Javier Grosso es geógrafo de la Universidad del Comahue, estudia sobre los sismos en Sauzal Bonito y Añelo, ocurridos en Neuquén, y la relación con el desarrollo masivo de la explotación no convencional de hidrocarburos con el método del fracking o hidrofractura.
El docente habló con La Izquierda Diario sobre las investigaciones de los sismos recurrentes desde que comenzó la explotación petrolera en Vaca Muerta. También explicó las implicancias ambientales y los riesgos inmediatos relacionados específicamente a la actividad sísmica que tiene de continuar con el fracking en la región.
Hace algunos años que venís estudiando el impacto del megaproyecto Vaca Muerta, en las localidades de Añelo y Sauzal Bonito, donde se está desarrollando el fracking. Para entrar en el tema, ¿nos podés explicar qué es el fracking o fractura hidráulica?
La técnica original tiene ya más de cuarenta años de uso y difiere mucho de la actual. La gran diferencia son los grandes volúmenes de arena, aguas y químicos que utilizan. Hoy un pozo shale en Añelo, puede consumir hasta 120 millones de litros de agua y unas 15 mil toneladas de arena. El fracking implica el uso de lodo, una mezcla de agua con arenas silíceas y un alto número de aditivos.
Gentileza
¿Desde qué momento comenzaron a ocurrir sismos en las cercanías de Sauzal Bonito y Añelo?
La sismicidad en esta porción de Vaca Muerta es muy reciente y viene de la mano de la fracturación hidráulica. De eso ya no hay dudas. En el año 2015 hubo un sismo muy fuerte que llamó la atención, que requirió que las compañías empiecen a hacer algunas investigaciones. Muchas de ellas no se hacen públicas. En el 2016 y 2017 no se repitieron sismos percibidos, pero a partir de la segunda parte del 2018 empezó nuevamente a sacudirse Añelo y principalmente Sauzal Bonito. Desde enero del 2019 hasta septiembre del 2022 la sismicidad ha ido en aumento. Ya son más de 320 sismos y habría que agregar aproximadamente 100 microsismos que no han sido georreferenciados por las agencias sismológicas, ni por el Instituto Nacional de Prevención Sísmica (INPRES), ni por la Red Geo Científica Chile. “En lo que va del 2022 se registraron 29 sismos”, detalló.
Javier Grosso es metódico y prolijo en sus respuestas, como lo es en sus investigaciones. Cuenta detalladamente los primeros pasos: siguió la noticia en los medios de comunicación regionales. La tierra se movía y los medios decían que ese hecho tenía que ver con el suelo y lo natural. Eso le llamó la atención.
Buscó el lugar donde habían ocurrido los epicentros y cuando marcó una serie de quince sismos, resulta que todos tenían una matriz de comportamiento muy similar, estaban muy próximos entre sí. Reconoce que en ese momento “no había prestado la debida atención para identificar cercanos a qué zona se encontraban”.
Empezó a georreferenciar los pozos que estaban fracturando. También comenta que descubrir que los epicentros estaban cercanos a los pozos fracturados fue impactante desde el punto de vista académico, "fue el primer dato fuerte".
- A partir de estas primeras conclusiones ¿cómo siguieron avanzando?
Continuamos las investigaciones con Guillermo Tamburini Beliveau, que es becario postdoctoral de Conicet y geógrafo. Guillermo detecta con un procesador de imágenes de radar, una deformación en superficie, para un sismo del 7 de marzo de 2019 y comenzamos a hacer un procesamiento de datos. Para empezar a establecer una posible explicación de por qué ocurrían. Con un equipo de investigadores españoles pudimos identificar esas zonas de deformación. Coincidían los epicentros y los hipocentros que es la profundidad a la que ocurre el sismo, con los sectores donde se estaba fracturando. Lo novedoso es haber encontrado la primera identificación posterior a la de un sismo inducido, eso es inédito al resto de las investigaciones.
Junto a Tamburini Beliveau realizó un documento que recopila evidencia internacional y se introduce en el análisis de la sismicidad inducida. La definen como a aquellos movimientos sísmicos producidos por una actividad antrópica que los induce.
¿De qué se trata la sismicidad inducida?
“Puede haber sismicidad inducida por el peso de un embalse en una obra hidroeléctrica, por detonaciones en megaminería, por la explosión de un ataque militar, y en el caso del fracking y de Vaca Muerta es la aceleración de procesos preexistentes que si bien hay una propensión natural a que pudieran ocurrir, esa sismicidad se produciría en periodos de tiempo muchísimo más prolongados, que en los períodos tan breves que están ocurriendo”.
Al avanzar en las investigaciones comprueban los análisis. “El caso más elocuente fue durante la pandemia. Pasaron 80 días sin sismos y coincide con que se pararon todos los equipos de fractura, en un área donde ya se estaba percibiendo la sismicidad”, relató.
Grosso destaca que el INPRES no publica todos los sismos, sino sólo los de cierta magnitud. “El estándar que se ha utilizado para la publicación de esos datos es la sismicidad mayor a 2,5”.
¿Qué otras implicancias ambientales del fracking se expresan en la región?
- El Observatorio Petrolero Sur desarrolló muy bien este tema. Principalmente la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera, la contaminación por el depósito de aguas residuales en el subsuelo, en los pozos sumideros. También los basureros petroleros, que son los depósitos o repositorios de la tierra con residuos de hidrocarburos. La sismicidad y la aceleración de procesos geomorfológicos, como la caída de rocas o acantilados, que naturalmente también lo harían pero que se aceleran con el fracking.
Estuviste por la zona, ¿qué dicen los pobladores de la región?
Son víctimas directas de esto. Los sismos rompen casas y alteran la cotidianeidad de la zona, generando temor e incertidumbre, asustando a niñes y adultos.
Los pobladores dan por sentada la relación entre el fracking y los sismos, y es muy difícil la convivencia. En los períodos que vuelven es molesto, asusta y en el caso del sismo del 9 de mayo (de 2022), incluso algunas vecinas debieron ser asistidas en entidades de salud, por todo el estrés que genera la situación.
Mapa: Javier Grosso y Guillermo Tamburini Beliveau
Ya con los datos confirmados de la realidad, casi que la pregunta explota ¿cuáles son los argumentos de los gobiernos para ocultar esta relación?
Es incorrecto decir que la ocultan porque en realidad hasta ahora la niegan, o al menos no la reconocen. Entonces más que un ocultamiento es un no reconocimiento como estrategia. El gobierno de Neuquén sabe que la relación existe, lo que no quieren masivamente es que lo sepa la opinión pública.
Recuerda una anécdota. El 26 de mayo mientras un grupo de vecinos reclamaba en la Legislatura, el gobernador Gutiérrez cayó de “sorpresa” a Sauzal Bonito a anunciar la construcción de 50 viviendas sísmicas, esto indica que “para el Estado neuquino, es una realidad que la sismicidad ha llegado para quedarse”.
¿Cuáles son los riesgos inmediatos relacionados específicamente a la actividad sísmica, de continuar con el fracking en la región, y también el impacto en el ambiente?
- Y tiene que ver con el riesgo geomorfológico de la aceleración de caída de rocas. Con la alteración de la cotidianidad de una vida normal en los pueblos y en las zonas rurales. La potencial afectación que puede tener sobre la infraestructura preexistente que no está preparada para los niveles de sismicidad actuales.
- Toda tu investigación colabora en el sentido de dar herramientas a los espacios de ambientalistas, ecologistas, comunidades de pueblos originarios y la comunidad en general, para saber dónde estamos parados. ¿Qué más se puede hacer?
Hay que vivir también. De alguna manera seguir pregonando un buen vivir, en el que no sean las multinacionales, ni el capital concentrado nacional, ni el estado extractivista que determinen la manera de vivir de los pueblos. Es mucho lo que se hace y quizás seguir haciéndolo hasta que las condiciones sociales permitan establecer resistencias más fuertes y hacer que los pueblos puedan determinar un buen vivir. Pensar y obrar en función de eso. |