“Podríamos venir de repente una noche”. De este modo, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan lanzó sin pelos en la lengua una clara amenaza a Grecia. Esta abierta advertencia del presidente turco, así como sus referencias a la guerra de 1922 están asustando a muchos en Europa. El diario sensacionalista alemán Bild publicó un título diciendo que Erdogan amenaza a Grecia con la guerra. El diario francés Liberation lo describe como el desencadenamiento de un trauma para los griegos, transmitido de una generación a otra.
También hubo una reacción a nivel diplomático. La Unión Europea pidió una desescalada. El ministro de Asuntos Exteriores griego, Nikos Dendias, hizo un angustioso llamamiento a la Unión Europea, la OTAN y las Naciones Unidas para convencer a los aliados de Atenas de que frenen la postura agresiva de Turquía. De lo contrario, "corremos el riesgo de asistir a una situación similar a la que se está produciendo en otra parte de nuestro continente".
El fondo de la disputa
Turquía y Grecia son rivales históricos y discrepan en una serie de cuestiones actuales que van desde los sobrevuelos de cazas turcos, que Grecia califica como violación de su espacio aéreo, el estatus de las islas del Mar Egeo, las fronteras marítimas, los recursos de hidrocarburos en el Mediterráneo, Chipre y los refugiados que cruzan sus fronteras. Dentro de estos, la disputa por las aguas e islas tiene un carácter irreconciliable para ambos estados.
Es que la militarización por parte de Grecia de las islas del Egeo y el archipiélago del Dodecaneso -algunas de las cuales se encuentran a más de mil metros de la costa de la Anatolia turca- supone una amenaza potencialmente exacerbada para la seguridad nacional de Ankara, ya que a mediano plazo la agresiva postura griega puede impedir de hecho el acceso de Turquía al mar y poner en aprietos a la marina turca en la costa del Egeo. Mas grave aún, la incapacidad de los turcos de controlar sus mares de origen (Egeo oriental y Mediterráneo nororiental) no hacen totalmente creíble la intención de Ankara de proyectar una influencia decisiva no sólo en el Mediterráneo oriental y central, sino también más allá del canal de Suez.
El amedrentamiento a pocas millas náuticas de sus costas por una entidad de mucho menor peso geopolítico, como es el caso de Grecia, es un “furúnculo molesto” para las ambiciones geopolíticas de Turquía. Debido a los intereses vitales que están en juego para unos y otros, el conflicto es un juego de suma cero donde Grecia no puede permitirse hacer concesiones, Turquía no puede renunciar a sus pretensiones. Esto lo hace no sólo es posible, sino probable. A mediano plazo, quizá sea inevitable.
Los cálculos de Ankara, los temores de Atenas
La creciente impetuosidad de Turquía es una reacción a las provocaciones cada vez más frecuentes de Grecia. Desde la militarización de las islas del Egeo cercanas a la costa de Anatolia, en violación del Tratado de Lausana de 1923, a innumerables actos hostiles de Atenas. El más reciente fue el cegamiento por parte de los sistemas de defensa aéreo S-300 griegos instalados en Creta, de cinco aviones F-16 turcos que realizaban una misión de reconocimiento de la OTAN en el Mediterráneo oriental.
Grecia está aterrorizada por el espectacular ascenso geopolítico de Turquía. De la capacidad de Ankara para desempeñar un papel principal en múltiples escenarios, para imponerse como un actor indispensable para Estados Unidos y más allá en un número cada vez mayor de conflictos. Desde Asia Central hasta Libia en el Sahel, desde el Cáucaso y los Balcanes hasta Ucrania.
La realidad es que Turquía se ha convertido en un actor importante en la geopolítica. Así, la guerra de Ucrania demostró al mundo el papel mediador de Turquía como único país de la OTAN que sigue en conversaciones con Vladimir Putin. Erdogan consiguió organizar el paso seguro de los barcos de grano ucranianos por el Mar Negro. Turquía también se ofrece a mediar en Libia, donde han estallado nuevos combates entre grupos rivales. Prepara una operación militar en Siria para asegurar sus intereses. Y sigue teniendo la llave para aceptar a Suecia y Finlandia en la OTAN.
Otra pata importante es la industria de defensa de Turquía, que se está convirtiendo cada vez más en un serio exportador. Actualmente, Turquía es uno de los principales desarrolladores y productores de aviones no tripulados. Su modelo Bayraktar TB2 fue utilizado por los ucranianos en los primeros días de combate con gran éxito. El éxito de los drones y su gran protagonismo durante la guerra de Ucrania crearon una nueva demanda. Actualmente, 24 países ya han contratado este modelo. Todo un éxito.
El miedo de Grecia es que Turquía podría invertir el capital geopolítico acumulado en la revisión del estatus del Egeo, obligando a los estadounidenses a aceptar y a legitimar más o menos (in)formalmente un reparto diferente del conjunto de islas. Ankara, por su parte, parece convencida de que tiene un margen de acción mucho más amplio que en el pasado reciente y confía en que Washington no recurrirá a medidas punitivas drásticas debido al papel indispensable que desempeña en los distintos escenarios nombrados.
Eventualmente, en caso de que las tensiones turco-griegas se conviertan en un conflicto, Turquía prevé que este tenga un carácter limitado y circunscrito, ya que el objetivo de Turquía es proteger sus derechos en el Egeo, no hacer la guerra a Atenas. Cualquier demostración de fuerza (¿un bloqueo naval?) sería funcional para obligar al vecino a comprometerse, incluso sin disparar un tiro. Grecia es muy consciente de ello, lo que explica las constantes provocaciones mutuas. Los griegos pretenden inducir a los turcos a dar el paso en falso, ponerse nerviosos y disparar el primer tiro. Una circunstancia que les permitiría obtener el apoyo incondicional de los estadounidenses y europeos, arrinconando a Turquía.
Un conflicto reaccionario de ambos bandos
Lo que hace aún más inestable la situación en el Egeo es la relativa debilidad política de ambos gobiernos y el consiguiente intento de exasperar los sentimientos nacionalistas de sus respectivas opiniones públicas. También la creencia mutua de que tienen la sartén por el mango. Los turcos perciben claramente la centralidad geopolítica y el poder militar que han alcanzado en los últimos años. Los griegos confían en el pleno apoyo militar de Francia e Israel y en la interposición de Estados Unidos a su favor. Un error de cálculo que podría resultar fatal.
En 1996, ambos países estuvieron al borde de ir a la guerra, cuestión que fue evitada en gran parte por la intervención estadounidense que frustró la escalada, pero fundamentalmente por el hecho de que ninguno de los dos países quería realmente ir a la guerra. Hoy, los sentimientos que prevalecen en Ankara y Atenas parecen bastante diferentes. En caso de un conflicto circunscrito a las islas del Egeo, lo más probable es que Washington se pronuncie, imponga sanciones a Turquía (aunque sea Grecia la que provoque el conflicto), pero difícilmente intervendrá físicamente entre los dos contendientes.
En cuanto a Francia, el acuerdo alcanzado con Grecia en septiembre de 2021 compromete a París a defender a Atenas en caso de ataque de un tercer país. Sin embargo, es bastante improbable que los franceses vayan más allá del suministro de armamento a los griegos y entren en guerra con Turquía, ya que esto ampliaría el conflicto a todo el Mediterráneo oriental y al norte de África, donde Francia ya ha llegado a apreciar el poder militar turco (en el conflicto de Libia).
Por su parte, en relación a Israel, aunque Atenas y Jerusalén han desarrollado una profunda relación en el ámbito energético, es totalmente improbable que Israel intervenga directamente al lado de Grecia en caso de conflicto: los israelíes son perfectamente conscientes de que no disponen de los recursos necesarios para llevar a cabo la doble contención de Turquía e Irán, y de la decisiva contribución que puede hacer Ankara para frenar la amenaza existencial que significa para el estado sionista la República Islámica.
En lo inmediato, es bastante improbable que turcos y griegos caigan en las trampas del otro. Pero la trayectoria cada vez más preocupante que ha asumido el enfrentamiento entre Ankara y Atenas aumenta exponencialmente la probabilidad de que la situación se vaya de las manos. Una muestra más de las fuerzas y contradicciones abiertamente reaccionarias que surgen de las entrañas podridas del sistema capitalista imperialista en el Viejo Continente. Es cada vez más urgente que la clase obrera de los distintos países de Europa enfrente esta tendencia a la guerra, comenzando por la lucha decidida contra el rearme de sus respectivos imperialismos. |