En el total de un año se han realizado 446 delitos de odio hacia la comunidad de manera oficial, lo cual nos dice que la cifra aumenta si no tenemos en cuenta el resto de los casos que no llegan a denunciarse, ya que se calculan en un 90% los casos no denunciados. Entre estos casos el 80% se realizaron a hombres y un 20% a mujeres, pero sería necesario desglosar cuantas de estas personas son personas trans y no binarias que no pueden registrarse debido a las dificultades legales, que incluso permanecen con la nueva “ley trans”.
Marlaska, anuncia una tendencia alcista de estos delitos de odio, pero su foco principal está al servicio de la teoría liberal pues “torpedean el disfrute de derechos y libertades fundamentales” como ha declarado. El problema es que nunca se ha disfrutado de dichos derechos y libertades puesto que nunca se ha sentido verdadera seguridad de parte de la comunidad.
Pero no todo se limita a la lgtbifobia, puesto que lo casos más numerosos dentro de los delitos de odio siguen siendo la xenofobia y el racismo que aumentan desde el 24% al 37% (un total de 639 casos denunciados) seguidos de los delitos por lgtbifobia con un 27%.
El problema con estas agresiones ya no es solo el acto en sí, que por su puesto es condenable y debe ser corregido y luchar para que disminuyan, sino que hay dos factores principales que impiden la lucha contra estos delitos. Por un lado el crecimiento de la extrema derecha que no solo extiende sus discursos del odio sino también miedo hacia estos colectivos. Por otro lado parece que solo queda una salida punitivista que está ya impulsando el gobierno con la ley del “solo sí es si” así como el ministro de Interior, Marlaska que incita a aumentar las denuncias de estos delitos.
La idea de un “discurso de odio” o un “delito de odio” no es la gran herramienta contra la LGBTIfobia que tratan de vendernos. Es el estado capitalista quién decide qué es un delito de odio o un discurso de odio. Según los jueces, puede no serlo agredir a un joven al grito de maricón en Valladolid en 2020, pero sí tratar de impedir que circule el transfobus de Hazte Oír en Sevilla en 2017 para nueve jóvenes a quienes la Fiscalía pide un total de 13 años cárcel por el agravante de delito de odio. Pedir que no se prohíban las terapias “para curar la homosexualidad” no es discurso de odio, pero las críticas a la Iglesia Católica que las imparte pueden serlo. Lo que el neoliberalismo progresista anuncia como un arma al servicio de “minorías” en realidad es una forma de vender una mayor confianza en la justicia para ricos y patriarcal y en la disciplina del Estado para los movimientos sociales, algo que puede volverse en su contra.
Por otro lado, la extrema derecha avanza cuando se balancean hacia la derecha las políticas de la izquierda para evitar que les dispute el terreno, marcando así la agenda y generando una subjetividad que escora hacia la derecha y que, oh sorpresa, beneficia a la derecha. Y la extrema derecha no retrocede cuando movimientos como la disidencia sexual piden medidas represivas contra ella. Al contrario, extiende sus lógicas.
Con respecto al aumento de la extrema derecha, que parece un hecho generalizado en Europa como ya vemos con la victoria de ésta en Italia, este sector de la política burguesa extiende discursos de odio tanto contra la comunidad LGTB como contra personas racializadas, el feminismo, inmigrantes etc. Su presencia en medios de comunicación así como en redes sociales hace proliferar en la juventud y en sectores acomodados su pensamiento retrógrado y reaccionario, de esta manera incitando a los delitos de odio que aumentan año tras año y día tras día.
Con respecto al punitivismo, vemos que sectores declarados “progresistas” tanto por sí mismos como por los medios de comunicación, ven como única salida a los delitos de odio, las agresiones sexuales etc. La denuncia y el castigo. El problema con estas posturas denominadas punitivistas y que explica mejor la compañera Cynthia en el siguiente artículo es que carecen de una solución al no arrancar de raíz el problema sino castigar los delitos sin presentar solución alguna. El pedir más leyes punitivistas y mayores castigos no solo no reduce los delitos de odio sino que, en cualquier caso, hace que se puedan utilizar dichas leyes como seguro hacia el propio aparato de represión estatal, por ejemplo considerando delito de odio el insulto a policías.
Además este tipo de callejones sin salida provocan una victimización excesiva de quienes recibimos delitos de odio, obligándonos a ser cuestionades sobre nuestro sufrimiento, nuestra identidad, nuestra integridad como personas etc. Por no hablar de la infantilización que se sufre durante los procesos judiciales.
Es por eso que no podemos seguir asumiendo los delitos de odio como algo normal, como algo que debamos sufrir en silencia en la frialdad de los juzgados, sino que es algo que debe hacernos pensar a las personas LGTB, personas racializadas y a las mujeres de clase trabajadora que la única salida real es el aplastamiento organizado y estratégico de la extrema derecha y del aparato de represión estatal de nuestra propia mano sin confiar en la policía, el ejército o el Estado burgués que nos oprime y explota.
Levantemos la solidaridad y defensa contra la extrema derecha y su odio, contra los ataques ltfbifóbicos y la represión del Estado, codo con codo con el antirracismo, el movimiento de mujeres, la clase obrera y la juventud. Organicémonos en los centros de estudio, de trabajo y en los barrios. Salgamos miles a la calle no sólo para exigir justicia y defendernos, sino también para pelear contra este sistema patriarcal, racial y capitalista. |