Lucila Colaneri
| Trabajadora del Consejo de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes GCBA
Ilustración: Paola Cano
En el día de las infancias, analizamos la crítica situación que atraviesan niñes y adolescentes. No es una fecha de festejo, cuando los derechos que le corresponden son negados por los gobiernos.
Como todos los años, el tercer domingo de agosto, en Argentina, se conmemora el día de las infancias. Nosotres, como trabajadores de las infancias, somos parte de las distintas realidades por las que atraviesan les niñes y adolescentes en nuestro país. Trabajamos junto a elles y sus familias, la realidad nos golpea cotidianamente, por ello estamos convencidxs que, para que las infancias y las adolescencias vivan libremente hay que cambiar este sistema de opresión y exclusión.
Mientras escribimos estas líneas nos sigue golpeando de frente la noticia de la muerte de una niña de 11 años en la ciudad más rica del país, murió por desnutrición, porque las políticas para garantizar derechos son la deuda histórica de todos los que gobiernos, no fue ni es una prioridad. Mientras sucede esto, en lo que va del gobierno de Alberto Fernández, se entregó al Fondo Monetario Internacional, un total de $7.185 millones en concepto de pago a la deuda ilegal, ilegitima y fraudulenta que tomó con la Casa Rosada.
León Trotsky planteaba en su autobiografía: “Se dice que la infancia es la época más feliz de una vida. ¿Siempre es así? No. Son pocos los que tienen una infancia feliz. Esta idealización de la niñez tiene su origen en la literatura tradicional de los privilegiados. Los que gozaron de una niñez con todo asegurado y, además, sin tristezas, en las familias hereditariamente ricas y cultas, entre caricias y juegos, suelen guardar de aquellos tiempos el recuerdo de una pradera llena de sol que se abre al comienzo del camino de la vida”.
Desde nuestros espacios de trabajo nos preguntamos qué hay para celebrar en un país donde el 51.4% de les niñes y adolescentes se encuentran por debajo de la línea de la pobreza, según el Indec, donde más de un millón de niñas, niños y adolescentes en Argentina dejó de comer alguna comida -desayuno, almuerzo, merienda o cena- por falta de dinero, según la misma fuente, donde para poder costear sus necesidades una familia necesita percibir un ingreso de $111.298 para no ser pobre. “Infancias felices” no existen cuando no hay un plato de comida en la mesa de millones de familias a lo largo y ancho del país.
Es menester mencionar, si de vulneraciones se trata, que el derecho al juego es uno de los más postergados, frente a la enorme carencia que atraviesan las infancias. El derecho a la recreación no es prioritario a la hora de pensar políticas. Es el juego uno de los aspectos fundamentales para constituir las infancias y permitir su desarrollo. Pero, para muches de les niñes, no es un derecho sino un privilegio.
Los problemas de alimentación no suceden solo en nuestro país, sino que millones de niñes mueren de hambre en el mundo, mientras vemos en los medios de comunicación productores lácteos o agrícolas que tiran su producción porque “es más barato comercializar esos productos”. Sistemas de producción que sólo generan ganancia para pocos y hambre para millones.
De la mano de los empresarios, encontramos el silencio cómplice de las centrales sindicales, que en estas semanas repartían planillas para que les trabajadores con hijes reciban un juguete, colmos del cinismo, mientras negocian paritarias a la baja y permiten el saqueo al pueblo trabajador, sumémosle que hace pocos días la CGT y la CTA junto a organizaciones sociales oficialistas realizaron una marcha sin denunciar el ajuste del Gobierno del Alberto Fernández sino a “los formadores de precios” por la inflación.
Este acuerdo empresarial con los sindicatos, no estaría completo sin que se sienten en la mesa el gobierno del Frente de Todos, Juntos por el Cambio y las demás variantes patronales de los partidos políticos que acompañan el proyecto de ajuste a medida del FMI, que desde el día uno pagan millones de dólares a costa de perjudicar a les trabajadores.
En los últimos meses nos hemos cansado de escuchar todo tipo de discursos donde se estigmatiza la pobreza desde el Frente de Todos con la auditoría de planes, hasta Juntos por el Cambio con la quita de los mismos. Así, despliegan todo su odio hacia los sectores populares y el debate gira en torno a “planes sí, planes no” sin discutir un programa por trabajo genuino. No solo se cuestiona el cobro de los programas sociales, también el lugar de les niñes en las enormes movilizaciones de las organizaciones de desocupados, que salen a pelear por trabajo, vivienda y por una vida distinta para sus hijes.
Como se puso en juego el tema de los planes sociales, lo mismo se hizo respecto al uso del lenguaje inclusivo, no sólo en las escuelas, sino en la vida de les pibes que son parte de quienes construyen el lenguaje, algo que no es caprichoso, sino que permite visibilizar a aquelles que no se encuentran en ese binario masculino, ni en el femenino y que no deja de ser un modo de lucha. Cuando decimos que las infancias y las adolescencias puedan vivir libremente en sus diversidades debemos problematizar, qué tanto se discute del tema y cómo la implementación de la ESI contribuiría y mucho.
¿Qué pasa en las infancias trans? ¿Todes les niñes, padres y madres tienen acceso a acompañar ese recorrido? ¿Cómo impacta el recorte a la salud pública en cuánto al acceso que estes niñes tienen para transitar esa situación?
Estamos frente a una generación que no se resigna, que fue parte de la marea verde, que en las calles peleó y le arrebató el aborto a la iglesia y a una clase política que la tuvo cajoneada años, donde parte del lema era #NiñasNoMadres. Y esa misma generación hoy sigue peleando por más derechos y por acceso a Educación Sexual Integral que les es negada.
Como trabajadores de las infancias somos parte de esa pelea con elles, y apostamos a esa unidad, por mejores condiciones de vida, para eso es preciso construir una gran fuerza social que pueda torcerle el brazo al FMI.
Es necesaria la unidad con las familias que reclaman por tierra, vivienda y trabajo genuino, la juventud que no se resigna, las mujeres que pelean ganando las calles por sus derechos, debemos llevar adelante un plan que contemple las reales prioridades y las necesidades de les que día a día, mueven el mundo.
Roberto Arlt decía: "Estoy hambriento de revolución social. ¿Sabe lo que es tener hambre de revolución? Quisiera prenderle fuego por los cuatro costados al mundo".