Este miércoles, uno entraba a un canal de noticias y se encontraba con el viejo y querido (?) “caos de tránsito”. Desde los móviles entrevistaban a automovilistas que habían quedado atrapados en medio de los cortes por las movilizaciones en el centro porteño y desde el estudio los conductores hacían el trabajo sucio de editorializar como siempre: “son trabajadores que no dejan circular a trabajadores”, fue de lo más repetido.
Pero si se cambiaba de canal, sin siquiera pasarse al otro lado de la “grieta”, se encontraba a otro conductor diciendo que la movilización era escuálida, que la CGT no había podido movilizar como otras veces y que entonces la jornada era un fracaso.
Las dos ideas “esto es un caos” y “esto es una lágrima” convivieron durante toda la tarde. Contradictorias en el origen, confluían en la conclusión: “no hay motivos para tomar las calles”. Una idea que no se repitió ante ningún banderazo de la derecha o un tractorazo del “campo”, que vendrían a ser gestas patrióticas en las que se moviliza… “la gente”.
La CGT y la CTA son las grandes responsables de que ese discurso pueda calar. Por un lado, porque la cobertura mediática fue casi tan confusa como la convocatoria de la cúpula sindical: no se sabía bien si marchaban en apoyo o en protesta ni tampoco a quién sería ese apoyo o contra quien estaban. Andrés Rodriguez de UPCN llegó a decir que la marcha no era contra nadie.
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