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16 de marzo de 2025 Twitter Faceboock

Tribuna abierta
Opinión: El apruebo es opcional, la movilización popular, no
Sebastián Ramírez

El debate sobre el plebiscito de salida se toma cada vez más las redes sociales cuando ya estamos a menos de un mes de las votaciones. Si bien el anuncio del presidente Boric - de que en un eventual triunfo del rechazo se reiniciaría el proceso constituyente – haya restado épica a la votación, la presión por hacerse parte de uno de los bandos aumenta de todas formas.

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*Esta columna es parte de la nueva sección de debate ¿Qué hacer frente al plebiscito? abierta recientemente por La Izquierda Diario. Si quieres publicar tu opinión escríbenos a laizquierdadiariochile@gmail.com

Los sectores de izquierda más consecuente, o que al menos pretenden o intentan serlo, están situados casi por defecto en este grupo “transversal” llamado Apruebo, que reúne desde el ala “más progresista” de la DC hasta los Movimientos Sociales Constituyentes, pasando por el PC e incluyendo otros grupos de izquierda como UPA. Entre estos sectores, los que pretenden no transar con el empresariado, exponen que el Apruebo significará una plataforma desde donde comenzar la estrategia de movilización que, eventualmente, podría llevar a la clase trabajadora al poder. La consigna se podría resumir en “lo primero es Aprobar, luego veremos lo demás”.

Como incentivo negativo están los ya clásicos slogans de “vencer/detener al fascismo”, “borrar el legado de Pinochet” y similares, caracterizando al adversario, el rechazo, como un grupo relativamente homogéneo de derecha dura y fascista. Si bien es innegable que dentro del rechazo hay grupos fascistas, identitarios e incluso lumpen, tener una idea clara del adversario al cual nos enfrentamos es un factor clave para la táctica a seguir.

Por supuesto, en un contexto en donde el alzamiento del fascismo es un peligro inminente, podría ser un poco más justificable la idea de unirse con la pequeña burguesía para tomar una posición defensiva contra el fascismo, refugiándose en pequeños triunfos democráticos que sirvan para una nueva arremetida de la clase trabajadora. Más o menos con eso se puede simplificar el pensamiento de las izquierdas menos degradadas dentro del apruebo. Sin embargo, ¿es efectivo que estamos realmente ante el fascismo, personificado en el rechazo? O inclusive ¿que el pinochetismo o el empresariado en su totalidad está en el rechazo?

Lo que es innegable es que detrás de la campaña del rechazo está la burguesía conservadora; pero sus parientes, el resto de la burguesía, está con el apruebo. Por lo tanto, sería incorrecto asumir que el apruebo es un sector correspondiente exclusivamente al pueblo de la clase trabajadora y que, por el contrario, el rechazo está compuesto por empresarios y “fachos pobres”. Es más, es posible que gran parte del rechazo esté compuesto por sectores populares embaucados por la derecha, quienes han llevado una campaña que les hace más sentido: “que el proceso constituyente fue tomado por la clase política”; ¿y saben algo? Por muy embaucadas que estén estas personas, no dejan de tener, en parte, algo de razón.

Las razones del desencanto de parte del sector popular con el proceso constituyente son materia de otra discusión, pero como spoiler se puede decir que son responsabilidad de políticas conciliadoras llevadas a cabo por el FA y el PC.

Lo importante para caracterizar al adversario, más allá del análisis anterior, es preguntarse, y dígase con suspenso: ¿Qué sucederá con la clase trabajadora si llega a concretarse un triunfo del rechazo en el plebiscito? No sé qué se le vendrá al resto a la mente, pero por mi parte al menos llego siempre a la misma conclusión: NADA. ¿el ascenso de un nuevo Pinochet? No. ¿el advenimiento del fascismo? Tampoco.

Falta el otro lado, ¿Mejorará nuestra situación con el apruebo? Sabemos que el apruebo incluye derechos básicos exigidos desde hace mucho, como el derecho al aborto y el derecho fundamental a huelga, entre otros. Sin embargo, sabemos que, en un inicio, la constitución será implementada por un congreso tremendamente conservador. Es más: los sectores del apruebo están de acuerdo con la nefasta consigna de “aprobar para reformar”, dando luz verde para, en caso de ganar el apruebo, que el texto sea manoseado por este congreso de derecha, con lo que en la práctica tendríamos finalmente una convención mixta de facto, cuando en el plebiscito de entrada esa opción fue la menos popular de todas (irónico, no?). Es decir, ninguna de las pequeñas victorias que se lograrían con el apruebo estarían aseguradas, pues el congreso tendría chipe libre para deformarlas hasta hacerlas anecdóticas.

No hay derechos garantizados en este sistema. Si no, pregúntenle a las mujeres en Estados Unidos.

Por lo tanto, ya sabemos lo que ocurrirá si triunfa el apruebo y el pueblo no está decidido en defender los pocos derechos que se consagran en el nuevo texto: Quedaremos igual que ahora, es decir, lo mismo que si hubiese ganado el rechazo.

Un razonamiento rápido de alguien de izquierda llegaría a la siguiente conclusión: “entonces, la consigna debe ser Aprobar y a movilizarse”. Y es cierto, solamente la movilización de la clase trabajadora puede garantizar sus derechos. Pero falta responder a una pregunta que se podría haber pasado por alto: si estuviéramos en esa situación ideal en que triunfa el Apruebo y el pueblo sigue de pie, movilizándose ¿¿de qué nos serviría en ese caso el apruebo?? La movilización, por sí sola, es capaz de arrancar de cuajo los derechos que tanto nos merecemos (prueba de ello es ver cómo estaba la clase política durante la rebelión de octubre); en un contexto así el apruebo no sería más que un adorno. La conclusión final es obvia: el apruebo es opcional, la movilización popular, no.

Yo sé que varios de los que somos de izquierdas, en nuestro fuero interno deseamos que gane el apruebo. Pero eso es completamente emocional y simbólico, como si fuera un partido de fútbol (quiero que el equipo facho pierda). Lo racional es lo siguiente: una organización de izquierda con perspectiva revolucionaria debe agrupar a la gente del voto nulo y a los que votan críticamente apruebo para preparar a un pueblo movilizado, independientemente del resultado que se avecine. De nuestro análisis anterior ya descubrimos qué ocurrirá si no nos movilizamos, sea cual sea el resultado del plebiscito: una nueva derrota de la clase trabajadora.

Llevamos décadas votando por el mal menor con la excusa de que si no lo hacemos, la derecha vencerá. ¿Qué ocurre si de una vez por todas tomamos una posición que no esté subordinada a la clase política de siempre y demostramos que podemos levantar una opción independiente? ¿Tanto riesgo hay de hacerlo? ¿Qué arriesgamos perder?

 
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