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30 de enero de 2025 Twitter Faceboock

Balance post plebiscito
La justificación reformista frente al poder de los grandes medios
Edson Elgueta Vergara | Psicólogo y Magíster en Cine y Artes Audiovisuales

Posterior a los resultados del plebiscito del 4 de septiembre, con un contundente triunfo del Rechazo a la Nueva Constitución, distintas conclusiones comenzaron a viralizarse a través de una serie de medios y plataformas. Una de las más recurrentes ha sido la impotencia del Apruebo frente al poder mediático proveniente de los grandes conglomerados, y la imposición de su ideología conservadora. En este artículo discutimos con esta postura, ubicando la discusión en el terreno de la lucha de clases, y elevando la discusión en los marcos de un debate estratégico.

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Posterior al triunfo del Rechazo a la Nueva Constitución, en el plebiscito del 4 de septiembre, una serie de balances y conclusiones comenzaron a desarrollarse a través de diversos medios y redes sociales, tomando un peso bastante singular la idea de que la apabullante derrota de la Convención Constitucional, se debió principalmente al poder ejercido por los grandes medios de comunicación.

En este artículo de Ideas Socialistas, buscamos discutir precisamente con esta clase de conclusiones. Y por el contrario, al balance que realiza el reformismo creemos que todo análisis proveniente de los resultados acontecidos hace un par de semanas, debe tener como punto de partida, la lucha de clases y de la política, en los marcos de un debate de estrategias.

El poder mediático y la visión del reformismo

A poco de conocerse los resultados, Pablo Iglesias, ex Vicepresidente del Estado Español, y dirigente de la colectividad Unidas-Podemos, una de las principales referencias políticas para el Frente Amplio -entre ellos Gabriel Boric y Giorgio Jackson- indicó como una de las explicaciones centrales en cuanto al triunfo del Rechazo, precisamente el poder ejercido por los grandes medios de comunicación, y el rol ideológico que cumplieron durante todo este periodo.

En las palabras del propio Iglesias:

“Pero la clave de que la voluntad de la mayoría chilena haya cambiado en estos meses no es ni mucho menos atribuible al texto final de la Constitución (supuestamente demasiado avanzado para la conservadora sociedad chilena), sino a la acción sostenida en el tiempo de los principales actores ideológicos: los poderes mediáticos(…)Al hablar de la acción de los medios de comunicación no me refiero solo a las fake news y a su notable eficacia, sino a la capacidad del sistema mediático chileno para activar los valores conservadores que, efectivamente, viven en buena parte de la sociedad. Pero, como digo, esos valores conviven con otros valores progresistas y avanzados que la izquierda no ha sido capaz de activar, básicamente por su profunda debilidad mediática. Cuando el combate ideológico es sostenido en el tiempo y no se da en contextos destituyentes de movilización (en los que un blitz es posible) es casi misión imposible activar esos valores frente al poder del adversario." [1]

Justificaciones bastante convenientes, cuando lo que hace Iglesias es llevar la derrota sufrida por el reformismo, a un terreno de suma cero, en el que la impotencia de la vía electoralista, se explicaría por una barrera insuperable; la relación directa entre la activación de los valores conservadores, y el poder los grandes medios de comunicación, quienes se encuentran al servicio de la clase dominante.

¿Es que acaso cambió la voluntad de la mayoría respecto a la exigencias de los derechos sociales? ¿Se resolvieron de alguna manera las necesidades surgidas de la rebelión del 2019? Para nada. Lo que no ve, o a lo que no se quiere referir el español, es la responsabilidad del Frente Amplio, y sus discípulos Boric y Jackson a la derrota de un proceso, que comenzó con una herida fatal al régimen heredero de la dictadura.

Es bastante claro, y para nadie es un misterio, el enorme peso que jugaron los medios de comunicación tradicionales, quienes históricamente han representado una editorial al servicio de los intereses del gran empresariado, por lo que sería una clara ingenuidad omitir este aspecto. Pero tampoco se puede desconocer el papel que jugaron los principales partidos del Apruebo en la instalación de una serie de políticas reaccionarias, sometiéndose a los parámetros ideológicos provenientes de la propia derecha y del Rechazo.

Sin embargo, más allá de toda consideración atribuida a este factor ¿Es acaso posible considerarlo como el principal motivo en el fracaso de la Convención Constitucional? Por supuesto que no.

El octubre revueltista, la ubicación de los medios, y la preponderancia de la lucha de clases

Yendo al análisis del periodo abierto por el denominado “estallido social”, el 18 de octubre 2019, resulta evidente que los medios de comunicación jugaron un papel determinante en el relato de aquel momento histórico, frente al cual rápidamente, los conglomerados tradicionales, buscaron de todas las formas posibles desprestigiar y deslegitimar las heroicas jornadas de lucha vividas en las calles de todo el país. Desde la prensa escrita, hasta los distintos canales de televisión, no hubo espacio en el que no se haya intentado apagar la enorme llama que enardecía no sólo la moral de todos aquellos sectores que se enfrentaban a la represión en las calles con la consigna “No son 30 pesos, son 30 años”, sino también la de decenas de miles de personas que veían como propia, aquella lucha contra décadas de engaños, corrupción, y saqueo de sus derechos sociales, de los cuales fueron partícipes las dos grandes coaliciones políticas, herederas de la herencia de la dictadura, la Concertación, y Chile Vamos.

Incluso se ha sabido por medio del testimonio de periodistas, de las distintas acciones e indicaciones que involucraron tanto al gobierno, como a instituciones represivas del Estado, frente al enorme descontento que estaba viviendo. Entre estas acciones la reuniones a puertas cerradas llevadas a cabo por el presidente Piñera, el aquel entonces ministro del interior, Andrés Chadwick, y la en aquel entonces intendenta de la Región Metropolitana, Karla Rubilar, con los ejecutivos de los distintos canales televisivos, en el marco del estallido social. [2]

El impacto fue tan grande en la subjetividad, y que vino de la mano, con la proliferación de materiales de distinto tipo proveniente de la prensa independiente, y por sobre todo de decenas de colaboradores y cazanoticias, que crecían día tras día mostrando la brutalidad que se vivía en las calles, denunciando la represión, tortura y múltiples violaciones a los derechos humanos, de instituciones como Carabineros y Fuerza Armadas, que incluso hoy se encuentran terriblemente cuestionadas por el pueblo trabajador.

De pronto las parrillas programáticas de cada uno de los canales de señal abierta, comenzaron a modificar drásticamente su contenido, ya que no sólo era el régimen político de los 30 años el que estaba en cuestión, sino la descomposición de una ideología burguesa y conservadora, absolutamente fracturada, que no tenía cómo dialogar con el malestar que se extendía por las distintas regiones del país. Los matinales salían a las calles a relatar el día a día de la clase trabajadora y sectores populares, donde se hacía notar el profundo malestar de la población, proveniente de la indolencia de la institucionalidad burguesa, y a la vez manifestando un enorme apoyo a la lucha que comenzó con el salto de los torniquetes por parte del movimiento secundario, pero que siguió con la organización de diversos sectores del pueblo trabajador en lugares de trabajo, universidades, juntas de vecinos, etc. Claramente, esta reconfiguración de las editoriales de los distintos canales y medios, no cayó del cielo, ni mucho menos fue un giro celestial y milagroso surgido de la visión de los dueños de los grandes medios, sino todo un modelo económico, político y social que se desangraba a cada segundo, y que frente a cada intento de recomponerse, mostraba su enorme fragilidad.

La rebelión abierta en octubre del 2019, era el vivo ejemplo de que contra todo poder mediático, contra todas las formas que tiene la ideología burguesa, de inmiscuirse en la conciencia del pueblo trabajador, la subjetividad impuesta por la lucha de clases y su combate frente a un régimen y sus instituciones totalmente cuestionadas resulta determinante en el giro que pueden dar los distintos acontecimientos a favor de la lucha por sus reivindicaciones más sentidas, darle término a un gobierno que actúa en contra de sus intereses de clase, e imponer una Asamblea Constituyente Libre y Soberana, que era la otra gran consigna que reverberaba en las principales plazas del país.

Sin embargo, este ánimo, este clima de ir por todo, no dura eternamente, y se pone a prueba frente a la dirección política de este proceso en momentos decisivos, y que en este caso el reformismo, tanto del Frente Amplio -y posteriormente el Partido Comunista- mostró su absoluta claudicación, sentándose a negociar una salida maniatada con aquellos partidos que tanto criticaron, y que terminó salvando al gobierno de Piñera: El acuerdo por la paz.

Del acuerdo por la paz al triunfo del rechazo: la cuestión de la ideología en los marcos de la estrategia

Tal como se ha señalado en la revista Ideas Socialistas:

“El objetivo estratégico del Acuerdo por la Paz fue encauzar institucionalmente la lucha de clases para neutralizarla. La clase dominante prefirió ir hacia una nueva Constitución como moneda de cambio, considerando que la del 80 ya era anacrónica, inviable y no generaba la gobernabilidad necesaria.” [3]

Y vaya que se tradujo rápidamente. Esto, expresado en una serie de aspectos que se fueron desarrollando continuamente en el tiempo, y en medida de que el conjunto de los partidos del régimen de los 30 años, sumados el Frente Amplio y el Partido Comunista, siguieron al pie de la letra, una política orientada conscientemente a remover cualquier resquicio de vanguardia de las calles, y dirigir así, el centro de la discusión política hacia lo que sería posteriormente la conformación de la Convención Constitucional. Una confianza que se vería reflejada en el triunfo por parte del Apruebo, en el plebiscito de entrada con 78,27%, frente al 21,74% del Rechazo. Actuación que se repetiría favorablemente, con la elección de representantes en la Convención Constitucional, resultando en una mayoría candidaturas independientes, y con la consolidación del Pacto Apruebo Dignidad, al interior del órgano.

Pero así como sectores del reformismo, e incluso aquellas organizaciones que se reivindicaban provenientes de los movimientos sociales, apostaron y concentraron toda su energía en la Convención Constitucional, dejando de lado las demandas más urgentes del pueblo trabajador, la derecha comenzó recomponerse por medio de la constante moderación e impotencia por parte de los partidos provenientes del Apruebo Dignidad, quienes en el marco de las elecciones presidenciales optaron por moderar aún más su programa, entrando a competir en el terreno de la derecha, con parte de su agenda reaccionaria y servil a los intereses del gran empresariado. Esto sin considerar el dramático golpe recibido por un sector importante de estas nuevas mediaciones reformistas, luego de la crisis de deslegitimación vinculada a la “Lista del Pueblo”, con una serie de fraudes y vicios a cuestas, lo que terminó profundizando la desconfianza, en importantes sectores del pueblo trabajador.

Ya era reconocible, la subordinación absoluta de los distintos sectores por “izquierda” al interior de la Convención Constitucional al régimen de los 30 años, con una serie de acciones simbólicas que distaban de los problemas concretos que vivía la población, su claudicación a declararse soberana y dar libertad a los presos políticos de la rebelión, y el sostenimiento de los mismo vicios que los partidos tradicionales, como mantener el quórum de los 2/3 para la aprobación de normas constitucionales, que no hizo más que regalarle terreno a la derecha, y los sectores ex concertacionistas para barrer con la misma convención, que por cierto ya se encontraba maniatada desde un comienzo.

La militarización del Wallmapu, la política antimigrante, y la preponderancia de la agenda de orden y seguridad, casi como una continuidad del gobierno de Sebastián Piñera, no hicieron más que desconcertar a una buena parte de sus simpatizantes, y abrir el camino para la instalación del rechazo que desde hace meses, corría con una clara superioridad por sobre el Apruebo a Nueva Constitución, que jamás fue capaz de repuntar en las encuestas.

La campaña comunicacional indiscriminada por parte del Rechazo, con un financiamiento descollante en medios digitales, prensa escrita y otros, se efectuó desde el primer segundo en las principales plataformas de información. Y así, los materiales de desinformación, como también las fake news, y expresiones de distinto tipo, se viralizaron por una diversidad de espacios y medios de información, entre ellas las relacionadas a los fondos de pensiones, y la propiedad de las viviendas.

Pero incluso, respecto a esto último, resulta tal el nivel del absurdo y de la hipocresía del mismo reformismo del Frente Amplio y el Partido Comunista, que nivel comunicacional –y por tanto ideológico- se plegaron de lleno al discurso reaccionario de la derecha y del Rechazo. Es decir, quienes han sostenido sistemáticamente una política de militarización en el Wallmapu, y el sostenimiento del Estado de Excepción por parte de la Fuerzas Armadas en la Macrozona Sur, al igual que una ofensiva en la política antimigrante, y en la agenda de orden y seguridad, todos principios que comulgan con las visiones más atrasadas y descompuestas, promovidas por la clase dominante y sus representantes.

Por último, no es posible explicar la derrota del reformismo y su apuesta en la Convención Constitucional, sin considerar el accionar de los principales partidos de recambio del régimen, el Frente Amplio y el Partido Comunista, como garantes de la desmovilización de aquella enorme rebelión iniciada en octubre del 2019, dándole un tremendo estoque por medio del Acuerdo por la Paz, y llevando todo ese entusiasmo y combatividad, a una Convención Constitucional. Un espacio, que en los hechos terminó jugando bajo las reglas del régimen de los 30 años, y sus clásicos partidos, herederos de la dictadura de Pinochet. ¿Qué confianza puede desprenderse de una alternativa así de claudicante?

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La propiedad de los medios, la ideología y la pelea por un partido revolucionario de la clase trabajadora

Esto no es un asunto de hace 30 o 40 años, o del siglo XXI, la hegemonía de los medios, o de la prensa siempre ha estado en manos de la burguesía. Incluso adelantándose a la monarquía, en cuanto a sus revoluciones en el control de los medios, viendo esto, primero que nadie.

Cuando Marx habla de las ideas dominantes, está pensando precisamente en esto, no en "libros" o en la "academia". Él ve plenamente durante el siglo XIX, el despliegue de la opinión pública en base a la opinión pública de la burguesía, alcanzando a ver su desarrollo como una poderosa industria, que incluso desarrolla su propia tecnología, para llevar millones de periódicos diariamente a todos los hogares, siendo esto, parte de la revolución burguesa, tanto política, como técnicamente.

Como sabemos, Trotsky cuando se refiere a la importancia del partido, lo opone a todas las instituciones, en las que no se pudo construir por sí misma la clase obrera. Cuestión que sí pudo la burguesía, para así derrocar al feudalismo, entre las que destaca la prensa. Esto, porque tenían el poder económico para encumbrarse en ese aspecto, por sobre las monarquías. Lenin, el más obsesionado con la prensa, siempre señaló, que solo hasta una revolución victoriosa del socialismo, la clase obrera podría tener la hegemonía de la prensa, por lo que era ridículo pensarlo así, ya que es materialmente imposible.

Es por tanto, que el triunfo de nuestras demandas y reivindicaciones, de cara a las barreras y límites impuestos por este régimen democrático burgués, no puede estar condicionado a las posibilidades de que nuestros discursos puedan ingresar en el circuito de los grandes medios controlados por los grandes empresarios, y conglomerados de las comunicaciones.

No tiene que ver la convivencia de valores conservadores y progresistas que se activan en ciertos momentos como dice Pablo Iglesias. Ni tampoco con la incomprensión de amplios sectores a las propuestas emanadas de una Nueva Constitución. Es la clase trabajadora, junto con amplios sectores y sus distintas capas, quienes hacen una experiencia concreta fogueada por la lucha de clases, pudiendo elevar su conciencia en ciertos momentos decisivos. Y junto con esto, la actuación de las direcciones políticas, con sus respectivas estrategias.

Es frente a esto que se vuelve indispensable la construcción de un partido revolucionario de la clase trabajadora, e independiente de los partidos de la burguesía, que junto de aquellas demandas democráticas y estructurales, como una Asamblea Constituyente Libre y Soberana, basada en la movilización, batalle por un gobierno de las trabajadoras y trabajadores. Un partido que se organice y luche para vencer, y que por medio de los métodos de la lucha de clases, sea capaz de imponer el gobierno de sus propios destinos.

 
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