La muerte de tres trabajadores petroleros en la explosión de la refinería New American Oil, conmocionó al pueblo trabajador. Los riesgos de ritmos de trabajo desenfrenados son la otra cara de Vaca Muerta. Frente a una burocracia sindical traidora, es urgente poner en pie comités de seguridad e higiene en cada lugar de trabajo.
A Gonzalo Molina (30), Fernando Jara (34) y Víctor Herrera (58) les tocó el turno noche de la refinería, que terminaba a las 8:00 horas del jueves. Pero nunca volvieron a sus casas. Por la madrugada, la explosión de un tanque de almacenamiento inició un incendio que consumió prácticamente toda la planta. Las llamas permanecieron durante horas. 15 bomberos y otro trabajador resultaron heridos.
El jueves fue eterno para las familias de las víctimas, que vivieron entre la angustia y la incertidumbre. Ni las autoridades de la empresa, ni las del gobierno, ni la fiscal, ni los dirigentes del sindicato se acercaron a dar la cara. Nadie les dio una respuesta.
Con el correr de las horas se conoció que la empresa había sido intimada por irregularidades días atrás, y de a poco la angustia fue convirtiéndose en bronca. Tras sólo un día, el “paro total por tiempo indeterminado” fue levantado, como de costumbre, por la conducción del sindicato de petroleros. El acuerdo tiene un sabor demasiado amargo para trabajadores que vienen de despedir a 3 de los suyos.
Las circunstancias del hecho aún deben determinarse. La certeza es que la codicia patronal, el negocio petrolero, la pujante Vaca Muerta, se cobró tres nuevas vidas obreras.
“Estábamos trabajando al taco”
La de New American Oil es una refinería pequeña ubicada en el Parque Industrial de Plaza Huincul. Al momento de la explosión, la planta estaba produciendo al máximo de su capacidad. “Pasamos de un promedio de 22 metros cúbicos por día de gasoil, a 28. Estábamos trabajando al taco”, comentó un trabajador a La Izquierda Diario.
Los trabajadores confirmaron, también, que en el tanque que explotó ya se había producido un incidente en diciembre de 2021. La empresa, además, había sido intimada por la Subsecretaría de Ambiente de Neuquén por la presencia de una laguna de hidrocarburos a escasa distancia de la “antorcha” de la planta, la presencia de tanques sin tapa, entre otras irregularidades.
“Trabajando al taco” sintetiza lo que ocurre en la industria hidrocarburífera de Neuquén. Así se llega a los récords de producción de Vaca Muerta que mes a mes anuncian las empresas y el gobierno. La infraestructura se sobre exige, tanto como los cuerpos de los petroleros. El transporte no alcanza. La presión es enorme. Hasta que una válvula, un tanque, un ducto, algo colapsa.
Al compás desenfrenado del fracking en Vaca Muerta
En los últimos años la superexplotación de los trabajadores se fue incrementando por la presión de las empresas, los distintos gobiernos (provinciales y nacionales), y la complicidad abierta de la burocracia del Sindicato de Petroleros Privados.
En 2017, aprovechando la crisis y los precios bajos de los hidrocarburos, tuvo lugar la adenda flexibilizadora del convenio colectivo de trabajo petrolero (CCT) para los no convencionales (fracking). La reforma incrementó los riesgos y accidentes laborales al reducir dotaciones, aumentar la tolerancia para el trabajo con vientos de hasta 60 km/h, implementar la polifuncionalidad y las “tareas simultáneas”, entre otras cosas.
En ese entonces el presidente Macri, el gobernador de Neuquén Omar Gutiérrez, el Ministro de Energía Aranguren y el entonces Ministro de Trabajo Jorge Triaca, celebraron la responsabilidad del sindicalista, empresario, y en ese entonces senador, Guillermo Pereyra. Vaca Muerta se convertía en la vanguardia de la reforma laboral.
Lo mismo pasó, con menos repercusión mediática, en el 2020, bajo el gobierno del Frente de Todos. La crisis desatada por la pandemia fue nuevamente aprovechada para avanzar en la flexibilización laboral. El “Acuerdo para la Sustentabilidad y el Empleo” ratificó explícitamente la vigencia de la adenda de 2017 y extendió su alcance para la actividad convencional. Además, flexibilizó el trabajo nocturno. Victor Vázquez, “el liebre”, falleció con 32 años en junio pasado, realizando tareas nocturnas de las que habilitaron estas reformas.
Desde la flexibilización laboral de 2017, son 15 los petroleros que dejaron la vida trabajando. Agustín Navarrete (56 años), César Poo (46), Julio César Sánchez (37), Daniel Torres (26), Miguel Angel Chocala Fernández (35), Mauricio Segura (35), Ariel Sajama de (41), Cristian Baeza (34), Maximiliano Zappia (24), Ariel García (32). Pero por cada trabajador fallecido, muchos otros sufren lesiones, mutilaciones, discapacidades.
En ese mismo período, el ritmo de los derrames de crudo, agua contaminada, fugas de gases y otros desastres, se duplicó. Durante el año 2021 ocurrieron al menos 2049 incidentes ambientales, el doble de los ocurridos en 2017. Son 5,6 por día, y es otro de los récords que seguramente se superen en 2022. Pero sólo unos pocos salen a la luz.
En 2016, en Vaca Muerta se concretaron en promedio 143 etapas de fractura por mes. En agosto pasado fueron 1392. La aceleración con la que crece la explotación no convencional incrementa los riesgos laborales y ambientales de manera exponencial.
Las vidas obreras valen más que sus ganancias
Lo que ocurrió en Plaza Huincul no fue un accidente aislado. Es parte de una sucesión de hechos que atentan contra la salud y la vida de los trabajadores petroleros, para garantizar la ganancia capitalista de empresas que los consideran material descartable. Por eso hablamos de un verdadero crimen social.
Para las empresas, los trabajadores son un número, y las medidas para garantizar la seguridad en los lugares de trabajo, un gasto innecesario. De lo que se trata es de obtener los mayores beneficios en el menor tiempo posible.
El Estado es cómplice de las empresas. El gobierno provincial a través de la Subsecretaría de Ambiente y del Ministerio de Energía y Recursos Naturales, y el nacional a través de la Secretaría de Energía, tenían competencia en la refinería, y deben dar respuestas. Ambos, el MPN y el Frente de Todos, cumplen a rajatabla con el mandato extractivista que impone el FMI.
Pero también es inocultable la connivencia de la burocracia sindical, hoy encabezada por Marcelo Rucci (MPN). Mientras la bronca se expandía por todo el país, la conducción del Sindicato levantó el paro con compromisos que parecen papel mojado, y no anulan el conjunto de las adendas flexibilizadoras al convenio colectivo, firmadas por la misma burocracia.
Los ritmos de Vaca Muerta y la flexibilización laboral, matan. Hay que convertir la bronca en organización, para luchar justicia por Gonzalo, Fernando, Víctor, y todas las víctimas de la explotación laboral en el petróleo. Es urgente anular la adenda flexibilizadora y poner en pie Comités de Seguridad e Higiene en cada lugar de trabajo. Pero no, como propone Rucci, compuestos por la conducción del sindicato que transa con las empresas. Sino por trabajadores y trabajadoras, electos en asambleas. La fuerza de los trabajadores, desde abajo, es la única capaz de pararle la mano a las empresas. Porque las vidas obreras valen más que sus ganancias.