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14 de octubre de 2022 Twitter Faceboock

Literatura
Leonardo Padura presentó “Personas decentes” en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno
Daniel Lencina | @dani.lenci

En la tarde de ayer el escritor cubano presentó su nueva novela que es parte de la saga de Mario Conde, el detective cubano que lo viene acompañando desde hace varios años en una larga y apasionada colección que sus seguidores no piensan perderse.

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Fotomontaje: Daniel Lencina

En una hermosa tarde de sol en Buenos Aires se dieron cita los seguidores de Mario Conde, digo de Leonardo Padura para escuchar la presentación de su última novela Personas decentes. Mientras la Sala Jorge Luis Borges se iba colmando, se escuchaba a los presentes hablar sobre las novelas que habían (habíamos) leído de Padura. Y afortunadamente empezaron los comentarios de esos fanáticos que se juntan con otros fanáticos a conversar sobre lo que más les apasiona.

La presentación de Personas decentes fue casi como una entrevista en vivo, un diálogo muy dinámico entre la periodista Hinde Pomeraniec y Leonardo Padura. Fue una hora intensa que se pasó volando, y cuando eso acontece es porque la charla estuvo cien mil puntos. Aquí repasamos algunos momentos de una presentación inolvidable.

“Personas decentes”, entre la era Obama y Trump

En la nueva novela se relatan varias historias en paralelo, tal como el autor nos tiene acostumbrados. Esperamos ver a un Mario Conde trabajando en la seguridad de un restaurant “respetable” en la Habana que fue parte del “oasis” que tuvo la isla caribeña cuando Obama, siendo presidente de EEUU aflojó un poco las cadenas de sometimiento que sufre Cuba desde la época de la revolución iniciada en 1959.

Obama no lo hizo porque fuera “bueno” sino porque entendía que así también podía dar pasos en la restauración del capitalismo en Cuba y mantener el dominio sobre la isla. La restauración en los hechos fue acordada con la burocracia castrista. Sin embargo, con la llegada de la era Trump todo volvió sobre sus pasos dado que su objetivo era restaurar el capitalismo, pero sin ningún pacto con la burocracia. La política agresiva del imperialismo norteamericano continúa hasta el día de hoy bajo la administración demócrata de Joe Biden.

Si en Máscaras leímos sobre un trasvesticidio que Mario Conde investiga la saña con que fue asesinado Alexis Arayan (hijo de un importante diplomático del régimen castrista) en Personas decentes veremos el punto de vista del victimario. Y para dar más pistas, la historia paralela -otra vez apela al recurso de la historia que tan bien le funciona al autor-, se trata de develar quién fue el proxeneta más famoso de la historia de Cuba: Alberto Yarini y Ponce de León (1882 - 1910).

Por su parte, la historia presente donde se desarrollan los personajes que tienen al ex policía Mario Conde como protagonista central, se desenvuelve en el año 2016 durante el “acercamiento” -léase: con ambiciones restauracionistas del capitalismo- entre Cuba y EEUU. Ese “deshielo” que parecía dejar atrás el léxico de la Guerra Fría, implicó que los cubanos pudieran viajar por primera vez al corazón del imperio, también empezaron intercambios culturales, de investigación, deportivos y de todo tipo, incluso cubanos que volvieron a la isla a visitar a su familia que no veían desde hacía décadas. En la isla se reanimó el circuito turístico y hasta fueron los Rolling Stones a tocar lanzando “Havana moon”. Y por esos días ¿Mario Conde y sus amigos fueron a ver a los Rolling? Solo dejaremos la sentencia de Padura, fanático de los Beatles y Creedence Clearwater Revival: “el que es de Boca nunca puede ser de River”. Y punto.

En la presentación Leonardo Padura dijo que esta novela es una venganza contra un estalinista confeso: “ese hijo de puta, el represor cultural” que censuró y persiguió al escritor José Lezama Lima y a todo poeta, pintor y artista que no encaje en la construcción del “hombre nuevo” hecho a medida de la burocracia castrista en los años 70 del siglo pasado. Esos años son recordados como “un momento muy oscuro” dice el autor, un episodio muy reaccionario del régimen político que incluyó la represión a los homosexuales. Algo de esto último también podemos leer en La transparencia del tiempo.

La revolución cubana tuvo una importantísima conquista que fue independizarse del imperialismo yanquee y dejar de ser su patio trasero y prostíbulo. Pero al ser liderada por una guerrilla (castrista), de formación verticalista y militar, impidió cualquier tipo iniciativa de las masas, censuro las libertades no solo en las artes sino y sobre todo en las disidencias políticas y por lo tanto pisoteo la idea del socialismo, dando por resultado un Estado obrero deformado y degenerado. A pesar de estas deformaciones el autor reivindico las campañas de alfabetización y todos los avances en el terreno de la educación y la salud.

Entre otras aberraciones, en el terreno de la cultura el mal llamado “socialismo real” (ni socialismo, ni real) incluyó ciertas directrices en las que el arte debía desenvolverse. Una vez más choca esa reglamentación burocrática sobre el arte con la afirmación de León Trotsky que planteaba que en el terreno del arte el régimen tiene que ser “anárquico”, libre por completo, con una sola regla: no hay reglas.

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Tirando magia

En una entrevista que le hicieron Fernando Rosso y Celeste Murillo en su anterior visita, Leonardo Padura dijo algo así como que cuando se imagina una novela es un poco “un misterio” cómo surge. Pero en la tarde de ayer develó un poco más como sale la magia de esas manos y explicó cómo escribe. Dijo que a la historia “la voy creando en la medida que la voy construyendo" por ejemplo "los personajes se van moviendo y entonces digo ’bueno aquí hace falta un muerto’".

Por otra parte, nos cuenta que una de las novelas mas difíciles fue cuando escribió El hombre que amaba a los perros. Allí se hizo una línea de tiempo, para no marearse en medio de tantos acontecimientos políticos que se desarrollan en simultáneo: qué pasa en España en 1936, en la URSS con los juicios de Moscú y en las vidas de Trotsky y su asesino Ramón Mercader. Además, dijo que el lector antes de leer El hombre que amaba los perros ya hay una parte de la historia que la conoce, que es que el 20 de agosto de 1940 Trotsky es asesinado por Ramón Mercader en Coyoacán, México. Por lo tanto el “tenía que jugar mucho con los tempos, más que con los tiempos”.

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Ante la pregunta de Hinde de si lee en voz alta sus novelas mientras las va creando dijo que “leo mis trabajos no en voz alta pero si con respiración, encontrando el ritmo en las palabras”. Y es verdad, el ritmo de las palabras que logra Padura tienen cierta musicalidad. Termina un párrafo bien arriba y el siguiente empieza a matizar desde abajo, van creciendo. Son párrafos con aires de un Blues bien tocado, con frases bien hechas que cuentan una historia, a lo BB King, dejando manija a los lectores.

Para cerrar esta parte de la crónica reivindicó a Lucia, su compañera de vida. Dijo que incluso Hemingway -y aprovecho a recomendar Adiós Hemingway, del mismo autor- tenía un “detector de mierda” es decir, lectores críticos que le puedan decir sin problemas “mira, lo que estás escribiendo, es pura mierda”. Pero Padura nos cuenta que tiene "el detector infalible de mierda". Por eso Lucia “no tiene ningún compromiso conmigo, sino con el libro, para que yo sea capaz de escribir el mejor libro que pueda escribir. Y entonces es muy despiadada”. Por ejemplo nos contó que pasaron varias semanas antes de escribir Adiós Hemingway decidiendo de que iba a vivir Mario Conde, ya que es “un inútil, no sabe hacer nada. Empezó una carrera de psicología que no terminó, trabajó 10 años de policía, ¿qué coño va hacer ese tipo?” entonces encontraron el oficio de la compra venta de libros y “ahora lo tengo de guardia de seguridad en la Dulce Vida” el restaurant que es escenario de Personas decentes. Y sobre todo Lucia vigila sus excesos, “si yo soy políticamente incorrecto, no se imaginan lo políticamente incorrecto que son las primeras versiones”.

Leonardo Padura recibe el regalo de Ediciones IPS: "Lenin" de León Trotsky

Trotsky, el fantasma sobrevuela en Cuba

Habló reiteradas veces sobre Trotsky en la presentación, al menos más de lo que me esperaba. Las referencias fueron directas o indirectas a través de lo que narra El hombre que amaba los perros. Vale destacar que cuando Padura se enteró que el asesino de Trotsky había vivido en la isla, él mismo se lo pudo haber cruzado en la Habana y dijo que “el Ramón Mercader que yo construyo, es un Ramón Mercader posible”.

Pero ¿Quién era Trotsky en Cuba? Era esa foto en la que está Lenin agitando en la Plaza Roja de San Petersburgo, en pleno torbellino revolucionario, en “la previa” de Octubre de 1917 y a lado está el fantasma de Trotsky que va desapareciendo, photoshopeado, tuneado al mango hasta ser invisible. Pero la historia no se puede borrar, mal que le pese al estalinismo.

“Imagínense que en El hombre que amaba los perros yo arranco con el nacimiento de Trotsky y terminó con la desaparición de la Unión Soviética, es una cronología de 650 páginas”.

El final llegó acompañado por una “tempestad de aplausos”, como diría John Reed. Y pronto se armó la fila para que Padura, como si fuera una estrella de rock, firmara los libros que los asistentes llevaron consigo. En la larga fila se repetía la escena de la previa, fans hablando con otros fans pero con otra dosis adictiva de la literatura de Padura, esta vez en primera persona. Y de tanto hablar de Trotsky, quien escribe estas líneas le acercó un regalo, gentileza de Ediciones IPS: una biografía sobre Lenin escrita por León Trotsky. Padura se tomó un momento, leyó el párrafo de la tapa y agradeció el regalo posando para la “foto de mi vida”.

Últimamente, en varias entrevistas, anda citando una carta de Gustave Flaubert, el autor de Madame Bovary donde explica por qué hizo esa obra y respondiendo a las críticas dijo unas palabras que Padura hace suyas: “yo solo quería tocar el alma de mis lectores”. Y vaya que lo logró.

 
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