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La Izquierda Diario
14 de octubre de 2022 Twitter Faceboock

River Plate
La grandeza del ciclo comandado por Marcelo Gallardo
Eduardo González Peña | @gpeduardop

Mediante un emocionante anuncio, el Muñeco decidió poner fin a la hermosa historia que escribió en River Plate. El dolor por su alejamiento es reflejo del especial lugar que ocupa en el corazón de los hinchas riverplatenses. Siendo contemporáneos a su ciclo, se presenta el reto de dimensionar la trascendencia de su trabajo. Aquí haremos un pequeño ensayo que afronte este reto.

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Si lo humano se caracteriza por el constante movimiento, y si el tiempo logra que ante su yugo toda realidad se muestra plástica, el fútbol es una de las mayores confirmaciones de esas condiciones. Quienes amamos el fútbol sabemos, aunque sea de forma intuitiva, sobre su condición maravillosamente compleja y dinámica. También conocemos que el fútbol continuamente nos desafía a pergeñar y concebir perfeccionamientos posibles. Sin embargo, hay unos pocos momentos en que esos ideales de perfección se concretan y marcan a fuego un período. Cualquier hincha de fútbol entiende de qué estamos hablando: nos referimos a aquellas unidades de tiempo que pasan a ser legendarias para las generaciones de hinchas contemporáneos y futuros de un club.

Marcelo Daniel Gallardo y un gesto que todos los hinchas de River empezamos a extrañar.
Marcelo Daniel Gallardo y un gesto que todos los hinchas de River empezamos a extrañar.

En River Plate, esas unidades de tiempo refieren al River de Leopoldo Bard y el ascenso a primera división; al River de Bernabé Ferreyra (el primer gran ídolo nacional de fútbol y verdadero “jugador del pueblo”); a la Máquina y a la Maquinita, las mejores síntesis de la reinvención del fútbol nacional como “todotiempo”; al River de Labruna y su gesta en 1975; al River de Veira y su no igualada triple corona de 1986; y al fútbol de alto vuelo del primer River de Ramón. Con el anuncio de Gallardo se cierra otra de estas gloriosas unidades de tiempo de la historia de River Plate.

Se puede decir que, en todas estas unidades de tiempo, cada equipo nombrado logró pugnar deportivamente por desarrollar el talento, el ingenio, la fuerza y la lucha. Fueron equipos que se alimentaron de la pasión por la superación y que se abrieron al ensueño de trascender su tiempo. También se puede afirmar que se trataron de equipos que engarzaron las capacidades humanas con los recursos materiales. Sin embargo, estas cuestiones son solo una dimensión de un proceso que es mucho más complejo.

Biscay y Riep son las caras más visibles de un gran cuerpo técnico que sostuvo la tarea desarrollada por Gallardo a lo largo de su ciclo.
Biscay y Riep son las caras más visibles de un gran cuerpo técnico que sostuvo la tarea desarrollada por Gallardo a lo largo de su ciclo.

En lo humano, la causalidad es maravillosamente compleja. El fútbol es un gran ejemplo de ello: lograr llevar a cabo con éxito el objetivo de alcanzar la gloria deportiva, implica mostrar la capacidad de dirigir esfuerzos colectivos, de contener el ímpetu dentro del blanco fijado, y reducir la incidencia del azar para que un tiro de media distancia de Jara o un mal cierre de Mayada no termine dentro del arco defendido por Armani en la final de clubes más importante de todos los tiempos. Entonces, la gran cualidad de Marcelo Gallardo fue surfear durante ocho años y medio esta (hermosa) complejidad del fútbol: una actividad cuyo éxito y/o fracaso se va construyendo en el transcurso de un desarrollo que obedece tanto a un sistema de fuerzas objetivas –un orden a obedecer para triunfar–, como a acciones teleológicas (guiadas por un fin) a cargo de múltiples sujetos interrelacionados.

Si nos atenemos a los méritos deportivos, se pueden nombrar los catorce títulos que logró. En el mismo sentido podríamos reflejar que River Plate, bajo la conducción de Gallardo, le ganó dos finales al clásico rival, el mismo que fue eliminado otras tres veces por sus River. Pero esto sería una reducción mecanicista a un aspecto cuantitativo del fútbol. Creemos que es más importante resaltar dimensiones cualitativas de la tarea de Gallardo como DT de River. Aquí se puede observar de forma más plena ese proceder que se sustenta en el principio que afirma que la Grandeza es el camino. La primera de ellas es que demostró ser capaz de enfrentar la Monumental presión que implica el universo de River Plate (solo José Minella lo supera en temporadas seguidas como DT del millonario). Otra dimensión de extrema importancia cualitativa es que le tocó desenvolverse en un fútbol nacional desorganizado, casi a niveles de su remoto pasado amateur, y pauperizado a niveles nunca registrados, sin perder la competitividad internacional. También es fundamental destacar que el ciclo de Gallardo fue parte de una economía nacional que estuvo en crisis económica desde que asumió en 2015. Estas dos condiciones estructurales diferencian al período de Gallardo de cualquier otro ciclo trascendental en el tiempo de River y de otro club. Es una combinación que explica que el River de Gallardo, en realidad fuera los River de Gallardo. Esto se debe a la constante renovación en la conformación de sus planteles. Asimismo, estas hostiles condiciones estructurales generaron que sus planteles fueran una anomalía en la historia de los equipos exitosos de la institución: ninguno de ellos tuvo jugadores de la talla de Alonso, Francescoli y Ortega, por citar algunos ejemplos.

Gallardo y la copa eterna obtenida en Madrid.
Gallardo y la copa eterna obtenida en Madrid.

Y hay que agregar, posiblemente lo más importante en esto de significar la Grandeza de Gallardo: Marcelo afrontó con notable éxito la tarea de transmitir confianza a su plantel en la interminable final de todos los tiempos. Todo ello a pesar de su ausencia en el campo de juego; a los policías en el vestuario visitante de La Boca; a la liberación de la avenida Quinteros (que media hora antes del paso del micro visitante tenía un poderoso retén de la Prefectura); a las interminables horas de incertidumbre dentro del Monumental; a resistirse a enviar el equipo a la cancha para asegurarse el título (como hizo San Pablo frente a Tigre en una final de Copa Sudamericana); a que el equipo de La Boca se negara a cumplir su promesa de jugar la final al otro día de la final frustrada; a tener que jugar dos veces de visitante; al alevoso penal no cobrado a Pratto en Madrid; a ir perdiendo o empatando toda la serie hasta el alargue; y a tener que esperar que la conquista sea validada como legítima por el TAS. Ni siquiera Bilardo, antes del partido con Inglaterra en México 86, tuvo una tarea tan compleja como DT.

Finalmente, nos queda resaltar la Grandeza que siempre tuvo Gallardo con los hinchas que inundan todo el país. Él siempre estuvo disponible para las interminables sesiones de selfies y firmó remeras hasta el cansancio. Su ejemplo se permeó en todos los jugadores que fueron parte de sus River y construyó una efervescencia popular riverplatense en todo el país.

Hinchas de River Plate, sepan que el dolor pasa, pero la Grandeza queda. Sin olvidar que el fútbol es a cada momento una situación nueva, debido a que el elemento humano varía constantemente, y que ese elemento humano es el único que decide lo que puede pasar dentro de una cancha, para dimensionar la Grandeza de Gallardo cierren los ojos e imagínense: si Gallardo hubiera aceptado ser técnico de Newell´s, a mediados del 2015, seguro no estaríamos sintiendo el dolor que nos genera el adiós de Marcelo; ahora, abran los ojos, y vibren y sientan en el corazón que con Marcelo Gallardo –y su gran cuerpo técnico– se ganó la final más hermosa de todos los tiempos. Y proyecten que eso va a ser una realidad para todos los 9 de diciembre del resto de nuestras vidas. ¿Qué es el dolor presente ante la Grandeza eterna? ¡Gracias, Marcelo! ¡Ha sido una historia hermosísima! ¡Éxitos en tus nuevos proyectos!

 
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