Hasta el domingo 4 de septiembre se puede visitar en el Museo Nacional de Bellas Artes, la serie de pinturas del artista argentino que se creían destruidas.
Con la curaduría de Mariana Marchesi, podemos visitar en el primer piso del Museo Nacional de Bellas Artes una serie de siete pinturas del artista Ernesto Deira, que él mismo denominó “Identificaciones”; las obras son de 1971 y estaban centradas en el asesinato del “Che” Guevara.
“La intención de Deira por entonces era trazar una crónica sobre algunos de los acontecimientos más violentos sucedidos en el mundo desde los años 60: la pobreza en el Tercer Mundo, los procesos de descolonización, la invasión estadounidense a Vietnam y, en el caso de la Argentina, los primeros actos represivos que inauguraron la década del 70”, dice la curadora. Sigue: “Sin dudas, el asesinato de Ernesto ‘Che’ Guevara en Bolivia era el hilo conductor de este breviario de la violencia. Para realizar cada una de las pinturas, Deira se basó en fotografías aparecidas en periódicos y revistas de divulgación científica que remitían a alguno de estos temas”.
Ernesto Deira fue abogado, para luego dedicarse al arte, contando con una trayectoria de más de 30 años. Considerado uno de los máximos exponentes de la pintura argentina, a principios de los ´60 conforma junto con Jorge de la Vega, Rómulo Macció y Luis Felipe Noé, “La Nueva Figuración”. En 1961 el grupo realizó la exposición de pinturas “Otra Figuración” en la Galería Peuser de Buenos Aires, que va a ser un estilo que marcará gran parte de la obra de Ernesto. El grupo se propone negar tanto la abstracción como así también las formas tradicionales de representación. Una vuelta a la pintura, pero reintroduciendo la imagen del ser humano a través del collage, las chorreaduras y la expresión.
“La Nueva Figuración” se separa cuatro años después; Deira sigue con producción artística obteniendo numerosos premios y participando de instancias colectivas. En 1967 participa de la muestra “Homenaje a Latinoamérica”, donde artistas de importante trayectoria presentaron cada uno un trabajo de técnica libre en un bastidor cuadrado de un metro a partir de la icónica foto del Che tomada por Alberto Korda. También en otras propuestas colectivas contra la dictadura en Brasil o en homenaje a Víctor Jara. Ernesto va a ser parte de la vanguardia artística que en los ´60 y ´70 abandonaron la obra única en pos de la serialidad y las prácticas colectivas; que no solamente daban a conocer posiciones políticas, había una idea de acción gráfica.
Silvina Deira, hija del artista, declaraba: “De adolescente, mi padre militaba en alguna organización de izquierda, aunque no en el Partido Comunista: no era un militante político pero sí era un señor de izquierda, muy preocupado por todos los problemas sociales de guerras, de hambrunas, y luego muy atento a todo lo que ocurría acá, cuando empezaron la Dictadura y la persecución”; “En esos tiempos desaparecía gente allegada a él y compañeros nuestros del colegio, míos y de mi hermano. Mi padre, en definitiva, siempre estuvo muy preocupado por todo lo que pasaba”, mostrando el compromiso del artista con su presente.
Recorridos: ida y vuelta por la cordillera
Ernesto Deira exhibió por última vez las pinturas en el Instituto de Arte Latinoamericano (IAL) de la Universidad de Chile en 1971, en el marco de las celebraciones por la visita de Fidel Castro. Cuando finalizó la exposición, las obras iban a ser enviadas a La Habana, pero Deira desistió por la situación política de la isla. Las pinturas quedaron en Chile, y tras el golpe de Estado a Salvador Allende en el ´73, el dictador Augusto Pinochet ordenó destruirlas. Así fue que el artista las dio por perdidas hasta la fecha de su muerte, en 1986.
En 2003, Luis Felipe “Yuyo” Noé se enteró por la galerista y gestora chilena Carmen Waugh (quien en los ´70 tenía una galería de arte en Buenos Aires, donde se expusieron las pinturas); que las obras se encontraban en buenas condiciones en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) de la Universidad de Chile, donde las había resguardado el personal de la institución. Luego de las gestiones necesarias por casi dos décadas, las obras volvieron al país a principios de este año y el Museo de Bellas Artes fue un lugar de reencuentro.
La serie fue custodiada por Interpol en un gran operativo de seguridad, y el Ministro de Cultura junto con el director del Museo de Bellas Artes, Andrés Duprat dieron una conferencia de prensa con motivo de la “repatriación de los bienes culturales tras 50 años”. La familia Deira que estuvo en las gestiones, donó al MAC de Chile la obra “El remolacho”, pintura realizada por el artista en 1964, por la restitución de los cuadros.
La serie
Mi pretensión es sacudir a la pequeña burguesía, público habitual de esta clase de exposiciones, y enfrentarla, a través de un elemento simbólico, con la realidad cotidiana”, Ernesto Deira, 1971.
Las fotografías de Freddy Alborta en las que se ve el cuerpo muerto del Che Guevara con los ojos entreabiertos y rodeado por militares del ejército boliviano dieron la vuelta al mundo y tuvieron un gran impacto simbólico en una generación. Ernesto Deira realizó las siete pinturas en blanco y negro con estilo naturalista, un testimonio de la represión institucional de ese entonces, un inicio de los años ´70 convulsivo marcado por un ascenso obrero.
Al mismo tiempo, la serie tiene un anclaje muy importante en las imágenes icónicas de la historia del arte. Por un lado, en una de las pinturas hay un cuerpo que tiene sus miembros mutilados pero extendidos en forma de cruz, haciendo referencia a las posiciones del “Hombre de Vitruvio”, el estudio anatómico que realizara Leonardo Da Vinci. Es un estudio pormenorizado de la figura humana y su anatomía, pero además pone en el centro de la escena al ser humano en el Renacimiento. Un cuerpo que siglos después también se pone en el centro para evidenciar la violencia y simbólicamente la represión estatal. También hay un retrato de un ranger boliviano, miembro del grupo militar entrenado por los Estados Unidos que capturó y ejecutó al Che.
La noticia de la amputación de las manos del cadáver del Che, para ser enviadas a la policía argentina para confirmar la identidad, tuvo un gran impacto en Deira. Es así que en las pinturas podemos ver miembros amputados. También, el artista se apoyó en las imágenes que el neurocirujano de origen estadounidense Murray Helfant, envió junto a su carta de renuncia al presidente Nixon que mostraban el horror de la guerra.
Muchas de las imágenes en las cuales se basan las pinturas, provenían de los periódicos. Hay una cita directa a las imágenes de las noticias de julio del ´71 , el secuestro del matrimonio de Juan Pablo Maestre y Mirta Misetich, ambos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Pinturas que parecen ser un registro histórico del momento, como si fuera fotoperiodismo; inclusive en la elección del blanco y negro.
En otra de las pinturas basadas en fotografías de la prensa de la época podemos observar las cabezas y los tornos esqueléticos de dos niños paquistaníes desnutridos. Los retratos daban cuenta del conflicto en un país pobre, la guerra por la independencia en Bangladesh. Una denuncia que hoy sigue vigente: las y los niños pobres son víctimas indefensas que sufren las consecuencias más terribles en los conflictos y las crisis del capitalismo.
No siempre igual, ni de manera directa; pero el contexto hace al arte y sus prácticas, como así también a la reflexión de los artistas. El imaginario cultural y artístico a principios de los años ´70 estaba en constante transformación; las teorizaciones sobre la desmaterialización del arte, la relación entre arte-vida que habían propuesto las vanguardias a principios de siglo, y el vuelco hacia la politización del arte centralmente en América Latina, cambiaron para siempre el arte contemporáneo. La serie de Ernesto Deira se destaca en su prolífica producción artística por ser obras monocromáticas, casi hermanas del fotoperiodismo y muy cercanas a la gráfica, dando cuenta de su tiempo, como así también de la actualidad de la denuncia sobre violencia hacia los de abajo.