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1ro de diciembre de 2024 Twitter Faceboock

Debate
El MIT y el centrismo en Chile: "apruebo crítico" y la subordinación a la restauración democrática del régimen
Rafaella Ruilova | Licenciada en historia y militante de Pan y Rosas

A casi tres años de la revuelta que impugnó al Chile heredado de la dictadura, nos encontramos ante un plebiscito de salida que da como opción apruebo o rechazo a una Nueva Constitución, que si bien reconoce derechos formales peleados por décadas, mantiene en lo estructural el régimen económico y político que se había puesto cuestión.

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Creemos importante realizar un debate con las corrientes que se reivindican socialistas y revolucionarias, como el Movimiento Internacional de Trabajadores (MIT) o el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST), que embellecen el camino de restauración del régimen encabezado por el gobierno ubicándose en el campo del apruebo, obstruyendo la lucha por una política de independencia de clases.

El "apruebo crítico” y la subordinación a la restauración democrática del régimen

Lo que se impugnó en la revuelta fue la herencia de la dictadura administrada y profundizada por la exConcertación y la derecha, de ahí la consigna “no son 30 pesos, son 30 años”. Pero las demandas de octubre siguen irresueltas, las condiciones de las familias trabajadoras han empeorado y la propuesta de Nueva Constitución (NC) si bien reconoce varios derechos formales, no toca en lo estructural el Chile neoliberal.

El plebiscito de salida es parte del itinerario del desvío institucional del Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución [1] (firmado prácticamente por todos los partidos del régimen junto a Boric y el FA, al que después dio su apoyo el PC) para contener y desviar la revuelta. La tarea estratégica de la burguesía: recomponer su hegemonía resquebrajada, restablecer la legitimidad del Estado capitalista y sus instituciones, para lo que requieren un nuevo pacto social.

El MIT reconoce que se trata de una constitución burguesa “La Nueva Constitución mantiene la esencia del capitalismo neoliberal chileno (...) Para mantener la defensa de la propiedad privada y el control de los grandes monopolios sobre el conjunto del país, la Convención mantuvo casi intacto el Estado chileno y su aparato represor.” Incluso reconocen que “va a ser utilizada como una herramienta contra el pueblo Mapuche, contra la clase trabajadora y la juventud que se moviliza, al servicio de mantener el saqueo del país”. Sin embargo, plantean “Votar Apruebo contra la Constitución de Pinochet, Lagos y Bachelet. Defender lo conquistado y avanzar con lucha y organización”.

Por su parte “...en el MST no apoyamos este nuevo texto, que mantiene incólume el capitalismo en Chile, nuestro apruebo es única y exclusivamente contra el legado de Pinochet”.

No estamos hablando de votar por una reforma que mejore las condiciones de la clase trabajadora o de otros sectores impulsada tras una lucha, sino de toda una operación estratégica burguesa de conducir la crisis institucional hacia una “nueva transición” para recomponer la legitimidad del Estado capitalista chileno y sus instituciones

La nueva constitución no solo conserva la herencia de la dictadura en la estructura económica neoliberal, sino que también conserva cuestiones esenciales del régimen de la transición pactada. Mantiene intacta la separación de poderes con el sistema presidencial, dos cámaras estrechas y ajenas al pueblo, el mismo sistema electoral, y el mismo sistema de justicia de clase, también la estructura de castas de las fuerzas policiales y militares. Lo nuevo, es que reconoce un catálogo de derechos y la creación de nuevas instancias, organismos e instituciones para la integración de sectores de las clases medias, burocracias sindicales y sociales, para cooptar y crear nuevas mediaciones con las masas ligadas a la concesión de derechos sociales. [2]

Esta restauración del régimen político, en clave reforma democrática moderada para mantener en lo estructural el modelo económico de estos 30 años, es producto del desvío orquestado por todos los partidos del régimen, dando curso a un proceso constituyente que mantuvo a Piñera en el poder, a los poderes constituidos intactos como tutores y garantes del proceso regimentado al servicio de los poderes reales.

Lo que explica que en pleno proceso constituyente, se extremaba el autoritarismo con los estados de excepción constitucional, primero con Piñera y ahora con Boric. El parlamento siguió votando leyes antiobreras y antipopulares, con la ayuda de la izquierda institucional PC-FA (desde las leyes antiprotestas, el rescate a los bancos y la ley de protección del empleo, el reglamento de la reforma migratoria, etc.).

La separación ficticia que realizan estos grupos, entre estructura económica (reconocen que se mantiene la acumulación capitalista neoliberal en la NC), y derechos sociales, sin ver la operación de conjunto del régimen, los lleva embellecer los derechos reconocidos en el papel (que tienen que ser implementados por el actual congreso) al igual como lo hace todo el reformismo y la centro-izquierda.

Por más que el MIT y el MST digan que no apoyan el texto, aprueban una constitución burguesa, que no es más que una modificación gatopardista del régimen político para mantener lo estructural del legado de la dictadura y el Chile de los 30 años. Así, el “apruebo crítico”, de crítico no tiene nada, menos después del acuerdo de los partidos de gobierno para tranquilizar a la derecha y los poderoso, donde votar apruebo no es más que darle un cheque en blanco a los partidos del congreso (mayoría de derecha y ex concentración) para que moderen el ya moderado texto.

Con mayores o menores diferencias de análisis y caracterizaciones casi todas las corrientes que se reivindican socialistas y revolucionarias [3] terminaron apoyando el apruebo de salida, como el Movimiento Anticapitalista y el POR (cuyo partido hermano en argentina llama al nulo o rechazo), liquidando cualquier perspectiva de independencia de clases. Por el contrario, desde el PTR denunciamos este proceso, ubicándonos desde el voto nulo o en blanco, llamamos a levantar un programa obrero y popular para que la crisis la paguen los capitalistas, no vamos detrás de ninguno de los bloques de la burguesía, enfrentamos al pinochetismo y la derecha desde una clara independencia del Gobierno de Boric y del campo del apruebo.

¿Victorias o búsqueda de restauración de la hegemonía burguesa?

El MIT justifica su posición diciendo que “…Todos estos derechos se conquistaron a pesar de los partidos políticos tradicionales, que se vieron obligados a entregar algo para mantener la esencia del capitalismo neoliberal chileno. Todas estas conquistas están amenazadas en el Plebiscito del 4 de septiembre”.

Llama la atención que el MIT diga que estos derechos ya se conquistaron, por el solo hecho de que están en el texto y cuando será el congreso quien los implemente. Pero, veamos, ¿Por qué los partidos del régimen se vieron obligados?

La situación abierta el 2019 modificó las relaciones de fuerzas de las clases sociales, abrió una nueva etapa en Chile, hiriendo la estabilidad del régimen y la hegemonía de la burguesía, entraron en crisis sus instituciones históricas (congreso, senado, partidos político, carabineros, poder judicial, etc). La burguesía dió cuenta de este cambio, hasta un sector de la derecha habla de derechos y estado social. Esa crisis en su dominio, los obligó a entregar algo para mantener la esencia del capitalismo neoliberal chileno.

La rebelión popular, con irrupción violenta de las masas que dió jornadas revolucionarias, abrió una profunda crisis orgánica [4]. A diferencia de lo que dice el MIT, en Chile no hubo revolución, el desvío del régimen (encabezado por el actual presidente) era para evitar que se diera una dinámica revolucionaria que hiciera caer a Piñera (por la acción de masas en las calles) y al régimen para que de sus ruinas emergiera una Asamblea Constituyente Libre y Soberana.

El 12 de noviembre fue un punto de inflexión, la entrada de la clase trabajadora como sujeto (ya no diluido) en la “semi huelga general” [5], permitió una amplia alianza de clases en las calles, sectores obreros pudieron salir a luchar a pesar de que no habían parado producto del actuar de las burocracias como ocurrió en la minería en Antofagasta. Con la entrada de las y los trabajadores amplió la libertad de acción a la protesta popular. Fue el día de mayor intensificación de los combates callejeros, y el día que puso entre las cuerdas a Piñera, por eso el régimen giró rápidamente hacía un gran acuerdo que desviara la lucha de clases.

El Acuerdo por la Paz del 15 de noviembre contuvo la rebelión popular, aisló una enorme vanguardia, y permitió al viejo régimen retomar, aunque débilmente, la iniciativa en sus manos. Esa trampa significaba “entregar algo” para mantener lo estructural. La unidad de la burguesía para salvar a Piñera y al régimen, en el cómo y el cuánto “entregar” hay diferencias, por eso se desarrollaron dos proyectos distintos para rearmar al viejo régimen.

Veamos qué dice el MIT de este gran desvío: “El Acuerdo por la Paz dio origen al Proceso Constituyente actual. En primer lugar, debemos reconocer que la apertura de un Proceso Constituyente fue una enorme victoria del movimiento de masas. Ni el gobierno ni la “oposición” querían conceder un Proceso Constituyente con las actuales características. Este Proceso Constituyente es una conquista de nuestra lucha.” [6]

La búsqueda de cercenar un ascenso revolucionario por parte de la burguesía, el MIT lo celebra al igual que el FA, el PC y la burocracia de los movimientos sociales. Agitan como un “triunfo” el desvío orquestado para sacar la lucha de las calles, para forjar un nuevo pacto social que permitiera relegitimar el régimen. No denunciaron la gran trampa, devaluando completamente la necesidad de hacer lucha política a los partidos reformistas, a las burocracias de la CUT y de los “nuevos movimientos sociales” que fueron garantes del desvío al pasivizar la calles. De allí su actuación como ala izquierda del campó reformista en la Convención se entiende completamente. Por eso, en su lógica, todo se pone en juego el 4 de septiembre y no en la lucha de clases.

Fue sobre la base del desvío y no del “triunfo” que se montó la disputa entre dos proyectos distintos de la burguesía de cómo restaurar su hegemonía: Por un lado, la derecha que representa a la burguesía monopólica que quiere un Estado hipercentralista, tras un programa de “orden y seguridad”, más autoritario y conservador, expresada en el Rechazo. Por otro lado, el gobierno de Boric, que representa la alianza entre la pequeña burguesía con la burguesía “progresista” , ve que para restablecer la legitimidad hay que reconocer de manera formal derechos sociales y ampliar a la sociedad civil el estado capitalista.

Al sector que lidera el rechazo no le gusta la NC, porque aunque sea capitalista y mantenga intacto el neoliberalismo chileno, pone nuevas condiciones a la expoliación y reconoce derechos, debilitando el modelo de Estado férreamente centralizado.

El reconocimiento de derechos formales en el marco de una operación más estratégica, es la vía que encabeza el actual gobierno para recomponer la legitimidad del régimen, un cambio gatopardista, para mantener la estructura de saqueo servil al gran empresariado.

Pero esta vía no solo es integración a la “sociedad civil” ampliando el aparato de administración del estado y creando organismos “autónomos” y “participativos”, dependientes del gobierno de los capitalistas, para fortalecer a las burocracias sindicales y de los movimientos sociales; sino que también es represión, tal como ha actuado el gobierno de Boric, lleno de simbolismos, reconocimientos, pero cuidando el intereses de los grandes capitalistas, utilizando estados de excepción; reactualizando la Ley de infraestructura crítica, manteniendo la militarización en el Wallmapu, las querellas y los presos políticos, amplio las querellas de Piñera, lo que terminó con Llaitul como preso político.

Dos años de oportunismo

Producto de la revuelta y la impugnación a los partidos de los 30 años se abrió un espacio político anti-cocina del cual surgieron nuevos referentes y mediaciones, una de ellas la Lista del Pueblo (LdP), Los Movimientos Sociales Constituyentes (MSC) y sectores de la Coordinadora Plurinacional y Popular. Estos sectores reivindicaron como triunfo el desvío alentando ilusiones reformistas (al igual que el MIT); y defendían un programa populista-reformista similar al programa inicial del FA y del PC.

Para los revolucionarios se abría el desafío de intervenir con una voz de independencia de clase que denunciara el desvío, con un programa que tomara las banderas de Octubre en una perspectiva anticapitalista, separado del reformismo tradicional y los nuevos reformismos arriba señalados. Por eso como PTR nos legalizamos, impulsamos el Comando por una Asamblea Constituyente Libre y Soberana, y planteamos constituir un frente común en las elecciones.

El MIT, decidió no dar este combate en común y en una línea completamente oportunista decidió ir con LdP bajo un programa reformista y de colaboración de clases [7]. La convencional María Rivera del MIT salió electa ahí, en ese conglomerado que a los pocos meses cayó en una completa descomposición [8] provocando una enorme desmoralización en sectores populares y de trabajadores.

Si bien la elección de los Convencionales fue un verdadero terremoto político, marcada por la derrota de los partidos del viejo régimen y la irrupción de los “independientes”, éstos terminaron adaptándose a la presión patronal y dieron su respeto a cada una de las reglas del acuerdo por la paz, entrando de lleno al parlamentarismo y a las negociaciones, mientras pasivizaron cualquier posibilidades de luchas, contribuyendo a consolidar el desvío.

El MIT que tanto defendía las “pruebas de blancura” [9] de la LdP, ahora tiene que dar cuenta de que los “independientes” terminaron “relegando las demandas del Pueblo en beneficio de los objetivos de los políticos de siempre y sobre todo del Frente Amplio” [10], pero con su oportunismo electoral y viendo triunfos donde había desvíos fueron incapaces de dar una lucha consecuente con estas mediaciones. Fueron detrás de corrientes reformistas, populistas y burócratas sindicales que fueron el ala más izquierda del desvío, y por más que digan ahora que ese sector “relegó las demandas del pueblo”, se siguen ubicando en su misma vereda, la del apruebo.

En respuesta a una polémica que realizamos sobre la pérdida de la brújula estratégica del MIT, decían que “La Convención acabó por ser esterilizada y, en ese sentido, transformada en un callejón sin salida para las reivindicaciones y aspiraciones de las masas. Ningún revolucionario podría esperar otro final de una institución de la democracia burguesa. Pero eso no elimina el hecho de que su convocatoria haya sido un triunfo parcial de la lucha”  [11]

Pero ellos mismos alentaron confianza en esta institución burguesa al agitarla como un triunfo igual que los reformistas, y hoy la siguen alentando como tal al llamar al Apruebo. Trotsky en los 30 alertaba la capacidad de la burguesía de restaurar su dominio sobre bases “democráticas” haciendo alusión a los “problemas de la revolución italiana”: “Si estalla una profunda crisis revolucionaria y se dan batallas de masas en el curso de las cuales la vanguardia proletaria no tome el poder posiblemente la burguesía restaure su dominio sobre bases "democráticas"”.  [12]

Muy contrario a la lógica de Trotsky, ver revoluciones y triunfos donde hay desvíos, lleva al MIT a embellecer la búsqueda de una nueva transición de la burguesía en Chile, lo que obstruye una política de independencia de clase y la construcción de un partido revolucionario que luche por transformar revueltas en revoluciones, y estas en revoluciones triunfantes.

La batalla por construir un partido revolucionario de la clase trabajadora sigue siendo una tarea de primer orden. Si bien la burguesía logró desactivar las calles gracias a las burocracias, y logró montar grandes ilusiones (con la ayuda de todas las nuevas mediaciones) aún no ha logrado cerrar la crisis profunda y más estructural que puede desatar nuevos embates de la lucha de clases. Para las y los revolucionarios es una tarea estratégica señalar con claridad los proyectos de la burguesía, y hacer una lucha política sin tregua a las burocracias que llevan al derrotero de ir tras un campo burgués a la clase trabajadora, para forjar una posición política independiente, que hoy pasa por denunciar el fraude histórico en curso.

 
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