos los demás movimientos para que den prioridad a las elecciones de 2022 y 2024 y pospongan las movilizaciones, que son tan necesarias pero que con demasiada frecuencia son consideradas de importancia secundaria. De hecho, es muy probable que la dirección del Partido Demócrata insista en restar importancia a los temas que considera que resultan divisionistas o que espantan al "votante medio" (el seguro universal de salud, desfinanciar a la policía, el cambio climático) mientras presta una atención desproporcionada a Trump y a la franja de lunáticos (cada vez más grande) del Partido Republicano, figuras como Josh Hawley, Marjorie Taylor Greene y Lauren Boebert. Sin embargo, lo más importante es que las elecciones de noviembre coinciden con toda una serie de batallas, ya que las leyes draconianas contra el aborto llegan a las legislaturas estaduales precisamente en el momento en que más que nunca se necesita una amplia movilización. Del mismo modo, es fundamental que el movimiento obrero mantenga el impulso de sus campañas de organización y amplíe el poder de los sindicatos para hacer huelga y apoyarse mutuamente en sus luchas. Al participar en las luchas de los movimientos populares, el movimiento obrero puede ayudar a poner en pie una fuerza unificada que pueda frenar a la extrema derecha y promover los intereses de la clase obrera. Potenciar el poder de la clase obrera organizada en una alianza con las diversas organizaciones de los oprimidos es la única manera de construir una izquierda socialista que pueda hacer frente a la destrucción del medio ambiente por parte del capitalismo, sus guerras, su desprecio por la vida humana, el odio que fomenta y la violencia que alimenta.

Traducción: Maximiliano Olivera

 
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