São Paulo es de los Estados más importantes del país por su demografía, economía y política. Hoy es escenario de una de las principales disputas en la carrera electoral más importante de América Latina este año expresada en la polarización entre el Frente electoral dirigido por Partido de los Trabajadores (PT) con Lula da Silva a la cabeza, y el frente del Partido Liberal (PL) que hoy encabeza Jair Bolsonaro.
Particularmente la capital de la Estado paulista es la ciudad más grande de Brasil, hogar de casi 22 millones de personas si contamos toda el área metropolitana, donde se encuentra a su vez el principal polo industrial integrado, conocido como el ABC (por las iniciales de las tres ciudades que lo integran), que está orientado principalmente al mercado interno y protagonista de luchas obreras a lo largo de los años contra la desindustrialización por el impacto de la recesión mundial. En ella se reflejan inevitablemente los procesos que está viviendo el país de polarización social y política que podemos ver en las peleas tanto a gobernador como a presidente.
La polarización electoral a gobernador del Estado de São Paulo se da entre el candidato del PT y ex alcalde de la capital, Fernando Haddad, contra el bolsonarista Tarcisio de Freitas por Republicanos (partido aliado al PL). Las encuestas ubican a Tarcisio (49 %) muy por arriba de Haddad (40 %) en casi 10 puntos según la reconocida encuestadora Datafolha. El dato aquí es que São Paulo siempre fue un bastión del partido de derecha tradicional Partido de la Socialdemocracia Brasilera (PSDB), que en primera vuelta sacó un porcentaje marginal (18 %) teniendo en cuenta que gobernó durante décadas y contaban con el poder del aparato estatal más rico del país para hacer una campaña fuerte. Tres de estos gobiernos del PSDB fueron encabezados por José Geraldo Rodrigues de Alckmin, el actual candidato a la vicepresidencia en lista de Lula quien aplicó fuertes ajustes en sus gestiones. Mientras que Tarcisio con una campaña que toma el discurso más represor bolsonarista, como por ejemplo la baja de imputabilidad a los jóvenes y dando espacio a la policía militar (la principal base social del Bolsonaro en todos los Estados), desplazó la situación aún más a la derecha.
Por las calles de la capital podemos ver que cuelgan banderas de Brasil de los balcones de los departamentos de edificios notablemente ricos, un símbolo utilizado por el bolsonarismo para cantar el voto y apoyar la campaña. Camila una micro emprendedora de ropa de 46 años decía que “voy a votar por Bolsonaro, no lo quiero a Lula porque es todo corrupción y le dio Bolsa Familia a los pobres, eso hace que la gente no quiera trabajar”, pero admitía que “Bolsonaro también lo hizo, pero es porque la pandemia nos golpeó mucho”, y agregó que “igual mi voto es más para que no gane Lula, ambos son muy parecidos en el fondo”.
Thiago es un trabajador de la extensa red de trenes subterráneos, un lugar estratégico teniendo en cuenta que viajan alrededor de 5 millones de personas por día allí, con fuerte influencia de las organizaciones de izquierda. Mientras encendía su cigarro contaba sobre los debates en las asambleas de su sector, “La mayoría está llamando a votar por Lula acá, incluso las organizaciones de izquierda más radical, quieren mantener la paz social y tienen la esperanza de que haya algún cambio si gana el nordestino [procedencia de Lula]”. A esto agregaba que “fue muy fuerte que haya sacado poca distancia en la primera vuelta, se los ve a todos desmoralizados, no ven que la pelea contra Bolsonaro no pasa solo por el voto a Lula que ya nos atacó en el pasado, sino que tiene que ser en la calles”.
Este jueves en una asamblea de la gigantesca Universidad de São Paulo, los estudiantes debatieron fuertemente sobre cómo pelear contra el bolsonarismo, que viene atacando a la educación en nivel federal, pero también a nivel estatal, que hoy es gobernado por el PSDB con Rodrigo García, aliado de Bolsonaro, quien está desfinanciando a la USP y la educación pública en general. El liderazgo del Directorio Central de los Estudiantes (la institución de organización estudiantil) mayoritariamente diluídas en la campaña del PT levantaba un planteo de lucha por el cierre de cursos pero en un marco de pacificación y desmovilización. Sin embargo, se votó ir a un paro estudiantil la próxima semana. Pedro, un barbudo estudiante de letras decía que “el lulismo intenta mostrarle al capital financiero en general que puede controlar la situación hacia las elecciones, que puede controlar y estabilizar el país para que ellos puedan hacer negocios y reducir la incertidumbre post elecciones, pero lo cierto es que todos estamos muy expectantes, nadie sabe que va a pasar gane quien gane”.
Estos próximos días de campaña serán intensos donde los discursos se salen de la política y la lucha de ideas, sino en la búsqueda de articular discursos que dialoguen con las bases de cada uno de los contrincantes. Como es el caso de Lula quien se posicionó contra la legalización de las drogas, o contra el aborto legal, además de intentar dirigirse hacia los evangelistas, a lo que Bolsonaro indignado advirtió “está levantando nuestras banderas históricas de la derecha”. El hijo del presidente, Eduardo Bolsonaro, con una remera con la leyenda “Dios, Familia y Patria”, se mostró este viernes en un video con Carolina Ribera Áñez, la hija de la golpista boliviana Janine Añez pidiendo por su liberación por considerarla una presa política.
Por su lado, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) acordó con las Fuerzas Armadas la fiscalización de las elecciones, un hecho inédito en la Nueva República, brindando el poder a los militares para determinar la política nacional. Recordemos que este sector además tiene gran afinidad con Bolsonaro que viene esgrimiendo denuncias y amenazas alrededor de un posible fraude electoral. Esta bravuconada de las Fuerzas Armadas junto al TSE (un brazo de quienes tutelaron el golpe institucional contra Dilma) son formas de advertir y condicionar al gobierno de Lula en caso de que gane, para mantenerse dentro del régimen político y sus cargos dentro del próximo gobierno, además de que continúen encarriladas las reformas económicas aplicadas durante los últimos años contra la clase trabajadora y los sectores populares.
La situación en Brasil muestra un escenario cada vez más fragmentado en términos territoriales, sociales y políticos, que gira más hacia la derecha. Una situación que se manifiesta desde el Golpe Institucional contra Dilma, la aplicación de las reforma laboral y previsional, la llegada de Bolsonaro al poder con gran composición de militares en su gobierno, los cuáles han logrado nuevas bancas dentro del senado, además de conseguir en primera vuelta mayoría parlamentaria y 9 gobernadores entre varios elementos que determinan una situación compleja hacia adelante. Entonces, esta segunda vuelta expone a un Lula que se muestra como el candidato de la estabilización del capital financiero con el apoyo del actual gobierno de Estados Unidos sin planes de cambiar las condiciones económicas creadas desde el golpe, frente a un Bolsonaro que viene con una agenda de ajuste neoliberal agresiva para gobernar en favor del sector del agronegocio y apoyado por facciones del Ejército y la policía militar. |