El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva ha emprendido una "guerra santa" en busca del voto religioso de cara a la segunda vuelta del próximo domingo. El evangelismo ha venido ganando peso polítco hace tiempo y posee una bancada parlamentaria propia con capacidad de presionar al Gobierno central. Este sector apoyó masivamente a Bolsonaro hace cuatro años y Lula ha hecho todo lo posible para conquistarlos hacia el balotaje, incluso cuando esto significa tomar banderas conservadoras y retrogadas contra los derechos de las mujeres y la diversidad sexual.
Por su parte el el ultraderechista Jair Bolsonaro ha peregrinado en los últimos meses por los templos evangélicos con la Biblia como escudo y "Brasil encima de todo y Dios encima de todos" como lema. Lo hizo para evitar que Lula le quite parte de esa base electoral vital, que representa alrededor del 30 % del electorado.
La mayoría de veces ha estado acompañada por la primera dama, Michelle Bolsonaro, quien se define como una "sierva del Señor" y ha llegado a prometer a los fieles a "Jesucristo en el Gobierno" si su marido es reelegido para un nuevo mandato.
Lula con la bandera de "Dios y familia" y contra el aborto y la diversidad sexual
Consciente de la influencia y poder de los evangélicos dentro y fuera de la política, Lula ha centrado sus esfuerzos en la recta final de la campaña en intentar arrancar al presidente la bandera del "Dios y familia". Al giro a derecha que implicó en el terreno económico y político haber elegido de vicepresidente al neoliberal Geraldo Alkmin, y recibir el apoyo de lo más concentrado del establishment económico y financiero, Lula le sumó un giro al conservadurismo más duro en temas sociales.
Para ello, se ha rodeado en las últimas semanas de frailes franciscanos, monjas, curas y pastores evangélicos; ha besado santos; entonado cánticos religiosos; rezado, y recibido bendiciones para ratificarse como un hombre creyente en Dios y deshacerse de la imagen de "comunista" de la que lo acusan de forma peyorativa sus detractores.
Para apaciguar los ánimos entre los evangélicos, el líder del Partido de los Trabajadores (PT), lanzó la semana pasada una carta dirigida a los evangélicos en la que se comprometió con la libertad de culto y con la familia. "La familia es sagrada", declaró ante un grupo de evangélicos.
Lula, favorito para las elecciones, fue un paso más allá y reiteró su rechazo personal al aborto, retractándose de unas declaraciones realizadas meses atrás, cuando consideró la interrupción voluntaria del embarazo una "cuestión de salud pública", y que sirvieron de munición para Bolsonaro y sus aliados.
A pesar de este giro ultraconservador de Lula, la carta fue rechazada por algunos de los más influyentes líderes evangélicos del país, que apoyan sin fisuras a Bolsonaro y desde su lugar diseminan fake news contra el expresidente, que ya no sabe como esforzarse para negarlas.
Desde grupos bolsonaristas se ha acusado a Lula de firmar pactos con el diablo, algo que el propio Lula tuvo que desmentir.
En los últimos años, bajo el bolsonarismo, se ha fortalecido el odio hacia los negros, las mujeres y la población LGBTQ. El presidente ultraderechista, aliado con los sectores conservadores y evangélicos avanzó contra la educación sexual en las escuelas, contra el derecho al aborto y contra las minorías. La polítca de Lula de coquetear con estos sectores y hacerle promesas no pueden más que significar más padecimientos para las mujeres y la población LGBTQ.
Como señala André Barbieri, editor de Esquerda Diario en un reportaje reciente "Los líderes evangélicos también ganaron protagonismo como una de las principales bases de apoyo de la extrema derecha bolsonarista. Acompañaron al bolsonarismo como reacción al fuerte movimiento de mujeres que ha surgido en los últimos años (como hemos visto en Argentina con la “Marea verde”), porque consideran que puede cuestionar sus planes conservadores y el dominio patriarcal de las iglesias. Partidos como los Republicanos o el Partido Social Cristiano, pertenecientes al “centrão”, son representaciones parlamentarias de las grandes iglesias evangélicas, con pastores políticos millonarios como Edir Macedo y Silas Malafaia, y base de Bolsonaro. Forman el Frente Parlamentario Evangélico en la Cámara de Diputados, creado en 1990 por la Iglesia Universal del Reino de Dios, hoy con 194 miembros en un universo de 513 diputados (en 1986, 33 evangélicos fueron electos en la Asamblea Constituyente).
Es un bloque heterogéneo en sus intereses particulares pero unido en los ataques permanentes a los derechos de las mujeres y de la población LGBTQIA+, e involucrados en numerosos casos de corrupción. Es importante diferenciar aquí a los pastores millonarios al mando de estas iglesias de los trabajadores evangélicos, “del bajo clero”, que no pertenecen a las milicias fanáticas de extrema derecha y tampoco participan de las ganancias y privilegios de las cúpulas de estas iglesias.
No se puede descartar que como resultado de la dramática situación económica, una fracción considerable de evangélicos rompa con Bolsonaro, a pesar de las instrucciones de los pastores. Aunque señalada como base del bolsonarismo, las cúpulas de estas iglesias recibieron respaldo durante los gobiernos del PT, tanto con Lula como con Dilma, recordemos su infame "Carta al Pueblo de Dios", entregando derechos elementales de las mujeres como el derecho al aborto gratuito, legal, seguro y garantizado por el Estado. La defensa de la separación entre Iglesia y Estado y el fin del culto oficial son demandas democráticas elementales y es parte de un feminismo socialista vinculado a la lucha contra el capitalismo brasileño".
Con información de Efe |