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La Izquierda Diario
2 de septiembre de 2015 Twitter Faceboock

Cine // En Cartelera
Matar al ocupante
Francisco Márquez

Se estrenó “Omar”, un film palestino de género. La película de Hany Abu Assad (“Paradise Now”) se proyecta en los cines desde el jueves 27 de agosto.

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La primera imagen del film es elocuente. Un primerísimo primer plano de Omar y el título sobre negro nos anuncian que será un relato en primera persona. Otra vez, como en “Paradise Now”, Abu-Assad centra su historia en un grupo de jóvenes amigos palestinos que accionan contra la ocupación israelí.

Si en su emblemática película del año 2005 la historia se centra en la preparación de un atentado suicida y los acompaña hasta su destino final, en “Omar” el relato empieza a desenvolverse después de un ataque que realiza el protagonista junto a sus amigos Tarek y Ahjmad. Concentrándose luego en la consecuencia que tiene en ellos esta acción y el complejo sistema de desgaste e inteligencia israelí para destrozarlos psicológicamente, llevándolos a complejas relaciones de desconfianzas y traiciones.

La apuesta del director de construir personajes con los cuales podamos empatizar para interiorizarnos en un conflicto de las características del palestino israelí es interesante. La estigmatización del mundo árabe tiene una herramienta de construcción muy valiosa en el cine, y es común ver a árabes brutales, gritones e irracionales poblando las pantallas de la mano de films norteamericanos. Por más grotesca que nos parezca, esa operación es efectiva y aporta a la construcción negativa del imaginario sobre el mundo árabe y es una pieza clave en la legitimación de sus políticas guerreristas. En ese sentido el acercamiento a la subjetividad de Omar, un joven carismático, es una decisión política-estética valiosa que el director profundiza construyendo una historia de amor que involucra de alguna manera a los tres personajes y estructura el relato.

Si bien la apuesta es interesante, el resultado no lo es tanto. Es como si la trama quedará prisionera de una serie de redes de causas y consecuencias en donde la construcción de un relato cerrado primara por sobre la conformación de personajes inmersos en la complejidad del conflicto que se narra. A medida que avanza la película y a través de una serie de revelaciones, nuestra atención va centrándose cada vez más en descubrir y entender la trama como si se tratara de una película de espías y menos en profundizar sobre la subjetividad de los jóvenes. Como si la película tomara el camino inverso al que propone, y pasara del primerísimo primer plano al plano general.

Utilizando las estructuras del cine hegemónico, Abu-Assad logra construir un relato sólido aunque sin trascenderlas no logra conmovernos. Es por esto que a pesar de momentos efectivos (como cuando hacia el final de la película Omar no puede atravesar el muro, ese gigante muro construido por Israel y que atravesó con facilidad anteriormente) el esqueleto formal parece ahogar la emoción y debilita en parte la empatía que se propone generar.

Así llegamos al final donde Omar enfrentará en soledad su destino final, allí matará al ocupante, pero el corte abrupto a negro y el silencio nos hace pensar que después de esa acción, individual y desesperada, no lo espera el paraíso.

 
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