El 7 de Septiembre de 1990 María Soledad Morales fue vista con vida por última vez en Catamarca, en su pueblo natal. Habían organizado una fiesta para juntar fondos. Se iba a ir de viaje de egresados con sus amigas. Tenía 17 años. Nunca volvió de la fiesta. Su cuerpo apareció tres días después, en un zanjón. Más tarde se supo que fue torturada, violada y asesinada.
Mucho antes de que el Poder Judicial investigara el hecho, toda una sociedad comenzó a hablar de los verdaderos responsables: los hijos del poder.
Pasaron 6 años, y muchas movilizaciones de todo un pueblo conmocionado, fueron encabezadas por sus padres, sus compañeras, amigas, y Marta Pelloni (directora de la escuela a la que asistía). Esas multitudinarias movilizaciones, las llamadas marchas del silencio, fueron esenciales para que se inicie el Juicio.
En 1998 se condenó como entregador a Luis Tula (9 años de prisión) y a Guillermo Luque (hijo del diputado nacional Ángel Luque por el PJ y) a 21 años de prisión, aunque a los 14 años salió en libertad considerado con “excelente comportamiento”.
El caso hizo saltar toda una red de complicidad y encubrimiento estatal, para ocultar la impunidad de los poderosos, que mataron a María Soledad por joven, mujer y pobre.
Si hay algo que caracterizó el caso de María Soledad, es que dejó al descubierto todo un entramado de poder e impunidad estatal, el aparato puesto al servicio de los poderosos que gobernaban la provincia desde 1940: un verdadero feudo, con complicidades a nivel nacional.
Los verdaderos responsables y encubridores siguen impunes. Su madre llegó a denunciar que su hija murió dos veces. Una físicamente, y otra cuando la calumniaron e injuriaron, para encubrir el terrible femicidio.
María Soledad Morales es un símbolo que descubrió ante toda una sociedad conmocionada los entramados del poder político y judicial. Pero es un símbolo que tiene que ser, también, un faro.
El padre de María Soledad llegó a escuchar el grito de Ni Una Menos antes de morir. Nos vio en las calles. Y quienes lo conocieron, dicen que eso fue muy importante para él.
Hoy tenemos el deber de continuar luchando contra los hijos del poder, y el entramado estatal que los encubre para pasear su impunidad.
Hoy el grito de lucha de Ni Una Menos, es un grito de la lucha y organización que se convirtió en bandera por María Soledad y por todas las que faltan. |