Fotografia : EFE
La muerte del Mor Sylla, un trabajador senegalés del ‘top manta’ hace tres semanas, vuelve a implicar a los Mossos d’Esquadra -Policía autonómica catalana- en una actuación policial que acaba con una víctima mortal. Y una vez más se lavan las manos.
Respecto a la muerte de Mor, el Conseller de Interior catalán Jordi Jané, justificó ayer la operación policial, refiriéndose al daño que causa en la economía el negocio ilegal del “top manta”. Intentando hacer recaer sobre las personas más pobres y vulnerables la causa de la situación económica de crisis. Un ejercicio de cinismo que reproduce el discurso contra la inmigración que intenta calar en la población para desviar la atención de los verdaderos culpables.
El Conseller dijo creerse la versión que le han dado los agentes que entraron en el domicilio de Mor Sylla. Ha argumentado que no se puede poner al mismo nivel la palabra de las autoridades que la de un “delincuente”. Vergonzosas declaraciones que unidas a los casos de Esther Quintana y el 4-F, donde la veracidad de las declaraciones policiales se han visto refutadas, demuestran ser falsas.
Más allá de lo que pasara durante el allanamiento de la vivienda de Mor Sylla, es la persecución a un colectivo que sobrevive como puede, la que ha provocado esta muerte. Y no es la primera. En 2004 Brahim Samb, de 43 años, también vendedor ambulante moría en Tenerife de una parada cardiorrespiratoria en medio de la intervención de la policía local. En 2009 Ibrahima Diop, de 32 años era atropellado mortalmente por un tren en Castelldefels al escapar de la policía. En 2013 el senegalés Maguette Fall, de 29 años, se ahogaba en Almería tras arrojarse al mar perseguido por la policía. Y ese mismo año Abdoulaye Mbengue, de 27 años, era atropellado en Palma cuando salía corriendo de la policía.
Todos ellos eran senegaleses. Todos sufrían la situación de opresión y miseria que padecen miles de inmigrantes. No hace falta que haya forcejeo para que los Mossos d’Esquadra sean los culpables de la muerte de Mor Sylla. El capitalismo obliga a buena parte de los inmigrantes a sobrevivir realizando actividades económicas consideradas ilegales. La persecución policial es la punta del iceberg de una larga cadena de opresiones y explotación. Una punta que muchas veces los empuja a la muerte.
La justificación de esta violencia estructural y de la policial contrasta con la firmeza del Conseller a la hora de condenar los incidentes producidos durante la protesta de la comunidad senegalesa.
Lo que era una comparecencia sobre la actuación policial que acabó con la vida de Mor Sylla se terminó convirtiendo en el anuncio de más mano dura contra los “manteros”, y en especial a aquellos que osan “rebelarse” contra la persecución policial que padecen. Jané anunció que los perseguiría y que se producirán en breve nuevas detenciones.
Un cierre de su intervención que demostraba que su cinismo no tiene fin. Otra vez intentaba crear un imaginario en el que son más graves estos nimios incidentes que la muerte de un joven en manos de la policía. Un discurso que trata de hacer de los inmigrantes el chivo expiatorio.
Esta “guerra contra el mantero” es sin duda una de las muestras dramáticas del racismo institucional que crece en Europa. Todos los gobiernos de turno lo mantienen como “política de Estado”. Lo vemos aquí con los gobiernos del PP, el PSOE o CDC en Catalunya. En Grecia con el gobierno de Syriza y su política ante los refugiados sobre la que escribimos hace unos meses. Y también por las nuevas formaciones como Barcelona en Comú, que ha mantenido y reforzado -a petición de los “sindicatos” policiales y medios derechistas como La Vanguardia- el operativo policial contra el “top manta” e incluso ha anunciado que se personará como acusación contra cualquier mantero que agreda -es decir de defienda- a los guardias urbanos que los persiguen y acosan a diario. |