Laura Vilches
| Concejala PTS - FIT Córdoba. Legisladora provincial PTS-FIT (mandato cumplido) | @VilchesLaura
Foto: La Izquierda Diario Córdoba
Presentamos a las y los lectores de Ideas de Izquierda esta crónica sobre la puesta en escena de La Ilusión del Rubio, una obra estrenada online el 15 de enero de 2021 y llevada a escena en la temporada de verano con el ciclo del Cervantes en la Biblioteca Nacional. Participó del Festival Internacional de Buenos Aires a comienzos del 2022. Desplegó funciones en Teatro Estudio (espacio a cargo del propio Gastón Marioni) en La plata, y luego fue a Espacio Callejón, CABA. En Córdoba se estrenó con una única función organizada por Familiares y Amigos de Facundo, el 12 de noviembre de 2021, y ahora, organizado junto a Viviana, por Laura Vilches, docentes independientes y de la agrupación Docentes D-Base así como estudiantes de la agrupación No Pasarán, se presentó con funciones exclusivas para estudiantes de 12 escuelas cordobesas, cerca de 500 personas, en el Centro Cultural La Piojera el pasado 11 de agosto.
Córdoba, 11 de agosto. Un mítico barrio conocedor de gestas heroicas de obreros y estudiantes. El teatro se abre a la mañana y a la tarde, en horario escolar. El Centro Cultural La piojera, recuperado por la lucha de un barrio popular, nos aloja. Barrio Alberdi, el barrio del Cordobazo.
Teatro
No hay telón que se descorra. Es teatro al descubierto, al desnudo. La escena está montada, las luces azules apenas iluminan el escenario. Luego, todo está oscuro y de nuevo luces, aparece un actor.
Eso, simplemente un actor porteño que viene a poner el cuerpo por otro, por alguien que no está, que está desaparecido: se trata de Facundo Rivera Alegre, el Rubio del Pasaje. El Rubio. Lleva desaparecido 10 años. Desde hace 10 años, Viviana María Alegre pregunta dónde está Facundo.
El gobierno no responde, la Justicia respondió sin buscarlo, en un juicio irregular. El teatro sí, el teatro, el arte, responden. Y Facundo aparece. Está allí, habla con el público, habla con su mamá, allí presente, nombra a su hija y a su compañera de la vida.
El actor sale a escena, las y los estudiantes allí sentados hacen silencio. Escuchan, observan; muchos de ellos, es la primera vez que van al teatro, a ver una obra en vivo; la primera vez, lo que no pudo hacer el Rubio. El actor se presenta: es porteño, no tiene el pelo teñido (aclara), pero su cuerpo está allí, lo vemos, sabemos de quién es, conocemos su nombre, está. No como el de Facundo, aunque “por el momento que dure la representación” … aparecerá.
Facundo Rivera Alegre aparece también en las calles de esta ciudad de Córdoba, que tiene un policía cada 100 habitantes, que tiene más agentes represivos que maestras de escuelas primarias. Facundo aparece en grafitis, murales, stickers, que su mamá, junto a las organizaciones que acompañan desde el primer momento su lucha y otras que se sumaron después, hacen que Facundo aunque “ellos” no quieran, aparezca. De allí saltó al escenario por intermedio de Santiago San Paulo, a quien se le apareció así, desde una pared callejera una noche solitaria de plena pandemia. Desde allí, Facundo, en cada función, se va en el cuerpo y la memoria de quienes participan de la ficción teatral.
Estamos hablando de La ilusión del Rubio, obra escrita por el actor y dramaturgo cordobés Santiago San Paulo, en 2020. Fue presentada como propuesta para el Teatro Nacional Cervantes, salió seleccionada y se estrenó de manera virtual. Cuando los teatros volvieron a abrir sus puertas, la obra comenzó a girar. La dirección está a cargo de Gastón Marioni, también profesor de teatro. La actuación, que Facundo Rivera Alegre vuelva a estar presente, corre por cuenta del talentoso Martín Slipak.
La historia, las historias
La historia de Facundo es la historia de miles de pibes de las barriadas populares que son hostigados a diario y desde hace años por la policía de la Provincia de Córdoba. Eso dicen los pibes cuando se produce el desmontaje: “es verdad eso que pasa en la obra, que te persiguen por lo que llevás puesto o por si tenés gorrita”; “eso que cuentan, a mí me pasó”.
La historia que cuenta el Rubio es su propia historia, la del Rubio y la de tantos otros; la de esos mismos pibes que miran la obra 10 años después de que Facundo desapareció. 7 años después de que un día como éste, un 11 de agosto, se iniciara un juicio plagado de irregularidades que rubricaron la impunidad porque a Facundo, a su cuerpo, no lo buscaron más. No lo buscaron más porque dijeron que “lo habían limpiado unos pibes de barrio Maldonado por ser mula”.
“¿Ustedes saben lo que es ser mula?” pregunta el actor (o el Rubio), desde el micrófono. Los pibes asienten. Eso dijeron que era Facundo. Así lo estigmatizó la policía y Justicia, los medios difundían la versión de que transportaba droga para una banda de cuarteto; así los responsables quedaban impunes. Ese fue el relato que se armó en aquel juicio iniciado un 11 de agosto de 2015. El Tribunal Superior de Justicia de Córdoba (TSJ) confirmó en abril de 2019 la condena a 11 años de prisión para Pablo David Rearte por homicidio doblemente agravado (por el uso de arma de fuego y por la intervención de un joven menor de 18 años) en la causa de Facundo Rivera Alegre. Así, dijeron, desapareció el Rubio y dejaron de buscarlo.
Facundo Rivera Alegre es un desparecido tras la vuelta de la democracia. Y es el pibe que podría estar en Buenos Aires, podría ser Luciano Arruga, podría ser Facundo Astudillo Castro, Daniel Solano, podría ser tantos de los desaparecidos bajos gobiernos constitucionales.
Puede ser cualquiera de esos pibes que huyen porque se asustan cuando la cana los para y terminan con un tiro en la espalda, para que después venga la ficción, que esta vez arma la policía: falsos enfrentamientos, falsos robos, falsos tiroteos, falsa portación de armas, falso “muleo”. Así ocurrió con Blas Correa, Joaquín Paredes, José Ávila, fusilados en pandemia. Así ocurrió con Rodrigo Sánchez, Güere Pellico, Lautaro Torres y tantos más asesinados años antes. En cada caso, sobre sus cuerpos se fragua la mentira estatal mientras lo único verdadero es que la policía los persigue por “portación de rostro”, “portación de gorra”, “portación de ropa”.
Quizás por desnudar esa mentira y contar la verdad es que la dramaturgia de San Paulo, realizada amorosa y respetuosamente por Slipak y Marioni, sigue rodando. Porque a través de la singular historia del Rubio del Pasaje cuenta la historia de muchos. De la decena de obras seleccionadas por el Teatro Nacional Cervantes, para el ciclo “Nuestro Teatro”, La ilusión del Rubio se sostiene en escena y rueda. Lleva más de 4.400 vistas en Youtube y sigue creciendo en el sitio online del Cervantes.
“Hay algo que hace que la obra siga andando. No es algo sobrenatural, algo mágico, son las familias, las personas quienes lo piden”, dice Marioni, el director. Del Cervantes “virtual” pasó a la explanada de la Biblioteca Nacional, de allí a Teatro Estudio en La Plata, luego vino a Córdoba en una única función en la UNC. Se presentó en el Festival Internacional de Buenos Aires y después desplegó funciones en Espacio Callejón (CABA). De allí, volvió a estas dos funciones para estudiantes en Centro Cultural La piojera y una en el Tau Cervantes de Bellville, Córdoba. En los próximos días, vuelve a Estudio Callejón con dos funciones más el 31 de agosto y 7 de septiembre. De más está recomendarla.
Volvemos al teatro, a ese jueves 11 de agosto. Hacemos desmontaje de la obra: los chicos y chicas preguntan. Cuando se animan, toman la palabra con voz propia, agradecen, reflexionan; cuando no se animan, son las profes las que toman la palabra e inquieren: “¿los chicos quieren preguntarle al autor, ¿cómo surgió la idea de escribir?”, “¿por qué el actor aceptó ese papel?” A su turno, San Paulo, Marioni, Slipak responden con lo que sintetizará luego Viviana Alegre: el teatro hace lo que el Estado no quiso ni quiere hacer, dar respuestas, buscar la verdad, transformar algo que es injusto. “Yo sigo peleando, no solo por mi hijo, sino por todos los Facundos que hay acá, en esta sala, en los barrios. Para que puedan desplegar toda su ilusión”.
Espectros
Como la Antígona que aparece en el texto de San Paulo, hay necesidad de verdad en aquel cuerpo que no está siquiera para ser sepultado. Los ecos de la Antígona Furiosa de Griselda Gambaro resuenan en La ilusión del Rubio. Antígona o Viviana. Viviana, la hermana de Marco, un detenido-desaparecido bajo la última dictadura cívico-militar y eclesiástica. Esta Antígona, que antes buscó a su hermano y a su cuñada también desaparecida, ahora sigue buscando a Facundo. “Y creemos que él debe querer aparecer”, dice Slipak en la apertura de la primera escena.
Por eso, en este unipersonal, la apuesta es simple. El trabajo se sostiene con el tremendo despliegue actoral de Slipak, sobre un texto que corre al ritmo los días de la semana y los recuerdos de últimas escenas, de lo que hizo Facundo la última horas antes de que lo desaparecieran, de lo que hacía los lunes, los sábados o los domingos, de “cuánto extraña los domingos”.
“Yo también trabajo en una obra", dice Facundo desde la interpretación de Slipak, “pero levantando paredes, haciendo mezcla”, aclara el personaje. Y la ficción se desdibuja en múltiples planos: un actor representando a un personaje, que a su vez juega, se divierte imitando a otros, actuando como ellos. Así aparece, teatro dentro del teatro, el loco Martín Palermo, el cantante Damián Córdoba, el difunto y ex gobernador De La Sota. El fantasma transmuta, ironiza, aparece para hacer justicia ante su propia desaparición.
Teatro dentro del teatro y a la vez, una escena simple. Teatro al desnudo. La obra trabaja con elementos sencillos: siete sillas distintas, una botella de agua, una muda de vestuario, y un montículo de tierra al lado de un micrófono. El lugar en el que debería reposar un cuerpo. Ese es el pedido incansable de Viviana: “que me devuelvan tu cuerpo y lo dejen hablar”.
Allí, en escena, Facundo devenido fantasma, habla desde un micrófono al lado de un montículo de tierra. Es su voz la que se escucha, son sus canciones, es la historia contada por él mismo, como espectro que está desde esa “tercera dimensión” que instauró la última dictadura: ni vivo ni muerto, desaparecido. Continuidad.
Como señala Mariana Eva Perez en su trabajo Fantasmas en escena. Teatro y desaparición: “la espectralidad irrumpe desde el pasado en el presente para señalar un estado de cosas injusto y reclamar que se haga algo al respecto. Se presenta como aparición, se aparece tal como aparece el fantasma, o mejor dicho, reaparece, porque siempre se trata de un retorno. Retorno de lo reprimido, lo excluido, lo invisibilizado” [1].
El espectro de Facundo vuelve para no callarse y asedia a quienes lo ignoraron, lo dejaron desaparecer, o directamente encubrieron su crimen. La obra señala al principal responsable político a cargo del estado cuando ocurrió la desaparición de Facundo: el ex gobernador De La Sota, quien en 2004 apuntó contra las Madres de Plaza de Mayo diciéndoles que “no cuidaron a sus hijos”. Hilos de continuidad.
Los cuerpos, la ausencia, la impunidad de la “mano de obra desocupada” de la dictadura y sus métodos tras la vuelta a la democracia que, como cuenta en La sobra Azul Mariano Saravia, se despliega hacia el presente.
“¿Quién puede hacer desaparecer un cuerpo?, devuelve como pregunta Viviana Alegre a los estudiantes que indagan sobre por qué De La Sota es nombrado en la obra. Y resuena la pregunta resuena como eco: “¿cualquiera puede hacer algo así? ¿Nosotros? ¿Ustedes?”, dice Viviana. “¿Yo que no puedo ni cruzar el puente de la 24?” replica el espectro de Facundo. “El Estado, ellos son los únicos que pueden hacerlo desaparecer, ocultarlo y que no aparezca”, concluye la mamá del Rubio.
A la salida, estudiantes preguntan a las profes: “¿cómo se animan a hablar de De la Sota?¿No tienen miedo?”. Esos pibes saben que hay algo de la impunidad con la que actuaron con Facundo que se reproduce en sus barrios, que se sostiene en el hostigamiento de la policía, comandada ahora por Schiaretti.
Por eso, La ilusión del Rubio desata toda su potencia. Porque dice lo que los medios hegemónicos, la Justicia, los gobiernos callaron. Por eso, cuando se abre paso el desmontaje, ante el público, director, actor, autor, Viviana María Alegre dice: “Gracias, por traerme de vuelta a mi hijo”. Desde el público, alguien grita: ¡Facundo Rivera Alegre, Presente!