Esta mañana todo se tornó más frío y con un gusto amargo para quienes la conocimos y fuimos recibiendo la noticia como un golpe bajo.
Pero no sería para nada justo y no tenemos ningún derecho a congelar su recuerdo en este mismo momento, o en los últimos tiempos de su heroica batalla contra una enfermedad de mierda a la que se enfrentó con todas sus fuerzas, con la determinación que caracterizó toda su vida.
Afloran y llueven los recuerdos de La Peti militante, bajo las banderas rojas del trotskismo, con toda nuestra juventud, nuestras pasiones encendidas. Tan encendidas, que jamás quedó ni un resquicio para que radicales ni peronistas platenses ni de ningún lugar, ni de centros de estudiantes, ni de sindicatos, fueran capaces de opacar con un gris de conformismo o resignación nuestras convicciones de revolucionar el mundo. Esos vínculos creados en la camaradería, el compañerismo, en la entrega mutua, el de compartir sueños y militar para conquistarlos.
En los años 80, a poco de llegar desde Neuquén a La Plata, compartimos la militancia.
La conocí y me impacté con su gran humanidad, con la sensibilidad de una piba tan amable como guerrera. Tan “platense”, tan extrovertida, tan capaz de “cantarte las 40”, como de sacarte de cualquier pesimismo o tristeza en dos minutos. Con su sonrisa, su alegría, y su cigarrillo apuntando al cielo “como una Lady” siempre.
No importaban las circunstancias. Ale era precedida por ese glamour hipesco de vestidos de bambula, su andar rápido, y una certera mirada crítica del entorno y el remate de un chiste repentino. Compartimos militancia en toda su dimensión, que también abarcaban las peñas, las fiestas, las “previas” y las “post” en su casa de Diagonal 80, donde supimos fumar subidos a la terraza o al tanque de agua para ver algún amanecer o caída del sol decenas de compañeros y compañeras que terminábamos como dicen les pibes hoy, literalmente “ranchando en su casa”.
Vino nuestra expulsión de MAS, la necesidad de defender los principios frente al derrape de lo que era nuestro partido. En nuestra organización hubo grietas, lapsus, paréntesis, rupturas de muchas amistades. Ale, tenía una pesada herencia de militancia a partir de “su viejo”: Juan Carlos López Osornio (más conocido en la militancia trotskista como el Pelado Matosas), ex preso político del PST durante la dictadura militar.
Éramos parte de una generación que emergía luego de la dictadura. Solía contarme y yo escuchar con mucha atención, anécdotas de su infancia, donde desde muy pequeña. Con su padre detenido en marzo del 75´ con motivo de apoyar activamente una huelga en Ledesma en Jujuy estuvo preso casi hasta su adolescencia (7 años de cárcel). En sus recuerdos estaban nítidos los mensajes que estudiaban y repetían una y otra vez para transmitir a su viejo preso de parte de sus camaradas, eludiendo las escuchas. Y el Pelado se quedó en el MAS y luego el MST.
Pero nunca hubo nada ni nadie que pudiera torcer, refrenar, ahogar, sus pensamientos, sus convicciones ni su forma tan viva de expresarlos. Se hizo parte activa de nuestra corriente en resistencia: el PTS. Que relegados a ser un grupo minúsculo frente al “ascenso” electoral del MAS, en 1989, se plantaba en los principios de una organización revolucionaria, internacionalista.
Ale me recibía en su casa cada vez que salía un nuevo número de nuestro “periódico” militante para discutir, preguntar, opinar. De repente, correr todo de la mesa y traer el té con leche y conversar de todo. En mi recuerdo con Ale, no había lugar “para que pasara un ángel”. Ni un alfiler pasaba. Siempre tenía algo para decir, algo para preguntar, algo para interpelar, ya sea de política o personal.
Amamos a Alejandra. Todos las que la conocimos. Nos aportó, nos hizo mejor gente.
Por eso en este día, lejos de despedirla, deberíamos traerla al presente. Que siga con todos nosotros y nosotras. Entre las cosas hermosas de la militancia revolucionaria, esta sin dudas, el conocer personas maravillosas como ella y establecer vínculos comunistas que perduran toda la vida y nos van a acompañar siempre.
A la familia, a toda la militancia, a las amistades que sembró y cosechó, un abrazo estrecho en estos días. Ale descansa después de una ardua batalla. Celebremos todo lo que nos dejó.
Querida Alejandra: ¡Hasta el Socialismo Siempre! |