La vida está cada vez más cara, la inflación golpea los salarios de las familias trabajadoras todos los meses más duro, que ya este mes se anotó con un 14,1%, la canasta básica familiar para cuatro personas incluso superó los 500 mil pesos, enviando por detrás de la línea de la pobreza a cientos de miles. Necesitamos un aumento general de sueldos ahora para proteger y recuperar el salario perdido, estableciendo reajustes automáticos según la inflación; establecer un sueldo base mínimo de $650 mil, porque el sueldo mínimo del gobierno apenas alcanza a cubrir las necesidades más básicas; establecer el control de precios y medidas de fondo para acabar con la fuga de capitales y la especulación financiera de los capitalistas, cuyos costos los paga todo el pueblo.
La inflación está golpeando duro en los hogares. El sueldo no alcanza y suben los precios hasta de lo más básico. Suben los servicios de agua, luz, gas, el arriendo, el dividendo, el transporte, la alimentación. Sectores enteros de familias trabajadoras que no llegan a fin de mes, comienzan a bordear la línea de la pobreza, o cuando ya simplemente ya están por detrás de ella, o sosteniéndose en base a deudas.
Pero no en todos los hogares, por supuesto. Esta crisis no la pagan los más ricos, la crisis la pagan quienes trabajan, no las grandes familias que controlan los grandes grupos económicos, que son el 1% de parásitos que se quedan con la mayor parte de la riqueza que genera el conjunto de la sociedad. Las grandes mayorías, que son las familias trabajadoras, se quedan con la cola de la torta, cuando son quienes hacen funcionar toda la economía. La cifra del estudio más actualizado, es que el 1% más rico en Chile, se queda con el 50% de la riqueza que genera el trabajo de todas y todos. [1]
¿Y para el resto? Ni siquiera es que el resto de la población viva con la otra mitad de la riqueza. Según ese mismo estudio, el 10% más rico de la población se queda con el 80% de la riqueza producida, es decir, la gran mayoría nacional vive con apenas el 20% de lo producido. Un ejemplo en cifras de cómo nos están cargando el peso de la crisis: la línea de la de pobreza para un hogar de cuatro personas, según los datos del INE, ya está en 550.000 pesos [2], cuando en Chile el 50 % de las personas que trabajan remuneradamente gana menos de $458 mil y 7 de cada 10 trabajadores y trabajadoras menos de $680.000 líquidos [3]. Considerando que hace poco se subió el sueldo mínimo en un porcentaje mayor comparado con otros aumentos (14%), pero que ni se sintió, y que terminó diluido en la inflación.
Basta de tener que pagar históricamente siempre el peso de las crisis, y en una que no parece que va a terminar pronto, el Banco Central pronosticó incluso que el país estará en recesión durante todo el próximo año. El escenario político nacional e internacional, no apuntan hoy a un destensionamiento, más bien todo lo contrario. La guerra en Ucrania se intensifica y ya abrió toda otra serie de conflictos internacionales que habrá que ver cómo se siguen desarrollando [4] . Por su parte, la derecha chantajeaba con que si ganaba el rechazo la situación se arreglaría. Pero el dólar llega nuevamente a índices históricos presionando al alza diversos precios.
Debemos tener claro que, como siempre, si no hacemos algo, los platos rotos los seguiremos pagando las y los trabajadores junto al pueblo pobre, mientras ese 1% muchas veces incluso se hace más rico con nuestra miseria. Así fue como pasó con la pandemia, donde los 10 hombres más ricos del planeta vieron duplicada su riqueza durante los dos últimos años [5].
Ante una inflación desatada, ¡aumento general de los sueldos ahora! Los sueldos deben reajustarse automáticamente según la inflación y el salario base mínimo debe ser de $650.000, tal como hoy exige el sindicato de Starbucks y otros sindicatos de la juventud precarizada. Como ellos le han dicho al gobierno de Boric: ¡faltan $250.000 para el salario mínimo! Algo requerido por cientos de miles de familias trabajadoras que hoy se encuentran al límite o dentro de lo que el mismo Estado define como la línea de la pobreza.
Para esto tiene también tienen que ponerse a la cabeza quienes dicen representar los intereses de quienes trabajan, las centrales sindicales, como la CUT y demás organizaciones sindicales. Basta de subordinar los intereses de las y los trabajadores al gobierno de Gabriel Boric. Mientras más se niegan a impulsar la defensa de las condiciones de vida de la clase trabajadora, más avanza la derecha y la agenda de los grandes empresarios. Es urgente un plan de lucha hacia un paro nacional en contra de las alzas y en defensa del salario, como lo vienen haciendo sindicatos en diversos países del mundo, como los portuarios en Inglaterra y Alemania. Para imponer esta exigencia, los sectores del sindicalismo crítico, las organizaciones sociales, estudiantiles y territoriales debemos impulsar instancias de coordinación para apoyar cada lucha y huelga como la que protagonizan trabajadores de Inacap o los pescadores de la bahía de Quintero, e impulsar una fuerte campaña por el salario como proponen desde el sindicato de Starbucks que el lunes 10 de octubre organizarán un Encuentro nacional de trabajadoras y trabajadores precarizados.
Es por esto que la lucha contra el TPP11 también tiene enorme importancia, pues se trata de una defensa mínima frente al intento del empresariado y sus políticos de subordinar aún más al país frente a la voracidad imperialista. Hay que enfrentar a la derecha y la ex concertación (hoy parte del gobierno de Boric) que quieren aprobarlo cuanto antes, de manera totalmente independiente a Apruebo Dignidad que detrás de los voladero de luces de los “side letters” no impulsa ninguna medida seria para detener su aprobación.
Medidas de fondo frente a la inflación
Pero no basta con el salario. Los precios están entregados al control de grandes grupos económicos que primero piensan en sus ganancias y no en las necesidades de la mayoría. Hay que terminar con el lucro capitalista en los servicios esenciales como el agua, luz, gas y las comunicaciones nacionalizando esas empresas bajo gestión de trabajadores y usuarios. En bienes básicos como la industria alimenticia y el retail, es necesario establecer el control sobre los precios mediante comités de trabajadores y consumidores. La clase trabajadora tiene el potencial de poder garantizar el abastecimiento, a precios accesibles, para toda la población, controlando las cadenas de productos esenciales, desde la producción, distribución hasta la venta en grandes supermercados.
Para esto debemos exigir el acceso público de los registros contables y de los movimientos bancarios de las grandes empresas. Los trabajadores de las distintas empresas podrán contar con la colaboración de contadores públicos y técnicos para esta tarea. Las compañías que se nieguen a dar toda la información y continúen especulando con los precios y abastecimiento deberán ser nacionalizadas y puestas bajo la gestión de sus trabajadores en colaboración con profesionales de las universidades públicas, como parte de una planificación racional para terminar con el hambre y garantizar una alimentación de calidad.
A su vez, debemos tener claro que los precios también son controlados por quienes dominan el mercado internacional, por los especuladores y quienes fugan millones de dólares al extranjero y presionan así a la caída del peso.
Por eso es necesario el monopolio estatal del comercio exterior gestionado por los trabajadores que diariamente ponen en funcionamiento los resortes productivos fundamentales para que las ventas externas (y también las importaciones) se realicen en función de las necesidades de la población, para que en un país con muchas riquezas naturales esa plata no se vaya a llenar los bolsillos de las corporaciones mientras en el país aumenta la pobreza. Estas son algunas medidas de otra clase para combatir la escalada de precios, entre otras. |