A comienzos del curso político y con motivo de la crisis en Vox Ignacio Arsuaga, presidente de HazteOír, publicó una carta de apoyo a Macarena Olona, en la que resaltaba su papel en defensa de “la familia, la Fe” y su lucha contra el derecho a abortar. El texto confirmaba una ruptura pública entre HazteOír y Vox tras un año de degradación de las relaciones por un supuesto giro “moderado” del partido de Abascal respecto a sus políticas antifeministas y homófobas. En dicho texto, Arsuaga anima a sus seguidores a apoyar a la exdiputada frente a las diferentes presiones a izquierda y derecha debido a su afinidad ideológica. Olona queda identificada como la figura política que el sector ultracatólico de la ultraderecha debe apoyar.
Este posicionamiento público en la crisis de Vox no es inocente, sino que viene a consumar un divorcio entre el lobby ultracatólico y el partido de extrema derecha. Tras un año de deterioro de relaciones entre los grupos, HazteOír llevaba unos meses haciendo campaña para presionar y desgastar en parte a la dirección de Vox. Una guerra que comenzó hace un tiempo con el apoyo de Vox a los presupuestos de la Comunidad de Madrid del gobierno PP-Ciudadanos que encabezó Ayuso en su primera legislatura, gobierno que no derogó las “leyes LGTB” como exigía HazteOír. Esta negativa a dejar caer los presupuestos por la lucha ideológica de estos sectores ultracatólicos provocó un rápido desgaste de las relaciones entre ambas formaciones.
La gota que colmó el vaso fue la negativa de Vox a responder al cuestionario que HazteOír presentó tanto a Juan Garcia-Gallardo (Vox) como a Alfonso Fernández Mañueco (PP) para decidir por quién harían campaña. Dicho cuestionario preguntaba el posicionamiento político entorno al aborto, la familia o lo que denominan “adoctrinamiento ideológico”.
Ante el silencio de ambas formaciones, HazteOír hizo una campaña de presión acusando a Vox de “derechita cobarde” y presentando tanto al PP como Vox como partidos similares. Una campaña que continuó para presionar a ambos partidos y que recurriesen, ante el Tribunal Constitucional, la legislación que impide a activistas antiabortistas acosar a las mujeres que acuden a las clínicas para abortar. Algo que finalmente sí ha hecho Vox, pero que no ha impedido que HazteOír asuma un distanciamiento ideológico entre ambos grupos que, si bien defienden los mismos posicionamientos reaccionarios, quizás no lo hacen con el mismo fervor como desearía el lobby ultracatólico.
Un espacio con el que sí parece querer competir Macarena Olona, quien, desde su regreso a los medios de comunicación, ha resaltado su perfil religioso más ligado a dichos postulados ideológicos. De hecho, ya ha presentado una fundación política basada en estas tesis, con un primer acto público en Panamá centrado en el antifeminismo y en el señalamiento de dicho movimiento social como un enemigo esencial de la ultraderecha dentro de sus guerras culturales. Y una segunda campaña mediática ha anunciado la posible presentación de su partido el próximo 4 de noviembre en Madrid. Un posible apoyo por parte de lobby ultracatólico podría impulsar su intento de escisión en un contexto de debilidad interna de Vox y de un escenario incierto en el próximo ciclo electoral.
La ruptura entre HazteOír y Vox no es cosa menor, y representa hasta qué punto Abascal se ha estado jugando intentar arrancarle de forma efectiva base social al Partido Popular. Como explica en su trabajo sobre la extrema derecha europea el investigador Steven Forti, el lobby ultracatólico fue esencial para transformar a Vox de un grupúsculo minoritario a la formación que dio la sorpresa en las elecciones andaluzas de 2018 sacando 12 escaños. HazteOír ha actuado no sólo como importante fuente de financiación, sino también como trampolín de múltiples y potentes campañas políticas dedicadas a combatir y señalar a los enemigos de Vox tanto en la izquierda como en el espacio de la derecha.
No obstante, a pesar de que algunos se preparen para dar por muerta la vía institucional de la extrema derecha, bajo el calor de una serie de importantes derrotas electorales a nivel internacional, cabe reincidir en que el contexto político estatal sigue siendo favorable para la ultraderecha, se escindan entre sí o no. En un régimen como el español, donde incluso los llamados gobiernos “más progresistas de la historia” como el del PSOE-UP hacen políticas antiobreras y de derechas, con medidas a favor de los grandes capitalistas, con políticas contra los inmigrantes y con la represión hacia movimientos democráticos como el catalán, es un régimen donde se alimenta un campo fértil para estos movimientos.
Incluso, si frente a otros países, en nuestro caso, la crisis capitalista actual se encuentra más contenida (no se espera un otoño caliente), lo que puede inicialmente frenar el crecimiento de la extrema derecha, esto no es inamovible. Es perfectamente posible, y quizás Olona es una primera muestra de ello, que surjan escisiones más radicales, como ocurrió en Francia con la pelea entre Marine Le Pen y Eric Zemmour, quien por derecha quiso disputarle a Le Pen el espacio político, que compitan con Vox por un espacio en la ultraderecha. |