Las masivas protestas en Haití están desafiando el régimen del Primer Ministro Ariel Henry, respaldado por Estados Unidos. Durante las últimas semanas, el pueblo haitiano tomó las calles de las principales ciudades del país para exigir la dimisión de Henry, que no tiene ningún mandato democrático. Para proteger su régimen, pide ahora la intervención de tropas extranjeras.
Haití lleva casi tres años de revueltas regulares, provocadas por el intento del ex presidente Jovenel Moïse de prolongar su mandato más allá del límite. En el punto álgido de la revuelta, en julio de 2021, Moïse fue asesinado. Las circunstancias del incidente, incluida la identidad y los motivos de los autores, aún no están claras. Tras el asesinato, Henry asumió el poder y, al igual que su predecesor, no tiene ningún interés en abordar la corrupción en el país ni en resolver la grave crisis económica a la que se enfrenta el pueblo haitiano. Los intereses de Henry son mantener la relación entre el capital haitiano y las potencias imperialistas que saquean el país. Esta es la misma relación que mantiene al pueblo haitiano en una intensa pobreza.
La crisis global del coste de la vida es especialmente grave en Haití. La inflación en el país alcanzó el 29% en agosto y la gasolina es prácticamente inasequible. Los hospitales están cerrando justo cuando la escasez de agua potable está provocando un brote de cólera. La policía ha respondido a la indignación de la población con violencia. Las bandas también se aprovechan de la crisis, y una de ellas ha llegado a bloquear el principal puerto del país. El papel de las bandas es la principal justificación de Henry para solicitar la intervención extranjera; sin embargo, destacados activistas sobre el terreno han señalado que estas bandas están vinculadas al gobierno.
El capital haitiano utilizará cualquier fuerza que tenga a su disposición, ya sea la policía o las pandillas, para reprimir los movimientos sociales del país. Los precedentes históricos y los actuales llamamientos a la intervención demuestran que, en caso de que fallen las fuerzas internas de represión del Estado, las fuerzas imperialistas intervendrán para garantizar que sus intereses no se vean amenazados.
Desde que Haití se convirtió en el hogar de la única revolución de esclavos con éxito en el mundo, las potencias imperialistas han tratado de convertir al pueblo haitiano en un ejemplo. Haití se ha enfrentado a ataques casi constantes a su soberanía desde que consiguió la autodeterminación. Estados Unidos intervino directamente en Haití en 1915 tras el asesinato del presidente. Entonces, el presidente estadounidense Woodrow Wilson envió a los marines. El ejército estadounidense ocupó el país hasta 1934.
Sólo en el siglo XXI, Estados Unidos y Francia orquestaron un golpe militar contra el primer presidente del país elegido democráticamente. Tras ello, las Naciones Unidas establecieron el programa MINUSTAH, aparentemente para devolver la estabilidad a Haití. En realidad, fue una ocupación militar que se extendió desde 2007 hasta 2014 y sometió al pueblo haitiano a crímenes obscenos, incluyendo cientos de casos de abusos sexuales contra niños. Cabe destacar que muchos de los gobiernos de la llamada Marea Rosa en América Latina, idolatrados por la izquierda reformista, estuvieron al frente de esta ocupación, con el ex presidente brasileño Lula Da Silva aportando más tropas que ningún otro país.
Los haitianos han demostrado una y otra vez que están dispuestos a luchar por su soberanía y sus reivindicaciones económicas. Sin embargo, las potencias imperialistas también han demostrado su capacidad para reprimir, al menos temporalmente, los levantamientos del país. Para que el movimiento tenga éxito, la clase obrera de los países imperialistas debe actuar en solidaridad con el pueblo de Haití. La clase obrera estadounidense, en particular, puede apoyar el levantamiento en Haití organizándose en el corazón del imperialismo para apoyar las demandas del pueblo haitiano. Nuestras propias luchas contra la inflación y los ataques a los derechos democráticos deben incluir siempre un rechazo total a los ataques a nuestros hermanos de clase en países subyugados como Haití.
Artículo publicado originalmente en Left Voice, edición estadounidense de la red internacional de la Izquierda diario.
Traducción: La Izquierda Diario México | 
