El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha [1], de Miguel de Cervantes Saavedra es una de las más importantes obras literarias y de las más representativas de la literatura hispana, se ha convertido en un referente cultural de tal trascendencia que algunos de sus pasajes y de sus personajes son identificados por quienes no hayan leído la novela. Cualquier estudiante de nivel medio superior sabe de los molinos de viento convertidos en gigantes, del gran amor por Dulcinea o que el caballo de don Quijote se llama Rocinante.
Un elemento característico de la obra e indisoluble al personaje del Quijote es su acompañante y escudero Sancho Panza, en el cual se centra este artículo que pretende identificar el papel de Sancho en el primer tomo de la obra, sus motivos y la relevancia que tiene en el desarrollo de la historia.
Sancho Panza
El personaje de Sancho Panza aparece hasta el capítulo siete de la primera parte de la novela, después del primer intento fallido que hace Don Quijote para salir en busca de aventuras, ya de regreso en su hogar, molido a palos, prepara mejor su nueva expedición y toma el recaudo de convencer a un labrador de que lo acompañe en su búsqueda de gloria con la promesa de hacerlo gobernador de una ínsula en algún momento de su viaje.
“En este tiempo solicitó don Quijote a un labrador vecino suyo, hombre de bien (si es que ese título se puede dar al que es pobre), pero de muy poca sal en la mollera. En resolución tanto le dijo, tanto le persuadió y prometió que el pobre villano se determinó de salirse con él y servirle de escudero.” (Capítulo VII)
En este párrafo el autor nos presenta el personaje de Sancho resaltando cuatro características a manera de indicios: es labrador, es su vecino, es poco inteligente y quizá la más importante de ellas es que sea pobre.
La pobreza de Sancho Panza actuó como elemento identitario entre el relato y el lector contemporáneo de la obra, como lo menciona Javier Salazar en su artículo El personaje de Sancho Panza y los lectores del siglo XVII [2], Sancho Panza es un labrador como el 80% de los españoles en los inicios de dicho siglo, quienes padecían condiciones de vida lamentables a causa de la pobreza.
El personaje pobre y de pensamiento ágil es un tópico que se utilizaba en la literatura de la época, un ejemplo de esto es Lazarillo de Tormes, obra en la que el protagonista narra sus padecimientos debido a su condición de pobre y los infortunios que pasó al servicio de uno y otro señor.
Otro elemento que destaca Cervantes del personaje es que Sancho es poco inteligente. Esta es una de las muchas ironías de la obra, ya que el escudero a lo largo de los capítulos demuestra ser de un razonamiento simple pero que está cargado de la sabiduría popular apoyada en la necesidad de supervivencia. Esto también es un elemento que con el tiempo se ha convertido en tópico de la literatura, la asociación de la pobreza con la poca inteligencia se repite una y otra vez en el desarrollo y evolución de la literatura.
Dicotomías
La novela de Cervantes está compuesta con base en una serie de dicotomías que mantienen un equilibrio en la historia y la dotan de una capacidad polifónica que les da voz a distintos sectores sociales de la época.
Don Quijote es un hidalgo, lo que quiere decir que pertenece a un sector bajo de la nobleza, posee tierras, animales y una casa; su posición social le permite acceder al conocimiento y a las historias fantásticas por medio de los libros, es un hombre culto que tiene una gran biblioteca. Es de resaltar que estos objetos eran escasos a inicios del siglo XVII y por lo tanto costosos.
Este hidalgo tuvo en su vida las condiciones materiales suficientes que le permitieron sumergirse en la lectura hasta perder la razón y decidirse hacerse a la caballería andante como en las viejas historias leídas.
Sancho por el contrario es un labrador con esposa e hijos, analfabeta como la gran mayoría de la población, alguien que ha desempeñado distintos trabajos conforme se le ha presentado oportunidad, según lo va descubriendo en la historia.
Panza, emprende la aventura de ser escudero de un caballero andante sin entender lo que esto significa, lo que parece comprender bien es que la movilidad social es imposible en la época y que si es verdad la promesa que le hace el hidalgo, el viaje al que es invitado, representa la única oportunidad que tienen él y su familia para salir de la condición de pobres.
“- De esa manera -respondió Sancho Panza-, si yo fuese rey por algún milagro de los que vuestra merced dice, por lo menos Juana Gutiérrez mi oíslo, vendría a ser reina y mis hijos infantes.” (Capítulo VIII)
Es así como el labrador se dispone a seguir al hidalgo en un andar sin rumbo en busca de aventuras para que el caballero andante se llene de gloria y él pueda recibir sus mercedes. Sancho presencia cada una de las sinrazones del Quijote y parece que la sucesión de cada hecho narrado lo obligan a convencerse de que las palabras del hidalgo son verdad.
Sancho sabe y es consciente de que el viejo hidalgo se lanzó de frente contra los molinos de viento, así como vio el ganado con el que peleó su compañero en medio de un delirio que lo hizo creer que la lucha era contra un ejército, sin embargo, sigue adelante en el camino con él y parece que a cada paso que dan juntos Sancho se convence más de que se pueden hacer realidad las promesas del caballero.
Panza es receptor de las consecuencias de los desatinos del caballero andante, las acciones de don Quijote muchas veces le traen desaguisados como ser golpeado en distintas ocasiones o ser lanzado por los aires con una manta, como le sucedió en una venta después de que su señor no quisiera pagar la cuenta del hospedaje, lo cual causó mucho resentimiento en el escudero.
“- Señor, ya que estas desgracias son de la cosecha de la caballería, dígame vuestra merced si suceden muy a menudo, o si tienen sus tiempos limitados en que acaecen; porque me parece a mí que a dos cosechas quedaremos inútiles para la tercera, si Dios, por su infinita misericordia nos socorre.” (Capítulo XV)
Pero no se va, por más disparatada que sea la acción que realiza don Quijote, Sancho se mantiene al lado del caballero andante, aprovechando cada oportunidad que se le presenta para intentar obtener algún beneficio o soñar un poco más con su futuro reino. Sancho está trabajando y si el trabajo lo convierte en bribón es parte del servicio que le presta al hidalgo y para su entendimiento esas son consecuencias propias de la vida de caballería.
“Dió luego voces a Sancho Panza que viniese; pero él no se curó de venir, porque andaba ocupado desvalijando una acémila de repuesto que traían aquellos buenos señores, bien abastecida de cosas de comer. Hizo Sancho costal de su gabán y, recogiendo todo lo que pudo y cupo en el talego, cargó su jumento, ¡y luego acudió a las voces de su amo...!” (Capítulo XIX)
No importa lo mal que salga la empresa de don Quijote, ni el miedo que algún suceso provoque en Sancho, el escudero se queda firme al lado del caballero sin importar nada más que la recompensa que pueda obtener por sus servicios cuando su amo conquiste la fama.
Este es otro de los grandes contrastes entre uno y otro personaje, mientras que el caballero posee una gran confianza en sí mismo que lo provee de valor, el escudero no tiene ninguna intención de demostrar valor ante nada ni nadie, tampoco tiene la intención de participar en algún conflicto, aunque siempre termine envuelto en una pelea o afectado por la empresa de su señor.
Sancho es el más resiliente ante los infortunios que les suceden a los dos compañeros gracias a la ambición que crece conforme se desarrolla la historia, debido a su pobreza se conforma con poco y estas pequeñas cosas lo llenan de felicidad, como encontrar un poco de dinero en los despojos de una maleta, o se llena de tristeza y sufre profundamente por pequeñas cosas o ideas que surgen en su cabeza, como la posibilidad de que su señor quisiera ser obispo en lugar de emperador una vez ya conquistada la fama.
“Salió el aurora alegrando la tierra y entristeciendo a Sancho, porque halló menos su rucio; el cual, viéndose sin él, comenzó a hacer el más triste y doloroso llanto del mundo…” (Capítulo XXIII)
Panza y don Quijote
Sancho participa de las aventuras del caballero andante con la ilusión de fortuna a costa de las mercedes que pueda ofrecerle su amo, tiene una necesidad de convencerse de que lo que dice su señor y que lo que sucede en sus campañas es verdad, esto debido a que es la única oportunidad que tiene de saltar de estrato social. Panza es lo suficientemente crédulo y conforme avanzan los capítulos cada vez más soñador, se mantiene al lado de don Quijote con la esperanza de obtener un título nobiliario o emprender algún negocio, en sus planes a futuro incluso dilucida que si las tierras que le otorgase su señor estuvieran en África él se convertiría en traficante de esclavos.
Cuando ve más lejanos sus sueños de gobierno expresa a su compañero la conciencia de que lo que realiza es un servicio, él trabaja en todo momento y todo servicio requiere remuneración, Sancho sabe que su trabajo debe de ser compensado de algún modo y en el capítulo XX plantea que si la promesa del manchego no se hace realidad debería estipularse un salario por sus servicios.
- Está bien cuanto vuestra merced dice -dijo Sancho-; pero querría yo saber (por si acaso no llegase el tiempo de las mercedes, y fuese necesario acudir al de los salarios) cuánto ganaba un escudero de un caballero andante en aquellos tiempos, y si se concertaba por meses, o por días, como peones de albañil.” (Capítulo XX)
El argumento dicotómico de la obra lleva al lector por los caminos de la razón de Sancho y la locura de don Quijote. Este es el punto en el que radica la oposición entre el caballero y el escudero, el uno vive en un mundo de ilusiones, inducido por las incontables horas que pasó sumergido en la lectura de los libros de caballerías y el otro desde el momento que salió detrás del caballero escapó de la realidad en la que vivían él y su familia, de la vida de mucho trabajo y escasez.
Sancho está obligado a compartir los desvaríos del hidalgo con el objetivo de llegar a la preciada recompensa, el darse cuenta de que el discurso de su señor no es real sería la peor de las pérdidas para el labrador.
Agustín Redondo abunda en la dicotomía de estos dos personajes en su artículo titulado Tradición carnavalesca y creación literaria del personaje de Sancho Panza al episodio de la ínsula Barataria en el «Quijote» [3], a pesar de estar enfocado en la segunda parte del libro describe algunos elementos de contraste entre los dos personajes, desde su apariencia física hasta su actitud ante la vida.
Redondo afirma que Sancho Panza personifica la tradición carnavalesca, la fiesta popular, las tradiciones arraigadas y la cultura transmitida de forma oral y no podría ser de mejor forma que el aspecto de Sancho fuera de carnes abundantes, de apetito insaciable y bebedor alegre; mientras que don Quijote representa la cuaresma, todo lo opuesto al carnaval, una persona enjuta, larga, de gran recato, culto y de pesares profundos como el descrito en el capítulo veinticinco, en el que don Quijote imita por voluntad propia la penitencia de Beltenebros, induciendo a sí mismo la tristeza por el amor platónico de Dulcinea del Toboso.
Redondo explica que la personificación de la fiesta y el carnaval en Sancho Panza tiene que ver con las tradiciones populares del siglo anterior a la obra y que tenían lugar en varias partes de lo que hoy es Europa.
“Este santo Burlesco de las fiestas de Antruejo, exaltado y rebajado según las normas carnavalescas, equivale al San Gorgomellaz (la garganta) ... No es más que San(to) Panza, o dicho de manera más popular Sancho Panza, <> personificación del festival del Carnaval que glorifica el rito alimenticio, la necesidad biológica de tragar y tragar para manifestar el triunfo de la vida ante la muerte y permitir la renovación fundamental del cuerpo y del mundo. No es sino el Zampanzar carnavalesco, monigote panzudo que aparece en varias partes del País Vasco… imagen burlesca del Martes de Carnestolendas. Es el mismo barrigudo Saint Pansart, Panchart o Pancha al que se celebra durante el tiempo de Carnaval en varias regiones de Francia y particularmente en el Norte, en una zona incluida en los antiguos Países Bajos españoles. Es el mismo Saint Pansart al que se manteaba en esta zona el Domingo o el Martes de Carnaval” (Agustín Redondo p. 45)
Como lo explica Redondo el personaje de Sancho está tomado de la tradición popular, por esa razón Sancho expresa la sabiduría y la ignorancia popular de la época, en la que los cuentos y canciones eran transmitidos por vía de la oralidad, ya que la mayoría de la población no sabía leer.
Incluso es manteado el personaje del carnaval como le sucede a Panza en la venta, este hecho es quizá el que más rencor le genera al escudero en la historia, ya que es mencionado en distintas ocasiones a lo largo de la novela como un reclamo del escudero hacia el caballero.
Sancho razona por medio de dichos y refranes, que son aprendidos en la vida cotidiana y que llevan una carga de enseñanza que no escapan a la verdad. La simplicidad que Cervantes disfraza de poca mollera, está cargada con el razonamiento popular, que aderezado con la poca discreción del labrador que lo obligan a decir lo que piensa aún en los momentos más inoportunos.
Dice lo que piensa por impulso, sin que esto pase por el filtro de la razón, abre la boca y en más de una ocasión inoportuna y crea conflicto en el caballero andante con su indiscreción, cosa que incluso lleva al hidalgo a castigar a su escudero con el silencio definitivo. Esta acción hace dudar a Sancho de seguir el camino con don Quijote, a quien le pide que levante el castigo a condición de regresar a su casa y abandonar la empresa de su señor, puede soportar todo excepto el silencio.
“- Señor don Quijote, vuestra merced me eche su bendición y me dé licencia; que desde aquí me quiero volver a mi casa, y a mi mujer, y a mis hijos, con los cuales, por lo menos hablaré y departiré todo lo que quisiere; porque querer vuestra merced que vaya con él por estas soledades de día y de noche, y que no le hable cuando me diere gusto, es enterrarme en vida.”
Sancho Panza representa las costumbres toscas del vulgo de inicios del renacimiento, hombre de campo y de trabajo que no se siente a gusto con las costumbres y las formas de recato que tiene la nobleza.
Es necesario resaltar que este es otro elemento de la literatura que antecedió a la obra de Cervantes, ya que planteaban que la gente humilde y pobre era de valores morales más sólidos que quienes vivían en la corte corrompidos por los excesos y la ociosidad, como está expresado en la obra Menosprecio de corte y alabanza de aldea, de Antonio de Guevara, que se publicó setenta años antes que el Quijote.
La mesura que pretende don Quijote en imitación a los libros de caballerías no existe en Sancho que es un hombre de formas instintivas, desde que no puede contener sus funciones estomacales en una situación de mucho miedo, como en el episodio de los batanes, hasta una cosa tan simple como no querer comer junto a alguien más para no limitar sus formas de comportamiento.
“- ¡Gran merced! -dijo Sancho-; pero sé decir a vuestra merced que como yo tuviese bien de comer, también, y mejor, me lo comería en pie y a mis solas como sentado a par de un emperador. Y aun, si va a decir verdad, mucho mejor me sabe lo que como en un rincón sin melindres ni respetos, aunque sea pan y cebolla, que los gallipavos de otras mesas donde me sea forzoso mascar despacio, beber poco, limpiarme a menudo, no estornudar ni toser si me viene en gana, ni hacer otras cosas que la soledad y la libertad traen consigo. Así que señor mío, estas honras que vuestra merced quiere darme por ser ministro y adherente de la caballería andante, como lo soy siendo escudero de vuestra merced, conviértalas en otras cosas que me sean de más cómodo provecho; que éstas, aunque las doy por bien recibidas, las renuncio para desde aquí al fin del mundo.” (Capítulo XI)
Conforme se han desarrollado las sociedades, las costumbres de sus habitantes han cambiado, los buenos modales son un invento prácticamente nuevo, que se han difundido y perfeccionado en los últimos tiempos, las costumbres del pueblo llano resaltan por sus características rudimentarias hasta el grado de poder parecer en estos momentos grotescas.
Sancho en este párrafo nos abre una ventana hacia la recreación de la imagen de todo lo que podría pasar en una comida cualquiera en la España de mil seiscientos, podemos imaginar el comportamiento de los labradores o de los cabreros en la mesa, muy lejano a la imagen romántica que proyecta la cultura pop sobre la vida en esta época.
A pesar de los modos toscos, Panza tiene la capacidad de sentir empatía por el que se encuentra en condiciones de pobreza similares a la suya, en el segundo encuentro con Andrés, el niño relata sus desgracias y lo mal que lo ha pasado gracias a la intervención del hidalgo, antes de partir pidió algo de comer, nadie de los presentes hizo por ofrecer algo al niño, el único personaje que atiende la súplica del infante es el único personaje pobre que se encontraba entre ellos, Sancho es el único que ofrece algo al chico no sin dolerse un poco de tener que desprenderse de algo.
“- Toma, hermano Andrés: que a todos nos alcanza parte de vuestra desgracia.
Pues ¿qué parte os alcanza a vos? -preguntó Andrés
Esta parte de queso y pan que os doy -respondió Sancho-, que Dios sabe si me ha de hacer falta o no; porque os hago saber, amigo, que los escuderos de los caballeros andantes estamos sujetos a mucha hambre y a mala ventura, y aun a otras cosas que se sienten mejor que se dicen.”” (Capítulo XXXI)
Conclusión
Sancho Panza representa la vida cotidiana de la sociedad española de 1600, los elementos que lo distinguen son una exacerbación de la conducta del pueblo llano ante la vida y la celebración de esta por medio de la algazara.
La servidumbre obligada por la estructura social establecida no impedía que los sirvientes dieran cuenta de las carencias de sus amos, materiales o psicológicas. La nobleza decadente perdía terreno ante el poder económico de la burguesía que empujaba a un reacomodo social y cuestionaba las viejas formas.
El labrador es el polo a tierra de los desvaríos del caballero andante, que gracias a la razón de Sancho va cayendo en cuenta de cómo es que sucedieron los hechos fantásticos que él vivió. El argumento del encantamiento hecho por un brujo, que hacía que las cosas las percibieran distintas, se va desgastando incluso para el Quijote ante los constantes cuestionamientos de Sancho.
Agapita Jurado apunta en su artículo Estructuras binarias en el Quijote: la locura especular del Quijote y Sancho [4] que la función de Sancho es introducir una oralidad dialéctica en la novela, que obliga a don Quijote a explicarle los móviles de sus acciones.
La presencia de Sancho en la historia evita que el relato de don Quijote sea el de un loco que vaga por el mundo dispuesto a golpear a quien él considere. La llena de voces al advertir a cada momento que la empresa de su señor no tiene sentido [5]. Su ambición, la lealtad y la jerarquía social lo obligan a obedecer y a ceder a los argumentos del caballero; sin dejar de cuestionar la razón de las acciones de su señor, ya que él tiene muy claro por qué va al lado del que él mismo decidió nombrar como el “caballero de la triste figura”. |